Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Rosario
Rosario, la ciudad que pelea sola
Luego de 115 años de existencia Rosario no depone las armas. Enfrentando el centralismo porteño y santafesino, los rosarinos exigen libertad de acción para construir el centro más potente de la Argentina

Recibió más de cuatrocientos golpes y no devolvió ninguno. No se preocupó en contraatacar sino en volver a producir lo que se le quitó. Desde hace un siglo Rosario es la ciudad que encabeza el progreso del interior y que no pidió ayuda cuando debió atravesar situaciones difíciles. Por eso hoy la ciudad lleva un símbolo de tenacidad que se ha hecho carne en los 720 mil rosarinos que la habitan: no esperar nada y acostumbrarse a pelear solos. El resquemor que esta rebeldía desató entre ciudades rivales volcó toneladas de críticas sobre su realidad. Para muchos, Rosario sigue siendo un caserío aburrido y gris que dormita en la ruta a Santa Fe. Pero la verdad es otra. La ciudad no ha depuesto las armas y lucha fervientemente por demostrar que es lo que sus detractores han negado siempre: la segunda ciudad de la Argentina. “Hemos sufrido 100 años de soledad para levantarla”, insisten los rosarinos. Esos 100 años de la apasionante epopeya que vivió la ciudad están resumidos en dos magazines que el 14 y 15 de noviembre el diario “La Capital” distribuirá junto con sus 120 mil ejemplares cotidianos. Será un intento por interpretar esa realidad espinosa, discutida e intrigante.

LOS GRINGOS ROSARINOS Y EL FIN DEL MUNDO
“Esta es la ciudad de los gringos, los que miran hacia abajo, siembran y cosechan aunque alrededor estalle el mundo.” El mundo no estalló, pero los gringos que desde 1852 se mezclaron con los 3.000 habitantes de la flamante “ciudad” de Rosario, no levantaron la vista hasta que su empeño convirtió la intrascendente villa que conocieron al llegar de Europa en el primer puerto agro-exportador del mundo. Numerosas colonias de inmigrantes se establecieron en torno a la ciudad que crecía vertiginosamente. La clave era muy simple: el campo producía y la ciudad le servía de puente exportador. Las trepidantes carretas que, en los comienzos, movilizaban hacia el puerto rosarino 15 mil toneladas de cereal por año, fueron superadas por la iniciativa de los propios rosarinos. Uno de ellos, Carlos Casado, dueño de tierras en La Candelaria —hoy Casilda— no vaciló, y en 1883 tendió su propio ferrocarril hasta Rosario para acelerar sus exportaciones.
El puerto y el ferrocarril movilizaron todas las fuerzas de Rosario. Siete ramales ferroviarios perforaban en 1907 la ciudad, procedentes del interior. En la boca de salida de la República, la población llegaba a los 120 mil habitantes, con un ritmo de crecimiento escalofriante: 50 mil personas por año. La ciudad no conocía pausas: interminables jangadas provenientes del norte eran devoradas por sus aserraderos; una activa industria del vidrio explotaba la arena de sus playas; la insaciable necesidad de las expansivas colonias había obligado a levantar en Rosario la primera fábrica dé cemento portland del país. Pero el órgano vital de su existencia radicaba en el puerto. Y sobre el puerto cayó la primera andanada qué sacudió a Rosario: en 1942 Buenos Aires anuló las tarifas preferenciales que estimulaban el desembarco de mercaderías en sus muelles. Muchos pensaron que era el comienzo del fin de un sueño imposible. Pero los rosarinos organizaron sus trincheras y activaron sus reservas: la aventura seguiría hasta el fin. Además del puerto, la ciudad comenzaba a poseer una joven y dinámica industria liviana.
Sin ayuda de nadie, la “ciudad de los gringos” volvió a la cúspide. “Los objetivos de los rosarinos se medían con sus propias fuerzas: no se esperaba ni espera aporte externo —señala Wladimir Mikielievich, presidente de la Sociedad de Historia de Rosario—. Todo lo contrario, hay que cuidarse de los manotazos que intentan quitarnos lo que conseguimos. Mil veces buscaron saquearnos: cuando tuvimos puerto, Santa Fe se sintió incómoda y reclamó el suyo. Tuvimos que financiarlo en casi su totalidad, al igual que el túnel subfluvial. Mucho antes, allá por 1880, nos despojaron de tres fábricas de cerveza. Los golpes vienen de todos lados. Actualmente soportamos la presión de Santa Fe, donde una burocracia colonial hereda el presupuesto provincial. Somos un semillero devastado que, sin embargo, no cede.”
Lejos de ceder, Rosario crece. El primer puerto agro-exportador del mundo se ha convertido en la capital de la refrigeración, por el número de gabinetes y compresores que elabora, y en el nudo petroquímico del Litoral, por las instalaciones que surgen en su cinturón urbano. Pero Rosario no sólo exporta progreso material. También surte de material humano a todo el país, sin proclamarlo y, por consiguiente, sin que el país lo valore en su justo término. Figuras relevantes como
Osiris Villegas, en el plano militar, Antonio Caggiano, en el religioso, Libertad Lamarque, e innumerables figuras más, en el artístico, son rosarinos.

EL ÁNGEL SUBTERRÁNEO
El protagonista más antiguo de la historia rosarina está vivo y cumplirá 100 años el 15 de noviembre. El diario “La Capital” ha encarado este aniversario trascendental con una realización del mismo calibre. Luego de haber vivido junto a la ciudad y el país un siglo de estrecha y comprometida participación, ha decidido resumir esa experiencia en dos copiosos magazines. “Con ello —explica Carlos Ovidio Lagos, uno de sus tres directores— restituiremos parte de lo mucho que hemos recibido de la ciudad y del país en general.” El primer magazine, que aparecerá el 14 de noviembre bajo el título de “En la Patria Grande”, buceará en los últimos 100 años de historia argentina. El segundo, que se distribuirá el día siguiente con el rótulo “En la Patria Chica”, analizará los 100 años de historia rosarina, que desde el 15 de noviembre de 1867 "La Capital” ha vivido en la ciudad. Ambas publicaciones superan el centenar de páginas y sintetizan en ellas todas las manifestaciones institucionales, políticas, económicas, sociales y culturales por las que atravesó el país y Rosario, respectivamente.
Del mismo modo que “La Capital” en el plano periodístico, otros sectores rosarinos trabajan y se mueven incesantemente en el orden cultural. Sus acciones no logran la repercusión que poseen los medios económicos de la ciudad, pero tienen dimensiones similares. El pintor Rodolfo Elizalde, el poeta Rubén Sevlever —Premio Municipal de Poesía 1966— y el escritor Jorge Riestra —“Sala de Billares”, “El taco de ébano”— coinciden en afirmar que uno de los motivos por el cual la juventud artística rosarina no trasciende en la medida de sus condiciones, en el plano nacional, es el de la ausencia de medios de expresión. “En literatura, por ejemplo — hace notar Riestra—, nuestro público está acostumbrado a consumir lo que tiene el visto bueno de Buenos Aires, resistiéndose a aceptar lo que producen sus propios vecinos.” Como Buenos Aires no ha hecho nada profundo por los creadores del interior, los propios rosarinos volvieron a aplicar su método: no esperar más y pelear solos. Así fundaron una de las editoriales más avanzadas del interior, especialmente dedicada a creadores jóvenes y desconocidos.
Mientras los artistas rosarinos luchan para expresarse, los universitarios también trazan sus objetivos.
La ciudad se ha convertido en el centro cultural más importante del noroeste, a través de su fuerte caudal estudiantil y de los conjuntos anuales que, procedentes de otras provincias y países vecinos, transitan sus facultades... Para concentrar esta persistente corriente, los rosarinos han decidido construir la Ciudad Universitaria más urbana de América latina, la cual estará ubicada sobre el Paraná y en el extremo del futuro Centro Cívico que la municipalidad levantará sobre la avenida Pellegrini.
Desde hace unos años Rosario invadió un área de más de 100 kilómetros a la redonda, con las emisiones de sus dos canales televisivos —3 y 5—. Actualmente, cerca de 200 mil hogares ubicados en su campo de acción reciben diariamente una programación actualizada y elaborada en base a los canales porteños. Pero los ejecutivos rosarinos del video buscan revolucionar el medio, convirtiéndose en la meca de la televisión del norte y abasteciendo a los restantes canales con sus propias producciones.

COMENZO LA DIVERSION
No todo se resuelve entre “canallas” y “leprosos”. Rosario Central, Newell’s Old Boys y el fútbol entero no acaparan la dinámica deportiva de Rosario. Queda mucha gente y otros gustos de tanta trascendencia como aquél. En rugby, por ejemplo, una media docena de jugadores pertenecientes a dos equipos rosarinos (“Los Duendes” y “Rosario”) integran el seleccionado nacional: “Los Pumas”.
En un plano menos multitudinario, los grupos más encumbrados
de la ciudad practican el exclusivo “tiro a la paloma”, que según el arquitecto Jorge Thomas —único asistente White Hunter del país, organizador de 7 safaris al África y uno a la India y socio fundador del Yacht Club de Rosario— se debe al extraordinario éxodo de estancieros a la ciudad.
Los rosarinos quieren expandirse y han urdido un ambicioso plan: conquistar las islas más salvajes del litoral para desarrollar el turismo local. El proyecto pertenece al Plan Regulador de la ciudad, que ha comenzado los sondeos para concretarlo. Entre las barracas rosarinas y las costas de Victoria, en Entre Ríos, se extienden 50 kilómetros de islas inexploradas y de fascinante belleza. Urbanizarlas y licitar áreas de recreos y muelles será el primer paso; promocionarlas a nivel nacional es el objetivo final.

TAMBIEN PROFETAS EN SU TIERRA
“Los rosarinos de iniciativa tienen que irse de Rosario, como Amadeo Sabattini, a gobernar Córdoba, o Tiburcio Benegas (uno de los fundadores del emporio bodeguero Benegas S. A.), que llegó a ser diputado por Mendoza”, proclama un viejo caudillo local. Pero no parece necesario: Luis Cándido Carballo, el ex intendente de mayor predicamento en Rosario, recientemente llamado por Juan Perón para cambiar ideas, lo desmiente con hechos: “Debemos luchar contra la política del expediente con que nos intenta maniatar el centralismo porteño. Durante mi gobierno, primero hacía las obras y después pedía permiso. Ahora lo sigo haciendo desde el Municipio Popular, algo así como una intendencia clandestina. Hace un tiempo pedimos para Rosario el control de Obras Sanitarias: tenemos agua para distribuir durante 80 años. Fue denegado, y no nos quedó otra alternativa que reunir vecinos e instalar caños por nuestra cuenta, defendiéndolos de la policía con palas y picos.” Las 10 mil conexiones que realizó Carballo le valieron, hace tres meses, una detención. “Cuando llegué a la Jefatura —recuerda—, el oficial me confesó que todo había sido un error y acompañándome hasta la salida me preguntó interesado: “Vea, Carballo, ¿qué posibilidad hay de instalar unos cañitos por mi cuadra?.

LA MEGALOPOLIS LINEAL
Es posible que dentro de poco tiempo el país adopte un nuevo tipo de ente planificador provincial muy en boga en Europa: las prefecturas. Rosario será la primera ciudad en tenerla. El motivo del aparente privilegio no es casual: la Comisión Coordinadora Urbanística, Ferroviaria, Vial y Portuaria rosarina —única en el país representada en esos entes oficiales— ha sido la autora de la iniciativa. Su presidente, el arquitecto Oscar Enrique Monsfel, que además dirige la planificación del Ministerio de Obras Públicas de Santa Fe y es miembro del COPRADE —una especie de CONADE provincial—, interpreta el posible futuro de la ciudad: “Estamos ubicando a la población en la zona de las barrancas evitando que se extienda hacia la campiña circundante. Este plan facilita un viejo proyecto del Consejo Federal de Inversiones: la Megalopolis, que consiste en instalar industrias a lo largo del río Paraná, desde Santa Fe hasta La Plata y uniendo los pueblos y ciudades ribereñas, formar una ciudad lineal. Un excelente medio de transporte —el Paraná— convertiría a esta Megalopolis en un pujante Rhur argentino, asentado sobre el eje de desarrollo latinoamericano”.
La Autopista Santa Fe-Arroyo del Medio, actualmente en construcción y que luego de concluida —dentro de 30 meses, aproximadamente—, se continuará hasta La Plata, es la expresión física de esta tendencia.
El túnel subfluvial también contribuye a desarrollar la Megalopolis: al unir Santa Fe y Paraná transforma a las dos ciudades en un único polo de desarrollo para la región norte. Rosario, por su parte, será el centro más importante de esta ciudad lineal, luego de Buenos Aires.
A los partidarios de poner la otra mejilla luego de cada golpe los rosarinos proponen una innovación: ofrecerla, pero fortalecida. La ciudad que soportó presiones, perdió su puerto, se estremeció con succiones que la condenaban al estancamiento, brindó sus hombres y su economía al desarrollo del país, demuestra un fervor que sólo poseen los que no saben de tropiezos. En 1967 edifica con un promedio de 500 mil metros cuadrados al año, desconcertando a ciudades rivales, y adopta modernos sistemas europeos para ordenar su crecimiento y el de las regiones vecinas. En lugar de cerrarse al país y pensar sólo en su ciudad los rosarinos hablan de integración, de participar activamente en el desarrollo argentino. La semilla que en 1852 sembraron italianos, españoles, alemanes, franceses y todos los inmigrantes que jugaron su única carta en la aventura de colonizar, soportó incólume más de un siglo de adversidades. Sus descendientes han formado con los hombres del país una legión que sin emplear dialectos habla una lengua muy particular: la de la acción. Construir sin retractarse ha sido la lección que más aprendió la ciudad en su primer siglo de vida. Los 720 mil rosarinos que hoy la ejecutan saben muy íntimamente que hasta hoy su misión ha sido una: pelear solos para todo el país.
Revista Siete Días Ilustrados
7/11/1967
Rosario
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