Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

LA RELIGION: FACTOR DE UNION NACIONAL
FRONDIZI afirma la línea de YRIGOYEN
El "problema religioso": motivo de disgregación argentina

LA declaración del Episcopado Argentino quedó brevemente registrada en el último número de QUÉ. Junto a la mención se ha reseñado la coincidencia de la revista con los puntos fundamentales de la Pastoral. Coincidencia que surge de la prédica realizada desde estas columnas a favor de cuanto signifique el afianzamiento de la unidad argentina, punto de partida de nuestra realización, nuestro desarrollo completo y la efectiva defensa del ser nacional.
Otras voces se han elevado a favor y contra la Pastoral. QUÉ sale al encuentro de las distintas posiciones por la vía de la pregunta directa. Comenzamos esta serie de reportajes, interrogando al doctor Arturo Frondizi, puesto que su posición en la materia es la que ha sido objeto de más agudas controversias.
La Pastoral formula un llamado a la pacificación y la concordia nacional, reclama el respeto mutuo por las ideas y concluye enunciando los puntos que tiene que tener en cuenta la grey católica al emitir su voto. Estos quedan expresados así:

-Los ciudadanos tienen derecho a exigir de los partidos políticos, definiciones claras en relación con los problemas fundamentales de la vida. El voto consciente presupone conocer ciertamente los principios doctrinarios de los programas y dirigentes políticos, sus definiciones sobre la familia, sobre los derechos paternos a la educación de los hijos, sobre la libertad de enseñanza, sobre la libertad de asociación, sobre el respeto a los derechos y libertades de la Iglesia.

QUÉ asume la responsabilidad de requerir a los partidos, a través de sus dirigentes, estas definiciones. Nuestro interrogatorio llegará también a otras personalidades. Al hacerlo así no dejamos de lado nuestra invariable posición frente a la Constituyente. Estas definiciones partidarias que pedimos tienen en vista la acción política general y la perspectiva de elecciones generales por las que se llame a gobernar al país a quienes hayan asumido claras posiciones en todos los asuntos que importan a la Nación.
Al comenzar estos reportajes esclarecedores, queremos hacerlos fijando nuestro propio punto de vista. No interroga, pues, una voluntad anónima, sino un órgano de opinión que no recata la suya. Los lectores la reconocen: "El primer objetivo de una Nación es el de su ser nacional", dijo editorialmente QUÉ, en su número 133. Consecuentes con esa definición sostenemos que es necesario alcanzar un completo desarrollo cultural, espiritual y nacional, en todas las zonas de la República y para todos los sectores de su población. Un país dividido entre facciones antagónicas no puede definir un ser nacional sino que incubará la guerra civil que resuelva el violento conflicto que entraña la presencia de sectores irreconciliables entre sí. Menos aún habrá posibilidad de llegar a ser una Nación cabal si, mediante la economía, un grupo social domina a otro o pone al país en situación de dependencia colonial.
Por eso resulta tan evidentemente torpe la actitud de los partidos minoritarios que se empeñan en hacer de la cuestión religiosa el tema de un debate sectario que quieren llevar inclusive a la Asamblea Constituyente. Y esto a pesar de que manifiestan respetar los temas de la convocatoria oficial que ha excluido expresamente el punto. En este sentido vale la pena destacar la actitud del socialista Nicolás Repetto, quien en un largo discurso sobre la materia ensayó toda suerte de argumentos para concluir pidiendo que se excluyese del Preámbulo de la Constitución la invocación a Dios.
Estas brechas abiertas en el destino nacional son las que el pueblo procura cerrar para alcanzar a expresarse como Nación Soberana, donde la justicia se desenvuelva en todos los planos, inclusive principalmente en el social.
Para alcanzar ese destino deberemos incorporar grandes contingentes inmigratorios y para recibirlos debemos ser Nación ya formada, capaz de asimilarlos. La religión juega papel importante en esta voluntad de realización nacional, sobre todo en un país formado por sucesivos agregados de núcleos extraños. Hay que tener presente que, antes de ser Nación, fuimos ya una comunidad católica y esta herencia junto con el idioma común constituye uno de los pocos factores
aglutinantes con que contamos. Contrastan con ellos las alternativas de la vida cultural y de la economía, promovidas desde fuera del país por intereses ajenos al mismo.
Con estos claros objetivos a la vista, encontramos justo que se mantenga unida a la familia argentina; que la enseñanza sea libre y que el Estado tenga relaciones armónicas con la Iglesia. Consecuentes con este mismo punto de vista, disentimos con la Pastoral cuando ésta propende a la pluralidad de agrupaciones gremiales. En el objetivo de alcanzar el ser nacional, la central obrera única y la existencia de un solo sindicato reconocido por rama de industria, tienen un papel de suma importancia, y son absolutamente afines con el propósito de unificar y pacificar la familia argentina.

Frondizi: una incógnita
En la tribuna y la prensa, diversas personas y entidades —políticas o no— se han ocupado del doctor Frondizi desde el punto de vista religioso. Unos lo han tildado de ateo-marxista o agnosticista liberal; otros, de católico recalcitrante. Así, por ejemplo, el semanario Esto es (24|9|56) se ocupa de este particular y llega a la conclusión de que es "objetivamente evidente" que las palabras pronunciadas por el candidato intransigente el 18 de agosto de 1951, no pueden reflejar ateísmo ni agnosticismo. El periódico El 16, del 20 de febrero pasado, publica una caricatura en la cual el doctor Frondizi aparece con el llamativo traje deportivo del depuesto (incluía la gorra pochito), y manejando una motoneta. El 14 de abril los diarios se hacen eco del discurso del conservador Oscar Rebaudi Basavilvaso, intitulado "La verdad y los demagogos", donde refiriéndose al doctor Frondizi expresa: "El ha cantado un tedeum con incienso y todo, por la paz religiosa de la República. Para ello se ha puesto el seráfico hábito de San Francisco. Pero —¡vamos!— no basta el hábito cuando como en el caso del orador de marras, por debajo del ruedo aparece la punta de la cola". En El leñador del 8 y del 15 de mayo, en sendas caricaturas, aparece haciendo equilibrio y practicando tiro juntamente con un sacerdote. No han faltado tampoco quienes, ateniéndose a las posiciones anti-imperialistas y de progreso social que el doctor Frondizi propugna, lo hayan considerado, por afinidad temática, en la misma línea que los comunistas. ¿Cuál es, entonces, la verdadera línea del doctor Arturo Frondizi?

Una vieja respuesta
"No es exacto que la Unión Cívica Radical tenga ni haya tenido jamás rivalidades de ninguna clase con la Iglesia". Estas terminantes palabras del doctor Frondizi, fueron pronunciadas en 1951 al ser proclamado candidato a la vicepresidencia de la Nación por su partido. Seis años después, al ser designado candidato a presidente por la misma agrupación, dijo: "Si la Iglesia Católica no tuvo problema alguno con los gobiernos de Hipólito Yrigoyen, tampoco tendrá problema de ninguna naturaleza con un gobierno radical en este momento de la vida argentina".
El orador no improvisaba en una y otra ocasión, ni hacía demagogia. Su afirmación era la afirmación de una conducta nacional, partidaria y privada.
El Partido Radical tiene tras de sí una tradición católica que arranca desde su nacimiento. Constituido para ser reunión del pueblo argentino no podía ignorar, ni quería hacerlo, que más del 90 por ciento de la población del país es católica. Su programa no incluyó, ni entonces ni ahora, disposición alguna dirigida a provocar la separación de la Iglesia del Estado o instituir la disolución del matrimonio por vía del divorcio.
El radicalismo intransigente fué gobierno con Yrigoyen y en la obra realizada desde la presidencia queda señalada la profundidad de esta orientación partidaria. Yrigoyen no era manifiestamente católico —por lo menos en la mayor parte de su vida— pero, no sólo respetó la creencia religiosa de la mayoría del pueblo, sino que además advirtió la importancia primordial que tenía la fe como factor de unidad en la vida argentina. Así, el 22 de abril de 1921, con motivo de la reforma a la constitución santafesina que no apoyaba culto alguno, expresó por intermedio del Ministerio del Interior: "Las luchas religiosas que dividieron a la humanidad pertenecen ya a una época remota y en el grado de elevación que han alcanzado las ideas fundamentales de la vida en el fuero íntimo del espíritu, renovar su discusión podría aparecer inusitado... Las leyes no generan ni extinguen las creencias en las almas y entre tanto la pública discusión de sus postulados y preceptos crea siempre antagonismos".
Cuando en 1922 el Congreso se abocó al estudio de un proyecto de ley que establecía el divorcio vincular, Yrigoyen envió un mensaje en el cual manifestaba que "no puede el Poder Ejecutivo permanecer indiferente ante una iniciativa que amenaza conmover los cimientos de la familia argentina en su faz más augusta". En ese sentido, aconsejaba "meditar muy profundamente para saber si está en las atribuciones de los poderes constituidos, introducir reformas de tan vital significación o si ellas pertenecen a los poderes constituyentes". Y agregaba que el matrimonio "es ante todo una organización de carácter institucional que ningún representante del pueblo puede sentirse habilitado a modificar, sin haber recibido un mandato expreso para ese objeto".
Durante su segunda presidencia, Yrigoyen fué visitado por dignatarios de la Iglesia de todo el país que le interesaron en la situación de los colegios incorporados. La entrevista no fué estéril, el 20 de noviembre de 1928, dichos colegios fueron asimilados a los oficiales respecto a las clasificaciones, exámenes y promociones. Caído Yrigoyen, esta medida fué dejada sin efecto el 14 de febrero de 1932.

Una vida por respuesta
Los antecedentes familiares fijan una tradición y la conducta revela los puntos de vista propios. En este caso ambos confluyen para definir a Frondizi ante este estéril debate que se ha suscitado en torno a sus convicciones religiosas y —lo que importa más— sus definiciones de gobierno en la materia.
Descendiente de una familia de tradición católica (sus padres, Julio Frondizi e Isabel Ercoli, nacieron en Gubbio, Italia, precisamente allí donde ocurrió el episodio de San Francisco y el lobo), contrajo matrimonio religioso en la Iglesia de San Carlos, en el año 1933, con Elena Faggionato y educó a su hija en los principios cristianos. De ahí que, siendo alumna de la escuela normal número 4 y debiendo optar en los años 1947 y 1948, lo hiciera por la enseñanza religiosa. Ya en el campo de su actuación política, el doctor Frondizi, las dos veces que asumió el cargo de diputado nacional, juró por Dios y los Santos Evangelios (Diario se Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, del 29 de abril de 1946, página 5, y del 26 de abril de 1948, página 8). Como representante del pueblo, se negó a suscribir el proyecto de ley propiciatoria del divorcio vincular, presentado por otros diputados de su sector (diario citado, 19 de mayo de 1949, página 331).
Este es el hombre que va a contestar el cuestionario que proponemos al mismo tiempo a los dirigentes de dispares núcleos de opinión.

Responde Frondizi
QUÉ. — La declaración del Episcopado propicia que "en las contiendas políticas nos tratemos como ciudadanos de una misma Patria, desterrando el lenguaje despectivo, agraviante e irrespetuoso contra las personas, instituciones y autoridades".
FRONDIZI. — He sostenido siempre que quien lucha por ideales no debe descender al agravio. Adversarios políticos se lanzan multitud de injurias e invectivas. En los últimos tiempos he sido el destinatario de muchos de esos agravios. Entiendo que lo hacen así no porque me odien personalmente o porque mi persona haya alcanzado una gravitación tal que los ofenda. Me atacan por la actitud que he asumido y por eso mismo son cada vez mayores los contingentes de pueblo que se acercan a nosotros. Por respeto a ese pueblo, por amor a la Patria, que no deseo ver dividida en facciones, y también por respeto a mí mismo, jamás ataco a las personas ni me defiendo. Procuro que la tolerancia y la fraternidad imperen en las luchas políticas.
QUÉ. — El documento del Episcopado cita estas palabras del Sumo Pontífice: "Y no faltan quienes buscan imposibles uniones haciéndose ilusiones sobre la variedad de las mudables actitudes tácticas y olvidando en cambio la inaceptabilidad de los invariables fines últimos"
FRONDIZI. — La unión que importa realmente es la de la Nación en defensa de su patrimonio espiritual y material y del derecho que le asiste a desarrollar sus posibilidades. En esta tarea debemos estar todos los argentinos, comenzando por recoger y defender la herencia moral que hemos recibido. En cambio desechamos, por estéril y contraria a los intereses del país, la unión de los grupos políticos que pretenden regentear el país. La unidad de dirección y las claras definiciones hacen necesario que se sepa desde el momento mismo en que se concibe una labor de gobierno, se asegure que esa dirección no será interferida por los intereses partidistas. Por mi parte, he dicho ya que gobernaré con todos los argentinos que coincidan con el programa nacional y popular que quiera el pueblo, sean o no afiliados a mi partido. Esto es lo que no pueden ofrecer los conglomerados, que se formen antes o después del comicio. Por eso nuestro destino histórico exige la existencia de grandes partidos y que rija una ley electoral que permita a la mayoría gobernar sin la perturbación y el acoso de los compromisos.

Amnistía
QUÉ. — Dice el Episcopado: "Alentamos sin embargo la esperanza en la posibilidad de una amplia amnistía para los presos políticos, militares y obreros. Confiamos en la tradición histórica de nuestra Patria, que siempre supo encontrar oportunamente el camino de la reconciliación
FRONDIZI. — He procurado mantener, por sobre toda pugna política, el respeto hacia mis conciudadanos que, además de ser mis semejantes, equivocadamente o no, luchan por lo que entienden es el bienestar de la Patria. Por ello he combatido y combato todo acto o expresión dirigida a manifestar el odio como sistema de vida. Debemos impedir que se abra una zanja que divida a los argentinos. Más allá de las disidencias ideológicas debemos recordar que somos y seguiremos siendo hermanos. El 19 de mayo de 1956 formulé un llamado a la concordia y pedí la amnistía para los presos políticos, militares y obreros. No obstante tratarse de una amnistía, no se trata aquí de perdón alguno, ni siquiera de un juzgamiento que entrañaría, e n verdad, prejuzgamiento. Lo que se busca es la reconciliación de los argentinos y quienes queden liberados por la amnistía han de sumarse a la ciudadanía con todos sus derechos.
QUÉ. — El mensaje de Frondizi, reiterado en diciembre del mismo año, fué la primera petición concreta en ese sentido. La revista católica Criterio (24/12/56) se hizo eco de esta actitud, señalándolas para mostrar el panorama del país. Basta leer —decía— las recientes declaraciones del candidato radical, y las del Obispo de San Luis, para darse cuenta de que la inquietud y él descontento aumentan en lugar de disminuir

Familia
QUÉ. — El Episcopado indica a sus fieles que para votar conscientemente deben recabar de los partidos definiciones sobre distintos puntos. Entre ellos figura en primer término la familia.
FRONDIZI. — Creo firmemente que la familia es la célula básica de nuestra sociedad. Es por sobre todas las cosas una garantía de vida moral para el país. Por eso le debemos la mayor protección. Por otra parte, el programa del partido no ha sostenido, como no sostiene tampoco ahora, la implantación del divorcio absoluto. Tampoco ha figurado en las plataformas del partido ni en la sancionada en la Convención de Tucumán que me eligió como candidato a presidente y que desarrolla el programa que estoy inconmoviblemente comprometido a realizar en el gobierno. Es más, creo que el partido no debe incorporar el divorcio absoluto a su programa. Yrigoyen definió el pensamiento radical en la materia, en septiembre de 1922, cuando el Congreso consideró un proyecto de ley divorcista. Dijo entonces Yrigoyen: "El tipo ético de familia, que nos viene de nuestros mayores, ha sido la piedra angular en que se ha fundado la grandeza del país; por eso, el matrimonio, tal como esta preceptuado, conserva en nuestra sociedad el sólido prestigio de las normas morales y jurídicas en que reposa. Toda innovación en ese sentido puede determinar tan hondas transiciones que sean la negación de las que constituyen sus más caros atributos". Nosotros nos colocamos bajo su advocación y, al hacer nuestra propia definición en este momento, nos colocamos por encima de las pasiones y de las pequeñas disputas, para pensar solamente en los ideales y objetivos fundamentales de la Nación.

Enseñanza
QUÉ. — Otro punto indicado por el Episcopado es el tan debatido de la libertad de enseñanza, que se contrapone al monopolio oficial.
FRONDIZI. — No soy partidario del monopolio oficial en materia de enseñanza.
Esta actitud mía obedece en primer lugar a una convicción de carácter personal y luego a la definición partidaria en cuanto al intervencionismo del Estado en esta materia. Así, en nuestra "Profesión de fe doctrinaria", puede leerse: "El radicalismo... no puede invertir los fines del Estado, cuyo intervencionismo sólo puede referirse a la administración de las cosas y a los derechos patrimoniales, y no a los derechos del espíritu, morada de la libertad humana". De este claro concepto se infiere el derecho de los padres a elegir la escuela para sus hijos y el de los ciudadanos a instituir los centros de enseñanza que sus convicciones o las exigencias técnicas les dicten.
Al considerar ese aspecto de la educación y la cultura hay que comenzar por reconocer que nadie está conforme con su estado actual. Para corregirlo de modo eficaz y que sirva a la defensa y desarrollo de la Nación es necesario, a mi juicio, reconocer a los distintos sectores _ nacionales el derecho de enseñar y aprender. El Estado, por su parte, continuará atendiendo sus institutos de investigación y de formación de técnicos y deberá crear tantos más como el desarrollo del país exija. Al mismo tiempo tendrá que modificar la estructura universitaria para ponerla al servicio del país. De la misma manera habrá que proceder con el conjunto de la enseñanza.
La libertad de enseñanza no privará a la Nación de ejercer su legítimo derecho de orientación, vigilancia y decisión en todo aquello que tenga atinencia con el desarrollo armónico, espiritual y material de nuestra nacionalidad. Estamos en un proceso de integración y no de dispersión y la enseñanza debe servir para completar el desarrollo del mismo, no para destruirlo.
El país adolece actualmente de un fuerte déficit de técnicos, hombres de ciencia y profesionales en las ramas que más importan a su desarrollo espiritual y material. Queda dicho que el sistema actual de la enseñanza se ha mostrado impotente para suministrárselos en la medida de sus necesidades.
Hasta aquí hemos considerado el aspecto espiritual de la cuestión, constante de nuestra preocupación puesto que tenemos siempre presente la crisis moral que sufre el país. He dicho que nos faltan investigadores, hombres de ciencia. Podría agregar que necesitamos filósofos, sociólogos, literatos. Pero ahora quiero poner énfasis en la carencia de técnicos. Todos los programas de desarrollo, son técnicos que los conciban y ejecuten, quedarán como letra muerta. Ni la enseñanza media, ni la universidad los forman de manera adecuada y en número suficiente. Resulta especialmente grave el problema universitario. Sus institutos fueron creados en otra etapa de nuestra historia, cuando la economía pastoril no necesitaba técnicos, ni especialistas. Se han conservado como islas, ajenos a las transformaciones profundas del país. Y las nuevas universidades, aunque nacieron en pleno proceso de transformación, siguieron, en general, los viejos moldes. Fábricas de doctores, suministran material para una clase dirigente opresora del pueblo. Su papel en cambio debe consistir en sumarse a ese pueblo, a sus angustias, a sus necesidades, que resumen los ideales de la nacionalidad. Como un signo de este error conceptual hemos asistido últimamente a un extraño debate, donde se sostuvo, por parte de importantes funcionarios, que padecemos plétora de profesionales y estudiantes. En verdad hay exceso de estudiantes y profesionales mal orientados. Cabe esperar que bajo un sistema más amplio y con una reforma profunda, se contemplen en forma espontánea las complejas necesidades espirituales y materiales de la Nación.

Libertad de asociación
QUÉ. — También el Episcopado menciona en su declaración la libertad de asociación y de sindicación.
FRONDIZI. — En esta materia tengo definida mi posición de manera categórica. Reitero el contenido del mensaje dado a los trabajadores el 19 de mayo de 1956. Manifesté entonces que aspiraba a la afirmación de una sola central obrera y a la existencia de un solo sindicato por rama de producción. Defendiendo él movimiento obrero de toda tentativa de atomización se defienden sus intereses. Con una sola central obrera los obreros pueden, asimismo, intervenir con eficacia en la discusión de los planes generales de producción y contribuir mejor al desarrollo nacional. La afirmación de la unidad sindical no implica negar la libertad. Obreros y empleados deben tener ampliamente asegurada la libertad para defender sus posiciones. Por eso, sin perjuicio de la existencia del órgano representativo de los intereses gremiales, los trabajadores deben tener el derecho de asociarse libremente.
Por otra parte no hay que olvidar que el obrero es un ciudadano y que en el plano político tiene su natural medio para expresarse a través de los partidos existentes o los que se creen. En cambio, en el movimiento obrero importa la unidad como una herramienta para el bienestar de los propios trabajadores y el desarrollo de la Nación.
Esta posición nuestra va más allá de la política militante. Es la fórmula más precisa que hemos encontrado para la defensa del país. He dicho alguna vez que el signo más promisor del panorama argentino actual es la presencia de los sectores de la producción y el trabajo con plena conciencia de su identificación con los intereses del país. Son ellos dos de los sectores básicos para la realización de un programa nacional.
Por fin, vale la pena señalar que la existencia de organismos únicos para la representación gremial de los obreros sirve como factor aglutinante y contribuye a crear el clima de fraternidad que se señala como pensamiento fundamental en el documento del Episcopado.
Relaciones entre Iglesia y Estado
QUÉ. — Finalmente, el Episcopado reclama también definiciones concretas sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
FRONDIZI. — No debe plantearse la separación de la Iglesia y el Estado. Por lo demás, el programa de nuestro partido no ha postulado jamás esa medida. Le interesa al país, nos debe interesar a todos los argentinos, que las relaciones entre la Iglesia y el Estado se mantengan en un plano de gran cordialidad y corrección, para lo cual lo más adecuado es no innovar. En cuanto a la posibilidad de llegar a un concordato, es efectivamente factible. No hay que olvidar que la Constitución de 1853 contempla el caso, principio que fué mantenido en la reforma de 1949.

El problema moral
—QUÉ. — ¿Desea agregar usted alguna otra reflexión?
FRONDIZI. — Existe en el país un problema moral que me preocupa como hombre, como argentino y como político. Opino que no debemos soslayarlo sino, antes bien, encararlo con toda decisión. Para resolverlo se necesita la contribución de todos los argentinos, sea cual fuere el sector y la actividad a la que pertenezcan.
La Unión Cívica Radical, que ha nacido a la vida política del país como un movimiento nacional de profunda raíz ética, mantiene en plena vigencia esos, sus viejos y permanentes principios. La vida espiritual del hombre y la Nación son su preocupación primera, mucho más cuando estos valores aparecen tan afectados como en el momento presente.
En este esfuerzo de recuperación moral que todos los argentinos estamos dispuestos a realizar, la religión tiene una importancia fundamental. Sobre la sólida base de la vida moral integral, privada y pública, la Nación podrá marchar tranquila y segura hacia sus grandes destinos.
Revista Qué
25.06.1957

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