Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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Tupamaros
el séptimo secuestrado

En forma sorpresiva y demostrando audacia y sangre fría, los sediciosos uruguayos raptaron -en operativo comando-al embajador británico. El diplomático comparte ahora la suerte de Días Gomide y Claude Fly. Estuvimos allí y recogimos, en texto e imágenes, este testimonio:
por Juan C. Fernández Perna Fotos: Jorge Moreau

“¿Lindo día, verdad Hugo?
—Así es, señor; el cielo está despejado, las calles tranqui . . .
La voz de Hugo Acosta, chofer de Geoffrey Feimour Holt Jackson, embajador del Reino Unido ante el gobierno uruguayo, se quebró de pronto. Una camioneta que entró a contramano por la calle Alzaíbar desde el cruce con Buenos Aires, chocó con violencia contra el majestuoso Jaguar. Acosta frenó bruscamente al igual que el coche de la custodia que lo seguía a escasos metros. A espaldas de éstos, otro vehículo ya les cerraba el paso. La clásica ratonera estaba armada. Todo ocurrió en segundos. Quizás tarde uno más en contarlo que el espacio cronológico en que sucedió. Jackson, su chofer, y los dos guardias fueron dominados antes de que pudieran salir de su sorpresa. Desde la esquina, tres jóvenes que hacía rato charlaban despreocupadamente (uno de ellos en mangas de camisa, portaba una canasta de mimbre con lechugas simulando un reparto en la zona) se trasformaron en hombres de acción. El de la canasta sacó de ella una ametralladora y se sumó a los secuestradores al tiempo que obligaba a alejarse a los curiosos. Los dos restantes corrieron a colaborar con los asaltantes. Acosta se vio arrojado violentamente del vehículo y suplantado por uno de los secuestradores. Otros dos golpearon a Jackson y se sentaron a su lado. El Jaguar tomó por Alzaíbar hacia el centro y pronto se perdió de vista. En tanto, otros tupamaros dominaban a los custodios Walter Mullins y Carlos Pappiti, y al conductor Acosta, golpeándolos con palos en la cabeza hasta desmayarlos en medio de un charco de sangre. Luego ocuparon todos los vehículos y se alejaron con rumbo desconocido. En el operativo se calcula que actuaron cerca de cincuenta hombres del MNL, divididos en grupos comandos de cuatro personas. Utilizaron nueve vehículos, siete de los cuales (incluidos los dos coches diplomáticos) fueron hallados abandonados horas más tarde. Todos habían sido robados, e incluso uno de sus propietarios, Jorge Vaseviskius, retenido durante algunas horas por elementos tupamaros. Una comisión policial del Departamento Nº 5 de Información e Inteligencia logró detener a dos conspiradores cuando huían en uno de los coches robados. Se trata de Eduardo Agustín Ariosa Amilivia, estudiante universitario de 22 años, y Nelson Leonardo Larraud Sales, de 21, obrero de la fábrica de neumáticos FUNSA. Afirmaron no conocer la finalidad del operativo, pues —dada la forma de accionar de las células terroristas— sólo tienen conocimiento de la tarea que se les encomienda. Y en este caso, su trabajo era hacer desaparecer el vehículo. El eslabón de la cadena se cortó, pues recibían las instrucciones telefónicamente.
La flemática puntualidad británica de Jackson es harto conocida en la embajada. Con matemática precisión, todos los días hábiles a las 9.55 ingresaba al edificio donde tiene su despacho. El viernes no fue así. J. P. Hennessy, primer secretario, miró su reloj y al ver que ya eran las 10 sospechó
que algo raro había ocurrido. Se acercó al teléfono para llamar a la residencia privada del embajador, cuando el sonido intermitente de la campanilla lo sobresaltó. Era la policía: Geoffrey Jackson había sido secuestrado.
* * *
En algún lugar de Montevideo, en algún lugar del Uruguay, tres hombres de distinta nacionalidad: un norteamericano, un brasileño y un inglés, purgan una reclusión (los dos primeros desde hace más de cinco meses) por el simple delito de vivir circunstancialmente en territorio uruguayo. Son prisioneros políticos de un proceso interno que no les compete. De una lucha en la que no están alineados. Tres hombres. Tres familias que quieren comprender y no pueden. Desde EE. UU., la mujer y los hijos del Dr. Fly, piden la libertad del esposo, del padre. En Brasil, otra mujer se desespera por reunir en pública colecta la suma de un millón de dólares, exigida por los captores. Pende sobre ella la amenaza de entregar a su marido a los sediciosos que operan en Brasil —si no cubre la suma exigida—, para su posterior juzgamiento. En Londres, cubierta de bruma, otra mujer y otro hijo esperan, sufriendo en silencio, noticias sobre su I esposo, sobre su padre. Tres hombres ... En algún lugar de Montevideo, en algún lugar del Uruguay . . .
* * *
Eran las 12.30 del domingo. Una treintena de periodistas, fotógrafos y camarógrafos uruguayos, argentinos, brasileños y norteamericanos, pugnaban por acercarse al jet de KLM parado en una de las pistas del aeropuerto de Carrasco. Un cordón policial formó a treinta metros una valla inexpugnable. El cielo seminublado y el fuerte viento cubrían el descampado con un telón de tristeza indiferente. El cortejo de automóviles, encabezado por una camioneta militar se fue acercando lentamente hasta parar al pie de la escalerilla. Una mujer madura, de pronunciados rasgos sajones, subió con paso rápido; la mirada fija hacia adelante y sin responder los saludos. Patricia Mary Evelyn Delany, esposa del embajador inglés en el Uruguay, que 50 horas antes fuera secuestrado por los tupamaros, abandonaba el país para siempre. Voluntariamente, cerraba así la segunda etapa de un proceso de violencia cuya reiteración —es el séptimo episodio de este tipo protagonizado por los sediciosos uruguayos— saturó la capacidad de asombro de los orientales. El viernes, mientras todos los medios de difusión se dedicaban de lleno a cubrir la información del secuestro, las rutas que conducen a los balnearios del Este mostraban aquellos recordados taponamientos de cuando ansiosos turistas argentinos se lanzaban por millares hacia Punta, Piriápolis, Atlántida o La Paloma. Ahora, la caravana era de montevideanos: aprovechan los fines de semana para disfrutar de las casas que antes alquilaban. El sábado la capital uruguaya parecía desierta. El presidente Pacheco Areco, desde su residencia veraniega de Santa Teresa, anunciaba por medio de un vocero su intención de no interrumpir su descanso: El gobierno no variará la posición que ha sustentado frente al problema de los secuestros. El hecho de que se trate de un embajador no cambia las cosas; la línea es una y no se modifica de acuerdo a las circunstancias. Por la tarde, los ministros del Interior, general Antonio Francese; de Defensa Nacional, general César Borba, y de Relaciones Exteriores, doctor Jorge Peirano Facio, viajaron a La Fortaleza para informar al presidente. El resto del gabinete, altos funcionarios y los políticos tanto oficialistas como de la oposición resultaban inencontrables. O sus teléfonos no contestaban o la voz de la mucama anunciaba que "los señores no regresan hasta el lunes”. A nivel más modesto, las familias de empleados colmaron el fin de semana las instalaciones del Palacio Peñarol: la troupe de patinadores norteamericanos del Holiday on Ice actuó a sala llena. En el estadio Centenario, veinte mil personas vieron, caer a Nacional frente a un modesto equipo alemán. En el barrio de Palermo, los morenos batían el parche de sus tamboriles, preparando los bailes y cantos de las comparsas carnavalescas. Zu-Cum-Dum en el Buceo y Los Pinos en Pocitos, rechazaban a las parejas de jóvenes que llegaban retrasadas: tenían las pistas colmadas. Las redacciones de los diarios, la jefatura de policía y la vigilia periodística frente a la embajada británica, eran los únicos lugares que escapaban a la rutina e indicaban que algo estaba pasando. La conmoción provocada por el secuestro del embajador se circunscribía a esos tres focos.
El Boeing de KLM ya rodaba por la pista. Una docena de funcionarios uruguayos y algunos diplomáticos extranjeros, encabezados por el Nuncio Apostólico, monseñor Agustín Sepinsky, despidieron a la obligada viajera. En Londres la esperaba su hijo. Así lo había previsto su marido en caso de que algo le pasara. Y había pasado. Desde dos días antes compartía el cautiverio con el agrónomo norteamericano Claude Fly y el cónsul brasileño Aloysio Días Gomide.
Tres nombres. Tres hombres. . . En algún lugar de Montevideo; en algún lugar del Uruguay...

CRONOLOGIA DE UN TRISTE RECORD
Con el secuestro del embajador británico, el número de actos de ese tipo realizados por elementos del MNL Tupamaros se eleva a siete. Un verdadero record mundial. Los tres primeros raptados recuperaron su libertad en tiempo relativamente breve. El cuarto, el asesor norteamericano en seguridad Dan A. Mitrione, fue asesinado tras ser sometido a interrogatorios y torturas. Los dos restantes, al que se suma ahora el embajador Jackson, son los rehenes que más tiempo retuvieron los conspiradores: ya llevan casi seis meses privados de su libertad. Este es el resumen cronológico de esos episodios:

DOCTOR ULISES PEREIRA REVERBEL:
El 7 de agosto de 1968 es secuestrado en la puerta de su domicilio, cuando salía para dirigirse a sus ocupaciones como presidente del directorio de la UTE (Usinas y Teléfonos del Estado). El doctor Pereira Reverbel, colaborador cercano y amigo personal del presidente Pacheco Areco, fue puesto en libertad cuatro días después. El chofer y su secretario fueron heridos.

DOCTOR GAETANO PELLEGRINI GIAMPIETRO:
Banquero y editor, ocupaba a la sazón el cargo de secretario de la Asociación de Bancos del Uruguay.
El 7 de septiembre de 1969, al llegar a la puerta de esa entidad, lo secuestra un comando tupamaro.
El Uruguay afrontaba en esos momentos una huelga en los bancos privados de. varios meses de duración. Estuvo retenido durante 72 días y fue canjeado por quince millones de pesos, destinados a la Caja de Asistencia a los Empleados y Obreros Frigoríficos y a la Comisión Pro Fomento de Villa García. Tiempo después el doctor Pellegrini abandonó el país radicándose en Italia.

DOCTOR DANIEL PEREIRA MANELLI:
Juez de Instrucción de Primer Turno.
Habla procesado a más de ochenta tupamaros.
Fue secuestrado en su domicilio el 28 de julio de 1970 y puesto en libertad a los pocos días, en forma sorpresiva, pues los sediciosos previamente habían anunciado su intención de juzgarlo.

DAN ANTHONY MITRIONE:
Especialista en Seguridad Pública, llegó al Uruguay como funcionario de la AID (Agencia Internacional para el Desarrollo).
Previamente ocupó altos cargos policiales en su país, Estados 'Unidos. Fue raptado camino a su oficina el 31 de agosto de 1970.
En este caso los tupamaros exigieron la libertad de los 146 presos políticos a cambio de su vida.
La respuesta negativa del gobierno fue rotunda.
Tras un ultimátum exigiendo una definición, apareció asesinado el 10 de septiembre dentro de un automóvil abandonado.

ALOYSIO MARES DIAS GOMIDE:
El mismo día del secuestro de Mitrione,
otro comando terrorista secuestró al cónsul brasileño en Montevideo, en su propio domicilio. Aún permanece cautivo.
Ante la negativa del gobierno uruguayo de aceptar cualquier tipo de negociación, los sediciosos exigieron a la esposa de Dias Gomide un millón de dólares a cambio de su libertad.
El plazo para el canje se cumplió el lunes 11 de este mes, desconociéndose al cierre de esta edición si los tupamaros habían efectivizado su amenaza de entregarlo a sus similares brasileños para su juzgamiento.

DOCTOR CLAUDE FLY:
Secuestrado el 8 de agosto de 1970, continúa en cautiverio. Su rapto, dada su condición de técnico agrícola que colaboraba en estudios sobre el suelo uruguayo para un mejor aprovechamiento de la agricultura, es conceptuado de inexplicable.
El doctor Fly, de salud delicada, fue secuestrado en el despacho del subdirector de la Facultad de Agronomía de Montevideo.

Revista Semana Gráfica
15.01.1971

pie de fotos
-Geoffrey Jackson, embajador británico en el Uruguay, que fue secuestrado en una operación comando. La otra foto muestra el lugar donde se realizó el rapto. 1: Allí fue embestido el Jaguar. 2: camioneta de la custodia personal del diplomático. 3: Lugar donde golpearon a los guardias. 4. Parte delantera de la camioneta usada por los tupamaros para bloquear la calle, 5: Reducido el embajador, los sediciosos huyeron en su coche, perdiéndose la pista. Así fue el séptimo secuestro de los Tupamaros.
-La mejor demostración de que el pueblo uruguayo tomó el secuestro como un hecho rutinario fueron los taponamientos en las rutas hacia los balnearios del este. El control policía provocó demoras de seis horas.
-La esposa del embajador secuestrado en momentos de subir al avión que la llevó a Londres. Con su partida se cerró otra etapa del proceso de violencia.
-Nelson Larraude Sales, obrero de la fábrica FUNSA, participó del operativo. Al rato, caía detenido.
-Eduardo Amilivia, universitario y tupamaro, cayó preso con Sales. Dijo que nada sabía del secuestro.
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