Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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BALANCES Lo que no fue Según el diccionario, frustración es toda “tensión emotiva originada por el fracaso en obtener el fin apetecido”; según el humor porteño: un estado natural y permanente del argentino que suele manifestarse a través de una expresión llamada muja y cuya ausencia produce en los demás sentimientos negativos como la envidia, la incredulidad y el desconcierto. Para los psiquiatras y psicólogos es, además, una de las más importantes fuentes de vida; pocos sufrimientos atraen tantos pacientes como la frustración. Llegado el último mes del año, el de balance general, las estadísticas apoyan esta teoría: los intentos de suicidio aumentan hasta duplicarse y la sensación de fracaso ocupa el primer lugar entre los motivos confesados por sus víctimas. Una investigación realizada por Confirmado en las calles de Buenos Aires ayudó a determinar cuáles son para el argentino medio las causas de esa frustración. De 20 personas interrogadas, 7 (mujeres) se quejaron de su situación económica; la queja podría resumirse en frases como la que gimoteó Cecilia V. de González (34 años, ama de casa): “La plata no alcanza para nada, es una vergüenza cómo sube todo. Este año hemos trabajado el doble y no hemos podido ahorrar ni un centavo”. Tres hombres y una exótica representante del sexo femenino atestiguaron que el mayor fracaso argentino en 1970 fue haber estado ausentes en México, durante el Mundial de Fútbol. En cuanto a la derrota de Bonavena, ninguno de los testados la consideró una frustración nacional; en todos los casos la respuesta fue: “Nunca tuvimos la esperanza de que ganara”. Nueve de los 15 adjudicaron a “la imposibilidad de participar en las decisiones del gobierno” el lugar de privilegio entre los desconsuelos de este año. Con un segundo grupo formado por 16 personas elegidas del ambiente artístico, intelectual y comercial, esta última frustración llegaría a encabezar la lista. Manuel Puig (38. escritor, 2 libros publicados en la Argentina y traducidos a varios idiomas) aseguró que la postergación del tiempo político era lo único que podía reprocharle al año 70; “Por lo demás —agregó eufórico— se me dieron todas”. Más melancólica. Tita Merello (66 años, 50 de actuación artística y ya casi un mito popular) resumió así su único propósito no cumplido: “Profesionalmente, logré lo que me propuse; en otro orden de cosas, sólo lamento la imposibilidad de volver a tener 20 años”. También ella le dio a la inexistencia de elecciones el primer lugar entre las desilusiones nacionales. Arturo Jauretche (69 años, abogado y escritor, y también un personaje casi mitológico de Buenos Aires) declaró haber llegado a fin de año con dos proyectos incumplidos: “El primero —alardeó— es de índole política y no puedo contarlo porque me meten preso. El segundo: terminar un libro, un testimonio de lo que he visto desde la época de la tracción a sangre hasta la de los viajes espaciales”. Pantalones cortos —así se llamará cuando salga a la venta— es el primero de una serie de dos (acaso tres) tomos que Jauretche planea escribir y que contendrán algo más que las memorias (“éstas sólo las escriben personas importantes”, se defendió) de un hombre que casi tiene la edad del siglo. En cuanto a la frustración nacional, es categórico: “Si de algo podemos quejarnos —apuntó— es del carácter antinacional que ha tomado todo y de la esclerosis que sufre la intelligentzia argentina, o lo que parece serla”. Una opinión que quisiera desmentir Alberto J. Armando (60 años, empresario y presidente de Boca Juniors) cuando asegura que “si los argentinos nos sentimos frustrados no es por falta de capacidad para proyectar buenas cosas; gente que piensa sobra, lo que pasa es que, llegado el momento, nos falta decisión para realizar lo que proyectamos”. No aclaró si fue ésta la causa de su principal queja de este año: “No haber logrado que Boca tuviera el mismo ritmo de 1969, aunque haya ganado el campeonato”. Mientras tanto, Norberto Palese, más conocido como Jorge Cacho Fontana, parece llevar esta teoría hasta sus extremos: “En 1970 —se alegró— realicé todo lo previsto y mucho más. No hay nada que no se pueda hacer con trabajo y sacrificio”. Opinión que desmienten las declaraciones de el plástico Pérez Celis (36 años), quien enarbola como ejemplo su desilusión de fin de año. En setiembre, el ministerio de Relaciones Exteriores inició los trámites indispensables para que el pintor pudiera viajar a México donde se realizaría una muestra de sus obras. “La exposición se llevó a cabo según lo previsto —se indignó Pérez Celis—, pero, lamentablemente, yo no estuve presente: todavía estoy esperando que el Ministerio se decida a autorizar mi viaje.” Un experto en tramitaciones (un jubilado, por ejemplo) podría fácilmente convencerlo de que ese plan, lejos de ser un propósito, era una fantasía que casi necesitaba de un milagro para convertirse en realidad. Así, por lo menos, definiría David Stivel (39 años, director de cine, teatro y televisión) lo que le sucedió. Para él “las frustraciones nacen de un cotejo constante entre fantasía y realidad”. Todo, a su juicio, depende de las aspiraciones y de lo que se logra cuando se concretan. “No podría decir —se entusiasmó— que no he hecho todo lo que me propuse. Algunas cosas resultaron satisfactorias, otras en cambio no salieron tan bien; quizás éstas últimas puedan considerarse frustraciones, pero profesionalmente significaron una experiencia positiva.” Igualmente entusiasta, David Kohon (42 años, director de Con alma y vida, uno de los mayores éxitos de taquilla de 1970), aseguró haber colmado sus expectativas de este año. Su satisfacción sólo parece nublarse cuando habla de frustraciones nacionales: “La Argentina —se compungió— sufre una deficiencia básica en su desarrollo. Nos sentimos, y creo que estamos, cada vez más pobres. Tanto, que creo que para 1971 nuestro principal proyecto será sobrevivir. Al menos ése es el mío”. El de Christian Sorenson (41 años, gerente de relaciones públicas de ESSO) sería, aunque reconoce desde ya que es una utopía, poder doctorarse en una materia que, en Estados Unidos y algunos países de Europa, ya cuenta con especialistas: el ocio. “Si algo lamento —gime— es no haber logrado disponer de más horas libres.” En el mundo de los negocios (y del ruido), Alberto Lataliste suma también su nota gris: no pudo inaugurar, como lo planeaba, un gran restaurante-club privadísimo que ya tenía hasta nombre: The Horses. Desde el de la moda, Manuel Lamarca exhibe también lo que él considera una frustración argentina: “¿No es terrible —preguntó— la gran cantidad de incógnitas que han quedado sin revelar?”. Se refería, entre otras cosas, al asesinato de Aramburu y al de Alonso. Desde otro extremo contexto. Petrona C. de Gandulfo lanzó una queja envidiable: “Mi único propósito no cumplido es no haber podido trabajar tres veces más de lo que trabajé durante el año”. Con todo, sumó a las anteriores otra actividad: con asesoramiento médico escribió un libro de recetas con ingredientes de bajas calorías que se editará en 1971. “No me propuse nada del otro mundo, por eso —redondeó Paloma Blackie Efrom— no tengo nada que lamentar. Tal vez, a un nivel más íntimo, podría decir que hubiera querido lograr una mayor objetividad y calma para que los hechos no me devoren. Pero ésa —se consoló— es una vieja ilusión, que muy pocos han podido cumplir.” Igual que la que propuso como insatisfacción nacional (“más bien mundial” esclareció, después): “No haber logrado el diálogo y la consolidación entre los hombres”. Más cortante y práctico, Garaycochea (el humorista del año, para muchos) sintetizó así lo único que no pudo concretar en el curso del año: “Dormir —llorisqueó—; un ejercicio que es gratis sólo para los muy pobres o muy ricos: la clase media trabaja mucho y dormir le sale demasiado caro. Con todo, no pierde el humor: “Las frustraciones sólo existen —reflexionó— cuando uno cree en ellas; para mí no existen. Lo que sucede es que algunas cosas que no pudieron ser este año tendrán que esperar uno más; pero no es problema: para eso sirven los años que vienen.” PUBLICIDAD 1970, según el argentino más premiado El primer premio lo recibió en 1964, cuando el jurado del II Festival Publicitario de Venecia ubicó en primer puesto su corto Idilio 4-L; siguiéndolo de cerca, su comercial Jeep IKA arrebataba el segundo premio. En 1969, el mismo festival coronaba con el León de Oro a Braniff Fútbol. Pero fue 1970 el año que consagró a Andrés Bukovinski (29, casado con la modelo Vilma Berlín) como uno de los directores cinematográficos más celebrados en el terreno de la actividad publicitaria. Una vez más, el Festival de Venecia lo decoró con el León de Oro, por Semáforo, flanqueado por el León de Bronce, que premió su comercial Esso Helechito. El paso por el Festival Publicitario de Rosario le reportó el Gran Prix —por Semáforo—, el Primer Premio —por Helechito—, mientras que los comerciales de Chevrolet y Esso Rayuelo, se adjudicaban el Segundo Premio y una mención. Tímido, atónito ante tanta celebridad, Bukovinski rehúsa los laureles de la gloria para recordar que “yo no soy absolutamente nadie sin todo el equipo de gente que trabaja conmigo’’. Pero la humildad desaparece cuando se trata de hablar del nivel general en la Argentina: “Publicitariamente, estamos entre los países que mejor trabajan. Hace siete años que voy a los festivales y sé que hoy podemos asistir con la plena confianza de estar haciendo bien las cosas”. —Para usted ¿la publicidad es un arte? —No sé; no me preocupa. Yo simplemente lo hago, sin interesarme la etiqueta. Otras cosas son las que sí parecen importarle. La calidad, por ejemplo. “Lo importante en una película es, ante todo, que venda, pero nunca vi una película que vendiera bien sin ser buena artísticamente. Es un error separar los dos conceptos.” Según Bukovinski, la década del setenta depara fundamentales cambios. El gran avance de las comunicaciones masivas, destaca, variará inevitablemente las formas de la propaganda. “No se puede poner una publicidad totalmente traída de los pelos —ejemplifica— en medio de los noticieros de hoy, que llevan la realidad al living La publicidad debe inclinarse al realismo, ser menos escapista.” Con la seriedad de un balance, Bukovinski estima que “el año 1969 había ya señalado a la Argentina como uno de los países de mejor nivel de producción, pero, en mi opinión, 1970 fue el año publicitario argentino, no por la cantidad de premios obtenidos, sino por la madurez que evidenció todo el staff publicitario argentino, en realizaciones de destacada proyección en el exterior”. Cuando enfrenta una evaluación de las mejores películas de 1970, el director Bukovinski se tropieza con la dualidad de su condición de realizador-productor, y la de espectador-consumidor. “Como realizador —se lamenta—, me resulta doloroso el juicio técnico, porque considero que el espectador se deja influenciar muchas veces por la opinión de los técnicos v se condiciona en detrimento de la maravillosa pureza de la percepción.” Con más entusiasmo asume la posición de espectador: “Frente al televisor logro abstraerme de mi profesionalidad y me convierto en un espectador-consumidor capaz de recibir el mensaje publicitario y opinar sin deformaciones profesionales”. Desde esa ubicación, Bukovinski alista sus preferencias: en los primeros lugares se inclina por Bzz, de Philip Shave, Chicos, de Pepsi, el comercial de la competencia entre la pick-up Chevrolet y el tren y La gran tentación, de Chevy. Menciona también como sus preferidos al corto del hombre que regresa contento a su casa tarareando el nombre de su aceite, Lira, el dibujo animado de Raid, en que la polilla come sin piedad la capa del torero, el vagabundo de Sony, la serie del japonés de Atma, los amigos que hacen footing por el parque hablando del Ford, las dos películas protagonizadas por el actor Morenito para Alba y la de los audífonos Philips. El balance de Bukovinski encara más tarde los aspectos técnicos del cine publicitario en 1970: “Por parte de la mayoría de los realizadores, 1970 significó la utilización en forma consciente de los más avanzados medios técnicos, puestos al servicio de la realización publicitaria”. Revista Confirmado 30.12.1971 |