Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

La marihuana acecha Buenos Aires
LA MARIHUANA ACECHA A BUENOS AIRES
¿Sabe Vd. que la marihuana está en acecho de su hija que va a la escuela normal o de su hijo que va al colegio nacional? ¿Sabe Vd. lo que es la marihuana? ¿Ha tomado las medidas necesarias para detener el peligro?
POR ARTEMIO ÁLVAREZ

Las grandes ciudades, los pueblos materialistas, los niños y las niñas bien lo mismo que las mujerzuelas, la gente de mal vivir, las masas de las naciones donde se sufre la esclavitud social o donde se goza de algún bienestar pero se carece de alguna fe, toda esa humanidad está siendo trabajada principalmente desde hace unos quince años por la amenaza de la marihuana. Por eso damos la voz de alarma a fin de ayudar a la Argentina a defenderse de un flagelo que azota a Estados Unidos y que ha cobrado pavorosa extensión en Méjico, en Cuba, en el Brasil y otros países hermanos.
Pero ¿qué es la marihuana? Es una droga, cuyo uso se convierte en un vicio, vicio que lleva a la locura, a la corrupción, al crimen, a la degeneración. Sin embargo no es eso lo horrible, sino que sus características permiten introducirse en el seno de la primera juventud, como sucede en otras naciones donde los cigarrillos de marihuana siembran el vicio entre las alumnas de las escuelas secundarias con gran desesperación de las familias, de los profesores y de las autoridades.
Hasta ahora en la Argentina el problema sólo se ha mostrado al público a través de algunos hechos policiales que no dan una idea completa del mismo y más bien lo limitan a cierto ambiente sórdido.
Hace algún tiempo en una confitería céntrica fué detenida una pareja de jóvenes, cuya extraña actitud, llamó la atención de una persona que había estado observándoles desde hacía largo rato. El jovencito alcanzaba escasamente los 20 años y la niña se hallaba aún en edad escolar y llevaba consigo libros y útiles de colegio en una valijita. Habían elegido una de las mesas de los rincones, tratando de pasar desapercibidos y luego de sorber sendos cocktails, encendieron cigarrillos que proporcionó el joven. Contra lo que es común en una pareja de la naturaleza de la que nos ocupa, cambiaron entre sí muy pocas palabras y esto, solamente al principio, cuando bebían. Desde el momento en que encendieron los cigarrillos, se produjo entre ambos un silencio absoluto. Habían echado ligeramente la cabeza hacia atrás y absorbían el humo espaciadamente y con verdadera fruición. A medida que se consumía el extraño cigarrillo, más largo y menos abultado que el cigarrillo común, en la expresión de los jóvenes se hacía evidente la progresión de un estado de éxtasis.
Nuestro observador no tuvo duda alguna y obrando con sano criterio, dió intervención a la policía. Consideró que la juventud de los protagonistas ofrecía excelentes posibilidades de cura y rehabilitación, siempre que el mal fuera tomado a tiempo. La intervención de los padres que traería como consecuencia la ingerencia policial, debía jugar un papel preponderante. En lo que se refiere a sus sospechas, fueron ampliamente confirmadas... Se trataba de marihuana...
Este episodio es mucho más común de lo que en general se cree. Desde hace ya varios años se fuma en bares, confiterías elegantes, recreos y otros lugares de esparcimiento, en una proporción que va adquiriendo caracteres alarmantes. La acción del proselitismo, inevitable en todo vicioso, se orienta principalmente hacia la juventud. Es su presa más fácil y además, la más cotizada. Un hombre o una mujer joven, a la que se haya hecho gustar el primer cigarrillo de marihuana, será en adelante un ente dúctil e incondicional, en manos del que le proporciona la droga. Este diabólico estupefaciente se empezó a hacer notable entre nosotros, a partir del año 1946 y desde entonces, la acción policial ha debido hacerse presente en numerosas oportunidades.
Otro hecho. En el tinglado de un bar de la Diagonal Norte, actuaba una cantante que había logrado concitar el interés del público en una proporción mucho mayor que la que correspondía a sus méritos artísticos. Sus admiradores, entre los que preponderaban los jóvenes, parecían sin embargo más interesados en entrevistarse con ella a solas, en los intervalos de su actuación, que en escucharla cantar. El aspecto de los interlocutores y el de ella misma, podía pasar desapercibido para cualquiera. Los empleados del Gabinete de Toxicomanía tuvieron sin embargo sus sospechas y empezaron a vigilarla convenientemente.
Una noche, en la esquina de Córdoba y Ayacucho, cuando se retiraba del bar, lograron sorprenderla en circunstancias en que realizaba una operación de venta de marihuana a uno de sus admiradores del bar, que sostenía con ella frecuentes entrevistas. Tenía en su poder 110 gramos que iba a enajenar. Los beneficios de este tráfico se aprecian fácilmente, si se tiene en cuenta que cada cigarrillo se vende al precio de diez pesos.
En procedimientos similares, fueron allanados oportunamente los bares “La Caverna” y “El Violín”. En ambos casos se logró un abundante secuestro de estupefacientes y sus propietarios fueron puestos a disposición de la justicia. Hace poco tiempo, en simultáneos allanamientos realizados en titulados “salones de baile”, en el barrio de Palermo, se lograron también otros secuestros. En el momento de los allanamientos se hallaban 1700 personas de ambos sexos, entre ellas muchísimas menores de 14, 15 y 16 años de edad.
Los dancings del bajo, sobre la avenida Leandro Alem y los cafetines de la calle 25 de Mayo, son sin embargo aun los centros neurálgicos de esta clase de actividades. Esto es consecuencia del ambiente mismo y de su vecindad con el puerto, vía natural de contrabando del estupefaciente. La acción policial es por eso muy frecuente en esos lugares y sus alrededores. En una oportunidad, observada la actitud de un grupo de bailarinas jóvenes, se las vigiló convenientemente hasta que se tuvo la certeza de que todas ellas eran afectas a la marihuana. La investigación dió asimismo por resultado la identificación y detención de las personas que les proporcionaban la droga. Resultaron ser éstos dos tripulantes de color procedentes de Australia, ambos fogoneros y un ingeniero de Jamaica, los tres viciosos consuetudinarios y además, traficantes de marihuana que introducían de contrabando, realizando pingües negocios. En otra oportunidad fué detenido un marinero español, al que se le veía mantener frecuentes y regulares entrevistas con tripulantes de otros barcos en los bares de la zona portuaria. Al ser allanado su domicilio se le secuestraron veintitrés kilogramos y medio de marihuana y mil doscientos cigarrillos ya confeccionados.
Es paradójico. El cáñamo, cuya fibra industrializada es de tanta utilidad social, es también el productor de marihuana. La droga no es otra cosa que su resina. Cultivado en regiones frías o templadas, donde el subsuelo dispone de humedad considerable, la fibra es abundante y la resina prácticamente nula. En clima cálido y terreno seco, el fenómeno es a la inversa. Abundante resina es decir marihuana y fibra pobre. Esta característica debe ser particularmente tenida en cuenta cuando se trata del cultivo del cáñamo. A las autoridades competentes, sobre todo, interesa fundamentalmente este problema.
La marihuana, droga antiquísima, ha ido siempre asociada a la alienación, el crimen, la violencia y la brutalidad. Pocos minutos ilusorios de paraísos artificiales, y luego la inevitable secuela de catástrofes morales.
“Después de algunos minutos —comenta Gautier, en su libro “El Club de los Haxixins”— una sensación de laxitud apoderose de mi. Parecía que mi cuerpo se iba disolviendo y se tornaba transparente. Y vi claramente dentro de mí al hachich (nombre de la marihuana en el medio Oriente) bajo la forma de una esmeralda que irradiaba miles de destellos. Mis visiones se hacían cada vez más complicadas y extraordinarias. Millones de mariposas con sus alas policromas, pasaban ininterrumpidamente en una atmósfera francamente iluminada. Flores gigantescas con cálices de cristal, enormes rosas, lirios dorados y plateados, elevábanse y se abrían en torno mío como fuegos de artificio. Mi sentido auditivo estaba prodigiosamente desarrollado, mi propia voz parecía tan poderosa que casi me obligaba a no hablar por temor de quebrar las paredes, o que a mí mismo me hiciese explotar como una bomba. Mas de quinientos relojes daban las horas con sus aflautadas voces argentinas. De acuerdo con mis cálculos tal estado duró cerca de trescientos años, por cuanto las sensaciones que se sucedían unas a otras, eran tan numerosas e intensas que cualquier apreciación del tiempo sería imposible. Pasado el delirio, constaté que él había durado un cuarto de hora’’.
Este estado de éxtasis que nos cuenta Gautier, en que se pierde la noción del tiempo y del espacio, va acompañado de una sensación de desdoblamiento psíquico, con aspectos esquizofrénicos y un debilitamiento general de la voluntad. El marihuanero revela de inmediato su personalidad subconsciente y sus instintos ancestrales. Durante la embriaguez, los centros subconscientes se hallan liberados de la acción inhibitoria de los centros conscientes. Por eso, cada marihuanero debe ser considerado siempre un delincuente en potencia, sobre todo, si necesita de un crimen para proporcionarse la droga.
En sus reacciones individuales, el carácter del marihuanero resulta de máxima importancia, particularmente cuando se halla en estado de embriaguez. Como consecuencia de las ideas paranoicas que se le desarrollan vertiginosamente, su sensibilidad e irritabilidad crecen en forma extraordinaria. Estados de pavor, de delirio, de excitación extrema, recrudecen a tal punto, que inevitablemente le conducen al suicidio o al homicidio. Con frecuencia los marihuaneros se sienten perseguidos y reaccionan entonces transformándose en perseguidores. En su carrera desenfrenada, atacan todo lo que encuentran a su paso. Este efecto diabólico es lo que los hindúes llaman “Amok”.
Hemos señalado que el peor peligro de la marihuana es su infiltración en la juventud escolar, lo cual sucede no solamente por la facilidad de su empleo —el cigarrillo— sino también por la facilidad de su comercio clandestino, por el proselitismo
que infunde en los viciosos y por las derivaciones de extorsión a que lleva a los explotadores.
El fenómeno ha sido ampliamente estudiado en Estados Unidos, Méjico y Cuba, donde alcanzó su máximo desarrollo antes
que se propagara con abundancia en el Brasil, otra región que ha sido su víctima. En esos países la droga se la fuma colectivamente y los fumadores forman círculos, cofradías, verdaderos clubs, en que los aficionados o socios pasan por todas las etapas de la intoxicación: embriaguez, euforia delirante, gritos, carreras, cantos soeces, actitudes agresivas, postración, laxitud, sueño profundo. La excitación llega rápidamente a un grado alucinante en que los fumadores se creen capaces de todas las heroicidades, aunque en seguida caen en el estado opuesto. Se van pasando los cigarrillos de boca en boca y pierden hasta el sentido más elemental de la higiene, de modo que no temen hacerlo con gentes desconocidas y
las más mugrientas. Después de varias sesiones pasan de la hiperestesia a un completo embrutecimiento. Al cabo de un tiempo no muy largo el marihuanero se vuelve o se revela el más cobarde de los individuos. Ha terminado ya el ciclo de su evolución y tiene que recurrir a nuevas dosis o a otras drogas en busca del paraíso perdido.
El corruptor, sea por vicio sea por comercio, trabaja acercándose a las niñas o jovencitos y ofreciéndoles un cigarrillo. Después de hacerlo varias veces ya los domina. Los tiene entonces bajo su presión porque se ven obligados a pagarle para seguir fumando y si no les alcanza el dinero, habrán de robar a sus padres. Poco a poco quedan embarcados en las más tristes consecuencias del vicio. Contra tan grande amenaza, la policía es impotente. Es decir, lucha con sus especialistas, con su continua vigilancia, tratando de detener y deportar a los marihuaneros, que suelen ser extranjeros, con preferencia tripulantes de barcos y los detienen, les somete a los jueces, los deporta, pero no es suficiente para cortar de raíz un mal que consiste en la facilidad de una droga que escapa fácilmente a toda fiscalización. No vale mucho la acción policial frente a la ligereza de las costumbres que permite a las jovencitas dejarse seducir por el placer de tomar un cocktail o un whisky, en gran parte debido a que eso es chic, viste bien y lo hacen en círculos distinguidos. Lo mismo harán con la marihuana que las introduce en los supuestos paraísos de círculos todavía más refinados.
¿Cuál es entonces la defensa? Dejamos la palabra a los padres.

Revista Argentina
01.04.1949
Marihuana
Marihuana

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