Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

El viejo Borges y los jóvenes hippies

DE PIE, LOS JOVENES "HIPPIES" INGLESES OVACIONARON AL ESCRITOR ARGENTINO JORGE LUIS BORGES, DESPUES DE UNA CONFERENCIA QUE ESTE OFRECIO COMO PARTE DE SU GIRA. YA EN LOS ESTADOS UNIDOS LA JUVENTUD LO RECIBIO CON FASCINACION Y OVACIONES. AHORA EN INGLATERRA HUBO QUE AMPLIAR LA SALA DONDE BORGES HACIA SUS CONFERENCIAS PARA DAR CABIDA A LA MULTITUD QUE QUERIA ESCUCHARLO. ASI, UN HOMBRE DE MUCHOS AÑOS, UN HOMBRE DISCUTIDO POR LOS ARGENTINOS, ADMIRADO POR OTROS, SE CONVIERTE EN EMBAJADOR NUESTRO FRENTE A UNA JUVENTUD CONVULSIVA, VIOLENTA.

A los "hippies" hay quienes los miran de reojo y hay quienes simplemente los amarrarían con un chaleco de fuerza.
Pero ocurre que los "hippies" son también jóvenes y cualquier joven puede desorientarse, así como también puede ser rescatado del error, devuelto al respeto, recuperado para el entusiasmo.
Jorge Luis Borges parecería ser el remedio contraindicado para esa tarea de rescate. Un anciano erudito, que se proclama conservador (por escepticismo), un hombre que cree que es posible hacer cualquier cosa, con la sola y mínima condición de ser inmortal, no parece algo que pueda conmover la rusticidad esencial y agresiva de los melenudos. Y, sin embargo, el milagro se ha dado.
Una serie de conferencias de Borges en Londres, preparadas con justificadas dudas, han terminado en éxito clamoroso. El "Times" de Londres dice que Borges arrolló a los "hippies", se hizo aclamar, motivó una urgente ampliación de su sala de conferencias.
¿Por qué? Esa es la pregunta. Es que detrás de la inmensa sabiduría de este hombre, detrás de los misteriosos recovecos de su fantasía, detrás de su aparente desinterés por las cosas de este mundo, hay un ser humano lleno de piedad, desbordante de compasión, capaz de comprender todo.
Borges no es hombre de halagar a los "hippies". Pero los "hippies" pueden haber descubierto detrás, de su ironía esa cuota de amor y tolerancia que es lo que están pidiendo. Ellos deben haber sentido una cálida mano que los palmeaba con ternura, la calidad y la
categoría de un pensamiento que no precisa de los halagos y la demagogia para imponerse. Por eso lo aclamaron a Borges, un argentino poco conocido, un viejo escritor ciego, un hombre más allá de las pasiones. Jóvenes para quienes un año más de los cuarenta es orden de ataque contra cualquier hombre, han consagrado a este anciano glorioso de desinterés y buena voluntad.
Borges ha servido bien a nuestro país con este triunfo. Pero ha dado también una lección que sirve más allá de patrias y fronteras: la vida interior, pulida y trabajada con íntima decencia, que es capaz de volcarse a los demás, sin imposiciones, sin intransigencias para descubrir que hay malos, muy malos, capaces de entender y aplaudir ese mensaje.
Además de ese trabajo interior, tal vez el triunfo de Borges tenga otra clave: la modestia. Porque Borges, que supo burlarse de muchas cosas, siempre sin maldad, supo burlarse también de sí mismo con la misma indulgencia.
No seamos patriotas esta vez. Pensemos en la juventud en general, la la de todo el mundo. Pensemos en su desorientación, en la agresividad con que escuda sus confusiones y sus penas. Y pensemos que Borges ayuda también en esto. Para que no se odie a los extraviados. Para que no se los trate de reconquistar con falsos elogios, sino mostrando que un hombre puede, a través de su propia obra, presentada con decoro y humildad, encender la luz que alumbre a todos, aunque a él mismo le haya sido negada.
Revista Gente y la actualidad
13.05.1971

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