Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Alejandra Da Passano
ALEJANDRA DA PASSANO, 23 AÑOS, ACTRIZ, HIJA DE MARIA ROSA GALLO
En Mar del Plata José De Zer se encontró con Alejandra Da Passano. Lo
primero que ella le dijo fue:-¿Sabés que sos bastante idiota? Luego se desarrolló una charla entre jóvenes. Ella dijo que no sabe autofabricar estados de ánimo, que empezó de abajo y se parece a su madre.

Se lo pregunté en una forma bastante calma: “¿De vez en cuando pensás vender esa imagen de frivolidad, o en realidad sos así?
Y ella dijo que sí con la cabeza, y después respondió casi sonriendo:
—¿Sabés que sos bastante idiota?
Eso fue a las cuatro de la tarde en la playa, más que eso entre las rocas, y sin motivos que me serían difícil descubrir me encontré que ella miraba muy seriamente todo lo que sucedía a su alrededor: el fotógrafo, las cámaras, la gente, el mar, y sus pantalones un tanto arremangados. Se inclinó un poco apoyándose en el codo y entonces esa niña de 23 años llamada Alejandra Da Passano, hija de María Rosa Gallo y Camilo Da Passano, se inclinó algo más y siguió diciendo:
Alejandra Da Passano
—Me parece que de entrada esto resulta un poco rutinario, si lo que se te ocurre es perder un poco el tiempo, la cosa me resbala. Ahora decidite. . . también te puedo dar el gusto de charlar en serio. Fíjate que yo a las personas no me las saco de encima. Es como estar en un orfanato. Con suerte hasta tenés la opción de elegir a tus padres. Así que si querés vos pones tu profesionalismo en carbónico y yo el mío y dale. Decidite ¿eh?
Yo miré fijamente su cara y por supuesto —cierta noblesse oblige— mi dignidad se sintió algo herida:
—No soy idiota, en el mejor de los casos, prefiero que ésta sea una charla de jóvenes, amistosa y en serio. Además no te conozco.
—Mirá, pregunta sin vanidad y si no te gusta te levantás y nos vamos. No me gusta que me utilicen en las notas —de esas que se llaman serias— ¿estamos? Además por todos mis poros exuda una mujer con todo. ¿Te das cuenta?, no importa la edad sino la esencia de esa edad. No soy difícil, solamente los inútiles generalizan todo, y creo que me tomaré la libertad, no perdón, yo
vivo en libertad, que en una persona existen dos momentos: uno por la noche y otro por la mañana cuando empezás a limpiarte los dientes. ¿Ves qué fácil es?
—No sé que es fácil. ¿Pero qué significa vivir en libertad para vos?
—Sufrir todos los puntitos del abuso de mi sistema nervioso, no esforzarme para tratar de disimular cómo soy. Si estoy frívola es porque me siento contenta. Si me gusta salir con alguien lo hago, si quiero estar seria, lloro, si me siento embalada por todas las enfermedades de la chatura de este ambiente —el mío, el que quiero, en el que vivo— me irrito y como no sé autofabricar cosas, me rajo, me pongo grosera, largo un “aj” de disgusto y como todavía me falta mucho por aprender al final termino siendo una joven insolente. A veces queda bien.
—¿Sos muy parecida a tu madre?
—¿En qué sentido? Porque las dos solas empezamos desde abajo y siempre tuvimos la valentía de afrontar todo. Mirá, yo me analizo y te pudo hablar de las relaciones infantiles y de las resistencias y envidias, y de la integración. Pero en definitiva eso no sanaría tu inquietud ni tu nota. Me molesta que me digan: eh, fulana, hija de María Rosa Gallo. Ella tiene su temperamento y yo el mío. Entre las dos no predomina ningún vacío, somos muy amigas y si mi querés clasificar como actriz ..., bueno, María Rosa Gallo tiene un talento de la gran siete.
Mordisqueaba de a ratos ese largo cabello suyo y una extraña fuerza salía de sus ojos ¿negros? muy brillantes, por supuesto mansos, ahora acuclillada y fumando con largas pitadas:
—El mar te deja un sabor salado en los labios ¿no es cierto?, vos sabés lo que es un gusto amargo, sentir envidia, la sensación de sentirte vestida sólo con la piel, la furia de lograr sin saber a veces qué y encontrarse con golpe tras golpe,
—¿Qué tipo de golpes? ¿te caés a menudo?
Se mordió los labios, volvió la cabeza hacia un costado y tomándome la mano en forma muy tierna, con un murmullo casi dulzón me dijo:
—No digas estupideces. A veces las cosas duelen en serio, y fijáte que no es un reproche pero yo con mis 23 años no logré las cosas tan fácilmente. Todo lo que soy me lo pagué yo misma, haciendo banco en los canales, quemando broncas, conformándome con decir algunas palabras en cualquier programa que te dé para comer, tolerando insinuaciones de promesas recontraconocidas, fracasos, mentiras. . .
—¿Y para qué seguís en esto?
—Yo gané “en esto”. Llegué sola y no en forma pasiva. Esto para mí es una anestesia y no me quejo, ni hablo de la televisión. Es un medio que te da la posibilidad de llegar a la gente en forma masiva. El medio no me irrita ni me crea sentimientos de desigualdad. No sé si me explico.
—No.
—Claro, es esto que todos llaman ahora defectos, complicaciones, frustraciones; yo no siento ningún manoseo en lo que hago, porque tengo la honestidad de hacerlo bien. No podés mezquinar tu trabajo; o te das con todo o no lo hacés. Es como un amante a quien esperas todas las noches y siempre te da una sorpresa. Es como un enorme útero que te alimenta ansiosamente. Las derrotas y las ganancias siempre tienen una enorme carga emocional. Yo me apuesto siempre a que voy a ganar. Es un ingrediente necesario para jugártela sola. Si en esa búsqueda te das tiempo o plazos es porque te falta la llama, esa que te quema por dentro. Es como cuando de adolescente te besás con ese sabor tan dulzón.
—¿No te, sentís sola en medio de tanta libertad?
—Yo misma me saco la ropa antes de acostarme. ¿Y a vos quién te desviste? ¿Ni siquiera se te ocurre preguntarme si busco mi soledad o cómo la vivo?
—Te lo pregunto ahora.
Se demoró unos segundos para darme un golpecito en la nariz y si no hubiese sido por su sonrisa tan infantil me imaginé que en esta charla estaba perdiendo muchos puntos.
—Hay que saber conocer —siguió diciendo— el mismo tipo de tranquilidad para todo, pero con diferentes pasiones y no lamentar nunca las libertades perdidas. Retroceder pacíficamente y montones de ganas de triunfar ¿te das cuenta? Viste que hablar en serio a veces resulta una porquería. Soy lo que se dice una muchachita audaz.
Entonces sonrió. En las escalinatas encendió un cigarrillo y mantuvo el fósforo esperando que el viento lo apague. A pocos pasos pudo ver de nuevo sus ojos ¿negros? y una joven de 23 años con mucho de mujer. Yo, a Alejandra Da Passano no la conocía. . . pero qué bárbaro es perder así.
Fotos: OSVALDO DUBINI
Revista Semana Gráfica
15.01.1971
Alejandra Da PassanoAlejandra Da Passano

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