Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Chamical
CHAMICAL, LA RIOJA
LOS DOMADORES DEL CIELO
Enclavada en una inhóspita zona del noroeste argentino, la base coheteril meteorológica de Chamical realiza investigaciones de vanguardia en el campo de la previsión del tiempo

Tierra casi desértica, histórico escenario de las legendarias montoneras, La Rioja fue siempre concebida por los argentinos como una región marginal, poco menos que condenada al subdesarrollo y al éxodo crónicos.
Cuando, tras volcar en la ruta 38, unos cuarenta adolescentes lo ayudaron a salir del coche, sumaron sus fuerzas para volverlo a la posición normal y recogieron los objetos diseminados por la banquina (valijas, ropa, dinero), Héctor Galino (35 años, viajante de comercio) preguntó azorado: “¿De dónde salieron ustedes? Hace más de tres horas que viajo sin ver un alma”. Le señalaron unos arbustos espinosos que se levantaban obstinadamente en medio de aquel desierto agobiante: “Somos puesteros, señor”.
Todo el llano de La Rioja está cubierto de puesteros. Arman sus chozas en algún monte sediento y allí crían cuatro o cinco animales esqueléticos mientras sueñan con una lluvia que casi nunca llega.
“No, gracias, señor”, respondieron unánimes. El viajante volvió a guardar ese dinero que no le servía para demostrar su gratitud a los niños: “Entonces elijan cualquier cosa de la que hay dentro del coche”. A uno de los changuitos se le iluminaron los ojos y, señalando un bidón de plástico, balbuceó: “Un poco de agua, señor”. Mientras el grupo se alejaba disputándose el preciado bidón, un sordo temblor sacudió la tierra reseca. La afilada silueta de un cohete ascendió vertiginosamente hacia el espacio dejando a su paso una estela de fuego blanquecino. Galino recordó que estaba en Chamical, una tierra de contrastes.

Siglo XXI
Un gran arco de cemento emergiendo de un páramo calcinado por el sol y un cartel que reza “Bienvenidos a C.E.L.P.A.” establecen el límite donde la mansedumbre riojana se trasforma en vértigo. El próximo 27 de junio el Centro de Experimentación de Lanzamientos de Proyectiles Autopropulsados cumple siete años de vida; un lapso que alcanzó para ubicar a la Argentina entre las quince naciones más des arrolladas en la investigación de proyectiles autopropulsados, a un mismo nivel con Suecia, Japón, india, Pakistán y Australia.
La base de Chamical, donde funciona CELPA, era utilizada antiguamente para maniobras y ejercicios de bombardeo. Casi todas las casas del pueblo ostentan aún sobre sus paredes las grietas producidas por las poderosas bombas que los Avro-Lincoln dejaban caer sobre las salinas. Hoy, su actividad es más intensa y variada, a pesar de que todavía pasa gran parte del año sin ser visitada; sus períodos de esplendor son los que coinciden con los lanzamientos.
El jefe de la base de Chamical, vicecomodoro Walter Gerlero, acompañó al enviado de SIETE DÍAS hasta la zona de los lanzamientos. Una hermética casamata de hormigón era el primer signo de que el desierto despertaría de su sopor. Pero lo atípico no iba a terminar ahí: un resplandeciente furgón telemétrico, radares cineteodolitos, medidores de viento a ras de tierra, cámaras cinematográficas de alta velocidad, globos meteorológicos y,’ en el centro, la vedette: la rampa móvil hidráulica (diseñada y construida por los técnicos de DINFIA), con su pluma de 8 metros, sobre la que reposaban los 100 kilos de un cohete Orion fabricado en el país.
Dentro del rojo cuerpo de dos metros setenta de largo se comprimía el propulsante, listo para ser detonado. Un extraño ballet tecnológico movía, regido por órdenes nerviosas, a más de 300 personas, anticipando “la hora cero”.
La técnica del lanzamiento impone una interminable serie de medidas de control y verificación. Cuatro horas antes del disparo el meteorologista practica un sondeo de gran altura; una hora más tarde el encargado de la cuenta regresiva ordena el primer sondeo de baja altura y se traslada el furgón telemétrico; otra hora más y se controla que todo el personal ocupe sus puestos, se traslada el cohete a la rampa y se practica un nuevo sondeo. A medida que crece la expectación los plazos se hacen cada vez más breves. Los altoparlantes ordenan: “Personal de cineteodolitos: inicie despliegue”; 20 minutos más y el cohete ya está listo para el disparo; otra media hora y suena el top (indicador automático). El top sirve para controlar el circuito de disparo y emplazar definitivamente las cámaras de alta velocidad junto a una profunda trinchera. Luego se verifica la comunicación con todos los puestos.
Faltan 45 minutos: “Colocar iniciador, controlar tensión de batería de disparo, sondear por tercera vez a baja altura”. Quince minutos después: “Cargar película, comenzar a erguir la pluma de la rampa, realizar cuarto sondeo.” Faltan 22 minutos: el sol del mediodía cae verticalmente sobre la despejada zona de lanzamiento. “Top de menos quince” anuncian los altavoces. Se vuelven a controlar todos los equipos y sistemas de comunicaciones. Top de menos diez: “Conectar iniciador, dar basculación a la rampa, replegar vehículos”. Top de menos cinco: “Conectar telemetría, verificar recepción de señal; silencio de radio; retirar la llave de la línea de fuego, replegar equipos”, ordena la voz, que se ha ido tensando, insensiblemente, como los hombres.
“Menos de un minuto”, una inofensiva llave yale colocada sobre el tablero de disparo asegura que no pueda oprimirse el botón de disparo “por error”. En medio del silencio, la orden de verificar ráfagas y vientos de superficie parece un contrasentido. El puesto telemétrico da su definitivo okey. Se inicia la cuenta final. Una nube roja virando al amarillo abraza la pluma. De allí surge vertical el Orion. Suelta un bramido y se incrusta en el cielo totalmente azul. Cinco minutos después se recogen los resultados; sobre la rampa el humo termina de disiparse.
El vicecomodoro Walter Gerlero recién afloja su tensión cuando conduce de regreso el jeep rumbo al Casino de Oficiales; sobre el campo trotan asustadas una cuantas vacas, que se crían allí de acuerdo a un “plan de autoabastecimiento”. El cronista de SIETE DÍAS vuelve a pensar en los contrastes. Pero muy pronto podrá comprobar que esas contradicciones no lo son tanto: al margen de los períodos de lanzamiento, la dotación de la base (unos 350 hombres) debe vivir en un medio extremadamente hostil. Las prácticas de agricultura y ganadería ayudan a tener la mente ocupada, al mismo tiempo que proporciona alimentos que de otro modo habría que traer desde Córdoba.
Quizás sorprendería saber, al argentino acostumbrado a subestimarse, que el cohete Orión es comprado a DINFIA por la NASA, a quien le ha dado excelentes resultados en sus investigaciones espaciales. El hombre común, influido por los gigantescos artefactos que cada tanto lanzan Estados Unidos y la URSS. suele calificar despectivamente de "cohetitos” a los disparados desde Chamical; en general, se supone que el espacio es apenas un medio para que el hombre flote, o el único camino que lleva a la Luna.
Quizás por eso ninguno de los expertos argentinos se molesta cuando alguien les dice: “Ah, usted también tira cañitas voladoras”. "Si descubriéramos que un simple petardo puede poner en órbita un laboratorio completo, lo lanzaríamos sin complejos”, afirma el doctor en física Horacio Bosch, jefe del Laboratorio de Radiaciones y Alta Atmósfera del Instituto de Investigaciones Aero Espaciales (IIAE).
El espacio no es solamente la ruta de un viaje a la Luna ni el estrépito de un cohete ascendiendo. Es la atmósfera y la ionosfera, el régimen de viento, la meteorología total. La Tierra está sometida directamente a la acción solar. Variaciones de actividad, emisión de partículas energéticas, fluctuaciones del campo magnético, manchas, explosiones, reacciones nucleares, afectan la vida del planeta. Todos estos fenómenos se miden con la ayuda de esas "cañitas” disparadas desde Chamical. Aún no se llegó a la segunda etapa. Sin embargo, el doctor Bosch es optimista: "No se puede predecir cuánto falta para que la Argentina construya y ponga en órbita su propio satélite, pero no ha de trascurrir mucho tiempo.” No sólo en la seguridad del doctor Bosch se advierte ese nivel científico: la demanda extranjera, las casi cotidianas proezas que se realizan en los centros especializados argentinos, los convierte en líderes sureños de la investigación espacial.
Hasta el momento, en CELPA se realizó un solo vuelo tripulado: Celedonio, un aterrorizado ratón, pagó con su vida el privilegio de ser un pionero del espacio; el paracaídas que debía devolverlo a la superficie quedó enredado en el cohete y el animalito se estrelló en las Salinas Grandes. Sin embargo, todo el instrumental (diseñado y construido en el Instituto de Investigaciones Aero Espaciales) funcionó normalmente, registrando durante el vuelo de Celedonio, un cardiograma, un gráfico de su ritmo respiratorio y la temperatura interior de la cápsula.
Versiones no confirmadas aseguran que este año se lanzará desde Chamical un cohete tipo Riget que llevará a un mono a 500 kilómetros de altura.

Siglo XVII
El busto del Chacho Peñaloza sobre su escritorio demuestra que el vicecomodoro Gerlero (nacido en General Pico, La Pampa) está identificado con las tradiciones de La Rioja. Cuando deja de mirar hacia el espacio, todo su fervor se vuelca sobre Chamical. La asistencia que presta la base a la comunidad ha sido un factor importante para que Chamical se trasforme en la tercera ciudad de La Rioja: "Yo no hago más que continuar la obra de los jefes que me precedieron”, apunta con modestia. Sus hombres dedican gran parte de sus horas a combatir los dos peores azotes de la zona: la sed y el mal de Chagas. Permanentemente, camiones cisternas recorren los llanos llevando agua a los sufridos puesteros, mientras que otras brigadas se dedican a la gametización periódica de los ranchos, para combatir a la temible vinchuca. Los ómnibus de la base llevan diariamente los niños a las escuelas y en la enfermería se atiende a la población cuando el hospital local resulta insuficiente. Los sábados y domingos, prácticamente todo Chamical concurre a disfrutar del único esparcimiento: el cine de la base.
Pero a pesar de ser la sede donde se realizan las experiencias con que la Argentina confirma su vocación de futuro, Chamical, como gran parte de La Rioja, continúa aferrada a un pasado que en algunos casos se remonta a la época de la colonia. "Llegó acá como los conquistadores, vistiendo uniforme, impartiendo órdenes con fuerte acento español”, se indigna Américo Torralba, que alterna la atención de su librería con el periodismo. Se refería a Vicente Navia, quien tres meses atrás llegó a Chamical, se paró en la plaza secundado por dos aláteres y voceó como para que nadie dejara de oírlo: "¿Así que todo esto es mío? ¡Qué bueno,, hombre, me lo han pavimentado y todo!” Aludía a la ciudad de Chamical y nadie le hubiera dado importancia si al día siguiente Navia no se hubiese puesto a alambrar cuanto campo encontraba a su paso, manifestando que eran de su propiedad.
Ocurre que en el departamento Gobernador Gordillo (al que pertenece Chamical) nadie puede obtener créditos bancarios para cultivar los campos por carecer de títulos perfectos.
Junto a la alambrada recién puesta, Navia, vistiendo un vistoso uniforme de ex combatiente de la guerra española, comunicaba a los poseedores de la tierra que él era el legítimo dueño y que les daría títulos perfectos de los predios que poseían a cambio de un pagaré que se haría efectivo en el momento en que el interesado obtuviera el préstamo bancario, gestionado en base al título.
"La ciudad de Chamical tiene una superficie de 25 millones de metros cuadrados —explica Torralba—. Suponiendo que el señor Navia cobrara nada más que un peso el metro, reuniría la nada despreciable suma de 25 millones de pesos. Esto, con respecto a la superficie de la ciudad exclusivamente.” Pero según manifestó públicamente, el ex combatiente adquirió a su antiguo dueño, Juan Manuel Berger, no sólo la legua cuadrada de Chamical, sino también la Merced de la Hedionda de Abajo y derechos y acciones de la Merced Diego de Arroyo, con lo cual el negocio de las escrituras llegaría a cifras que alcanzarían mayor altura que los cohetes del CELPA.
Algunos pobladores! se dejaron convencer por el deslumbrante uniforme de Navia y la esperanza de obtener créditos; otros lo amenazaron con ahorcarlo utilizando sus propios alambres; finalmente intervino la policía y suspendió los trabajos, con lo que Navia ve esfumados los cinco millones de pesos que invirtió en la compra de postes y alambre. Pero como Navia jura haber comprado la "Merced” de buena fe, recurrió a la justicia, la que tendrá que decidir finalmente quién es el legítimo dueño de las tierras?"
¿Qué es una Merced? Es una donación de tierras que en el siglo XVII otorgaba el rey y que, en base a una insólita falta de legislación adecuada, aún hoy sus poseedores o herederos pueden alegar para atribuirse la propiedad de la tierra.
Mientras aguardaba en el taller que le reparan el coche para poder continuar su camino, el viajero Galino pensaba en esta otra contradicción de Chamical que, al mismo tiempo que se debate entre una polvorienta legislación que frena su progreso, es, también, una ventana argentina que da al futuro.
Revista Siete Días Ilustrados
28.05.1968
Chamical

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