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EVOCACIONES
Socialismo: Su primer senador

Combatido a raíz de su adhesión a la revolución rusa, el primer senador socialista de América, Enrique del Valle Iberlucea, recorrió la lucha hasta perder sus fueros parlamentarios. En los primeros fuegos de otra batalla —la de trasformar al socialismo reformista en un partido socialista nacional revolucionario— la muerte lo sorprendió el 31 de agosto de 1921. Panorama lo recuerda con este informe.
enrique del valle iberluceaMark Twain, refiriéndose a la práctica política en los Estados Unidos, escribía: "Es por la bondad de Dios que en nuestro país tenemos tres virtudes: la libertad de palabra, la libertad de conciencia y la prudencia de no practicar ninguna de las dos". Ubicada en Buenos Aires, la boutade de Twain hubiera servido de guía para que Enrique del Valle Iberlucea, senador socialista por la Capital Federal desde el año 1913 a 1921, evitara los agudos problemas que debió sortear a lo largo de su carrera parlamentaria.
Nacido en España, en Castro Urdiales, el 18 de abril de 1877 (adoptó posteriormente la ciudadanía argentina), del Valle viajó con su familia para radicarse en Rosario, ciudad en la que pasó el resto de su infancia y de su juventud. En 1902, seis años después de afincarse en Buenos Aires, alcanzó el título de abogado e ingresó, con los más sólidos avales, en el partido Socialista, reducto entonces de una generación de brillantes intelectuales. Once años más tarde, en 1913, logró conquistar un escaño en el Congreso convirtiéndose a los 36 años en el primer senador socialista de América, título que siempre exhibió con recatada vanidad.
Sin embargo, su ingreso debió soportar el veto recalcitrante de José Camilo Crotto, pope del radicalismo bonaerense, quien se negó a votar el diploma de Del Valle porque la elección, según sus palabras, respondía a una "confabulación siniestra de extranjeros”. "Allí donde seas padre de familia —respondió el impugnado—; allí donde estén tus sufrimientos; allí donde has levantado un hogar está tu patria.”
Desde 1913 hasta 1917 Del Valle navegó en las aguas del socialismo romántico y reformista hasta que la Revolución Rusa le brindó a su tiempo la oportunidad de radicalizarse. Su adhesión al triunfo de los revolucionarios estalló en una oda que, aunque poéticamente pobre, saludó con fervor el advenimiento de la nueva era. Pero no estuvo solo ya que Alfredo Palacios, en su cátedra universitaria, proclamaba entonces que la Revolución Rusa era más importante que la Revolución Francesa.
Además, las posiciones del senador estaban apuntaladas por el pasado histórico argentino. La lectura y análisis de Carlos Marx cobró sentido, y en 1920 anunciaba: "La revolución se hace cuando existe la paz por medio de la violencia, para destruir la clase oprimida los privilegios de la clase opresora”.
Si su presencia en el Senado fue motivo de irritación para sus adversarios, no lo fue menos dentro del partido, pero Del Valle ya no pudo detenerse en su total vuelco a la izquierda. Si algo lo indignaba después de 1917 fue que su partido conviviera “con los tránsfugas” de la Segunda Internacional que, a la postre, se convirtió en la piedra de toque que dividió las opiniones dentro del socialismo argentino; se dudaba sobre la conveniencia de permanecer en ella o de pasar a las filas de la Tercera Internacional convocada por Moscú.

EL CONGRESO. La actividad desarrollada por Del Valle Iberlucea en favor de la Tercera Internacional urgió a las autoridades socialistas a llamar a un Congreso para decidir el rumbo futuro; se realizó a partir del 9 de enero de 1921 en Bahía Blanca. Juan B. Justo fue elegido para presidirlo por 4.325 votos contra los 4.082 que obtuvo Augusto Bunge, quien apoyó la tesis de Del Valle de abandonar la Segunda Internacional para ingresar en la Tercera.
Durante ochenta minutos, el día de la inauguración, Del Valle habló para explicar la necesidad de cambiar de Internacional, señalando las falencias en que incurría en su programa mínimo de reformas. "No podemos escapar a la influencia de los acontecimientos que se desarrollan en el Viejo Mundo —dijo ante un auditorio inquieto—. No podemos, por otra parte, separar la cuestión de la Revolución Rusa de la Tercera Internacional.” A los más temerosos los calmó con la posibilidad de que la adhesión al organismo marxista no significaba el estallido inmediato de la revolución en la Argentina. "Pero el socialismo —les avisó— ha entrado en el período catastrófico de la revolución. No puede negarse que existe en el mundo entero un estado revolucionario al cual no podrá escapar nuestro partido.” Finalmente, su proposición fue derrotada por 5.013 votos contra 3.650, diluyéndose las esperanzas de ingresar en la Tercera Internacional, pero logró, por lo menos, que el partido renunciaría a permanecer en la Segunda.

EL DESAFUERO. Al fracaso sobrevino la sorpresa de un proceso parlamentario por difundir y gestionar el ingreso a un organismo extremista, impropio de los fueros de un senador nacional. Antonio Bustamante, quien siguió de cerca el desarrollo del Congreso, denunció ante el juez Miguel Jantus lo que consideraba escandaloso y que encuadraba a Del Valle en la ley 7029 en sus disposiciones sobre el desconocimiento de la Constitución y la ofensa a los símbolos de la nación. Reseñando los sucesos, Emilio Marenco, juez federal de Bahía Blanca a quien Jantus remitiera las actuaciones, creía “suficiente los fundamentos de la denuncia para fundamentar el petitorio del desafuero”. Bustamante, a su vez, alegó que con su denuncia “velaba por la patria, por el orden y por sus leyes, medida que tomo, no sin honda pena, ante la indiferencia de mis contemporáneos".
Cuando la denuncia, seguida del pedido de desaforo entró en el Senado el 27 de enero de 1921, se produjeron algunos incidentes, pero sólo en las sesiones del Senado del 25 y 26 de julio de ese año fue tratado en extenso y Del Valle asumió su defensa.
"He dicho que los gobiernos no pueden coartar la libertad de pensamiento y de palabra porque están por encima de todas las leyes humanas”, espetó a sus pares. Su defensa constituyó también un martirio físico para Del Valle; el cáncer instalado en su garganta meses antes deformaba su voz, y por momentos la trasformaba en un gruñido desgarrador. Al final de su alegato¡ al día siguiente de iniciado, con un tono empastado y ronco dijo señalando a todos: "No temo la decisión de los señores senadores, de los jueces; sé cómo piensa la mayoría de ellos y por tal razón no puedo, al terminar, sino repetir la frase célebre: En vano busco entre vosotros jueces, pues sólo encuentro acusadores. ¡La suerte está echada!” La resolución de la Cámara fue escueta y cruel: “Habiendo los dos tercios de votos de los miembros presentes del Honorable Senado, quedan allanados los fueros del senador Del Valle Iberlucea”. Treinta y seis días más tarde, el 31 de agosto de 1921, el cáncer acabó con Del Valle convirtiéndose la muerte, de esa manera, en el mejor aliado de sus adversarios.
PANORAMA, AGOSTO 31, 1971
 
 

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