Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

MIGUEL CORONATTO PAZ
UN MONTON DE AÑOS HACIENDOLE COSQUILLAS A LOS ARGENTINOS
MIGUEL CORONATTO PAZ, INFATIGABLE CREADOR DE CIENTOS DE MUÑECOS HUMORISTICOS, ES TAMBIEN EN SU VIDA DIARIA UN MAGICO CREADOR DE ALEGRIA. ESE —SU ESTILO DE VIDA— LO SINTETIZA EN ESTA FRASE: "VIVIR DIVERTIDO". POCOS SABEN QUE ADEMAS ES UN APASIONADO POR LAS MATEMATICAS Y LA FISICA, ESTUDIOSO DE LA FILOSOFIA Y DEVOTO DE LA LOGICA. UN HOMBRE QUE NO SOLO SUPO HACER FELIZ LA VIDA DE MILLONES DE PERSONAS SINO QUE TAMBIEN LOGRO —TAREA NADA FACIL— CONSTRUIR SU PROPIA VIDA FELIZ JUNTO A ANNY ROSEMBERG, PIONERA DE LA RADIOTELEFONIA ARGENTINA.
ESTE ES EL RELATO DE UNA TARDE VIVIDA JUNTO A UN HOMBRE QUE TRABAJA MUCHO Y SE SIENTE DICHOSO.
Texto y dibujo: GENO DIAZ — Fotos: Alberto Rodríguez

Miguel Coronatto Paz es un caso notable. Te diría que no puedo contarte s¡ es alto o bajo, gordo o flaco. Es una inmensa sonrisa alrededor de la cual va floreciendo, a medida que lo tratás, un ser humano excepcional. Un hombre feliz, ¿te das cuenta?. Te lo presentan y te estrecha la mano sin grupo y te sonríe. Pero te sonríe de veras, con una sonrisa tal que se le ve la muela del juicio por el lado de atrás. Y te lo volvés a encontrar otra vez, no importa cuánto tiempo haya pasado, y te sonríe igual, y de pronto lo ves en el pasillo de algún canal charlando con alguien y otra vez esa risa-sonrisa que le vuelve los ojos dos ranuras y le pliega la cara en mil arrugas... Pero es inútil, no te lo puedo explicar. Porque Coronatto se ríe con los dientes, con las manos, con la panza. Y todo el día así. ¿Qué pasa con este hombre? ¿Se pone la sonrisa por la mañana junto con la corbata o es una persona feliz? Porque no me negarás que es bastante insólito en plena Era de la Mufa, de la Marcha de la Bronca y tutti cuanti, un hombre que te regala sonrisas a manos llenas. En el mismo tiempo en que si le preguntás a tu compañero de viaje en el subte: "¿Qué tal, cómo van sus cosas?", el punto se tira por la ventanilla del vagón entre estación y estación. Y fuimos a su encuentro. La cita fue en Argentores, pero Coronatto no estaba cómodo. Era fácil advertir que se sentía con una cala en la mano y un florero en la otra. Y caminamos hasta su casa —Galileo y Las Heras— y allí, en un piso de los que se construían para vivir, nos sentimos todos "en casa". Y allí estaba su mujer, Anny Rosemberg, que era cronista de cine en aquel antológico programa de radio que se llamó "Cartel Sonoro", con Silvia Guerrico, Mario Luis Moretti ("El practicante de guardia"), luego inolvidable libretista de Tita Merello, y Félix Daniel Frascara y otras luminarias de la época. Que hizo luego "Papel picado", con los mismos, además de Silvio Spaventa.
Y que después pasó a Splendid, luego a radio Belgrano y allí conoció a Miguel Coronatto Paz. Que también hacía cine. Y como dice él, "vino la competencia, y como las competencias siempre terminan bien, empezamos a caminar juntos.
Y juntos nos fuimos a radio Stentor, que era una linda radio muy bohemia, que funcionaba en el Castelar Hotel, antes de tener estudios en la calle Florida".
—Antes de conocer a Anny yo era periodista y trabajaba en diarios. Fui enviado a la Patagonia, que en ese tiempo era como ir a la Luna, y además en avión. No se olvide que eran los tiempos heroicos en que por estos pagos volaba Saint-Exupéry, y llegué hasta más allá de Río Gallegos. Cuando volví mis notas se publicaron en varias revistas, y no sé quién me incitó a contar mis experiencias por radio. Que era otra aventura, como ir a la Patagonia o a la Luna, Dije sí. A raíz de eso me vinculé al mundo de la radio y las agencias, y una de ellas, Berg y Cía., me encargó armar un programa de lujo, auspiciado por una marca de cigarrillos. De la parte humorística nos encargamos juntos Chas de Cruz y yo. Inventamos un personaje para Enrique Muiño que se llamaba: "Ceferino, el marqués del gran boleto". (Para los jovencitos debemos traducir diciendo que en ese tiempo "boleto" era sinónimo de mentira, de macanazo.) Eso tiene una segunda intención, como esas novelas modernas que poseen claves. La clave era que Muiño era realmente un mentiroso sustancial, aunque muy gracioso, y que contaba las mayores macanas con una total sangre fría. Entonces le hicimos la broma de escribirle ese personaje precisamente a él. El personaje tuvo mucho éxito, pero después Chas de Cruz no pudo seguir, porque se dedicó de lleno a sus revistas de cine, y entonces continué escribiéndole yo solo. Y duró algo así como 7 años, pasando de Splendid a Belgrano. Yo siempre tuve la suerte de escribir para personajes duraderos.
Uno no puede olvidar que Miguel Coronatto Paz es el padre de "Felipe" y de "El relámpago", entre otras cosas.
—Con Sandrini protagonizando Felipe empezamos en 1944. Y lo hicimos 23 años seguidos. Se casaban los actores, tenían hijos, los hijos se casaban y seguíamos nosotros con Felipe... Los otros días no sé quién me preguntaba por qué lo habíamos dejado. Tuvimos que dejar porque ese personaje representaba para Sandrini, en TV sobre todo, un esfuerzo terrible para meterse en ese muchachote casi juvenil. En radio el interés se podía mantener mejor. Se estaba jugando casi con un fantasma. Pero asimismo, en radio, el tipo de programa exigía que estuviese el público presente, no era posible grabarlo por el bien de la vivacidad del programa. Y a esta altura es prácticamente imposible juntar a todo el elenco, por ejemplo, a las 13.5 de la tarde. La gente trabaja mucho y en muchas cosas. Antes uno hacía tal o cual cosa y la hacía a determinada hora y listo. Ahora la gente no se puede permitir esos lujos. Hace radio, debe correr a grabar en algún canal, ensayar en otro, luego el teatro o alguna filmación. ¡La locura!
—"El relámpago" duró también una punta de años, ¿no?
—Duró exactamente 17 años. Yo no hacia programas por menos (y ya nos encajó la risa por delante). Esas cosas podían ser porque como dije se trabajaba de otra manera. Yo no quiero enjuiciar de forma alguna la manera actual de trabajar, además yo estoy trabajando ahora, no vivo de recuerdos. Estoy, como suele decirse ahora, vigente, pero antes se trabajaba de un modo más entusiasta, por decirlo de alguna manera. Había menos obligaciones conjuntas, nadie podía hacer dos cosas al mismo tiempo. Yo soy muy amigo de las comidas con charlas y bromas de sobremesa. Y entonces hacía lo imposible por juntarme con los muchachos después del programa para almorzar juntos. Y era posible siempre, y por lo menos una vez al mes nos encontrábamos para cenar en cualquier parte. Ahora, aunque quiero seguir con la misma costumbre, la vida me fue llevando a otra cosa. Porque ocurre que uno no puede comer porque tiene que salir rajando a grabar en un canal, otro filma, otro ensaya teatro y nunca puedo juntar una mesa. Por esa razón se podían planear cosas muy largas. Había distinta dedicación, el trabajo era una reunión cariñosa a la cual íbamos todos a divertirnos y nos divertíamos como locos. No concibo el trabajo de otra manera.
—Es curioso que habiéndose iniciado en el periodismo en épocas realmente heroicas, y habiendo comenzado en radio casi en sus albores, su verdadera proyección la encuentra usted en el campo del humorismo.
—Por cierto que es así. Pero es que el humorismo en mí no es un oficio. Es una forma de vivir. Una actitud frente a la vida. Yo hacía periodismo en general, como todos los periodistas. No era especializado. Hice espectáculos, deportes durante mucho tiempo, y
hasta fui editorialista. Porque el periodista es una especie de animal mimético que construye con pocas palabras su propia jerga. Como ocurre en este momento en el campo de la economía, donde se habla de marketing, pautas coyunturales, despegue, infraestructura, etc. Entonces uno domina rápidamente esa jerga y es capaz de hacer un editorial. Pero cuando tomé la cuerda del humor hallé la válvula de escape de mi propia manera de ser y me he divertido mucho. Y me sigo divirtiendo. Aunque no encontré, y ya no he de encontrar, la manera de vivir de otra cosa que no sea mi propio trabajo. Nunca exploté troupes de actores ni compré material a escritores "fantasmas".
—Peor estamos los dibujantes, Miguel. Condenados a vivir siempre a costa de nuestro lomo. Usted al menos tiene el respiro de cobrar derechos de autor...
—Por suerte sí. Yo tuve un gran éxito en teatro con la comedia "Mónica perdió un complejo", que protagonizaban Gloria Guzmán, Pablo Palitos, Sebastián Chiola, Alberto Terrones, Olga Casares Pearson, entre otros. Duró tres años en escena, y hubiese continuado algún tiempo más si no fuera que les compromisos personales del elenco hicieron bajar la pieza. Me pincharon el éxito... (otra vez la risa de cuerpo entero). De todos modos, tres años en cartel en el teatro Presidente Al vea r, aun en estos momentos, sería la aspiración de cualquier empresario. Eso fue en el 49, y todavía me sigue produciendo derechos. En España y México se da continuamente, y las compañías que salen en gira por el interior del país piden con cierta frecuencia las autorizaciones para ponerla. Después hice revistas como libretista, compartiendo la responsabilidad con Máximo Aguirre, Julio Porter y Abel Santa Cruz. Luego, y en el mismo carácter, además de la dirección artística, me hice cargo del teatro Casino, que presentaba espectáculos con grandes atracciones. Fueron las últimas temporadas hasta que la sala pasó a otra forma de explotación.
—¿Y en cine?
—Comencé en cine con una película histórica: "El cabo Rivero", protagonizada por Muiño, que no tuvo mucho éxito comercial. Y eso que estaba hecha con mucha fidelidad histórica, cuidados todos los detalles de verismo, incluso la música, hasta los extremos. Recibí un premio del Instituto Cinematográfico, pero comercialmente fue un fiasco. En cambio metí un gran éxito comercial con "Los apuros de Claudina", con Olinda Bozán y Paquito Bustos. Estaba llena de "gags" insólitos e hicimos cosas que se anticiparon varios años a recursos que hoy son habituales Yo hice mucha moviola y entonces jugaba metiendo trucos de montaje, toda clase de chiches que me divertían mucho y que hicieron el éxito de la película.
—¿Tiene un solo hijo, Miguel?
—Uno solo, efectivamente, que trabaja en el mismo oficio que yo y que está casado con una excelente pintora. Es un chico muy estudioso, apasionado por la filosofía, y tiene escritas y puestas dos obras de teatro conceptual que se dieron en salas pequeñas. Fueron bien tratadas por los críticos, pero no fueron éxitos comerciales, ni él se había propuesto tal cosa. Es un tipo que escribe magníficamente.
—¿Nietos?
—No. Todavía no. Se lo he prohibido, porque no me va a dejar trabajar en paz (y dale con la risa una vez más). Aunque Abel Santa
Cruz está chocho con el nieto que fue a buscar a París...
—Y que esperó para nacer a que el abuelo llegara, según jura Abel. . .
—Como usted ve mi vida está ya estructurada. Y me condena a trabajar intensamente. Eso también es una vocación, aunque me gusta enormemente tirarme a chanta, estar en casa leyendo, no hacer nada, charlar con amigos. Y como lo hago, siempre ando escribiendo a los apurones sobre el minuto de la entrega. Y bueno, uno ya está habituado a esa forma de ser. Estoy escribiendo y produciendo dos programas en e| Canal 7 y acabo de empezar con Galán un programa en Splendid que se llama "La campana loca". Es un programa que me gusta, porque podemos hacer lo que se nos da la gana. Como fue durante mucho tiempo el "Fontana show", que hice hasta fin de año y que dejé de común acuerdo con Cacho, porque en ese momento estaba sobresaturado de trabajo.
—¿Por qué no está haciendo más programas de humor en TV?
—Esa es una pregunta que me hacen continuamente. Con esta otra variante: "¿Por qué no hace en TV tal o cual cosa?". Y es que en los canales comerciales se hace lo que está al uso. Lo que al "ejecutivo" le parece. El ejecutivo es un señor que raramente está formado en este oficio. Tiene mucha experiencia comercial. Y envía memos. Que siempre son profusos, confusos y difusos. Que a mucha gente la hacen irritar. Pero yo encontré que la técnica de relación con esos señores es responderles con otros memos también profusos, confusos y difusos. Y todos en paz, y nadie entiende nada... (Y la carcajada salta de pronto como un gato travieso.) Pero lo malo es que los que escribimos tenemos que decir al final "sí señor", porque son los que manejan los medios. Es difícil hacer algo que tenga verdadera libertad porque se les escapa. Ellos creen en las risas del play-back y en las cifras del rating. Pero no saben ver las cosas antes. Creen saber más que el público. En materia de programas humorísticos de TV aquí se encontró la forma de caminar tranquilo dejando en libertad a cuatro o cinco artistas que tienen facilidad de improvisación y a los que se les escribe una situación dada, siempre la misma. Y se repite ese esquema durante mucho tiempo. Y en el año 2000 se seguirá haciendo eso. Hay otra forma de humor que es más difícil porque da mucho trabajo. El humor del absurdo, del dejar cosas para que las complete el oyente, de gags cortitos. A mí me encanta por ejemplo este tipo de gag para radio: "¿Usted dice siempre que no? Sí. . .". Ya está. Basta con eso. Entonces la gente de TV le dice a uno: "no, al público hay que darle todo masticado, hay que explicarlo más, si no nadie entiende...".
—¿Y usted está seguro de que eso no es cierto?
—Mi teoría es la siguiente: uno puede ser más inteligente que otra persona o que dos o tres de ellas. Pero cuando se junta el público, en el público hay un médico, un zapatero, un barrendero, un vago, un albañil, un estudioso, uno que no sabe nada de nada, una señora, un chico. No podemos ser más inteligentes que ese conjunto. Cada vez que hacemos una cosa debe ser para que ese común denominador la entienda. Por sutil que sea lo que se dice siempre alguien lo va a "agarrar".
—¿Es usted un hombre ordenado?
—En cierto modo sí. Como Abel Santa Cruz, más o menos (la carcajada rebota contra las cuatro paredes). Acabo de quemar papeles que representaban 25 años de trabajo. He guardado años enteros toneladas de libretos para volver a usar algunos gags si fuera necesario. Pero perdía tanto tiempo buscando que hacía más ligero si escribía otro. Ustedes los dibujantes tienen una ventaja, que es la síntesis. En un solo dibujo hacen un editorial. Nosotros debemos explicitar más las cosas y emplear carradas de papel.
Corre a buscarme un número de la revista "Bizarre", ilustrado por Wolinsky, a quien admira. Aprovecho para preguntarle a Anny, que tiene unos ojos en los que parece residir toda la sabiduría de la vida, Si realmente Miguel está siempre de ese humor. Me responde:
—A mí misma, que llevo tantos años a su lado, aún me sorprende. Miguel es realmente un hombre bien humorado. Mental y biológicamente sano, que se despierta sonriendo y de la misma manera se comporta todo el día. Además hay algo que yo quiero decirle, porque él no lo va a contar nunca, ya que es de una humildad tremenda. Miguel es un gran estudioso de matemática y física. Y le apasiona la filosofía. Nuestro hijo es un "hegeliano" irreductible, y se pasan horas discutiendo sobre filosofía, amistosamente, pero sumergidos en el tema.
Regresa Coronatto con la revista y le digo:
—¿Así que tenía sus pecaditos ocultos? Matemática, física, filosofía...
—Bueno, sí. Yo recibí una muy buena base de formación en matemáticas y física en el Nacional Mariano Moreno. Y me apasioné, y de cajón llegué a la filosofía y la lógica. Asistí mucho tiempo a las clases de lógica que dictaban en el Instituto Libre de Estudios Superiores los maestros Ángel Vasallo y González Galé. Al fin y al cabo no es un hecho raro. El humor, si se lo mira un poco, es una cuestión de lógica. Como dice el maestro Feydeau, la cosa estriba en hacer que se encuentren dos personas que no se deben encontrar. Eso por sí solo genera montones de problemas de lógica, y entra a jugar asimismo el "cálculo de probabilidades".
—Pero su humor no se produce por una actitud de pura especulación intelectual. . .
—Por supuesto que no. Fundamentalmente yo me divierto siempre trabajando. Me gustan las travesuras. Con Sandrini, por ejemplo, hicimos miles. En Montevideo estaba Luis haciendo "Cuando los duendes cazan perdices" y había un actor, Boffa, que hacía un inspector que se metía en la cámara de electricidad y tenía que marcharse furioso. Entonces Sandrini, que mientras el otro decía sus bocadillos andaba por ahí con martillo y clavos, le clavó el sombrero a la mesa. Figúrese lo que ocurrió cuando el pobre Boffa tuvo que recoger su sombrero y hacer la salida furioso...
—Me gusta la gente como Florencio Parravicini, que siendo aviador iba a descender en el aeródromo de Villa Lugano y como no pudo por el viento aterrizó de emergencia en una calle del barrio. El avión bajó perfectamente y la gente corrió asustadísima. Parravicini descendió del avión sin que se le moviera un músculo de la cara y viendo enfrente un cartel que decía "Peluquería" entró así no más vestido de aviador y sentándose le dijo al barbero: "Barba y pelusa".
A Coronatto Paz le da mucha bronca dejar su casa. A mí me pasaba lo mismo. Pero los dos teníamos que sumergirnos en la vorágine diaria. Yo me tiré de cabeza sobre mi Lettera 22 para contarte algo de cómo es este humorista excepcional, que tiene tiempo para ser un hombre feliz, para hablar de filosofía con su hijo, para vivir una profunda amistad con su Anny, para divertirse todo el tiempo, porque para él el vivir es divertido. Y además trabaja mucho y recibe a periodistas moscardones. No sé si mi pobre lenguaje alcanza para que vos lo conozcas un poco mejor. Me gustaría haberlo logrado, porque don Miguel Coronatto Paz es una de esas personas que el hecho de conocerlas te hace mucho bien. Te doy mi palabra.
Revista Gente y la actualidad
13.05.1971

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