Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

RECITADORES
Todo está como era entonces
roberto vicarioPor una vez, el proceso se ha invertido. Primero Mister Hyde, después el Doctor Jekyll. Hace tres años, un disco simple que tardó 6 meses en venderse fue el tímido anuncio de una catarata que se desataría, implacable, en sucesivos longplays. Desde el disco, una voz profundamente edulcorada, que subraya cada intención como para evitar sutilezas confusas, habla un lenguaje de adjetivos posesivos ("mía”) y nostalgias suspiradas, con fondo de violín. El protagonista de la melosa antigualla permaneció, hasta hace dos semanas, en las sombras. Ninguna foto, ninguna entrevista, ninguna gacetilla revelaba el misterio de su identidad.
Se llegó a delirar que no se trataba sino de una nueva hipótesis de Oscar Casco, galán radiofónico que en su momento pudo conmover tanto como otra voz que, desde el escenario, también destilaba mieles: Gómez Cou.
Finalmente, cuando la fórmula estuvo a punto, Roberto Vicario exhibió su vera efigie en Casino (Canal 13), comenzó a enviar fotos coloreadas a sus pacientes admiradoras (que las habían esperado a lo largo de 36 meses) y se preparó para enfrentar "con toda la verdad como arma" al periodismo. Este fue su diálogo con Panorama:

Panorama. —¿Edad?
Roberto Vicario (sonrisa incómoda). —Pongamos ... alrededor de 40 ...
Un traje azul cruzado, camisa celeste bordada, corbata roja, corta y ancha. Patillas canosas y profusas, melena rala y cautelosamente larga, manos inmensas y hermosas. El aire de un villano de cine nacional, tres décadas después.
—¿Es casado? ¿Tiene hijos?
—¿Usted cree que esas cosas convienen para mi imagen?
Tiene tres hijos, una niña de 12 años y otra de 5, y un chico de 11. Nació en Mendoza y comenzó su carrera de locutor en Radio Aconcagua. El primer viaje a Buenos Aires, a los 20 años, significó una prueba frustrante en Radio El Mundo. De vuelta en su provincia natal, llegó a ser director artístico de Radio San Rafael.
—¿Cómo comenzó a relacionarse con la poesía?
—En tercer grado, el profesor Silva me hizo conocer las rimas de Bécquer; allí empezó todo. Me gustaba, también, imitar a Agustín Magaldi, que era melódico y romántico, como yo.
Cuando viajó a Buenos Aires por segunda vez (en fecha que escamotea), trabajó en Radio Excelsior hasta que “un publicista amigo me llamó desde Colombia”, donde estuvo 6 años.
—¿Qué tipo de programas hacia en radio?
—La primera vez que di concreción a mis sueños de bohemio fue cuando dirigía en San Rafael; hice un programa de media hora diaria (de 11 a 11 y media de la noche) con el nombre de Diego Morán, trasnochador nocturno (sic). Decía versos blancos, sin rima ni ritmo, que me pertenecían, con fondo musical de George Melachrino y André Kostelanetz.
En Colombia, protagonizando "un film en colores, malísimo”, adoptó el nombre de Ricardo Castelblanco, que, a su vuelta al país, utilizó en Sus programas como disc-jockey.
—¿Cuál es su público?
—Siempre el mismo. Como hace tantos años, en mi provincia, me escriben muchachas en edad de ensoñación. El amor no cambia y mientras exista amor habrá poesía.
Su hobby es la jardinería. Se declara hogareño y enamorado. Enfatiza que no imita a nadie y que le costó lograr que creyeran en él, que aceptaran su idea. Después de una década en Belgrano, en 1968 pasó a Radio Rivadavia con un contrato de tres años. Sin embargo no podía hacer el "estilo de programa” que quería porque los ejecutivos se negaban.
—¿Cómo explica el éxito de sus discos?
—En época de tanta violencia y materialismo hacía falta el matiz. Después de la tormenta, la calma. Ya ve, me decían antiguo, pasado de moda. Pero todo lo antiguo se usa ahora, ¿no es cierto?
Sus discos se venden en 14 países. El tercer longplay, con poemas de Paúl Géraldy y Pablo Neruda y una orquesta de 20 profesores conducida por Armando Patrono, acaba de aparecer. La empresa que lo produce calcula que se venderán 100 mil placas.
—¿Usted lee el diario? ¿Le interesa lo que pasa en el mundo?
Roberto Lambertucci (representante de Roberto Vicario).
—El es totalmente apolítico, no tiene opiniones en ese sentido.
A. B.
PANORAMA, SEPTIEMBRE 14, 1971
 
 

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