Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Luis Perlotti
Luis Perlotti
De mueblero a frentista y después a escultor

POCOS artistas son tan populares en nuestro medio como Luis Perlotti, el escultor cuyo nombre se nos ha quedado grabado a fuerza de ver tantas obras suyas esparcidas a lo largo de la ciudad y del país.
Pero debemos reconocer que, en el caso de Perlotti, su popularidad alcanza una doble dimensión. Una que podríamos calificar de extensión, que consiste en la extraordinaria difusión de su nombre, lograda por la acumulación de sus obras, por cierto muy abundantes. Pero la que más interesa, sin duda alguna, es la otra popularidad: la de su carácter de artista surgido de la entraña del pueblo, lo cual le permite interpretar fielmente el gusto de las masas tal como lo expresa en sus propias realizaciones.
Como suele acontecer en la mayoría de los artistas, existe una estrecha identidad entre el espíritu de las obras de Perlottl y su personalidad. Una identidad que se pone de manifiesto en cuanto se le conoce.
Cálido, afectuoso y efusivo, Perlotti es un hombre con alma de niño, que lo recibe a uno con abrazo amplio y cordial, abriéndose de inmediato a la charla que él desarrolla en voz alta, con la fuerza, la franqueza y la liberalidad de quien no tiene secretos que ocultar.
Rodeado de bustos, maquetas, estatuas y grupos escultóricos de todo tamaño y color, Perlotti se mueve entre ellos complaciéndose en tocarlos y palparlos con el cariño de quien siente la presencia cálida de seres vivientes. Que no otra cosa son esos frutos de su laboriosidad, hijos de la fecunda actividad de trabajador entusiasta e incansable.
Ya no es sólo el abigarrado “atelier” desbordante de imágenes y figuras, sino también los pasillos, patios y habitaciones los que resultan pequeños para contener el vasto caudal de sus realizaciones.

SURGIÓ TRABAJANDO PARA VIVIR
—Aquí tiene este busto de Quinquela Martín... Fué mi primera obra premiada en el Salón Nacional, allá por el año 1922, con la que gané el Primer Premio de ese año.
—¿Su primer premio?
—Eso es... El primero de mis primeros premios —responde con un significativo juego de palabras.
—¿Y era la primera vez, también, que exhibía en el año 1922? —insistimos en preguntarle, calculando que para esa fecha Perlotti debía ser un hombre maduro.
—En realidad, no. Ya había mandado algunas cosas. Mi primer envío lo mandé allá por 1912..., pero ya para entonces yo era mayorcito... Porque mis años jóvenes no fueron de arte, sino de trabajo rudo: ¡había que ganarse la vida!. ¡Solamente pude ingresar a la Academia de Bellas Artes cuando ya tenía casi 20 años, en 1909! ¡Tiempos difíciles aquéllos!... Tenía que mantener mi casa —era huérfano de padre— y el arte casi era un lujo... Por suerte, había empezado como aprendiz de tallista en una mueblería, y como ya me gustaba el modelado, pasé luego a decorar frentes, de modo que me iba orientando en tanto que “paraba la olla”...
Luego, una hermosa efigie de indio, recia y expresiva, exclama:
—Este es “El araucano”, mi primera obra indigenista, del año 1918... Y esta obra la “Danza de la flecha”, de 1925.
Ese rótulo: “La danza de la flecha”, nos trae un vago recuerdo. Y también creemos haber visto la figura en alguna parte antes de ahora...
—¿Esto también fué premiado? —inquirimos.
—¡Qué esperanza!.,. Esta obra, cuando la mandé al Salón, en aquella época, me la arrumbaron en un rinconcito... ¡para que no se viera! Los jurados de aquel tiempo no querían saber nada de gauchos ni de indios... Pero entonces salió Soiza Reilly, indignado, protestando en unos artículos en las revistas, y se produjo un revuelo... Resultado: ¡el gobierno de Entre Ríos compró la obra y la colocó en el parque Urquiza de Paraná!
Seguimos viendo imágenes indígenas:
—Esta es la “Niña del Cuzco”, que me premiaron en el Salón Municipal de 1923, y éste es “El acullico” y “La oración”, que también fué premiado con medalla de oro en la Exposición de Sevilla...
—¿A qué se debe su predilección por las figuras indias,
—Eso también forma parte de mi vida... Porque lo que ocurre es que cuando yo era muchacho tuve un empleo en la Dirección Nacional de Bosques como dibujante. .. Yo trabajaba entonces con el Dr. Eduardo Holmberg y con don Juan B Ambrosetti, dos sabios... Con ellos recorrí todo el país, desde el Chaco a la Patagonia... y me familiaricé con los Indios, con quienes conviví y alterné durante años. Así aprendí a conocerlos y a quererlos... Y por eso es que me gusta tanto plasmarlos en la madera y el mármol, reflejando sus rasgos tan hermosos...
Mientras se expresa de este modo, Perlotti se emociona y se entusiasma, trasluciendo la sinceridad de su sentimiento, esa misma sinceridad que le ha permitido triunfar en su arte.
Pero no es una cuerda monótona la suya. Por el contrario, su capacidad multiforme se manifiesta en una variada gama de géneros. La estatuaria argentina se ha enriquecido pon numerosas obras suyas que lo han consagrado en numerosas ocasiones. Así, en 1927 ganó el segundo premio del monumento a Humahuaca (cuyo primer premio obtuvo Soto Avendaño). Y en 1938 realizó para Corrientes el monumento a Mitre, En Mendoza le asignaron el primer premio del monumento del Manzano Histórico (a cuya sombra se efectuó el encuentro entre San Martín y Olazábal).
Fué también en Mendoza donde ganó en 1951 el primer premio para el monumento a la Confraternidad Italo - Argentina, ubicado en la plaza Italia de la capital cuyana, y ese mismo año obtuvo también en Mendoza el premio por su monumento a Sarmiento, a ejecutarse aún.
Todavía podrían citarse algunas obras más, como los monumentos a Rawson y al teniente general Ricchieri. y tantas otras muestras del arte de Perlottl que consagran su valer y sus méritos. Pero él mismo prefiere abrir un compás de espera, un paréntesis de suspenso, con referencia a su nueva obra, la más Importante quizás de todo su haber artístico: el monumento al General San Martín, a erigirse en Mar del Plata, y cuya realización tiene a su cargo. De éste prefiere no hablar hasta que lo haya realizado.
—Esperen a que lo haya terminado y ya veremos. —nos dice—: creo que ésa será mi obra definitiva, porque ella expresará no solamente el homenaje de admiración de un artista, sino también la gratitud de todo un pueblo.
Caras y Caretas
06/1955
Luis Perlotti

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