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Para la Argentina de mañana
Alguien que derrotó al fracaso EL periodismo casi siempre es aventura. Posiblemente el mérito de Héctor Ricardo García consista precisamente en haberse convertido en empresario de una aventura. Hace algunos años, cuando era apenas un reportero gráfico, lo obsesionaba la idea de aplicar un nuevo concepto a la actividad informativa. Sus ideas consistían en tratar de dar “contenido espectacular a la noticia” (practicar el periodismo-verdad hasta sus últimas consecuencias) y cubrir el desarrollo de los hechos en cualquier lugar donde estos se produjeran. Muy pocos creyeron en la factibilidad de sus proyectos, pero logró el apoyo de algunos que le suministraron el dinero para comenzar. En uno de los primeros números de la revista “Así” (la primera de sus creaciones) incluyó un reportaje a Juan Perón, en ese entonces —1955— exiliado en el Paraguay. La edición se agotó y hubo que reimprimir una nueva tirada equivalente. En la actualidad “Así” tiene tres ediciones semanales, caso único en el periodismo de habla castellana. Años después fundó “Crónica”. Superando inconvenientes logró ubicar al diario —que se vende solamente en la Capital Federal y Gran Buenos Aires— entre los de más circulación de la Argentina. No llega actualmente a los 40 años de edad. A pesar de su juventud controla un complejo informativo formado por dos revistas, un diario, una emisora radial y un canal de televisión (hace poco tiempo adquirió la mayoría de las acciones del Canal 11). Los que están cerca de García afirman que posee una cualidad importante: “olfato” envidiable para saber qué es lo que quiere el público. Es capaz de calibrar una noticia acertadamente y convertirla en el eje, la motivación, de una campaña periodística. Una vez fueron introducidos en su despacho varios muchachos que le confiaron un proyecto aparentemente descabellado: el de viajar a las islas Malvinas para, desde allí, reafirmar la soberanía argentina sobre el archipiélago. No solamente se mostró entusiasmado por la idea, sino que también tomó una máquina fotográfica y se enroló en la aventura. Por supuesto, fue el único periodista que estuvo presente en el “Operativo Cóndor” para informar directamente sobre los sucesos. En esos días las publicaciones de García alcanzaron verdaderos records de venta. No quedó satisfecho: tiempo después junto a Miguel Fitzgerald (otro “invasor” veterano), se posaba con su avión particular en territorio malvinero. No todos fueron triunfos en la meteórica carrera de García. Uno de sus mayores fracasos se contabiliza en la experiencia de “Ultima Hora”. Este diario salió a la calle con la intención de copar —junto con “Crónica”— el mercado vespertino. Para imponerlo entre el público, García intentó varias fórmulas —inclusive la de convertirlo en un cotidiano deportivo—, pero las cifras de venta no aumentaron. En cuanto comprobó que estaba colocando su dinero en la supervivencia de un experimento destinado a fracasar, decidió decretar la muerte de “Ultima Hora”. La determinación la tomó en el lapso de unos minutos y le bastaron otros tantos para ejecutarla. El diario fue enterrado sin velatorio ni funerales y sus redactores pasaron a “Crónica”. Durante el gobierno de Onganía las dificultades de García se hicieron agudas. A principios del año pasado el ministro Imaz clausuraba “Así” por haber publicado fotos demasiado “realistas” sobre una catástrofe ferroviaria (ahora la sanción ha sido dejada sin efecto por orden judicial) y meses después se cerraba “Crónica”, acusada de haber informado falsamente sobre la muerte de un manifestante en Córdoba. En ese momento parecía que la estrella de Héctor Ricardo García se había apagado definitivamente. Gestiones a alto nivel (entre ellas una llevada a cabo por el casi legendario “Cholo” Peco) impidieron la “debacle”. En estos días, la Editorial Sarmiento (nombre bajo el cual se cobijan las publicaciones del “emporio García”) inauguró flamantes rotativas en los lindes del barrio de San Telmo. La empresa —por ignotos motivos— no pudo acogerse a las franquicias aduaneras que generalmente facilitan este tipo de importaciones. Hubo que abonar a la Aduana hasta el último peso de los impuestos correspondientes. Muchas veces García ha sido acusado de ser un “cultor del sensacionalismo”. Los cadáveres ensangrentados que a menudo enarbolan las planas de sus publicaciones pueden llegar a molestar. Sus métodos para ganar lectores son enjuiciados a menudo. Pero no puede dudarse en ningún momento de que es un triunfador. No carece de méritos el hecho de haber logrado sacar de la nada una realidad en expansión como la que actualmente comanda. En alguna medida se lo puede proponer como ejemplo de empresario argentino triunfador. En un país dominado por la angustia, donde la mayoría se desalienta, García ha dado una lección de optimismo. No hay que olvidarse que reinvierte sus ganancias en el país, la mayoría de las veces abriendo nuevas fuentes de trabajo. A su manera, confía en el futuro nacional, ya que su futuro personal, y el de sus empresas, está ligado —en gran medida— a lo que ocurra en la Argentina. Ese es un punto a su favor: no tiene yates fabulosos, ni vive en Miami, ni tampoco deposita sus ganancias en bancos suizos. Con el asunto de la televisión ocurrió algo parecido. Hizo sus primeras armas en Canal 9, siendo despedido por Alejandro Romay (de allí nació una enemistad que a veces tuvo contornos violentos). La expulsión no lo amilanó y decidió probar suerte en la televisora estatal, donde llegó a encabezar un programa “ómnibus” periodístico-musical, que estuvo muchos meses en pantalla. Para lograr efectividad en su labor no titubeó en adquirir un camión para realizar transmisiones desde exteriores. Finalmente, como no se detiene por nada, pudo realizar el sueño del “canal propio”: compró Teleonce. García es un personaje contradictorio y vital. La mejor manera de describir, aunque sea parcialmente, su personalidad es la de enumerar sus realizaciones. Los hechos que hemos relatado en esta página pueden ayudar a hacerlo. El trabajo de formar opinión, informando, es delicado y hasta peligroso. El hecho de improvisar implica riesgos notables, a menos que uno se valga de una formidable intuición. Como hemos dicho, se puede llegar a disentir fundamentalmente con los métodos de Héctor Ricardo García, pero también es obligatorio reconocer su trabajo, su vocación por la noticia. Cientos de personas, vehículos, aviones, los más modernos medios de comunicación, fueron puestos por él al servicio de la tarea de informar. Más allá de la conclusión negativa o positiva a que se pueda llegar sobre la valoración del personaje, hay que admitir que García consiguió algo fundamental: anular al fracaso. Es un triunfador innegable. Eso ya significa bastante. EXTRA 12/1970 |
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