Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Perón
EL PAÍS
PERON, ¿NO?

El lunes 17, un pequeño diario provincial dio el aldabonazo político del laño. Veintiséis palabras del Ministro del Interior, Arturo Mor Roig, en el diario Río Negro, bastaron para fijar las reglas del juego:
—¿Cree que Perón será el candidato presidencial del justicialismo?
Mor Roig — No nos coloquemos en esa hipótesis. Porque colocándonos en ella nos vamos a colocar seguramente en los callejones sin salida. Y aquí tenemos que encontrar soluciones.
De regreso a Buenos Aires, el miércoles 19, Mor Roig dio una clase magistral de política argentina, en un antológico diálogo con ansiosos periodistas, que demostró cómo se afirma algo negándolo. Mor Roig dijo:
1.No debe interpretarse esto como una desmentida, sino como una precisión.
2.Mantener la salida electoral es una decisión inalterable.
3.Técnicamente, el proceso no puede interrumpirse, pero en la práctica sí.
4.No hay veto a Perón, porque Perón no es candidato.
5.Hablar hoy de candidaturas es entrar en un callejón sin salida.
Dos días más tarde, en un reportaje en Radio Argentina, el asesor ministerial, Ricardo Yofré, disipó las últimas dudas que pudieran quedar. Caracterizó a la Argentina como un país enfermo desde 1930, que antes de recuperar totalmente la salud debe pasar un período de convalecencia. Sostuvo que la solución debe ser negociada y llamó decimonónicos a quienes pretenden confinar a las Fuerzas Armadas dentro de los cuarteles.
Descifrando las abundantes entrelineas de estos sinuosos mensajes, puede reconstruirse un texto de lectura muy clara y que podría resumirse en esta fórmula:
El peronismo es parte importante del país y no puede ser excluido de un proceso electoral que, para bien de todos, debe continuar. Las proscripciones o los vetos son odiosos y han dado malos
resultados. No se desea proscribir a Perón, pero si éste no renuncia voluntariamente a su candidatura, que es definitivamente inaceptable para las principales cabezas de la conducción actual, no quedará más remedio que modificar los términos de la salida comicial. Si Perón insiste además en alentar la violencia, directamente no se llegará a las urnas.
Muchos observadores políticos interpretaron que este mensaje abierto a Madrid surgía de una imposición de las Fuerzas Armadas y que ponía en peligro la estabilidad del Gobierno. Recordaban para ello el informe que el viernes 7 publicó el semanario El Economista, según el cual los cuatro comandantes de Cuerpo de Ejército habían pedido un anuncio “claro y definitivo de que Juan Perón no podrá ser candidato en los próximos comicios” (primera plana Nº 467).
No hay dudas de que ése es el sentir de los altos mandos. Pero, ¿quién puede decir que el Gobierno no lo comparte? En realidad, recién ahora puede apreciarse el valor que tuvo la decisión del teniente general Lanusse, al asumir la Presidencia de la Nación, de conservar simultáneamente la conducción castrense. Y el sentido de sus palabras, antes de la deposición de Onganía, según las cuales no aspiraba a ser nada más y nada menos que Comandante en Jefe del Ejército.
Por otra parte, Lanusse nunca ocultó que el régimen peronista no podría reimplantarse tal como el país lo conoció. En el mes de mayo de 1971, a poco de asumir el cargo, reunió en privado a un grupo de periodistas, quienes se comprometieron a no publicar textualmente sus declaraciones, que fueron francas. Yo no soy tonto, dijo, aproximadamente; situaciones como las que permitieren el desamparo de mi mujer y mis hijos [entre 1951 y 1955, cuando él estuvo preso] no se repetirán en este país mientras yo pueda impedirlo.
Ante la insistencia de los cronistas, Lanusse les recriminó: ustedes han leído mal las directivas de la Junta de Comandantes. Allí se dice que el cumplimiento del proceso electoral depende de la modernización de los partidos, en un clima de orden y tolerancia para lograr un régimen democrático.
La conclusión se obvia. Para el régimen, un partido que presente como candidato a Perón no puede considerarse moderno ni contribuye al orden y la democracia.
El jueves 20, desde Córdoba, el general Alcides López Aufranc suministró los elementos que faltaban para completar el cuadro de situación. En un reportaje concedido a Radio Universidad, el Comandante del Cuerpo III ratificó el apoyo a la salida institucional. Otro tanto hizo el viernes 21 el Comandante de la Fuerza Aérea, brigadier Rey, desde el diario Los Principios, también en Córdoba.
Es decir: el Gobierno hace públicos los límites que en privado ya conocía el peronismo, y el Ejército desalienta los rumores defendiendo el camino de las urnas.
De este modo se responde a la sutil red tejida por Perón a partir del relevo de Paladino, que primera plana fue describiendo paso por paso (especialmente en sus ediciones Nos. 464 y 465), que melló todas las posibles bases de sustentación para una candidatura oficial (continuación en La Hora, pacto con el neoperonismo, entrevista con Frigerio, afiliación al justicialismo de dirigentes del ENA) y endureció los organismos de su movimiento, mediante la mezcla de elementos folklóricos (como Cámpora y Juanita Larrauri), de tremendistas proguerrilleros (como Galimberti), de heterodoxos del Ejército (como el ex teniente Licastro) y de contactos con el golpismo (como el teniente coronel Osinde).
Hasta entonces, las negociaciones se habían llevado en un plano de cordialidad y la gente bien informada sabe que Perón nunca consideró seriamente su candidatura. Muchas veces dijo, inclusive por escrito, que el país necesita un hombre con veinte años de juventud por delante. Pero si de antemano no pensaba ser candidato del peronismo, en ningún momento consintió en resignar la conducción de su movimiento.
La ruptura —que, sobre todo, parece una advertencia— sobrevino cuando resultaron evidentes los propósitos del antipersonalismo: incitado por el Gobierno y por sus amigos de La Hora del Pueblo, Paladino intentó marginar a Perón de las decisiones, ofreciéndole a cambio veneración y estatuas.
Los adversarios han hecho varias jugadas capitales, y las posiciones son parejas. El peronismo ya sabe que a su jefe no se le permite ser Presidente. Pero el Presidente no puede permitirse ignorar quién es el jefe del peronismo.

REPLICAS
LA HORA DE LOS DUROS
Cámpora"El peronismo no aceptará inhibiciones ni proscripciones”, aseveraba el delegado Héctor Cámpora ante primera plana, veinticuatro horas después de las “precisiones” del Ministro Mor Roig sobre la posible candidatura de Juan Perón. “Yo, por mi parte, con la fidelidad de toda mi vida, no toleraré nada que disminuya la autoridad de Perón sobre el movimiento. Y conste que no es que yo candidatee a Perón. Yo capto que Perón fue, es y será el candidato natural del pueblo peronista para conducir los destinos del país. Perón dijo una vez que iba a hacer siempre lo que el pueblo quiera. Si el pueblo lo exige, declinar la candidatura sería algo muy difícil, casi imposible para Perón.”
Cámpora se dirigía al comenzar esta semana a Madrid. Recibirá de Perón su opinión sobre el informe politicoeconómico y social que le hizo llegar el Movimiento hace dos meses. En esa elaboración habría trabajado Roberto Ares, el último Ministro de Economía de Juan Perón.
A la vez Cámpora es portador de un informe secreto elaborado por el Consejo Superior donde se analizan los sucesos de las últimas semanas.
Perón trazará una estrategia de acción frente al panorama que le brindan los observadores y protagonistas del proceso argentino.
Lo que sigue es una síntesis del documento, que los cronistas de primera plana pudieron obtener luego de arduos esfuerzos:
1. La detención de dirigentes peronistas en Bahía Blanca, los arrestos de Carbone y Beltrán por el ataque a la Prefectura Naval, el comienzo de los rastrillajes en la Capital Federal, la fiscalización del comunicado del Consejero Roberto Galimberti sobre la constitución del Consejo Provisorio de la Juventud Peronista por la Superintendencia de Seguridad Federal, la citación militar a Licastro no son hechos aislados.
2.Responden a una reacción del liberalismo conservador, ante la versión de que comenzarían las negociaciones en serio con Perón, a través del brigadier mayor Ezequiel Martínez. [Nunca se produjo ni se planeó tal entrevista].
3.Desean impulsar un golpe a la brasileña que concluya con el proceso electoral.
4.Eso es posible porque el panorama económico es sombrío y la candidatura de Lanusse no prospera.
Lo notable es que la respuesta de Perón ante el endurecimiento del Gobierno, reacción a su vez ante un endurecimiento anterior de Madrid, comenzó a evidenciarse antes de que saliera Cámpora con su informe o Mor Roig en sus declaraciones.
El martes 18, en el quincenario Las Bases, impreso un par de días antes, el exiliado firma dos agresivos editoriales, uno contra el paladinismo, en el cual incluye hasta una cita de Mao Tsé-tung, y otro contra las Fuerzas Armadas. Luego de recopilar una larga lista de secuestrados y torturados, que atribuye a “organizaciones parapoliciales reclutadas, armadas y preparadas por elementos militares y policiales especialmente capacitados para esta clase de crímenes”, sostiene que “en la lucha del Pueblo contra el Ejército, cuando enfrentadas ambas fuerzas una de ellas deba sucumbir, ya podemos pronosticar cuál será”.
Es cierto que leyendo atentamente, Perón deplora esta posibilidad: “Es demasiado grave lo que está ocurriendo al desatar la guerra entre militares y civiles, como para que no nos demos cuenta hasta dónde pueden conducirnos. Mal vamos por ese camino”.
Pero es igualmente cierto que los hombres de armas no toleran ninguna insinuación de esa índole, que ponga en duda su continuidad como institución. En 1952, cuando Eva Perón compró armas destinadas a una milicia obrera, Perón las requisó y las puso en manos de los profesionales. En 1955, cuando John William Cooke y la CGT le propusieron abrir los arsenales a las masas para enfrentar la revolución, el jefe del movimiento se opuso.
Esa edición de Las Bases trae otras novedades: por ejemplo, se informa que es el “Órgano Oficial del Movimiento Nacional Justicialista”, cosa que no ocurría con sus cuatro entregas anteriores. Y en su página 21 incluye un comunicado de los Montoneros en el cual se niega que Carbone y Beltrán pertenezcan a la organización o hayan participado en el asalto a la Prefectura. “Hacemos constar —dicen los sediciosos— que el presente comunicado ha sido escrito con el mismo papel y en la misma máquina con que fueron hechos los comunicados dejados en Zárate. Hacemos esta aclaración para evitar que los servicios —usando elementos tomados de la imprenta del señor Beltrán— fragüen pruebas que sirvan para condenar a un inocente”.
¿Esto quiere decir que los Montoneros integran el Movimiento Nacional Justicialista? Tal vez sí, tal vez no, porque aunque los márgenes son más delgados, la tácticas desconcertantes de Perón no han desaparecido.
¿Está tratando de promover un golpe? ¿Sólo desea mejorar sus posibilidades en la mesa de la negociación al demostrar los fastidios que es capaz de proveer al Gobierno? Todo es posible.
Cámpora no se manifiesta asustado por el peligro de una dictadura ultra-conservadora y maccartista. Para Perón, según palabras de su virrey, “estamos llegando al epílogo del proceso que mantiene al país en un callejón sin salida desde 1955”. Las negociaciones, por otra parte, no están rotas mientras Perón continúe absteniéndose de lanzar, personal e inequívocamente, su candidatura.
En medios del Consejo Superior se especula con la victoria a corto plazo del peronismo. El agotamiento de las instancias militares sería uno de los modos de recuperar el poder. Pero oficialmente no descartan la vía electoral —si las reglas del juego se cumplen— y por lo mismo, al solicitar la personería política del Partido Justicialista, ante la impugnación de Ernesto Sanmartino, el apoderado justicialista doctor Luis Longhi expresó que su partido “nada tiene que ver con la violencia, ni la auspicia y que en los principios generales de su carta orgánica está explicitado su rechazo a toda acción violenta que signifique trastrocar el régimen jurídico asegurado por la Constitución .
Y lo más significativo: el reconocimiento de la vigencia de la Constitución de 1853 al atenerse el doctor Longhi “al régimen de la Ley 19.102”, que en su artículo 25 prescribe el acatamiento a la Constitución en vigor.
Una manera de hacer buena letra ante las perspectivas electorales.
Aunque la última palabra la tendrá Héctor Cámpora al regresar de Madrid, luego de una estadía que esta vez no se prolongará como en anteriores ocasiones. A su retorno el delegado personal de Perón convocará a una conferencia de prensa magistral —quizá se transforme en alocución televisada—, donde desplegará a través de un texto revisado y aprobado por Perón la ortodoxa y tajante estrategia del Partido Justicialista frente a la convocatoria electoral de Alejandro Agustín Lanusse.

¿Qué hacer con Perón?
Desde hace 16 años y cuatro meses, la política argentina gira en torno de una pregunta sin respuesta, la del título de este informe. Casi todas las vías fueron intentadas y ninguna trajo calma y estabilidad al país. Cada vez las combinaciones son más complicadas y nunca un Gobierno había mostrado tanta imaginación y audacia como el actual para tomar el toro por las astas, con una extraña mezcla de rudeza y dulzura.
1.EL PACTO 1958:
Depuesto Lonardi, las Fuerzas Armadas respondían a dos concepciones opuestas: los quedantistas del Vicepresidente Rojas no querían oír hablar de elecciones; los continuistas del Presidente Aramburu preferían un proceso comicial, del cual debía surgir un Gobierno amigo de la Revolución Libertadora. La UCR, principal partido de oposición a la tiranía depuesta que había dado varios Ministros al Gobierno Provisional, era el instrumento adecuado. La participación de Perón y del peronismo en el proceso ni siquiera se consideraba. Las comisiones investigadoras marchaban viento en popa, los sindicatos intervenidos se refugiaban en la clandestinidad, los alzamientos militares se reprimían con fusilamiento.
La ruptura del frondizismo con el viejo tronco radical enturbió el panorama. En agosto de 1957 Rogelio Frigerio, con una carta de Frondizi, visitó en Chile a John William Cooke, el delegado de Perón. A cambio del apoyo peronista, Frigerio ofreció el cumplimiento de un programa nacionalista.
Desde Buenos Aires el exiliado español Ramón Prieto, miembro del Comando Peronista, imitaba la firma de su jefe en órdenes a favor de Frondizi, que circulaban fotocopiadas como auténticas. “Por el momento no hay otra salida que la insurreccional. El episodio electoral es un acto más de la lucha”, respondía el otro exiliado, fomentando el voto en blanco para desesperación de los ucristas y de los neoperonistas que trataban de buscar un candidato militar aceptable para Perón. También se barajaba el nombre del conservador Solano Lima.
En enero llegó Frigerio a Caracas y en tres reuniones con Perón se redactó el pacto. El ex Presidente exigió que fuera por escrito y Frigerio, luego de una consulta con Frondizi, accedió. El 23 de febrero de 1958 los votos peronistas dieron la victoria a Frondizi. Pero entre esa fecha y el 1° de mayo, antes de asumir el poder, el Presidente electo debió negociar con Aramburu y Julio Cueto Rúa las condiciones de ese ascenso. La imposibilidad de cumplir dos pactos contradictorios signó los cuatro años de su Gobierno, los más nutridos en conflictos militares de la historia argentina. La culminación fue el 18 de marzo de 1962, cuando por primera vez desde la Revolución Libertadora, el peronismo pudo acercarse a las urnas con candidatos propios. Frondizi pensó servirse del justicialismo para contrapesar las presiones gorilas, pero al mismo tiempo debía evitar una derrota electoral de su partido. Primera la UCRI, segundo el peronismo, fue la promesa que recibieron las Fuerzas Armadas. Defraudadas por los resultados impusieron su invalidez, y once días más tarde expulsaron a Frondizi invocando esa decisión.
2.EL FRENTE 1963:
En diciembre de 1962, a nueve meses de la hecatombe, Frigerio exponía a Perón en Madrid una estrategia para recuperar —la ucri— los sitiales perdidos. En enero de 1963 Augusto Vandor y Andrés Framini regresaban de la Meca portando las primicias del nuevo acuerdo, que esta vez se llamó Frente Nacional y Popular. En setiembre, el Ejército había fijado su posición con el comunicado 150: reintegrar al peronismo, pero sin consentir el retorno del régimen depuesto. Dentro de esos límites, Perón aceptó un gentlemen agreement: no habría vetos formales, pero a cambio de ello el ex Presidente se comprometía a no presentar candidatos a cargos ejecutivos y conformarse con una segura cosecha de escaños legislativos.
La UCRI, sectores demócratas cristianos, el diminuto partido conservador popular y una manada de ansiosos extrapartidarios se lanzaron a la búsqueda de un candidato potable para Puerta de Hierro y Campo de Mayo, de donde ya había surgido Juan Carlos Ongania, mientras el Ejército Azul procuraba definir las reglas del juego.
“No hay que herir al peronismo porque sólo le quedará el camino insurreccional y el vuelco a la izquierda”, profetizaban los analistas de la Secretaría de Guerra (primera plana Nº 2).
El Frente era la carta azul, pero la coherencia de los triunfadores se resquebrajaba día a día. “Sólo un proceso electoral puede impedir las fricciones militares, la autodestrucción del Estado por rivalidades internas”, declaraba el ideólogo de setiembre, Rodolfo Martínez (primera plana, N° 5). Pero el general Rauch encarcelaba a jefes frondizistas y Ongania rechazaba la candidatura frentista, que le ofreció el conservador Eduardo Lalo Paz. En este clima, la Marina obtenía que se ampliaran las inhabilitaciones al peronismo.
En una recepción a oficiales azules, el propietario del diario Clarín, Roberto J. Noble, insinuaba la conveniencia de respaldar a Aramburu, quien deseaba que la convocatoria fuera para elegir únicamente Presidente y Vice, con lo cual se dejaba de lado la cuestión candidatos peronistas. Un impetuoso coronel respondió secamente a Noble: “¿No están cansados de ver botas en la Casa de Gobierno?” (primera plana, Nos. 1 y 2). Se llamaba Alcides López Aufranc, y sobre él se concentraban los fuegos antifrentistas: el candidato a Senador por la UCRP, Ricardo Bassi, llegó a afirmar que se entrevistaba en secreto con el líder comunista Victorio Codovilla.
Perón consiente el largo juego negociador, pero elige como candidato a Vicente Solano Lima, lo cual agrieta la unidad frentista. Vandor ruge su indignación y en cada acto público sus hombres forman coro exigiendo que Solano Lima se quite el saco. Oscar Alende, desplazado por Frigerio, divide la UCRI. Los demócratas cristianos aspiraban al comicio con la fórmula Matera-Sueldo.
Presos de sus contradicciones, los azules intentan aliviar la crisis económica. El Canciller Muñiz tramita ante Dean Rusk un préstamo directo de la Tesorería estadounidense.
Desde el Ministerio del Interior, el general Osiris Villegas veta a todos los partidos que tengan como candidatos a electores a ciudadanos peronistas o ex peronistas. El gentlemen agreement ha quedado roto y Perón ordena la abstención. Desesperados, los frentistas imploran a Villegas que postergue el comicio. El Ministro se niega, y la concordancia elige el voto en Blanco.
Un millón de argentinos ni siquiera se toman el trabajo de visitar los cuartos oscuros, sobre un padrón de diez millones. Un millón y medio depositan sobres vacíos. Dos millones seiscientos se inclinan por los grupos frentistas que desacatan la orden.
Son más de cinco millones de votos. El doble de los dos millones cuatrocientos mil (23 por ciento) que respaldan a Illia y Perette para cumplir su breve interinato en Baleares 50, en nombre del único partido organizado seriamente para ganar elecciones en este país.
3. EL GOLPE 1966:
Durante dieciocho meses, los radicales gobernaron en paz, hasta que llegaron las elecciones. El aparato gremial trenza sus hilos con los desilusionados azules, embarca a Perón en el descabellado retorno de 1964 y alza un acuerdo entre vandoristas y neoperonistas contra El viejo.
El 14 de marzo dé 1965, por primera vez en una década, el peronismo con 600 mil votos más que la ucrp. llega masivamente al Parlamento y comienza un conmovedor y vano esfuerzo de “buena letra”. El Gobierno y sus aliados se desesperan tramando estratagemas para impedir que la marea siga subiendo. Palmero estudia la concesión del voto a los cuatro millones de extranjeros hasta que descubre que entre ellos son más los desharrapados bolivianos, chilenos y paraguayos, que los democráticos europeos. Perette programa intervenir Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe antes de los comicios, que serían suspendidos. Belgrano Rawson elabora, en la Cámara de Diputados, Un estatuto que “sólo reconoce la preexistencia de los partidos que existían al entrar en vigencia esta ley”. González Bergez exige que no estén subordinados a residentes en el extranjero. Aramburu y Thedy se oponen a la apología de regímenes automáticos.
Todo es inútil. Las ocupaciones de fábricas, las algaradas en Tucumán, crean clima. El primer viaje de Isabel Martínez (gracias al cual el ortodoxo Corvalán Nanclares derrota al neo Serú García, en Mendoza) colma la medida. En 1967 debían ser las elecciones en Buenos Aires. Esta vez, el golpe se dio antes.
El cordobazo, la subversión terrorista, el viborazo, Ongaro y Tosco, sitrac y sitram mostraron que suprimir al peronismo aboliendo la política por una generación era otra fantasía inaplicable.

Revista Primera Plana
25.01.1972
mor roig y peron

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