Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Un verano "caliente"
La perspectiva de un "verano caliente", que se abatió sobre el país en los últimos días, acaba de añadir el ingrediente del terror al complicado tablero en que se librarán las luchas políticas durante este año crucial.
Si bien la violencia no es nueva en la Argentina, resulta sintomático que rebrote justamente ahora, cuando se suponía que hasta marzo iba a predominar una especie de tensa calma, previa a las grandes batallas que habitualmente comienzan a dirimirse en el otoño.
Existe una explicación para esta arremetida de los irregulares: en rigor, el terrorismo no es más que la explicitación extrema del torbellino político reinante, un indicador de que no habrá tregua en los tórridos meses de este verano, signado, para colmo, por la crisis energética y los desórdenes climáticos.
La prueba de que esta vez, pese a la normalización institucional, no descansarán los principales protagonistas de las pulseadas políticas surge de la insólita actividad que se despliega en todos los niveles del poder y en sus aledaños.
En efecto, apenas despuntó el año recrudecieron los enfrentamientos en Córdoba, Mendoza y Santa Fe, mientras que la Juventud Peronista reinició sus ataques contra la vicepresidenta y Ricardo Balbín echó un balde de agua fría sobre los planes tendientes a instaurar un primer ministro.
Simultáneamente, José Ber Gelbard se trasladó a las playas del Mar Caribe para discutir con los poderosos el financiamiento del Plan Trienal, y tratar de limitar —se dijo— la influencia norteamericana sobre el Banco Interamericano de Desarrollo, la misma institución que días atrás, con el visto bueno de Washington, concedió al país un crédito de 700 millones de dólares.
En lo inmediato, las situaciones más conflictivas se plantean en torno de los gobernadores Ricardo Obregón Cano (Córdoba) y Alfredo Martínez Baca (Mendoza). Ambos mandatarios debieron suspender abruptamente sus vacaciones, lo cual da una idea patente de que el panorama no permite treguas veraniegas. Por otra parte, el frágil equilibrio interno en el peronismo, y la alianza entre el gobierno y la UCR, sufrieron diversas alternativas en otros terrenos, fundamentalmente en el legislativo, donde se agudizó el problema de las reformas al Código Penal.
Pero durante el verano también deberá resolverse la cuestión de la ley universitaria, otra fuente de discordia que, según como evolucione, puede irritar a los miles de estudiantes que deliberadamente suspendieron sus vacaciones para encarar el problema desde las mismas facultades, junto con los aspirantes al ingreso, que se aprestan a resistir eventuales barreras "limitacionistas".

NONES. De este cúmulo de problemas que recalientan el verano, el más importante lo constituye la actitud de Ricardo Balbín respecto de la reforma constitucional y la posible institucionalización de un primer ministro, que limitaría los poderes del presidente de la Nación (ver páginas siguientes).
El jefe del radicalismo recalcó, con tono severo, que a juicio de su partido, la reforma de la Carta Magna debe realizarse recién el año próximo y, además, rechazó enérgicamente los planes para entronizar un primer ministro en la estructura del poder, tradicionalmente presidencialista, de la Argentina.
Es indudable que las consecuencias de esta toma de posición pueden ser enormes. En lo futuro se conocerán con precisión cuáles fueron las razones que impulsaron a Balbín a dejar de lado su habitual estilo ambiguo, emitiendo una equívoca negativa, que en principio le cierra la puerta para nuevas negociaciones. Por ahora, sólo es posible aventurar algunas hipótesis, sobre todo referidas al siguiente problema cardinal: ¿Balbín actúa de acuerdo con Perón al rechazar la institución del primer ministro?
Quienes sospechan que ello es así razonan que Balbín ha defendido a rajatabla el derecho de la vicepresidenta a heredar el poder en caso de acefalía. Agregan que la idea del primer ministro es alentada, justamente, por los adversarios de María Estela Martínez, que así procurarían diluir el margen de maniobra de la mujer del presidente (Panorama 346). Por último, dado que Perón alienta la proyección de su esposa a la arena política, deducen que el caudillo y Balbín se han conjurado para fortalecer a la vicepresidente.
Lo cierto es que no dejó de llamar la atención que, en su ultima entrega, El Descamisado tornara a acribillar a María Estela Martínez, después de haber guardado silencio durante un tiempo. El vocero de la fracción promontonera de la JP, que notoriamente enfrenta los planes sucesorios del llamado "grupo Perón" del gobierno, creyó conveniente memorar un acto realizado hace algunas semanas en el Luna Park, para decir que en ese evento apareció "la vicepresidenta del gobierno elegido por el pueblo en forma abrumadora, diciendo un discurso hueco, sin propuestas políticas concretas, antes escasas 2500 personas". Y remató: "Ridículo para ellos, deteriorante para nuestro gobierno". El ataque tal vez preanuncia un distanciamiento más explícito aún entre la J.P. y la Casa Rosada.
Con todo, tal vez sea aventurado sostener que Balbín se ha adscripto incondicionalmente al "grupo Perón", junto a José López Rega y un sector del aparato sindical y de las Fuerzas Armadas. Para muchos, es impensable una alianza de tales características, que sería resistida dentro de la propia UCR y en otros factores de poder influyentes, incluso en algunos de orientación peronista. Entre otras cosas, se sostiene que si Balbín estuviera otorgando su respaldo a la línea lopezreguista, tendría que enfrentar a Vicente Solano Lima, con quien mantiene fluidos contactos, y alinearse, sin posibilidad de retorno, con uno de los sectores internos del gobierno, algo que perjudicaría la imagen de independencia del radicalismo, que busca proyectarse como recambio institucional potable tanto para la mayoría justicialista como para la oposición moderada.
Por eso, los observadores que formulan esta especulación creen que finalmente Balbín se orientará hacia un acuerdo interpartidario apoyado en las Fuerzas Armadas, que margine a la extrema derecha y a la extrema izquierda del peronismo. Sería una nueva versión del acuerdo partidos políticos - FF.AA., variante últimamente alentada por ciertos sectores que tratan de neutralizar al "grupo Perón" con un libreto "moderado". Pero este plan tiene un inconveniente: el propio Perón.

DIRETES. Es posible, después de todo, que en la negativa de Balbín respecto del primer ministro también influyan consideraciones de otro orden. Ejemplo: las próximas elecciones internas en la UCR, en las que se renovará la jefatura partidaria. Ya se sabe que Balbín buscará su reelección y que para ello necesita acentuar su independencia del oficialismo. No sólo eso: si finalmente se realizan comicios generales para elegir la Asamblea Constituyente, a la UCR le interesa que ello ocurra recién el año próximo, cuando el gobierno sufra el deterioro que casi siempre acarrea el uso del poder.
Por cierto que, además, la idea del primer ministro no parece ser patrimonio exclusivo de los adversarios de la vicepresidenta. En una situación política tan dinámica como la presente, en la que siempre es posible reformular las alianzas, lo importante no son las instituciones, sino cómo se articulan las corrientes que buscan la hegemonía en esas instituciones. Esta sigue siendo la cuestión esencial, porque también el "grupo Perón" podría postular un primer ministro perteneciente al sector, y tener éxito, si consigue coaligarse con otros factores de poder hasta ahora indecisos.
En este sentido, nuevos elementos de juicio, recién trascendidos la semana última, ratifican la influencia de López Rega en las decisiones más trascendentes del gobierno. Se ha certificado que el otorgamiento de importantes destinos a los generales Guillermo Ezcurra y Alberto Samuel Cáceres —uno de los misterios de la última crisis militar— se originó en medios afines al ministro de Bienestar Social. Es que Cáceres, sobre quien ahora se dice que, en realidad, nunca fue "lanussista", mantuvo contactos con López Rega durante los viajes que el secretario privado de Perón realizó a Buenos Aires, mientras Lanusse era presidente. A su vez, Ezcurra, un "lanussista" clásico, está sin embargo emparentado con una antigua familia de las provincias del nordeste, a su vez vinculada a militares retirados peronistas que tuvieron voz y voto durante la crisis militar de diciembre último.
Se dirá que estos problemas, a menudos anecdóticos, son irrelevantes. Es un error: el eje de la situación actual pasa por los reagrupamientos y preparativos que, con vistas a la etapa definitoria, realizan todos los sectores políticos, económicos, militares e, incluso, internacionales. A partir de ahora, por ejemplo, habrá que investigar cómo puede influir en el proceso la anunciada visita de Henry Kissinger, quien en principio había omitido a la Argentina en su gira latinoamericana. Y también será necesario vigilar lo que ocurra dentro de la CGT y la jerarquía del movimiento obrero, donde se incuban elementos para una eventual crisis interna, que detonaría a propósito de la renovación del elenco directivo cegetista, prevista para junio.
Mientras tanto, se conocieron algunos conceptos de un documento interno elaborado por la conducción promontonera de la Juventud Peronista. Con la firma de Mario Firmenich, este sector realizaría un balance de la gestión del gobierno justicialista. La novedad es que sería muy "duro" respecto del propio Perón, de quien —por primera vez en boca de la JP— se diría que sustenta una ideología "reformista" opuesta a su política "revolucionaria". Este intríngulis se explicaría así: mientras el caudillo sería ideológicamente "reformista", la práctica política que emana de su Movimiento, en cambio, sería "revolucionaria", aún a pesar del propio Perón. Causa: en el peronismo revistan "las masas", a las que ni siquiera el líder podría "paralizar", si quisiera. El documento, que también rechaza la tesis de Perón según la cual existen dos imperialismos, el norteamericano y el soviético, anticipa que el ala montonera se apresta a enfrentar cada vez más al oficialismo.
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EL ENIGMA DEL PRIMER MINISTRO
El año 1974 implica, para el gobierno justicialista, una larga y dura prueba de eficiencia, no sólo en el aspecto administrativo sino también en el político. Es en este terreno —el más resbaladizo, el más imprevisible— donde Juan Domingo Perón tendrá que librar las principales batallas que hacen la esencia de su proyecto de país institucionalizado, sobre la base de una amplia plataforma centrista. En varias ocasiones, a lo largo del año pasado, el jefe del justicialismo intentó la síntesis del problema argentino y acuñó un apotegma simplista y de dudosa concreción: "A este país lo arreglamos todos o no lo arregla nadie". Esta definición, por supuesto, está dirigida a los opositores moderados, conscientes de la fragilidad del sistema político y deseosos de reestructurar la ciudadela democrática, deteriorada por tantos años de inquietud e intolerancia. Esta franja, indudablemente amplia y poderosa, es el centro, el corazón del esquema táctico preparado por Perón y al que ha dedicado sus esfuerzos durante los tres meses que lleva en el gobierno. El paciente trabajo del presidente para alcanzar estos objetivos ha hecho resurgir la teoría de la participación más activa de los distintos sectores en el gobierno, una cooperación que el líder justicialista exige cada vez con mayor insistencia y que le permita delegar el manejo de la enmarañada máquina del Estado en otras manos, mientras él atiende los peligrosos problemas que enmarcan a su sucesión política. Tal vez aquí deba buscarse la clave del proceso que se desarrollará con toda intensidad durante 1974, y que tendrá un principio de consumación en la anunciada reforma constitucional.
La modificación de la ley fundamental no significa —pocas dudas quedan de ello— un simple acto de retorno a la Constitución sancionada en 1949, durante el primer gobierno peronista. Es evidente que tiene implicancias mucho más profundas. Una de ellas —quizá la más discutida— es el cambio del actual sistema presidencialista por uno de tipo parlamentario o a la europea, donde las responsabilidades del Ejecutivo están a cargo de un primer ministro, mientras que el presidente se dedica a elaborar la línea política y presta su atención a los grandes temas nacionales. Los rumores sobre la característica de la reforma y que admite otras variantes (ver Panorama Nº 346), han levantado algunas definiciones contrarias, entre ellas la de Ricardo Balbín, aun cuando todavía no hubo confirmación oficial sobre el proyecto. Las definiciones del jefe del radicalismo son apenas una muestra de las dificultades que encontrará el presidente para intentar la reforma. En el mes de diciembre pasado, Perón y Balbín mantuvieron una reunión en la residencia de Gaspar Campos, donde se trató, en profundidad, la posible reforma de la Constitución. Es lícito pensar que ambos líderes no se ciñeron específicamente a los aspectos más o menos teóricos de la cuestión, y que un asunto tan importante como el cambio en el sistema de gobierno no quedó en el terreno de las intenciones ocultas. Es decir que los escollos, hasta ahora apenas pronunciados, obligarán a una larga y ardua negociación que disipe las dudas de los eventuales aliados de Perón para su proyecto de país democrático y estabilizado. Esta antesala no está exenta de los vaivenes y del desgaste que implica, el ejercicio del poder, sobre todo cuando se cuenta con el aval esperanzado de 7 millones de votos, algo que explicaría que el radicalismo —el socio mayor del proyecto— exija prudencia y que Balbín entienda que no se debe pensar en reformas hasta 1975.
La Constitución liberal de 1953 fue pensada por Alberdi y ejecutada por Urquiza sobre los rescoldos de un país dividido entre tendencias antagónicas y aparentemente irreconciliables, que marcó la necesidad de un Ejecutivo fuerte, de un sistema claramente presidencialista inspirado en el norteamericano. En este caso, la constitución reformada serviría a objetivos muy distintos, como los de asegurar la paz y la continuidad política por varias décadas apelando a una forma de gobierno aparentemente más flexible y proclive a las alianzas que, además, asegure una sucesión sin riesgos mayores. Perón ha recordado en algunos de sus discursos la supuesta falta de madurez política de los argentinos, y por contrapartida nunca dejó de elogiar la continuidad de los sistemas europeos que han adoptado la variante del primer ministro. Probablemente la elección del "premier" con forma de gobierno ayude a desarrollar la adultez democrática de los 12 millones de electores, pero seguramente servirá para reordenar los factores de poder colocando a una figura —con buenos contactos con la oposición y las Fuerzas Armadas— que actúe como fusible adecuado en las crisis, además de mantener la continuidad institucional, sin la intervención de otros grupos de poder, en el caso de una virtual acefalía.
Panorama interrogó sobre el tema a nueve dirigentes políticos de distintas tendencias sobre la base de un escueto cuestionario:
1.— ¿Cree usted necesario un Primer Ministro? ¿Por qué?
2.— ¿Cuáles serán, en su opinión, los mayores peligros políticos y cuáles los hechos más positivos para el gobierno durante 1974?
Las respuestas son las siguientes:

Rogelio Frigerio, dirigente del Movimiento de Integración y Desarrollo.
1. — La existencia o no de un Primer Ministro es una mera formalidad. Sin embargo, se da generalmente en los gobiernos parlamentarios y ese sentido es contrario a nuestras tradiciones institucionales y a la necesidad de un Ejecutivo fuerte, capaz de conducir al país al logro de sus objetivos fundamentales.
2. — A partir de unas elecciones que condujeron al país a su sincera-miento, las perspectivas políticas son francamente positivas. Las jornadas de marzo y septiembre tienen ya categoría histórica. La primera porque quebró la trampa urdida para evitar el triunfo del pueblo. La que consagró la fórmula Perón-Perón, por la autenticación a que hago referencia, por la unidad de masas que expresa, y por el sentido de cambio revolucionario que el resultado está indicando. Detrás del triunfo, impulsándolo, estuvo la totalidad práctica de las clases y sectores sociales que integran la comunidad argentina. El general Perón, conductor de las mayorías populares, pasa a ser conductor de la nacionalidad toda en su lucha por alcanzar ese objetivo superior que señaló al pueblo, hace ya casi treinta años, sintetizado en la independencia económica como fundamento de la soberanía política y de la justicia social. En el área política, las discrepancias que pueden existir son de forma; y aun estas mismas tienen por escenario la actividad parlamentaria, se unifican a nivel del presidente de la Nación. Así, pues, las perspectivas políticas para el año que se inicia son totalmente positivas. La confianza en la conducción del general Perón no tiene fisuras.
Los peligros eventuales son varios. El riesgo que acecha a la revolución radica, a mi juicio, en la política que lleva a cabo el equipo económico y que necesariamente conduce a un estrangulamiento del crecimiento que el país reclama. Necesitamos, en cambio, una política que facilite la inversión multiplicadora sobre todo en los sectores básicos. En cambio, de ello se robustece la vieja estructura agro-importadora y se procura incrementar las exportaciones no tradicionales a costa del mercado interno.
Esta política económica es en efecto peligrosa, porque resultará incapaz de dar respuestas a las justas reivindicaciones de las clases y sectores sociales que integran la comunidad nacional. En consecuencia nos pone en riesgo de sacar al proceso nacional del ámbito de la alianza de clases y de la unidad en la lucha por el bien común. La alternativa, que no deseamos, está dada por los enfrentamientos estériles que invaliden los anhelos de paz y de unidad. También es verdad que este riesgo será seguramente superado con el cambio oportuno del trazo de la política económica vigente.

Carlos Gallo, diputado nacional por el FREJULI. Sindicalista.
1. — No obstante la fuerte figura política que actualmente expresa Perón y la actitud imperiosa, o conducta política de los demás partidos, sostengo la creación —para los argentinos— de esta nueva figura institucional que divida las funciones del gobierno nacional entre representación política del Estado y el mero manejo técnico - administrativo del Poder Ejecutivo.
Juzgo que ello no es más que una necesidad, pero sostengo que, si el arte de la política es también cuando se aplica en cualquier instancia en la vida política de una Nación, la cuota de lo ideal que las circunstancias permiten, creo que sería efectiva la presencia de un Primer Ministro. Además, todo ensayo o experimentación política siempre significa un hecho revolucionario, por lo cual redobla mi entusiasmo.
2. — Todo hace suponer que la perspectiva política más positiva para este año sería la reforma de la Constitución, lo cual significa no sólo modernizar el Estatuto Fundamental de la Nación sino también "procesar" a nuestras instituciones mediante una legislación avanzada que nos proyecte, sin "dolorosas" trasformaciones, hacia el siglo XXI.
Avizorar peligros eventuales sería una profecía. Presagiarlos sería imposible dado el entusiasmo político que me viene motivando. Por lo tanto sólo, o simplemente, aspiro a que no seamos atrapados por la "epidemia" de la pereza, que haría marchar al país con tanta lentitud que la pobreza no tardaría en alcanzarnos. Por eso sostengo la premisa que sentencia aquello de "el trabajo es el único capital no sujeto a quiebras". Como en eso están todos los sectores de la vida nacional, alentados por la
alegría política que se exhala en el país, también me tiene sin cuidado, pero lo expreso y lo hago propicio como sentido mensaje a mi pueblo.

Oscar Alende, jefe del Partido Intransigente y candidato a presidente por la Alianza Popular Revolucionaria en las elecciones del 11 de marzo de 1973.
1.— El régimen constitucional y legal de la Argentina es presidencialista y por consiguiente exige un primer mandatario mentalmente dinámico y activo, que no puede ni debe delegar su responsabilidad a otros estratos inferiores. El pueblo lo ha votado a él, a lo que su ejecutoria trasunta al programa que ha prometido antes del acto electoral.
Esta es la tradición argentina y las experiencias europeas sobre gobiernos parlamentarios débiles e irresolutos, sujetos a la presión de pequeños núcleos que deciden con su voto o que se venden al mejor postor, no constituyen, por cierto, un ejemplo que incite a modificar la letra y la esencia de nuestra práctica republicana.
Ni siquiera una situación de emergencia puede justificar la implantación de una figura representativa novedosa que surge del riñón menos efectivo del aparato liberal. La madurez política a que ha llegado el país, permite sortear aventuras y afirmar coincidencias en planos más efectivos para la ejecución de la impostergable e irrevocable Revolución Nacional.
2.— Las dificultades serán las propias de una Nación que se ha definido concretamente por la lucha contra el capital financiero internacional y su expresión agresiva moderna: las corporaciones supranacionales de capital extranjero.
Serán múltiples y surgirán imprevisiblemente, en cada momento y en los más distintos sectores. La influencia económica y política de los EE.UU. ha sufrido quebrantos en Vietnam; el Medio Oriente; en el Japón, que se le ha escapado de sus manos y en una Europa donde la Comunidad Económica defiende sus propios intereses. Cuenta sólo con la NATO con fuerza influyente, pero obligadamente los Estados deberán optar por el desarme para volcar en el desarrollo y la educación, así como en la provisión de alimentos, las enormes sumas que hoy se dilapidan en los ejércitos. Como le he escuchado decir a Kurt Waldheim, las amas de casa de los grandes países deben saber, cuando van de compras, que los precios suben porque se gasta en la preparación de las guerras. Una muestra de esa tendencia afloró en las Naciones Unidas cuando acaba de proponerse que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad disminuyan el 10 por ciento de sus presupuestos de guerra, para volcarlos en ayuda de los países que no se desarrollan adecuadamente.
Bajo la crisis económica, comercial, financiera, política y moral más grave de su historia, los norteamericanos no pueden declinar en el mantenimiento de su influencia en América latina, que es lo único que les queda. Su defección, por otra parte, marcaría la declinación del sistema liberal burgués del que es principal portaestandarte. Por eso necesita mantener gobiernos títeres y la alianza de clases —única que conozco— entre, las oligarquías y militares nativos y el poder financiero de los grupos que manejan las corporaciones. Los métodos se caracterizan por su delicadeza y prudencia. Puede esperarse cualquier cosa. Hasta que la CIA le sople al oído de la Junta Militar chilena que es necesario inventar conflictos limítrofes en el Sur. Es necesario estar atentos. Ellos matan, silencian, engañan, seducen, corrompen y compran partidos y militantes. Es su juego. A esto debemos atenernos para defender nuestras patrias y nuestros pueblos.

Ricardo Balbín, máximo dirigente de la Unión Cívica Radical.
El líder del radicalismo respondió al cuestionario en forma escueta segundos antes de abordar el avión que lo llevaría a Jujuy, donde puso en marcha la reorganización partidaria de ese distrito.
1.— No, porque no participo del sistema parlamentario europeo. Me inclino por las instituciones que nos rigen.
2.— Espero de 1974 que sea un año de las comprobaciones positivas. No creo en los riesgos porque el país está dispuesto a defender irrestrictamente la institucionalidad alcanzada.

Salvador Busacca, diputado nacional por el FREJULI y vicepresidente primero de la Cámara de Diputados. Dirigente del Partido Popular Cristiano.
1. — Durante mucho tiempo he dudado sobre la necesidad de introducir modificaciones en el área del Poder Ejecutivo, pero las experiencias de los últimos tiempos me ha replanteado no pocas veces el interrogante.
La obra de gobierno se convierte cada vez más en una tarea muy compleja, contribuyendo a ello varios factores. En primer término una sociedad, en cambio, plantea renovadas exigencias no siempre claras y muchas veces ambiguas, porque distintos protagonistas conocen con más o menos certeza lo que no quieren y con frecuente oscuridad a lo que aspiran. La base de esta revolución de aspiraciones se mueve en sectores, ideologías y programas bastante contradictorios que no deben asustarnos porque son propios de las épocas de crisis y trasformaciones. En segundo término, el impacto tecnológico ha introducido mucha complejidad en la tarea de legislar, siendo imposible que un solo hombre pueda absorber todas las respuestas.
En tercer término, las demandas de las distintas generaciones no son siempre fáciles de compatibilizar, ya que mientras unas siguen añorando un pasado que se fue, otras pretenden lanzarse hacia el futuro como si la Argentina fuese una sábana blanca.
Todas estas consideraciones me inclinan a considerar conveniente la existencia de un Primer Ministro, ya que de esta manera quedaría reservado al Presidente de la Nación el área de las grandes decisiones políticas, evitando que su investidura y su persona se encuentre sometida a los avatares, presiones y circunstancias provocadas por numerosas y complejas demandas.
Lo más importante y lo que importa en definitiva es que después de escuchar las opiniones de los consejeros políticos y técnicos, la decisión última, en los temas trascendentales, sea tomada por quien ejerce la primera magistratura.
De esta manera el primer ministro tendría en sus manos todo el conjunto de decisiones que hacen a lo inmediato en las distintas áreas de la administración y absorbería cualquier posible desgaste que se produjera, preservando al país de las crisis que trae todo lo que sucede en torno de la figura del presidente. Creo que además esto permitiría que el pueblo pudiera visualizar nuevas figuras de conducción, que sean capaces de interpretarlo, y asegurar el desarrollo de su futuro.
2. — Todo el período trascurrido desde la iniciación del gobierno del pueblo ha demostrado que el país ha recuperado su confianza en el presente y en el porvenir. Más allá de todas las cifras, indicadores, estadísticas que se han manejado abundantemente en estos días, lo que importa es comprobar el estado de ánimo de un pueblo que volcó millones de votos en las urnas sin promesas demagógicas de ninguna especie y que hoy continúa firmemente dispuesto a seguir el camino de una revolución en paz.
Pienso que el clima de una unidad nacional dentro de un rico pluralismo se acentuará en este año de 1974 y preparará las posibilidades de un nuevo "pacto de San Nicolás", en la perspectiva de la reforma constitucional.
La Argentina mejorará su situación económica y su ubicación internacional afirmando el llamamiento a la gran empresa de la liberación latinoamericana.
En 1974 seguirán las amenazas propias de todos los grupos provenientes de las más variadas y contradictorias ideologías, que no se resignan a aceptar la madura decisión del pueblo argentino, pero creo que ésta no podrá ser desviada ni por la violencia ni por el juego de los intereses mezquinos.

Fernando Nadra, miembro del Comité Central del Partido Comunista y director del semanario Nuestra Palabra.
1. — La figura del Primer Ministro, como muchas otras cuestiones relativas a la estructura del Estado, no pueden apreciarse aisladamente sino dentro de un contexto y en vinculación con toda una concepción política. Es decir: es previo saber para qué queremos un Primer Ministro, al margen de si está o no instituido por la Constitución, lo que en definitiva se puede resolver por diversas vías como son la Asamblea Constituyente, acuerdo parlamentario y otras.
Si un Primer Ministro se nombra con fines de facilitar la actividad de un Presidente que, como en el caso de Perón, puede tener dificultades de salud para ejercer plenamente sus
facultades presidenciales, o para facilitar los contactos del Presidente con el Parlamento, o para impulsar con más eficacia el cumplimiento de las pautas programáticas prometidas al pueblo, puede llegar a ser un hombre y un funcionario útil y necesario. Pero si se trata de un Primer Ministro dictatorial, que a su vez sirva de paragolpe para las inquietudes y los reclamos de la clase obrera y el pueblo, o de freno de la labor parlamentaria, entonces tendremos una figura negativa, fuente de nuevos conflictos y protestas, y de una creciente oposición al régimen. En definitiva, me parece que lo más importante en este caso es saber para qué queremos un Primer Ministro y qué papel jugará en el engranaje del Estado.
2. — Creo que la perspectiva más lógica que puede esperarse en 1974 es la de una etapa de grandes luchas obreras y populares por las reivindicaciones económicas;, políticas y sociales. Lo digo porque en el seno del gobierno y del propio FREJULI se desarrolla ya una lucha interna entre las fuerzas que están dispuestas a cumplir sus promesas electorales: mejorar el nivel de vida, impulsar el desarrollo independiente de nuestra economía, tomar las primeras medidas en materia de reforma agraria y liberarnos de la dominación imperialista y las fuerzas de derecha que pretenden seguir engañando al pueblo, y si esto no fuera posible, imponerse por medio de la represión y de la fuerza.
Hemos denunciado reiteradamente que el terrorismo de derecha está vinculado a los planes de la CIA y se propone, en definitiva, frenar el proceso revolucionario, ya sea apoderándose internamente del gobierno, como tumbándolo mediante un golpe de Estado a la chilena. La lucha está trabada en todos los campos, y a nuestro criterio sólo la unidad en la acción decidida de todas las fuerzas patrióticas y antiimperialistas puede rescatar la voluntad masiva de nuestro pueblo expresada en marzo, en mayo y en setiembre. Pienso que en medio de estas grandes e inevitables luchas, la marcha que conducirá a la Asamblea Constituyente puede contribuir a la democratización del país y al impulso del proceso revolucionario. El año 1974 tendrá que decidir cuál será la nueva estructura del Estado Argentino conforme a la voluntad popular, pero para ello se requiere que la asamblea constituyente no sea un proceso fraudulento, sino fiel reflejo de lo que quiere la inmensa mayoría de nuestro pueblo, y esto sólo puede lograrse si se cumplen las siguientes condiciones: derogación del Estatuto de los Partidos Políticos, uno de los instrumentos represivos y proscriptivos de la dictadura; implantación del sistema proporcional en las elecciones, lo que permitirá la participación de todos los partidos políticos y el ejercicio pleno de las amplias libertades democráticas. 1974, en síntesis, tiene una sombra en el horizonte: la ofensiva de la derecha. Un peligro grave: el golpe de Estado. Una realidad inevitable: las grandes luchas. Un anhelo de los comunistas y de todo el pueblo: que avance el proceso de liberación nacional y social.

Jorge Selser, jefe del Movimiento de Recuperación Socialista para la Liberación Nacional, adherido al FREJULI.
1.— Institucionalizar un primer ministro en la Argentina ofrece dos variantes esenciales. Una de ellas es integrarlo al Ejecutivo con provisoriedad derivada de su apego a la cabeza del Ejecutivo que seguiría siendo el Presidente de la Nación. Sería algo así como un superministro o secretario coordinador, siempre representando al presidente. La otra variable es que se instaure un régimen parlamentario, con un Primer Ministro nombrado por y dependiente de las Cámaras. Esta segunda posibilidad me parece más peligrosa que la primera e imposible de poner en práctica en la actual coyuntura argentina.
2.— Argentina 1973 ha producido el reconocimiento del liderazgo de Perón por parte de una abrumadora mayoría y luego la aceptación casi unánime de ciertas reglas de juego que incluyen ese liderazgo. Comenzamos entonces 1974 con esa gran ventaja: un país unido. Hay también un acuerdo prospectivo que se manifiesta en la elaboración de un plan trienal en base a ideas de reconstrucción y renovación de la Argentina, aceptadas también por las grandes mayorías. El poder para cumplir este plan y llevarlo a las metas propuestas está dado por la unidad del pueblo y la acción de sus núcleos más dinámicos, que son la clase trabajadora y la juventud. Con su liderazgo adecuado, con metas factibles y con elementos motivadores del cambio que ya hemos descripto, no puede menos que obtenerse una perspectiva optimista de 1974.
Los peligros para un desarrollo optimista están dados por tres razones esenciales. Primero que vivimos un mundo convulsionado y en crisis, donde los modelos y aun los valores exigen una discusión constante y un cambio abrumadoramente rápido. Aparte de esta perspectiva mundial muy poco alentadora está la situación particular de nuestra América del Sur. El triunfo de elementos reaccionarios contra sus propios pueblos en algunos países limítrofes dificultará, al menos por el momento, un acercamiento histórico y económicamente imprescindible de los pueblos y gobiernos de la región. El tercer factor que perturba una visión excesivamente rosada, de 1974, lo constituye la realidad que se proyecta del pasado de nuestro país, en diversos aspectos que llevaría mucho espacio enumerar en detalle, pero que podemos ejemplificar en algunos, tales como: la carencia de un aparato estatal adecuado para liderar el proceso de cambio, lo que contribuye a lentificar el proceso; las carencias de elementos de estructura esenciales para el desarrollo económico y social del país; la falta de instituciones y organismos políticos afiatados en la práctica. De todos modos hay un optimismo en marcha, la gente se siente movilizada para acciones y metas.

Santiago Díaz Ortiz, diputado por el FREJULI por la Juventud Peronista.
1.— Creo que no. Esta institución que probablemente sea planteada en el trascurso de la discusión de la reforma de la Constitución, es ajena a nuestras tradiciones históricas, modalidades de gobierno y las necesidades funcionales de un Poder Ejecutivo que, como la práctica viene demostrando, no solamente en la Argentina sino en el mundo, requiere cada vez más la unidad de concepción y ejecución y la concentración de poder para el cumplimiento de las responsabilidades que el manejo de sociedades cada vez más complejas crean.
2.— Durante el año 1973 culminó un proceso de largas luchas populares que, ininterrumpidamente fueron conducidas por el jefe, que demostró durante ese lapso y, anteriormente, durante la etapa de sus primeros gobiernos, su fidelidad, su comprensión y su correcta interpretación de los intereses del pueblo. Siguiendo pues esa constante histórica, que deviene de la relación dialéctica y en continuo progreso entre el pueblo y su conductor, no dudo que en el año 1974 habrá de profundizar la revolución nacional, popular y social que todos esperamos y a la que el pueblo peronista y sus fuerzas aliadas del FREJULI contribuimos. Pienso también que los partidos políticos que están fuera de esa coalición representan y asumen posiciones que reflejan un nivel de conciencia y madurez política sumamente positiva para el proceso en su conjunto.
Estamos recién al comienzo del proceso de liberación que implica no sólo la ruptura de los lazos de la dependencia económica y cultural de los países y fuerzas mundiales hegemónicas, sino que significa también encontrar y buscar las formas sociales y económicas originales que permitan transitar ese sendero de la liberación.

Emilio Hardoy, dirigente conservador vinculado en las últimas elecciones a Nueva Fuerza.
1. — Considero decididamente inconveniente la modificación de nuestro régimen presidencia para crear el cargo de Primer Ministro. Si hay una institución que se ha arraigado profundamente en nuestro medio, es la del poder ejecutivo unipersonal, desempeñado por el presidente de la Nación. La instauración de un Primer Ministro exigiría, ante todo, una reforma constitucional que no se justificaría, pues no se advierte que la marcha del gobierno y la administración se hayan resentido por efecto del régimen actual. Además originaría difíciles problemas de distribución de facultades entre dos magistrados encargados prácticamente de ras mismas funciones, de lo que da buena cuenta la experiencia francesa de la Tercera República. En nuestro país, durante la gestión de Luis Sáenz Peña se intentó una reforma semejante, pues él inauguró el sistema de hacer votar las iniciativas en acuerdo de ministros y la consecuencia fue que se trabó y anarquizó la administración de tal modo que se vio precisado a renunciar.
2. — La perspectiva más positiva de todas es la engendrada por la restauración institucional. El funcionamiento de los poderes de la Constitución, si en definitiva no residía demasiado lesionado por la "verticalidad", y la sorprendente desaparición de la oposición que en Roma sobrevivió aun bajo los Césares, por sí mismo constituye una garantía de estabilidad política y una forma superior de convivencia. La eliminación de la violencia, para lo que hace falta la cooperación de todos, incluso de los ideólogos que la promueven, es otra de las exigencias para que el país pueda avanzar con seguridad hacia su destino. También hay que computar como una de las amenazas que debemos afrontar en 1974 la posibilidad de que la inflación, artificialmente reprimida, estalle con devastadoras consecuencias.

Revista Panorama
10.01.1974





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