Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Mujeres en la Antártida
PRIMERA EXPEDICIÓN FEMENINA A LA ANTÁRTIDA.
CUATRO MUJERES DE LAS NIEVES
UNA AVENTURA FASCINANTE. UN DESAFÍO QUE LA CIENCIA PROPONE A CUATRO INVESTIGADORAS: VIVIR CUATRO MESES SUMERGIDAS EN LOS HIELOS DE LA ANTÁRTIDA, EN LA BASE MELCHIOR.
Por primera vez en la historia de la Argentina una mujer dormirá en la tierra y hielo de la Antártida. Pero el acontecimiento será aún mucho más revolucionario. Porque entre quienes pernoctarán en la helada base Melchior, no habrá una sino cuatro mujeres que no se limitarán a pasar allí una sola noche sino que vivirán aproximadamente cuatro meses en ese inhóspito lugar.
Estas “aventureras” siglo XX responden a una inquietud bastante lejana por cierto a la búsqueda de nuevos paisajes o sensaciones. Emprenderán esta difícil odisea porque son, sencillamente, científicas. Abandonan su mundo habitual poblado de comodidades y probetas, frascos y microscopios, para integrarse a otro de temperaturas bajo cero, días eternos y temporales inclementes. Las mueve a realizar esta insólita excursión el deseo de estudiar los componentes marítimos antárticos en su propio elemento. Y este es un estímulo que despierta en ellas tal entusiasmo que olvidarán por él su vida de ciudad y sus muy queridos laboratorios. Hoy las encontramos allí, en su lugar de trabajo, el Museo Bernardino Rivadavia. Junto a ellas las prendas que conforman su equipo de “mujeres de nieve”, rudas ropas de “esquimales” que les fueran obsequiadas por la Marina.
—En realidad son de hombre...
Lo gracioso es que hasta la ropa interior es masculina...
Mientras tanto comentan en charla muy femenina cómo achicar mejor una manga o coser algún botón. Así, en este momento, es difícil imaginarlas piloteando sus botes a motor en el Mar Antártico.
Diminuta, tímida e introvertida, es la profesora Irene Bernasconi, especialista en equinodermos. En contrapartida, el carácter dicharachero y afecto al humor de su compañera, la profesora Elena Martínez Fontes, una estudiosa de los moluscos y crustáceos. La licenciada Carmen Pujáis ha dedicado parte de su vida a la clasificación de algas, y la bacterióloga María Adela Caria, a la clasificación de bacterias marinas.
—Nuestra designación a viajar no responde a una casualidad. Se debe a que hemos estado siempre muy interesadas en el estudio de organismos animales recogidos por expediciones de años anteriores...
—Efectivamente —corrobora el doctor Norberto Bellisio—, fueron las más interesadas en la investigación de los elementos, fruto de mis viajes a la Antártida.
En lugar hacia donde se dirigen, el Destacamento Naval Melchior, está clausurado por razones económicas desde 1960, y fue ocupado desde entonces sólo una vez, y precisamente por el doctor Bellisio, en el 64. Consta de un pasillo central y 16 habitaciones. Una casilla de emergencia para guarecerse en caso de incendio. Desde allí podrán comunicarse con sus respectivos hogares mediante la radio, las llamadas serán recibidas directamente por la Marina.
—¿Llevan médico?
—No.
—¿Y?
—Nos hemos hecho un exhaustivo chequeo. Los resultados fueron óptimos.
La profesora Caria entrega en nombre de las cuatro un paquete al jefe del grupo, Dr. Bellisio, que las acompañará.
—Un regalito. Sabe. . .
Bellisio abre el envoltorio y las mira demudado.
—¿Una linterna...?
—Sí. ¿Le gusta, no? Tiene intermitente, distin.. .
—Pero si durante toda nuestra estada no tendremos una sola noche...
Se miran entre sí algo desilusionadas, pero inmediatamente se reaniman para agregar al unísono: desafiantes y alegres:
—¿Y cuándo pierda algo abajo de la cama...? ¿Eh? ¿Eh?
Junto con ellas vivirá un oficial de marina, el teniente Norberto Vigo, 3 buceadores autónomos (o sea, hombres-ranas que bajan hasta 50 metros de profundidad) de la base Mar del Plata. Un cabo de marina que oficiará de cocinero...
—¡Eso sí! Cocinar no sabemos para nada. Salvo que quieran algún arroz hervido. De eso no tenemos ni siquiera vocación oculta.
—Hay que aclarar bien esto — dice el señor Bellisio con especial énfasis—, no van por tareas domésticas sino a investigar. Su viaje cuesta muchos millones de pesos a la Marina... Equipos. Motores fuera de borda, para dar electricidad a la casa. Víveres, equipos de buceo (120 mil pesos cada uno), etcétera.
—¿Y cuál será el resultado práctico de vuestras investigaciones?
—Después de cada exploración se editan publicaciones científicas que recorren el mundo. Conociendo mejor la vida marina se conoce los alcances de una explotación mediata o inmediata. En la Antártida no es factible la explotación inmediata. Pero bajo sus hielos vive una grao riqueza biológica. Puedo decir que si bien sus productos, por el momento, son imposible de traerlos a la venta de las pescaderías, cualquier hombre en la Antártida con caña y anzuelo no se morirá de hambre. . .
—Tenemos planeadas —cuenta con entusiasmo la profesora Martínez Fontes— salidas diarias con un recorrido de 1.500 km marítimos. ¿En qué? Pues en botes muy marinos sin techo y con motor fuera de borda.
La profesora Bernasconi abandona su mutismo.
—Iremos siempre en grupos de dos embarcaciones. La tercera quedará en la base por cualquier percance que pudiera ocurrir. ..
—¿No hay temporales?
—Sí, ¡claro! Duran entre cuatro días a una semana. Son siempre de Sur a Norte. Y luego les sucede una semana de calma. Pero no es una zona especialmente tormentosa. Los que recibiremos serán colas de temporales...
—¿Y sus familias..?
La profesora Elena Martínez Fontes ríe abiertamente mientras se prueba su “uniforme”.
—Somos mujeres sueltas. Todas solteras...
—Claro —agrega Bellisio— el más sacrificado seré yo. Dejo a mi mujer y a mi hijo de 9 años. ..
Después lamenta las dificultades de su vesícula “arruinada por los potajes de malos cocineros de campamentos y bases”.
Cuando lleguen, el Destacamento estará totalmente sepultado bajo la nieve y durante todo ese día bajará toda la dotación del barco a palearla. Doscientos cincuenta hombres intentarán dejar habitable la base.
—La última vez que fui —dice Bellisio— se dividieron en distintos batallones; batallón popa, batallón máquinas, etcétera... e hicieron una especie de competencia para ver quién limpiaba más en menos tiempo. Habrá también que desescarchar las paredes interiores con piquete. Lo más importante es encender la calefacción.
Pero de vez en cuando el aislamiento será roto por las “Excursiones Turísticas” que visitarán el lugar durante el verano. Por el momento ya hay cuatro anunciadas. “¡Ah, no! —se queja Bellisio—, en la Base no hay lugar para recibir visitas”. “No importa —replica la bacterióloga Caria—, que nos inviten ellos a su barco. ¿No?”. De cualquier forma se sienten seguras, respaldadas por la cercana presencia de los rompehielos San Martín y Goyena y otros buques de la Marina que operarán próximos al lugar.
—Llama siempre la atención la labor de los científicos, de las que el hombre de la calle conoce poco. Pero más sorprende cuando esta tarea es encarada por mujeres...
—Sí. Pero eso fue hace muchos años. Pertenece ya a la prehistoria. (Cuando comenzamos nosotras.) Ahora hay cada vez más entusiasmo entre la juventud por abrazar este tipo de actividad.
—Al comienzo hubo cierto rechazo
—¿Ganan bien?
—En nuestro trabajo no existe el horario. Hay estudios y experiencias que no se pueden interrumpir por un timbre de salida. Nuestra dedicación es full-time. Y puedo decirle que ahora las cosas están mejor, porque durante varios años todo lo que hicimos fue por vocación o “amor al arte”.
—¿Cuánto perciben ahora?
—Alrededor de 40 mil pesos, con más de treinta años de servicios.
Saldrán el 7 de este mes, llegando a su destino, Melchior, alrededor del 17. Piensan que el 22 de febrero las encontrará ya en viaje de regreso, con su cargamento de elementos marinos y sus bagajes llenos de apuntes, en Ushuaia, donde asistirán a los festejos del Día de la Antártida Argentina. No cesan de agradecer a la Marina su excelente disposición para solventar las investigaciones. Y todas muestran un estado de ánimo a toda prueba y un coraje poco común. Ninguna piensa en las dificultades. Sólo en la cantidad de material que poblará los anaqueles del Museo Bernardino Rivadavia. Y que enriquecerá sus conocimientos.
—Estoy seguro que desempeñarán un excelente papel —pronostica Bellisio, uno de los que más fomento su inclusión en la expedición—, mientras el resto del equipo se asoma a la puerta con sus delantales blancos a decirnos adiós.

Cristina Irala
Fotos: Antonio Legarreta
Revista Gente y la actualidad
7/11/1968

Pie de fotos en la crónica
1 ENTUSIASMO: Convertidas en audaces aventureras las profesoras Caria, Bernasconi y Martínez Fontes se asesoran sobre la vida en la lejana Antártida.
2 ROPA MASCULINA: El equipo para los expedicionarios fue cedido por la Marina a los científicos. La profesora Martínez Fontes muestra parte del mismo.
3 A PRUEBA DE FRÍOS: Camisetas, zapatos y zapatones para las indómitas científicas. Las esperan temperaturas bajo cero y temporales terribles y peligrosos.
4 BOTAS GIGANTES: Para caminatas antárticas. Un mundo fascinante e inquietante será visitado, por primera vez en la historia, por uro expedición femenina.

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