Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Actrices
La verdad contagiosa

nacha guevara“Cuando uno vende salchichas por televisión, sonriendo con entusiasmo ante la cámara, todo se empieza a confundir.” La sofisticada modelo, una de las más encumbradas por los anuncios de Buenos Aires, en realidad nunca vendió salchichas. Pero a Nacha Guevara (25 años, un hijo de 3, casada con Norman Briski), esa frase le surge espontáneamente y le sirve con exactitud para expresar un perturbador conflicto, aparentemente sin solución. Porque la verdadera pasión de Nacha Guevara no es su oficio de mannequin, que ella sobrelleva con una gracia nada común, sino “un manchón que hay por allá —confiesa, señalando una zona imaginaria—: es una fe en la apertura a un teatro nuevo, que hace a mucha gente tirar para ese lado”.
Aunque el teatro no es un viejo conocido para esta reciente actriz, que se inició el año pasado con dos breves papeles en Locos de verano, de Laferrére, esa declaración es algo más que una mera enunciación de principios: su conducta la respaldó con desusada perseverancia. Desde ese comienzo, que la reveló como poseedora de recursos escasamente explotados, sólo intervino en dos obras cortas de un mismo espectáculo (Los triángulos, en el Teatro 35), donde pudo enriquecer a su personaje de Franca, esposa equívoca y superficial imaginada por Eduardo Pavlovsky para su Acto rápido, y logró imprimir la inquietante magia que requería la Mujer Nº 2, en Opus de Samuel Beckett.
Esa experiencia, la primera realmente valedera, le sirvió a Nacha Guevara para consolidar una singular vocación histriónica. “Desde entonces aprendí que sólo un apretado trabajo de equipo puede obtener el fenómeno del contagio —reconoce—; ese contagio que tiene que instalarse en la médula del teatro para darle una nueva fuerza, capaz de hacer que la gente padezca la ceremonia teatral sin saber lo que le pasa. Pero que le pase, sin pensarlo.”

Mester de juglaría
Al tiempo que espera materializar el ansiado fenómeno del contagio, participando en un espectáculo de Teatro de la Crueldad (Artaud 66), que asaltará al público del Instituto Di Tella desde junio, Nacha Guevara consuma otra conquista, acompañándose con su guitarra. Tentada por la primitiva seducción del trovador George Brassens, que convulsionó en pocos años a una multitud de intelectuales franceses amantes de la iconoclasia, intenta conmover al público vespertino de Canal 11 cantando auténtica poesía: con una inspiración que no oculta su parentesco con las baladas del hirsuto francés, los poetas Rodolfo Alonso, Miguel Brascó, César Fernández Moreno, Francisco Urondo y Carlos del Peral, en colaboración con los músicos Víctor Proncet y Oscar López Ruiz, se han constituido en el staff proveedor de canciones a la juglaresca Guevara. “No lo hago solamente por snob —insiste—, tengo otras razones: la poesía se muere en los libros y la música es, tal vez, el único medio de hacerla llegar a la gente.” La curiosa combinación de glamour y empecinamiento, que impulsó hasta ahora a Nacha Guevara, permite imaginar que sus empresas no quedarán demoradas en el terreno de la fantasía.
revista Primera Plana
22.03.1966
 








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