Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

LA LARGA NOCHE DEL 56
En base a la investigación que Rodolfo Walsh realizó sobre los fusilamientos del 9 de junio de 1956, el director uruguayo Jorge Curi (foto de la derecha) realizó un montaje teatral que merece el aplauso del público y la crítica de su país

"Buenas noches. Esto no es exactamente un espectáculo. Vamos a contarles una historia, una historia real. Se trata de hechos que ocurrieren hace algunos años (exactamente diecisiete) en la República Argentina". Así comienza, en el teatro Circular, de Montevideo, la puesta en escena de Operación Masacre, crónica del periodista y escritor argentino Rodolfo Walsh (46, autor, entre otros trabajos, de El caso Satanowsky, ¿Quién mató a Rosendo?, Los oficios terrestres, Un kilo de oro) sobre los fusilamientos de civiles registrados en la noche del 9 de junio de 1956, cuando se produjo la frustrada insurrección peronista del general Juan José Valle. Pero ésta no es la primera experiencia realizada sobre la conmovedora obra del RW: un film homónimo, dirigido por Jorge Cedrón (ver recuadro) y exhibido en circuitos no comerciales, está a punto de estrenarse en Buenos Aires. Ahora, en Uruguay, se escenifica por primera vez una adaptación de ese texto. Desde el pasado 21 de julio —fecha de su estreno—, Operación Masacre parece dispuesta a convertirse en el éxito de la actual temporada teatral uruguaya. "Teatro de militancia estética y política de la más alta y noble estirpe", elogia el semanario Marcha. "Teatro político del mejor", resume el tradicional vespertino El Diario. Más expresiva aún es la ovación que cuatro noches por semana sacude la pequeña sala montevideana, sobre el final de la obra, sin que los actores salgan a saludar y recibir los aplausos. Les basta con dejar al público la imagen ideal de aquellos fusilados en un basural de José León Suárez.
Es reciente historia argentina que conmueve a los espectadores orientales, según comprobó el corresponsal de Siete Días, Antonio Mercader, que vio la obra y dialogó con sus responsables.

"A WALSH NO LO CONOZCO"
"A Rodolfo Walsh no lo conozco personalmente, nunca hablé con él —revela Jorge Curi (42, arquitecto) , director de la versión teatral de Operación Masacre—. Hace tres años culminé la adaptación del libro, junto a la escritora Mercedes Rein. Pensamos que el cine era su destino, natural pero por falta de medios para filmar la película optamos por el teatro". La crónica de RW, elaborada en adversas circunstancias, evidenciaba en su pasaje a las tablas ciertos huecos a rellenar.
"Insistimos en ver a Walsh porque pensamos que él debía tener más datos que enriquecieran el intento. Pero fue inútil, nunca lo encontramos." Así fue que Curi y los suyos hurgaron por todo Buenos Aires tratando de conseguir más información sobre los episodios del 56. "Teníamos un gran pudor, queríamos ser fieles a la verdad con estas personas que murieron o viven todavía", explica. Con aportes propios —libros, recortes periodísticos, observación de los escenarios reales y algún testimonio personal— la troupe se lanzó a lo que su director define como "búsqueda actoral". Partiendo de un hondo dominio de personajes y hechos, los actores improvisaron escenas cuyo desarrollo la historia no recogió pero que sirvieron para completarla. En base a esta técnica surgieron tres libretos distintos que enviaron a Walsh para su autorización; poco antes del estreno, a través de un periodista uruguayo que lo entrevistó, supieron que aprobó la idea.
A lo largo de una hora y media, sin otro decorado que una mesa y siete sillas, la historia sobre la ejecución de una docena de civiles —cinco perecieron y los demás escaparon— se convierte en vibrante testimonio. Para lograrlo, el binomio Curi-Rein conserva la técnica original de Walsh: los datos salen en sucesivos flashes y en tiempos mezclados hasta que el espectador arma el puzzle por su cuenta. En cambio, la estructura del libro se invierte. En el teatro, comienza por la indagación de la justicia civil —que clarifica el crimen y acorrala a los culpables— hasta que se trunca cuando un tribunal militar asume competencia. Luego presenta a los protagonistas y, finalmente, reconstruye la masacre a través del relato de los sobrevivientes.
"De ese modo, la pieza es un flechazo de creciente intensidad", comprueba Walter Riesyno (37) quien representa dos figuras claves: el jefe policial que ordena los fusilamientos y el periodista Rodolfo Walsh. Curiosamente, este último es otro de los personajes que se mueven sobre tablas. "Lo integramos para que el público recuerde siempre el carácter de crónica periodística que tiene la obra", justifica Reyno. O sea que Walsh-Reyno es quien cuenta la historia, informando directamente al público o entrevistando a las víctimas ("Mi nombre es Rodolfo Walsh, soy argentino, periodista, escribo cuentos policiales ...", se presenta). Es uno de los típicos recursos que el clan del Circular emplea para dotar a su criatura de una neta condición testimonial. Curi declara que, tras las experiencias de Bertolt Brech y Peter Weiss, dos popes del teatro moderno, "se incursionó mucho en este género donde coexiste la narración con los hechos narrados. Quisimos que el espectáculo fuera un gran relato en el cual, permanentemente, los actores cuentan y actúan. Es la razón por la cual éstos actúan como distanciados de sus personajes, sin representarlos con una entrega total."
Reyno, un histrión que obtuvo no hace mucho el Florencio (máximo galardón que otorgan los críticos teatrales del Uruguay), señala que "siendo testimonial es más potente pues se dirige a la razón antes que al sentimiento". Podría decirse, sin embargo, que el impacto se acusa a todos los niveles. Los únicos momentos de distensión ocurren cuando se oye música de Bach, Beethoven y Stravinsky, es decir, los discos que irradiaba Radio del Estado en la noche del 9 de junio de 1956.

ACTORES TRAS LA HISTORIA
De viernes a lunes (los días de exhibición), las 200 localidades del teatro suelen agotarse, síntoma de que el público confirma la calidad de la realización. Es un espaldarazo para este elenco del Circular, uno de los seis teatros "independientes" que sobreviven a la crisis que siguió al apogeo alcanzado a comienzos de la década pasada Hoy, en Uruguay es difícil ganarse la vida sobre tablas y eso lo saben bien los miembros del Circular, que formaren una cooperativa de riesgos y beneficios. Económicamente pobre —los actores hacen teatro tras una jornada en la oficina—, los frutos fueron excelentes en lo artístico: en el último lustro el conjunto se alzó con tres Florencios al mejor espectáculo.
Si cosecharon tales premios con textos clásicos (Chejov, Musset y Goldoni), la presente experiencia les resulta "fascinante". Así la define Walter Speranza (40, dos hijas, librero), quien alterna en los papeles del juez de Instrucción que abre el expediente y el ferroviario
Nicolás Carranza, uno de los que murió en el basural. "Carranza era un militante medio del peronismo, repartía volantes en los trenes, fue apresado en Tucumán y escapó, hasta que finalmente fue nuevamente detenido y fusilado", describe Speranza. Aunque Walsh suministra datos apreciables sobre el sindicalista ejecutado, Speranza hizo lo que otros miembros del elenco: investigar en Buenos Aires, por cuenta propia, la historia de su personaje. Un ejemplo de la dedicación con que trabajó el equipo y un esfuerzo que rindió con creces: en Buenos Aires, el relator Fioravanti les dio una grabación del match de box entre el argentino Lausse y el chileno Laoyza, la misma que escuchaban las víctimas cuando fueron arrestadas en una casa de la calle Hipólito Yrigoyen, en la bonaerense localidad de Florida. El cineasta Jorge Cedrón les cedió fragmentos de la banda sonora de su film donde se incluye la emisión de la radio oficial, la proclama de Valle y Tanco que fue difundida por una emisora rebelde de Santa Rosa, La Pampa.

LA LIMPIA OBJETIVIDAD
Con estos y otros elementos pudieron enriquecer la obra, pero, esencialmente, el trajín desplegado les sirvió para internarse en el fenómeno peronista, comprender sus raíces y confirmar su vigencia. "Si viviera en Argentina, en el momento actual sería peronista", asegura Daniel Bérgolo (28, dos hijos), empleado público que protagoniza a Juan Carlos Livraga, un colectivero que sobrevivió, malherido, y que el 14 de diciembre de 1956 presentó denuncia contra los autores de la masacre. Precisamente, el testimonio del colectivero ("era ¡nocente, no estaba metido en nada", opina Bérgolo) marca el climax del espectáculo. Livraga, según consta en el expediente judicial, resultó ileso tras los primeros disparos y quedó acostado en el pasto; desde allí vio como los heridos eran rematados; cuando llegó su turno recibió un balazo en la mejilla y otro en el brazo. El racconto liso y llano de su odisea es sobrecogedor.
Esa sencillez de exposición, la limpia objetividad y la eliminación de todo recurso panfletario son, como señala en forma unánime la crítica uruguaya, los carriles utilizados. "Es que los hechos cantan —dice Curi—, sin que se necesite cargar las tintas o buscar efectos que induzcan al espectador a sacar ciertas conclusiones". Susana Castro (27, una hija), empleada municipal y actriz que desempeña los cuatro o cinco roles femeninos de la obra, confirma que para nada pesan en la exhibición las convicciones personales de sus responsables. "No sé si sería peronista en la Argentina pero quien conozca esta historia, simpatice o no con el peronismo, observará claramente la violencia moral que hay entre el imperio del derecho proclamado por la revolución del 55 y estos hechos ocurridos en el 56", declara.
Con estilo directo y despojado, Operación Masacre logra dar una lección de buen teatro partiendo de simples coordenadas. La forma circular del propio teatro (la escena está encerrada por una rueda compuesta por siete filas de sillas) impone austeridad a los histriones. No hay apuntador, ni distancia que disimule errores ni nada que cubra las espaldas. La troupe se instala entre el público y muchas veces sus integrantes declaman sentados junto al espectador en la primera fila. "Entre ellos y nosotros se establece una relación de intimidad que nos convierte a todos, extrañamente, en testigos y protagonistas del drama", sostiene Walter Speranza. La prueba más rotunda de que así sucede se halla sobre el final de la obra, cuando se expresa, textualmente: "Y aquí termina esta historia que aún no ha terminado. Cada vez que volvamos a evocar la larga noche del 9 de junio será nuestro homenaje a los caídos. Año tras año se rindió homenaje a las víctimas de la operación masacre. En cada oportunidad, cuando se leía la lista de los muertos, el público respondía: Presente". Y a medida que el elenco prenuncia los nombres de los fusilados, desde las butacas del teatro Circular, de Montevideo, esa respuesta se repite cinco veces.
Revista Siete Días Ilustrados
13.08.1973

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