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crónicas del siglo pasado

norma y mimi pons
Testimonios
HERMANITAS PONS: el amor al prójimo

Kado Kostzer y Marcial Berro consumieron semanas enteras en indagar las vidas de Ester Palmira y Norma Delia Orizi, dos espigadas rosarinas que todas las noches porteñas pasean sus cimbreantes figuras bajo las luces del espectáculo revisteril. Han conseguido, quizá, lo que deseaban desde chicas: el aparente poder de ser admiradas. Han logrado también ser primeras figuras del cine, el teatro y la televisión. En ese mundo que por naturaleza necesita consumir permanentemente para vitalizarse, donde la renovación es una regla estable, las platinadas Norma y Mimi Pons —que de ellas se trata— son de alguna manera un, ejemplo más —curioso y significativo— de la sigilosa lucha que viven millares de postulantes a ese escalón llamado éxito. Su infancia provinciana, la llegada a la ciudad que no las espera, la incursión en el mundo de la farándula y —por fin— el cotidiano placer del estrellato, componen un fenómeno —más humano que artístico, por cierto— que Panorama no ha dejado de atender.
En cada palabra, en cada pensamiento de las Pons se vislumbra otra realidad menos venturosa: la de aquellos que nunca han pisado —ni pisarán— las tablas del escenario y que escapan a la rutina sin alternativas de una vida empobrecida alimentándose de una fantasía de estuco. Los autores de esta nota buscaron hasta los matices casi imperceptibles para trasmitir tan sutiles entretelas.

LOS MARTES: DAMAS Y NIÑOS. Lucía de Orizi se aproxima a la boletería del cine-teatro Olimpo y saca tres entradas. Ester Palmira, de 10 años, mira con asombro las carteleras: Blanquita Amaro trata de zafarse de las manos de Thorry que quieren estrangularla. Norma Delia, de 12 años, hunde sus dientes en un fresco turrón.
En la casa de la calle Sucre (Rosario) las hermanitas Orizi se aprestan a ir a la cama. La voz de Lolita Torres (La niña de fuego, La hermosa mentira, Más pobre que una laucha, Novia para dos, La edad del amor, 40 años de novios, Pimienta, Joven, viuda y estanciera) brota de la radio; mientras cepilla su pelo, Norma, al compás de la música, la acompaña. Ester mueve los espejos del botiquín del baño y descubre que su rostro bellísimo puede repetirse una y mil veces desde distintos ángulos; , recuerda y puede repetir todos los parlamentos de Zully Moreno en la película que vio a la tarde.
Ester (imitando a Zully Moreno). —Ya no me interesan tus joyas, pagué un precio demasiado alto por ellas... (Arranca de su muñeca un reloj de pulsera que cae hecho trizas. Ester piensa que su madre, al buscar al día siguiente la alhaja, se enojará; es la tercera vez que la rompe.)
MONJA O ARTISTA. Prolijamente ubicadas en tres hileras y por estatura las alumnas asisten a la clase de religión. La hermana Angélica pregunta a sus discípulas qué van a ser cuando sean grandes. A su turno, desde el último banco, Norma Delia, incorporándose con respeto, responde: Yo seré artista o monja, hermanita.

LA BELLEZA. 21 de septiembre de 1962: baile organizado por la Municipalidad de Rosario. Un tanto incómodo en su lustroso smoking, el speaker anuncia a la postulante N° 13: Ester Palmira Orizi, 16 primaveras, maestra de piano, estudiante de magisterio y profesorado de danzas, artista de LT2 y LT8 de esta ciudad; admira a Tyrone Power y a Zully Moreno; sus músicos preferidos son Rachmaninoff y Gardel; medidas: 100-60-100; altura: 1,18 centímetros. A un costado de la improvisada pasarela, Norma descubre que este año su rango será el de primera princesa; pero no importa, la reina dormirá en su cuarto.

A ESTA HORA, EN ESTE DIAL: MIS HIJAS. Con los ojos puestos en la enorme radio que imita a una catedral, Lucía de Orizi escucha el programa en el que sus hijas trabajan, y piensa: Y si quieren ser artistas, que sean... pero que estudien ... quiero que lleguen por su trabajo, por sus esfuerzos, por sus condiciones ... por sus sacrificios; sólo así serán recompensados; los grandes artistas han sufrido mucho... si el teatro es su destino yo lo acepto. Por tercera vez sus hijas participan en la versión radial del sainete El conventillo de la Paloma; Norma es, como siempre, La 12 pesos, y Ester, La Paloma.

AQUELLA VEZ. En su camita color rosa con sábanas bordadas, Ester llora desesperadamente; el motivo: La negativa de sus padres ante la propuesta del actor y director Narciso Ibáñez Serrador para llevarla a España y convertirla en una estrella.

LA JUBILACION. Calle Corrientes (Capital Federal). Norma ha venido a Buenos Aires acompañando a una veterana actriz característica: María Castro, querida y admirada por el público rosarino que la ha seguido en sus variadas creaciones (turcas, gallegas, tartamudas, inglesas, gringas, jorobadas, millonarias, mendigas, madres, prostitutas, gitanas, aristócratas, judías, sordas, ciegas, viejas verdes, intrigantes, monjas, madamas, reinas, porteras, amas de casas, borrachas...). Son las 8 y media de la noche; los hombres se asombran con la visión de la adolescente Norma, que si bien viste aún como una niña, tiene cuerpo de mujer. Ambas se ríen y ruborizan ante los piropos que, asomándose de las pizzerías, dicen los muchachos: ... Mamita, te la cambio por papito... ¡De qué bazar te escapaste, muñeca!... Adiós, mi suegra... ¡Cuídamela, mamita! ... Egoísta... ¡Alhajita, a vos te venden en el Trust!... Se mira y no se toca... De qué jardín te arrancaron ... Cosita linda, mamá.

LA INUNDACION. El río Paraná, una vez más, se ha desbordado. La ciudad de Rosario se ha inundado. En el porche de la casa de la calle Sucre, Ester, a pesar de que el agua sube 30 centímetros, no deja como todas las tardes de salir a tomar aire. Para no mojar sus pies los apoya en un banquito. Con un par de sandalias de taco en una mano y sosteniendo el vuelo de su solera con la otra, se acerca Norma, chapoteando.
Norma. —¿Sabes una cosa? El lunes nos vamos a Buenos Aires. Aquí ya no tenemos nada que hacer.
Ester. —Qué suerte, viernes, sábado y domingo para despedirse de los amigos.

LA LLEGADA. Un mundo de gente va y viene por el andén Nº 13 de la estación Retiro. Por una de las ventanillas del vagón, Ester alcanza las valijas a su hermana; los hombres que están a su alrededor les ofrecen su ayuda; ellas la rechazan. En ningún momento quieren olvidar las recomendaciones hechas por su madre antes de la partida. Las esbeltas figuras de Norma y Ester (en adelante Mimí) se destacan en el inmenso hall plagado de quioscos que ofrecen muñecas.
Mimí (cargando dos valijas y su muñeca de color a quien bautizara, cariñosamente, Carbonilla). —Sabes, Norma, estoy segura de que vamos a conquistar Buenos Aires.
Norma (con una valija y La Razón bajo el brazo). —Ay, Mimí: yo lo único que le pido a Buenos Aires es que nos dé pan todos los días; que nos dé trabajo. (Ya en la plaza Retiro y sintiendo que la noche es calurosa, las hermanitas se sientan a descansar. Los hombres, que no pueden dejar de mirarlas, revolotean a su alrededor.)
Mimí (subiendo la mirada al cielo). —Norma ..., sabés una cosa: Yo voy a ser una gran estrella ...
Norma (parca). —Ay, Mimí... qué altas están estas estrellas. Las de Rosario estaban más cerca. Si casi con las manos se podían tocar.

EL DESFILE. Una heterogénea concurrencia suspira, embelesada, por los destellos que emanan las lujosísimas creaciones del siemprevivo Paco Jamandreu. Lamés, terciopelos, créps de chine, organzas encofradas, tules recamados en
strasses, Ben-hurs, broderies, encajes, rasos y muchas otras telas más de su propia creación envuelven a las vistosas: Soraya, Penélópe, Astra, Selene, Estrellita, Silke, Wanda, Alaa, Golde, Fina, Trissi, Iverna, Cipe, Inda, Zoé, Vlasta, Delfi, Egle, Nya, Deborah, Giselle, Karla y Mimí.
Paco (dirigiéndose al público). —La divina Mimí luce con delectación golosa un modelo realizado en Ben-hur verde loro, bordado en lentejuelas que reproducen lunas morunas. Los dibujos multicolores de su capa están circundados por la nube del delicadísimo marabú rosa. Decimos gracias a la gentil Mimí, que con esta creación nos ha regodeado sin fisuras. (Mimí, desabrochándose la capa ante la mirada implacable de una cámara fotográfica escucha: Cuando esta chica rubia desfila a quién le importa la moda. Debería ser vedette.) Quien pronuncia estas palabras es el director de TV Pancho Guerrero.

EL APELLIDO. El empresario Alberto González (teatro Maipo), apoyado en su histórico escritorio piensa en voz alta. Enfrentadas a él, en un sofá, Norma y Mimí Orizi lo escuchan con esperanza.
González. —Norma, Mimí... Mimí, Lili... Lili, Lili Pons ... Mimí Pons ... Norma y Mimí Pons. Las hermanitas Pons.

EL TANGO COMO NORMA. Teatro Maipo; enero de 1966. La orquesta del maestro Panchito Cao ocupa el foso. Jorge Sobral hace su aparición por la derecha y Norma Pons, temerosa pero altiva, por la izquierda; sabe que las sandalias de tacos altos y trasparentes que le ha regalado su madre le traerán suerte.

LA PROMESA. Tres siluetas negras descienden del Chevy Super Sport dorado. Miradas cubiertas con enormes anteojos negros, espesas mantillas, abrigos, tacos bajos. Al trasponer la gruesa puerta de la iglesia de Nuestra Señora de Pompeya sólo la mayor de las mujeres conserva su única identidad. Las más jóvenes, luego de mojar sus manos blancas en agua bendita se dirigen a las naves menores. La Inmaculada Concepción mantiene fija su mirada ante la plegaria de la muchacha rubia que, incorporándose y sin poner punto final a su rezo, recuerda con mucho cariño a: Marilyn Monroe, Judy Garland, Carole Lombard, La Bella Otero, Kay Kendall, Jean Harlow, Carmen Amaya. También pide gracias para la querida Mae West.
La otra muchacha, de pelo castaño, sabe a qué santo recurrir; José el piadoso la ayudará; en su serena oración piensa en las almas de: Fanny Navarro, Elsa O’Connor, Sofía Bozán, Azucena Maizani, Camila Quiroga, Pepita Serrador, Susy Leiva y Eva Duarte.
Un mendigo que pide limosna en la puerta de ese templo asegura que esas extrañas de pelo largo, que sólo vienen una vez por mes, son NORMA y MIMI PONS. Lo suponen loco. Nadie le cree.

YO CREO QUE... Norma Pons. —Es difícil llegar ... pero mucho más difícil mantenerse. Todos nos dan más edad de la que tenemos; nadie cree que nuestra carrera en el teatro de revistas tiene apenas cinco años. A veces me da bronca no ser un boom; pero inmediatamente lo entiendo: yo estoy haciendo una carrera larga. Me gusta hacer teatro; me gusta todas las noches salir al escenario; subir las escaleras que van a los camarines y saber que tengo que cambiarme rápidamente para aparecer nuevamente en el espectáculo. Me gusta cuando entre bambalinas siento los acordes finales y el apagón del número de otro artista ... Los artistas de variedades: prestidigitadores, equilibristas, contorsionistas, ventrílocuos, gente muy disciplinada que ama lo suyo. Por eso me gustan, tenemos un mismo amor; hablar con ellos es sentirse cómplices. Casi nunca he tenido incidentes con los técnicos del teatro. Cuando estoy en escena siento que ellos también hacen fuerza reaccionando ante cualquier matiz distinto. Ahora que hago monólogos miro a la platea; eso me ha cambiado totalmente como artista; comencé haciendo que miraba a la gente, pero les tenía miedo. Ahora no sólo la miro sino que la controlo. Prefiero los problemas que se me plantean como artista y no los que surgen con otras figuras. En esta carrera hay que ser muy rápida, tanto que siempre creo que Mimí y yo somos lerdas, demasiado hormiguitas. Una vez, una conocida colega, mediante una intriga quiso perjudicarme; todo por el temor de no planteármelo a mí. Yo le dije: Escucha, muñeca... Te lo digo para tu gobierno: si vos venís por las buenas, Norma Pons se saca las plumas del final y te las da. Por las malas ninguna de las hermanitas Pons te dará nada. Una vez me invitaron a una mesa redonda con el doctor Rascovsky; él dijo muchas cosas en las que yo alguna vez había pensado, aunque deshilvanadamente. Se habló de sexo y de la revolución sexual. Parece, mentira, pero esta revolución es enemiga del teatro de revistas; es lógico que el género no haya evolucionado ... Sería absurdo moverse como una nudista de Hair con plumas y strasses. Nosotras las jóvenes, mostramos todo y no escondemos nada; Pero yo trabajo en un negocio cuyo chiste principal es mostrar y esconder justamente. He estado leyendo todo lo referente al movimiento feminista y he notado que en mi trabajo la mujer es algo como mal visto. La subestimación me molesta en todos los casos. Me revientan los artistas que
creen que la revista es un género menor. Todo lo que se hace con amor es igual de difícil. Para todas las profesiones es necesario el talento. A veces me pregunto para qué sirve el talento. He visto en mi corta carrera pasar a tanta gente; unas con suerte, otras con talento. Piazzolla me dijo en un programa radial que yo no tenía derecho a opinar porque era una vedette de Lanús; yo le contesté que de Lanús y a mucha honra; prefiero eso a ser un tanguero de Michelángelo; esto no quiere decir que Michelángelo sea feo, pero cada buñuelo a su hoyuelo. Yo soy una muchacha joven que quiere a su carrera. Los jóvenes lo hacemos todo en serio; mi sentido del humor es muy serio. A veces nos critican, nos tildan de exageradas, obvias y grandotas; qué risa, eso es todo lo que nos gusta y divierte. Leo Vanes reconoció que nosotras habíamos creado el Estilo Pons; eso nos hizo bien. Confirmamos de esa manera muchas cosas, entre ellas que hay que trabajar cada día más, y cada día que pasa notamos que todo es para el teatro. Si tuviéramos un amor no sé qué haríamos, en qué momento podríamos vernos. Pero de alguna manera me hago tiempo para leer, me gusta sobre todo la poesía, también las biografías, desde la del Che Guevara hasta la de Hedy Lamarr, de quien me gustó una frase: He cazado todo tipo de animales, pero jamás alguno que estuviese en celo. Yo, como ella, adoro todo lo natural. Nacha Guevara es una amiga, una mujer que lucha; cuando nos vemos, pocas veces, hablamos de eso: la lucha. Por momentos todo me agota. En el camarín luego de dos funciones diarias, mientras me cambio, no veo la hora de estar en casa debajo de la ducha y fregarme, fregarme. ..
Mimí Pons: Como cualquier sagitariano adoro el colorado. Todo lo rojo es rubí y todo lo verde es esmeralda. Mi número musical favorito es La tigresa. Mi hobby coleccionar muñecas de todas las razas y países; en mi cuarto dimitas y negritas viven en paz. Los coreógrafos me gustan si me entienden; si no, los siento como enemigos; es lógico: para mover bien un cuerpo hay que entenderlo. Detesto los sombreros y a los guarangos que cuando me ven desde otro auto me gritan creyendo halagarme. Soy bastante depresiva; a veces en el camarín me parece un castigo tener la obligación de mostrarme bella. Hay días en que el maquillaje me parece mugre, roña con lindos colores; otros, en cambio, me resulta supersensual. Claro, piensen que una se acaricia mientras se pinta con pincelitos, barritas de colores, cepillitos. Me gustan las cejas enormes. Cuando saludamos al público, con Norma, hacemos con los dedos el signo de la paz, gusta mucho. La gente quiere amar cada día más. Dios y los hippies tienen razón. Para crecer hay que amar al prójimo. Hacer teatro en pleno verano es lindo; me encanta el calor de Buenos Aires, también su humedad; notar que los strasses de mis corpiños están empañados por el fuego de la piel. Hacer giras no es tan lindo, pese a que siempre nos ha ido bien. En Montevideo un desconocido, en un arranque pasional, me atacó: no comprendía que no le dedicara sonrisas como en escena; mamá casi se muere del susto; recordar el incidente me causa gracia, pues un amigo que vino a defenderme terminó de rodillas ante el monstruo pidiendo que no lo matara, que él no era mi amor. Mamá y yo nos fuimos con esa visión. Visión era Zully Moreno en sus películas... ¡Qué estrellas! En el Maipo creen que fui yo la ladrona de una foto bárbara de ella; no es cierto, tengo miles más lindas. Pero a Zully me da miedo conocerla y que sea distinta. ¡Qué miedo cambiar!, si a veces me parece insoportable verme con un kilo de más. Qué será dentro de diez años cuando mire una foto del 70. Mejor no pensar en eso y preocuparme por mi carrera. Crecer en ella, que el público participe de esa evolución. Hice El sátiro al lado de Jorge Salcedo, me gusta el clima del cine, aunque nuestra industria es demasiado joven para soportarme. Para no mecanizarme, siempre que salgo a escena, imagino que en la platea hay un gran productor de Hollywood que ha venido a verme con un contrato en el bolsillo de su abrigo de astrakán marrón. En una revista de El Nacional he hecho un homenaje a Marilyn; no es una imitación y mucho menos una parodia; es una evocación nostálgica. ¡Ah!, me olvidaba, ¿saben que ni Greta Garbo ni Marilyn nunca ganaron un Oscar?

JUEGOS DE CAMARIN. Sólo el timbre que las llama a escena interrumpe sus juegos. Lucía ceba mate. Norma y Mimí retocan maquillajes y peinados mientras crece la competencia en el juego de los hermanos artistas.
Mirtha Legrand... Silvia Legrand-Joan Fontaine Olivia de Havilland-Ricardo Passano... Mario Passano-Pili... Mili-Catherine Deneuve... Franqoise Dorleac-Zsa Zsa Gabor... Eva Gabor-Shirley Mac Laine... Warren Beaty-Peter Fonda... Jane Fonda-Norma Aleandro... María Vaner-Roqui Pontoni... Eber Lobato-Pedro Sombra... Ramona Galarza-Mendy ... Elina Colomer-Lionel Barrymore.. . Ethel Barrymore-Mecha Ortiz ... Amanda Varela - María Schell... Maximilian Schell-Selva Alemán... India Aleman-Alicia Barrié ... Elsa del Campillo-Vanessa Redgrave... Lynn Redgrave-Alice Kessler... Hellen Kessler-Catherine Spaak... Agnes Spaak-Jorge Luz... Aída Luz-Silvia Mores... Nito Mores-Teré Velázquez... Lorena Velázquez- NORMA PONS... MIMI PONS.
PANORAMA, SEPTIEMBRE 7, 1971
 
 

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