Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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INSISTENCIAS
CHEZ EVARISTO
Empezó con una carta cuyo encabezamiento versificaba: “Al señor Intendente Municipal, don Francisco Rabanal”. Felicitaba al Lord Mayor por su proyecto de conservar el edificio “en el que habría funcionado la jabonería de Vieytes”. La iniciativa radical fue arrasada, más tarde, por esa demoledora tozudez de Manuel Iricíbar: la prolongación de la avenida 9 de Julio aventó familias y reliquias.
Pero una segunda intención guardaba la esquela que firmó José María Mieravilla, 50, casado, un hijo, pintor y bancario: desde 1965 forcejea para que esa vieja casa, en Honduras 3784, reúna a las musas, a los objetos y a los recuerdos de Evaristo Francisco Estanislao Carriego, quien allí viviera para escribir Misas Herejes, y supo encontrarse con la muerte.
“Todos mis amigos sabían que mi obsesión era conseguir que la casa de
Carriego se convierta en museo y biblioteca —acepta Mieravilla—. Un día, en una reunión, me presentaron a un señor. «Este es el hombre que te puede ayudar», me dijeron. Yo estaba bastante decepcionado, porque todos prometían muchísimo y nadie hacía nada. «Tiene pinta de chanta», pensé. Aunque no de buena gana, le expliqué el asunto. «En tres días va a tener noticias», me contestó. Era Pedro Llorens, el actual Intendente de San Isidro.”
Otra carta tenía un comienzo más coloquial: “Estimado Montero”. Entre contadores (Llorens también lo es) se entendieron; el tuteo rompió vallados burocráticos, y la respuesta aseguraba: “Te pondré al tanto de lo resuelto, en cuanto tenga una respuesta efectiva”. El proyecto yacía, la semana última, en la sección Inmuebles y Concesiones. La casa —cuatro piezas, dos baños, una cocina en la planta baja; una habitación en el primer piso— es propiedad de Julio Carriego, 79, hermano de Evaristo, quien aceptó ceder el solar a la Municipalidad en 5.000.000 de pesos, “al contado y dentro de un plazo prudencial’’, aunque el comprador deberá saldar una hipoteca de 200.000 pesos.
Un italiano (Santos Maddalena), un matrimonio de navarros (Julián Salmerón, Nemetria Esquer) y una andaluza (Juana Góngora) habitan la casa, cuidan el gomero y las plantas que bordean el patio abierto; las paredes ya no soportan, dignamente, el revoque de una construcción que se terminó el 8 de octubre de 1898. Los moradores saben que “acá quieren hacer un museo, porque nos lo dijo el señor Carriego; pero si nos echan, la Municipalidad va a darnos un departamento con las mismas comodidades”.
Tal vez así sea; quizá 5.200.000 escapen del presupuesto municipal, para que Evaristo Carriego regrese, taconeando el empedrado de su calle, al Palermo que abandonó el domingo 13 de octubre de 1912, a una hora que los duendes poéticos eligen para cerrar sus ojos: las 8 de la mañana.
PRIMERA PLANA Nº 470 • 1º/II/72
Carriego
 








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