Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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LA OBSESIÓN DE LÁZARO FREIDEMBERG, EL HOMBRE QUE DESARROLLO EL
BALNEARIO DE SANTA TERESITA "ARGENTINA TENDRÁ SU COSTA AZUL" Estimulando la construcción de sofisticadas viviendas de estilo mediterráneo (en las fotos de arriba, algunas ya terminadas), el empeñoso abogado de 64 años continúa una obra iniciada hace más de 25. Cuando el próximo 25 de febrero el gobernador de la provincia de Buenos Aires, brigadier Miguel Moragues, recale en el balneario bonaerense de Santa Teresita, terminarán, por fin, los desvelos de Lázaro Freidemberg (64, cuatro hijas), un abogado empeñado, desde hace 26 años, en convertir el lugar en un exclusivo, casi paradisiaco lugar de veraneo. Es que ese día —aún no confirmado oficialmente, pero son muy pocos los que dudan de la fecha— el gobernador anunciará la licitación de las obras del polémico camino costero (ver mapa), algo que seguirá postergando la pavimentación definitiva de la Ruta Nacional 11 “pero que agilizará —asegura L. F.— el acceso a todos los balnearios de la costa atlántica". No exagera; sobre todo si se tiene en cuenta que, por el actual camino, en días de lluvias es imposible transitar. Una experiencia que, el pasado miércoles 26, sufrieron un redactor y un fotógrafo de SIETE DÍAS cuando —junto con un centenar de turistas— debieron esperar, por espacio de casi cuatro horas, que una generosa topadora municipal pudiera sacarlos del lodazal en el que había quedado atascado su vehículo. Obviar ese inconveniente no es en realidad, lo único que Freidemberg espera del gobernador: en sus planes también figura la posibilidad de que Moragues se preocupe por asfaltar la pista del Aeródromo Provincial de Santa Teresita. Una posibilidad no del todo descabellada ya que su trazado le permitiría operar con cualquier tipo de máquinas, inclusive con los jets más modernos. “Si se inaugura un servicio regular de aviones —se ilusiona L. F.— todas las playas del Tuyú se convertirán, en poco tiempo, en importantes centros de turismo’’. Claro que los desvelos del abogado-urbanizador tienen un objetivo bastante más pretencioso: “Ayudar al gobierno a impedir que los argentinos dejen divisas en el extranjero’’. Punta del Este (Uruguay), es, en rigor, el blanco al que apunta el comentario de Freidemberg. USTED VIVIRÁ ENTRE LA FLORES Semejante planteo resulta inconsistente si se comparan las posibilidades turísticas de las playas del Tuyú con las del empinado balneario oriental; algo que el promotor de Santa Teresita tuvo muy en cuenta. Para disminuir diferencias apeló, entonces, a una fracción de 500 hectáreas, lindantes hacia el Sur con el antiguo balneario, a las que convirtió en un lugar de características exclusivas por su concepción urbanística y arquitectónica. La tarea, sin embargo, no fue fácil: lejos de modificar el relieve topográfico, Freidemberg realizó el trazado de Santa Teresita Sobre el Monte (una denominación que proviene de la cercana presencia del coposo bungalow entre árboles de la familia del premio Nobel Luis Leloir), respetando las irregularidades del medanoso terreno. Las obras demandaron un esfuerzo que se extendió durante casi 16 años; no es mucho, sin embargo, si se tiene en cuenta que para afirmar el medanal, Freidemberg sembró la arenosa superficie con pastos duros y alfalfa y, finalmente, la regó con tamarindos, álamos, pinos marinos y acacias, combinados con arbustos. Se obtuvo así un paisaje ondulante, generosamente verde, diseñado en forma totalmente distinta al del común trazado en damero. Una fisonomía que, prácticamente, resulta inédita: dos avenidas que se cruzan formando una equis absorben el tránsito mayor de la villa y de ellas se desprenden las calles secundarias y las que dan acceso a las residencias. Algo que determina la forma triangular de los lotes: un diseño ideado para que la edificación se levante hacia los parques traseros y no hacia la calle. Según refiere L. F., la reflexión de un turista que visitó el lugar hace varios años (“Aquí uno vivirá entre plantas y flores”) se convirtió en el slogan publicitario de Santa Teresita Sobre el Monte. No se detienen allí las obsesiones urbanísticas de L. F.: "Mientras plantaba arbolitos —recuerda, nostálgico—, recorría municipios, ministerios y gobernaciones para poder hacer de esto un lugar exclusivo”. Las largas antesalas, finalmente, dieron sus frutos: en 1953 obtiene —por decreto del Poder Ejecutivo de la provincia de Buenos Aires, número 7197—, la sanción de un plan regulador para la urbanización de Santa Teresita Sobre el Monte. Algo que asegura la unidad del desarrollo urbanístico proyectado por el abogado. “Para ello preví —memora— las normas de edificación para residencias y para comercios, así como los usos permitidos o vedados según las áreas, de modo que no se altere el carácter residencial del distrito”. Es que el hacinamiento en que se desenvuelven viviendas y comercios en las grandes ciudades es algo que abomina el casi maníaco sentido estético de Freidemberg; una obsesión que se remonta a unos 15 años atrás cuando, por primera vez, visitó las playas del Sur de Francia. “La idea de este plan regulador —se sincera— no es en realidad mía. Es una copia fiel de los mejores barrios residenciales de Mónaco: “Yo pretendo que Argentina tenga su Costa Azul". EL HOMBRE QUE VOLVIÓ DE LA MUERTE "Claro que emprender tareas de esta envergadura no es algo novedoso en la agitada existencia del abogado, y sí un métier que comenzó en los primeros días de 1946 cuando, casi por casualidad, recaló por primera vez en la costa atlántica. “Tuve que viajar a Mar de Ajó para resolver un problema judicial —historia— y me gustó tanto el lugar que decidí pasar unas semanas de vacaciones. Un día me encontré con un guardacostas jubilado que me habló maravillas de un lugar llamado Balizas de Santa Teresa. No lo pensé demasiado: a la semana siguiente ensillé un caballo y me largué por la costa para conocer el lugar”. No le fue nada fácil llegar; los cañadones y médanos que conformaban la topografía costera obstaculizaban e* fácil desplazamiento. Dificultad que no tuvo en cuenta a pesar de la advertencia que le había formulado su ocasional informante: “Mire que para llegar hay que dormir un ensillao!" No creyó demasiado en la muletilla autóctona —obviamente, se refería a la necesidad de acampar durante la noche y dormir sobre el recado— por entender que recorrer una docena de kilómetros a caballo no podía significar más que unas pocas horas de marcha. “Tardé casi dos días —simplifica— y llegué sucio y hambriento, lo que me obligó a utilizar una rudimentaria caña de pesca para poder alimentarme de lo único que me ofrecía la naturaleza”. La peripecia, lejos de amedrentarlo, lo decidió a abandonar su próspera oficina capitalina (“que trabajaba a rolete", informa) y lanzarse, con su esposa y sus dos hijos mayores (3 y 4 años) “a civilizar el lugar más hermoso de la Atlántida Argentina”. A muchos les pareció un desatino; para L. F., en cambio, fue como volver a vivir: “La rutina de mi profesión me había sumergido en, una especie de letargo insoportable —se sincera—: emprender la aventura fue algo así como regresar de la muerte”. ENTRE LOS MÉDANOS Esa "resurrección” de Lázaro Freidemberg, sin embargo, le significó a su consecuente familia sufrir infinidad de peripecias: “Nuestra primera vivienda en Santa Teresita —memora su esposa— fue una paupérrima carpa de lona y nuestro único alimento, por mucho tiempo, el pescado”. Una necesidad que convirtió en prioridad número uno la construcción de un espigón de pesca, la obra primigenia de Freidemberg que campea sobre el Atlántico. Su segundo empeño, luego de adquirir los terrenos (500 hectáreas que pertenecían al antiguo Ferrocarril del Sud), fue lograr que e| desolado páramo se convirtiera en tierra fértil. Para ello sembró los médanos con alfalfa: “Una manera muy particular de fijarlos —didactiza L. F.— pero que, sin lugar a dudas, es el mejor método para impedir que la arena se desplace”. No fue ése el único fin de la siembra: “Muchas veces, cuando no podíamos pescar o escaseaban las provisiones —recuerda risueña la mujer del pionero—. no teníamos más remedio que armarnos una ensaladita de alfalfa”. Los sofocones de antaño no condicen de ninguna manera, claro, con la forma de vida que hoy ostenta la familia Freidemberg. No hay que olvidar tampoco que desde hace 25 años, cuando la población de Santa Teresita (el diminutivo impuesto al antiguo nombre del balneario fue agregado al nacer la última hija de L. F.) se reducía a unas pocas almas, la familia Freidemberg goza de insospechados privilegios. No es para menos: todos los edificios públicos que circundan el balneario (escuela, sala de primeros auxilios, usina eléctrica, iglesia, departamento de policía y hasta un equipo de radioconversación) fueron donados a la comunidad por el ex abogado. Eso no es todo: el modernísimo equipo telefónico que ENTel instaló en la zona (es posible comunicarse en forma directa con Buenos Aires) tiene su origen en un antiquísimo aparato que Freidemberg instaló —luego de Trasladar la línea desde Mar de Ajó— entre los médanos de su primer campamento. YO QUIERO A MI ARGENTINA No sorprende que el empuje urbanizador de Freidemberg haya cruzado las fronteras nacionales; sin embargo, sospechar que su colaboración sea ansiada por gobiernos extranjeros es algo que dejó atónitos a muchos informados: "Es cierto —confirmó L. F.—, Ben Gurión (el ex premier israelí) me pidió que me hiciera cargo de la urbanización de un balneario en la costa de Israel”. No aceptó; claro que desechar tamaña oferta tiene un móvil justificado: "Yo quiero hacer mis obras en la Argentina, para defender nuestras divisas”. Una premisa que lo urgió, una vez concluido Santa Teresita Sobre el Monte, a emprender un proyecto similar: otra villa, aunque todavía en gestación, que pretende superar su primer exclusivo entusiasmo. La idea básica del proyecto consiste, fundamentalmente, en mantener el mismo criterio arquitectónico de Santa Teresita Sobre el Monte. Un detalle que denuncia la admiración que despertó en Freidemberg su paso por la Costa Azul: todas las construcciones —en su mayoría proyectadas por el arquitecto Justo Solsona— se asemejan a las que campean sobre el Mediterráneo. “Terminadas en revoque blanco, las casas trabajadas fundamentalmente en corte —explicó el propio Solsona— aparecen como cajas de forma diversas, hermanadas por el tratamiento de sus paredes y techos”. De cualquier manera, el espíritu pionero de Freidemberg no se alimenta sólo con sus exclusivas villas. El deporte —especialmente el golf— es otro de sus desvelos. Claro que también tiene sus ventajas: el año pasado, en los links del balneario, Roberto De Vicenzo se adjudicó el Torneo Argentino de Maestros y Freidemberg cosechó su mayor orgullo deportivo: sentar en su mesa al gran campeón, un honor que espera reeditar con la llegada, el 25 de febrero, del mandatario provincial. “Si anuncia, como yo espero, la licitación del camino costero y la pavimentación de la pista del aeródromo, ya podré morirme tranquilo”. La sentencia es el reflejo de su convicción: la iniciación de las obras será, también, el comienzo de su batalla con Punta del Este. ANGEL LEALE Revista Siete Días Ilustrados 21.02.1972 |