Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Sallustro
EL SECUESTRO DE SALLUSTRO Y LA NUEVA ESCALADA DE LA VIOLENCIA
¿QUE PRETENDEN LOS TERRORISTAS ?
El rapto del director de la Fiat argentina señala el punto de ignición de una oleada extremista cuyo evidente propósito es frustrar las cordiales relaciones existentes entre Perón y el gobierno

El país asiste a un drama que, hasta hace algunos meses, pocos se atrevían a vaticinar: el embate convergente de distintos aparatos bélicos contra la alianza Lanusse-Perón. Si bien el ataque era esperado por los servicios de información (ver SIETE DÍAS Nº 252), no por eso deja de afligir a los cuadros dirigentes. ¿Es que el país, e incluso los dos caudillos más importantes de las últimas tres décadas, deben estar pendientes de un grupo de encapuchados? Es la incógnita que más preocupa. Y no específicamente por la seguidilla de terror desatada en los últimos días (en sí misma poco relevante, ya que constituye la reiteración de un fenómeno), sino por el marco en que se produce. Esto es, tras un período de relativa calma, durante el cual recibieron duros golpes, los irregulares reaparecen para ultimar a un líder parroquial del alsogaraísmo (Roberto Mario Uzal, el 18), secuestrar al director de la filial argentina de Fíat (Oberdan Sallustro, el 21), asesinar a un ex jefe de la ¡policía tucumana (comandante Pedro Agerotti, el 15), a un conscripto (Luis Norberto Molina, el 12), dinamitar un club hípico y atentar contra comités partidarios y vehículos policiales. Lo más obvio que puede decirse de esta sincronización es que, aparte del ERP, la protagonizan grupos armados filoperonistas, justo en el momento en que Perón mantiene cordiales relaciones con la Casa Rosada y cuando voceros oficiales divulgan la versión de que el ex presidente habría ordenado el “licenciamiento” de la guerrilla.
Debe entenderse, pues, que los grupos radicalizados de esa corriente, ante el peligro de muerte que para ellos implica la concordancia entre el “jefe indiscutido" y Lanusse, pretenden forzar la quiebra del Gran Acuerdo y obligar a Perón a que, por lo menos, guarde silencio ante sus hazañas. De esa manera, aspiran a que los sectores duros de las Fuerzas Armadas (para nada interesados, como la guerrilla, en cualquier arreglo pacífico entre Madrid y Buenos Aíres),recuperen el tiempo perdido y articulen el cerrojo.
La maniobra tuvo cierto impacto. Ante la tumba de Uzal, un dirigente de la Nueva Fuerza, Julio Chamico, impetró: “Triste paradoja de nuestros días: mientras a los hombres amantes del orden se nos pide hasta el sacrificio de hacer gala de una amnesia que nos permita olvidar los agravios sufridos en un pasado cercano, por otra parte agentes del caos cortan la vida de ciudadanos honorables, que cometieron el horrible delito de disentir con sus ideas". Así, el fantasma del revanchismo pretende aprovechar la indignación producida en personas como Chamico, para tronchar el segundo proyecto acuerdista de los últimos cinco años.
El primero, es sabido, se desangró en una quinta de Timote, habitada por un vendedor de ganado de pasado derechista. Fue cuando asesinaron a Aramburu.

¿LA HISTORIA SE REPITE?
La semana pasada, el gobierno estaba seguro de una cosa: la convergencia, de hecho o de derecho, que existe entre las falanges belicistas del peronismo, y entre las falanges propiamente dichas de la
ultraderecha. Aunque las simplificaciones pueden ser arbitrarias, el nombre de los Montoneros siempre apareció vinculado a una misteriosa red de probables interpenetraciones entre escuadras de diferente signo ideológico. Y aún admitiendo que tal cosa sea una fantasía, los intereses políticos inmediatos de los sectores violentos se valorizan mutuamente en el siguiente punto: tender una muralla de terror que impida la comunicación entre Lanusse y Perón.
Ante esta ofensiva, desde Puerta de Hierro llegaron noticias contradictorias. Por un lado, Héctor Villalón, otrora adalid duro y actual miembro del staff madrileño del Líder, indicó que las guerrillas peronistas debían declarar un armisticio unilateral, para no hacerle el juego al golpismo. Por el otro, Francisco Julián Licastro sorprendió a los observadores al decir en Buenos Aires, a su regreso de España, que él no viene a cumplir ninguna misión apaciguadora respecto de la guerrilla; que ésta sigue las órdenes de Perón y, por último, que es posible un incremento del accionar de los irregulares en caso de violación de la promesa electoral formulada por las Fuerzas Armadas,
Estas imprevistas formulaciones (efectuadas el martes 21, cuando retumbaban en el país los efectos del rapto de Sallustro) son incluso inconciliables con el pensamiento íntimo de Licastro: el ex teniente siempre opinó, a pesar de revistar entre los duros, que la guerrilla era "infantil” y que sus cuadros debían incorporarse a la lucha de superficie. Lo cierto es que, a mediados de semana, el gobierno efectuaba un cuidadoso estudio de los dichos de Licastro: algunos voceros oficiosos preferían pensar que todo no era más que una boutade del ahora encargado de Integrar a la arisca juventud en los carriles granacuerdistas del Frente Cívico.
Con todo, si la guerrilla peronista reincide (según los especialistas en represión, eso es lo que ocurrirá, aun a costa de resquebrajamientos internos), la situación de Perón no será fácil: se demostrará que no controla a los insurgentes. Claro que estos últimos padecen una especie de enfermedad congénita, pues cada vez se les hace más intrincado compaginar su "lealtad a Perón” con el lenguaje de las metralletas. Es posible, entonces, que un importante flanco de la política argentina discurra en los próximos meses por este andarivel. La cuestión no sólo tiene que ver con el terrorismo: en el fondo, lo que se deberá dilucidar es el margen de maniobra de Perón dentro del GAN, los límites de la relación de interdependencia que existe entre Puerta de Hierro y la Casa Rosada.

EL DRAMA DE SALLUSTRO
Por lo que se sabía hasta el miércoles, el caso Oberdan Guillermo Sallustro (56, cuatro hijos, cinco nietos) no tiene misterios. El industrial fue, aparentemente, raptado por una organización izquierdista —el Ejército Revolucionario del Pueblo— poco preocupada por el giro dialoguista de Perón. El ERP (brazo armado de un núcleo trotsko-castrista llamado Partido Revolucionario de los Trabajadores, fracción El Combatiente) ha descargado virulentos ataques contra el Frente Cívico, pero sin mencionar al Líder ni criticarlo. Esta curiosa omisión, visible en las últimas publicaciones del grupo, se explicaría en razón de que el ERP-PRT estaría tratando de combinar su guerrillerismo con iniciativas específicamente políticas. De ahí que haya elegido como víctima a Sallustro (director de una empresa que emplea a 15.000 obreros) y que los editoriales de sus publicaciones clandestinas machaquen en un punto: aprovechar las “brechas legales” para alentar la formación de un “frente amplio" antilanussista, que incluso trataría de participar en el prometido torneo electoral.
Si estos parámetros son ciertos, el secuestro de Sallustro sería una operación meramente propagandística (los raptores sostienen que será “juzgado”). Lo que busca el ERP es quebrar su aislamiento, recuperarse del vacío creado en su estado mayor por el encarcelamiento de sus principales líderes y obviar disensiones internas mediante "la acción que unifica”, una fórmula creada por organizaciones similares de países vecinos.
Con todo, el gobierno y las Fuerzas Armadas conocen los designios terroristas. De acuerdo con una compulsa realizada por SIETE DÍAS inmediatamente después del rapto, la táctica oficial en este y otros casos será “evitar las provocaciones”, o sea, impedir que sobre el país se desplome un clima de guerra capaz de obturar el proceso político. Los estrategas oficiales basados en el principio de que la guerrilla se ha estancado (realiza operaciones de similar o menor envergadura a las que descerrajaba un año atrás) adoptarán dos “cursos de acción” convergentes: reprimirán con energía, pero evitando arrimar leña al fuego; buscarán afianzar aún más el GAN como anillo de protección política —lo único que realmente importa— y como medio de evitar que Perón pueda ser enredado en la trama de sus “formaciones especiales”.

AlfonsínRecuadros:::::::::::::::::::.
ALFONSÍN: “CREEN QUE SOY EL CUCO PROGRESISTA”
El próximo 30 de abril, los 124 mil afiliados a la Unión Cívica Radical, en la provincia de Buenos Aires, concurrirán a elecciones internas para nombrar los 4 delegados que representarán a la regional ante el Comité Nacional.
Desde el sábado 11 de marzo, cuando la reunión de los 160 delegados de las ocho secciones electorales bonaerenses culminó en una trifulca, los radicales están escindidos en dos corrientes básicas: la reeleccionista, que apoya la candidatura de Ricardo Balbín a la presidencia del Comité Nacional y de César García Puente a presidente del Comité de la provincia; y la renovadora, que postula al actual presidente del Comité de la provincia, Raúl Alfonsín, como primer delegado al CN y sucesor de El Chino en la conducción partidaria.
El balbinismo, entonces, nuclea al unionismo —otrora antibalbinista y dirigido en la Capital por Julián Sancerni Giménez—, a viejos dirigentes como Aleonada Aramburú y Juan Carlos Pugliese, y a sectores afines al Ministerio del Interior, entre los que se destacan Antonio Troccoli, José Luis Canillo y César García Puente. Alfonsín, en tanto, reúne básicamente a sectores intermedios que comienzan a irrumpir en los cuadros de dirección, y a la rediviva Juventud Radical, el sector más izquierdista de la UCR que dirige, además, la Federación Universitaria Argentina (línea Córdoba). Posiblemente Alfonsín acuerde con los sectores sabattinistas de la provincia de Córdoba, acaudillados por Conrado Storani. Así, aunque las elecciones provinciales seguramente otorguen la victoria a Balbín, el margen de maniobra del viejo líder se verá limitado por una fuerte corriente que rechaza la posibilidad de apoyar a un candidato extrapartidario y se plantea la necesidad de una modificación —moderada— del programa partidario.
La semana pasada, SIETE DÍAS logró conversar con Raúl Alfonsín, (44, abogado), quien concedió la primera entrevista a la prensa desde que aceptara enfrentar a Balbín en la lucha interna. Lo que sigue es la síntesis de ese diálogo:
—Usted había afirmado que si Ricardo Balbín aceptaba su reelección, usted no se opondría... ¿Por qué decidió ahora enfrentar a Balbín?
—En primer lugar, yo no enfrento a Balbín. Ocurrió que, poco antes de la asamblea del sábado 11 le pregunté a Balbín si se retiraría o no, sin que me respondiera de un modo concreto. Luego los acontecimientos se precipitaron y yo propuse a mis amigos un repliegue para crear un movimiento interno. Ellos dijeron que ya se habían jugado y que yo debía hacer lo propio; de ese modo quedé prisionero de las circunstancias. Pero si Balbín me hubiese respondido que pensaba quedarse cuando yo se lo pregunté, en estos momentos no habría dos listas.
—¿Por qué la llamada derecha de la UCR, es decir, el unionismo, apoya a Balbín?
—Ellos siempre agitaron el antibalbinismo, pero ahora creen que el cuco progresista soy yo.
—¿Hay perspectivas de una escisión en el partido?
—No. Pero creemos que la institucionalización del país, por la que ya estamos jugados, debe lograrse sin perjuicio de la prédica contra todo lo que debe denunciarse del actual régimen. Además no nos oponemos a establecer coincidencias con otras fuerzas populares para enfrentar el privilegio y la injusticia, pero hacemos especial hincapié en mantener la Individualidad partidaria. La derecha, en cambio, busca una salida concertada, y el radicalismo debe tener una política de afirmación y no de negociación.
—¿Eso significa que usted no negociarla con el gobierno?
—Eso significa que estamos dispuestos a dialogar y no negociar.
—¿Usted se mantendría en La Hora del Pueblo?
—No tenemos por qué salir de ella.
—Pero no entraría al Frente Cívico propuesto por Perón...
—No. Nosotros iremos con una fórmula propia.
—¿Apoya Perón la salida institucional?
—Aparentemente, sí. Pero hay que tener en cuenta que el régimen procurará quedarse con la mayor parte del poder. Para eso no desdeñará proyectos fantasiosos.
—¿Cuáles son esas fantasías?
—Pedirle a los conservadores un programa progresista, a los justicialistas que repudien a Perón o a los radicales que acuerden con el régimen un candidato extrapartidario.
—Entonces, ¿de ningún modo integrarán un frente?
—No. No debemos confundir a los ciudadanos que nos son fieles con tácticas absurdas, como sería la de ir a un frente. Sería algo así como dejar de ser radical.
—¿Está la UCR en el Gran Acuerdo Nacional?
—El único gran acuerdo posible es respetar la voluntad del pueblo.
—¿Qué haría usted si se interrumpiera el proceso de institucionalización?
—Ese proceso es irreversible. Pero si alguien pretendiera interrumpirlo sobrevendrá el caos. Porque todos los sectores elegiríamos el camino más eficaz para lograr la preservación de los derechos humanos.
—Si usted estuviera en el gobierno ¿aplicaría el programa de La Hora del Pueblo?
—Como punto de partida, estoy de acuerdo con ese programa.
—Otra de las fuerzas políticas importantes es el Encuentro Nacional de los Argentinos. ¿También ayuda a la institucionalización del país?
—Parecería que el ENA está más vinculado a dirigentes que a partidos. No obstante, en mi opinión no obstaculiza la salida institucional y puede intervenir en el proceso.
—Aparentemente, hay un giro ideológico en los sectores afiliados al radicalismo, desde 1966 a la fecha. ¿A qué se debe?
—El radicalismo nunca cristalizó su doctrina, y para recuperar el tiempo perdido tiene que profundizar sus propuestas.
—Y si aparece en el radicalismo una posición mayoritaria que apoya la constitución de un frente?
—La vamos a derrotar.

MINISTROS: MAS VALE PREVENIR
Diez días atrás cuando la guerrilla no había iniciado aún la escalada que tuvo como pico el secuestro de Oberdan Sallustro, los miembros del gabinete —desde subsecretarios a ministros— recibieron en sus despachos a un alto funcionario de la Policía Federal, responsable de custodiar la seguridad personal de la cúspide oficial. El funcionario explicó que se preveía un recrudecimiento de las acciones terroristas, incluyendo atentados contra la vida de funcionarios públicos.
Este dato había decidido un refuerzo de las guardias apostadas en los domicilios particulares de los miembros del staff gubernativo, acompañado de un aumenta del personal de civil que acompaña normalmente sus recorridas.
Claro que esas precauciones fueron juzgadas insuficientes por el celoso policía: también solicitó que, “en la medida de lo posible”, los funcionarios — a quienes recomendó portación de armas— lo informaran sobre sus salidas —aun las privadas—, y sus reuniones particulares. En éstas “convendría” que enviaran la lista de invitados para que las fuerzas de consigna —que se reforzarán con dos patrulleros en esos casos— controlen el acceso a los edificios. Mientras tanto, los choferes de los funcionarios fueron invitados a hacer prácticas de tiro en el Polígono de la Policía Federal, recargo de trabajo que les reporta una entrada extra de veinte mil pesos viejos por mes.
Revista Siete Días Ilustrados
27/03/1972

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba