Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

paracaidistas femeninas
"No saltar sería quitarle todo encanto a nuestras vidas..." afirman cuatro paracaidistas argentinas
por Julián Centeya

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Pie de fotos
-Todo está listo para que la máquina enfile su destino de cielo. El aviador ha dado la orden y Blanca Margarita Carrosso nos dice, con su actitud serena, que todo será cuestión de segundos. “En seguida bajo”, agrega valientemente.
-Danielito, el pequeño hijo del matrimonio de paracaidistas Del Bon-Carrosso, está entretenido. Irma Cayuela hace de la rueda de la máquina su cómodo asiento para un delicado retoque pleno de femineidad a sus pintados labios.
-Elida Pino, Irma Cayuela, Blanca Margarita de Carrosso —que lleva de la mano a su pequeño Danielito— y Celia Gómez, cuatro valientes muchachas del aire, que cuentan elefantes sin dejar de sonreír con gran naturalidad.
-La cámara fijó el excelente salto de la paracaidista señorita Ana María Sherrer desde una altura aproximada de 800 metros. En su estilo impecable está la convicción de su total seguridad, fruto de un aprendizaje correcto y disciplinado.
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LLEGAR al cielo volando para dejarlo de un salto. Y si a ello se une eso de adorable que tiene cada muchacha que soluciona, contando elefantes, la renovada proeza, se obtiene que el paracaidismo es otra de las maravillosas excusas que las mujeres pueden esgrimir para solucionar con toda facilidad, lo difícil. Y con una sonrisa. Que es como lo hacen Elida Pino, Irma Cayuela, Blanca Margarita de Carrosso y Celia Gómez, cuatro chicas que en días establecidos, es decir, fijados con matemática antelación, acuden al campo de ensayo en la localidad de San Justo, y se tutean, de un modo que a nosotros nos asombra, con eso que llaman saltar.
¿Y qué es para ellas, para estas cuatro alondras del cielo porteño, el paracaidismo? Una necesidad. Las cuatro confiesan que sin esa práctica, que además requiere una disciplina férrea, la vida no tendría objeto. O para no ser muy egoístas, o del todo, corrigen afirmando:
—No saltar sería quitarle a nuestras vidas uno de los maravillosos encantos que brinda.

Siempre es "la primera vez"
Blanca Margarita de Carroso responde a nuestra pregunta un tanto ingenua por cierto:
—¿.. .y la primera vez?
Nosotros esperábamos que nos contara algo así como un poco de inquietud... por no decir temor, que temor no puede sentir una muchacha como Blanquita. Nosotros esperábamos que nos hablara, por ejemplo, de un presentimiento dudoso o bien de la perfecta y serena seguridad. Puede que se encuentre encuadrada en la lógica de quien habla de paracaidismo sin haberlo practicado, que alguien, una muchacha, resueltamente, haya querido trasladarse hasta el cielo en un vuelo y que una vez allí —en el cielo no haya sido asistida por las fuerzas resolutivas que el paso exige. Y haber descendido con el paracaídas de espaldas —y el de pecho— tan plegado como cuando ascendió.
Blanquita nos mira fijo y repite nuestra pregunta:
—¿... la primera vez?
Tenemos la sensación que vamos a recoger una declaración importante, curiosa.
—Sí. La primera vez —insistimos.
Y entonces la muchacha dice lo suyo:
—Siempre, en paracaidismo es la primera vez. Siempre se vive esa emoción. Siempre es necesario hacer lo mismo. Y siendo la misma cosa' es siempre un salto distinto. Es siempre la misma seguridad. La misma, idéntica confianza. El paracaídas es el amigo que siempre tiene la respuesta igual. A ese amigo le confiamos nuestra vida.
—Pero, a veces...
Blanquita nos interrumpe:
—No. Nunca es el paracaídas. Es una. Sí. Hay cosas que son de una. Nada más que de una. El paracaídas no falla jamás.
Debemos aceptar este razonamiento. Blanquita es una muchacha que con una continuidad que nadie ignora, lo demuestra ampliamente.

Cómo hay chicas que van al continuado
Irma Cayuela —morocha y linda— concuerda en todo con Blanquita. Y, además, agrega:
—Hay chicas que dedican una tarde libre al continuado. Pues bien... Yo, que como mujer no desatiendo la encantadora tarea de andar espiando vidrieras, de preocuparme por mis trapos y que también, de tanto en tanto voy al cine a vivir la mentira del suspenso, practico paracaidismo con esa naturalidad con que una mujer puede, previo paso por boletería, reservarse una butaca para ver un noticiero, una historieta en colores de Walt o una bufonada de Eddie Cantor.
—¿Con esa naturalidad va usted al campo de ensayo?
—Con esa naturalidad...
—Bien...
—Y procurando, además, dé no olvidarme de mi lápiz de rouge. Yo nunca subo a la máquina sin retocarme la boca.

Danielito
Y surge un detalle. Es el que nos presta Danielito, el bebé de Blanquita que, al fin, es el amo del avión. El siempre quiere ir con mamá y volar es para él la diversión más linda. Un día Dal Bon y Blanquita lo llevaron a un parque de diversiones y lo ubicaron en uno de esos aviones que todos conocemos. Al descender después de un “vuelo” de breves minutos, Danielito, confesó:
—Es muy aburrido. Me gusta más tu avión.
El padre al otro día tuvo que llevarlo al campo del Club Argentino de Paracaidismo para borrarle con un avión “de verdad” la aburrida impresión de la tarde anterior.
—Y lo curioso es que Danielito quiere que le construyamos un paracaídas. El también quiere saltar. Pero claro está —sigue diciendo Blanquita— es muy pequeño y entonces, para conformarlo lo entretenemos. Cree que su paracaídas está en viaje, pues viene de lejos.
Con esto se presume que Danielito un día será otro de esos valientes que tendrán su mayor y mejor diversión en esos arriesgados saltos.

Porque sí, es lo razón de Celia Gómez
Es de mujer la más poderosa y la menos discutible de las razones. Ella es la que se forma del antiguo “porque si”. Preguntarle a una mujer por qué está enamorada, responderá siempre: porque si. A Celia Gómez le hemos preguntado por qué le gusta hacer paracaidismo:
—¡Porque si!
¡Quién puede refutarle nada a esta hermosa y audaz paracaidista argentina! Porque sí. Pues por eso. Nada más que por eso.
Y lo cierto es que ese porque sí, vivido, gustado, sentido, desde la primera vez desde el bautismo del aire, formó su posición material y espiritual frente a todas las preguntas. Hace paracaidismo porque le gusta. Pero más por ese porque sí que la recuadra en un clima de tensa convicción, de suprema seguridad, de muchacha resuelta.

Triunfo de lo sonrisa femenina
Pero no crea el lector que en este empeño sólo existen facilidades, comodidades. No. Hay una permanente antesala de sacrificios. Lo que sucede es que Blanquita, Irma, Elida y Celia, son muchachas que todo lo cubren con una sonrisa. Y sonriendo se dan a esta permanente lección de coraje expresando, de paso, que las muchachas de la Nueva Argentina, son así!

Revista Esto Es
02.03.1954
 

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