Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Topo Gigio
El mago de La Galera
Se llama Gigio, pertenece a la familia de los topos, y triunfó en la TV gracias a su única arma: la ternura

Muere cada 15 días, desgarrado a tirones. Pero siempre hay otro dispuesto a reemplazarlo, otro igual, con la misma cara simplota, mofletuda y tierna. Es el Topo Gigio, un ratón que mide 20 centímetros, hecho con espuma de goma, que logró revitalizar casi milagrosamente el programa La Galera, show que anima todos los martes, desde las pantallas del Canal 11, el actor cómico Juan Carlos Mareco. A principios de mayo, siendo el Topo un honorable desconocido para los televidentes, La Galera apenas deambulaba en los 8 puntos de rating, contra los 37 de su competidora La Tuerca (humorada del Canal 13). Hoy, Gigio arrasó con todos: "Pasamos los 32 de rating”, se regodea Pinocho, mientras anticipa las nuevas aventuras de este pequeño mago con bigotes de nylon y pelo de paja: "El 14 de julio será el programa de despedida. Para que llore todo el país. Cuando lo filmamos, yo mismo pedí que se hicieran varios cortes en la versión original porque no podía ocultar mis lágrimas. Ya terminamos, además, el tape de Navidad: el 25 de diciembre él estará en Roma y nos comunicaremos a través del satélite Pájaro Madrugador. Será un sketch maravilloso. Nos presentará a su novia Rosita y a su mammina, con las caritas congeladas por la nieve”.

Los monjes negros
Gino Lardera, un elegante cuarentón, es el representante del Topo, un invento italiano. Niega que se hayan vendido los derechos del ratoncito para ser reproducido como un muñequito vulgar y silvestre. "Buenos Aires —se quejó— fue la única ciudad del mundo donde encontramos que ya se había registrado el nombre completo de nuestro topolino. Sin embargo, estamos tratando de solucionar el problema: los jugueteros nos ofrecen 15.000 dólares para fabricar y vender en el país nuestra marioneta”.
Lo que Lardera ocultó celosamente es que diez agencias de publicidad se disputaban, a principios de junio, los servicios del personaje. Por otros conductos, SIETE DÍAS estableció que Yuste había contratado a Gigio (por una cifra que excede el millón de pesos) para publicitar masivamente una conocida marca de galletitas. Las cifras millonarias que rodean la vida del Topo no se detienen allí: 25.000 dólares es la suma aproximada que pagó Canal 11 para la trasmisión de los trece tapes de La Galera donde aparece Gigio, y 15.000 dólares son los solicitados por María Perego, creadora del muñeco, para que éste cante en castellano e italiano un disco que, hasta hace 15 días, pretendían grabar (según declaraciones de un miembro del grupo italiano) CBS y Odeón.
Pero, si rumores y secretos enmarañan la vida del topolino, no menos encubierta es su actuación ante las cámaras de TV. "No debemos revelar cómo se mueve ni habla”, contestó a SIETE DÍAS la atildada María Perego (40 años, ex estudiante de filosofía, en Italia, y la más avezada titiritera de la península). Octavio Palmetti (21 años) y Federico Jioli (40) son los magos: embozados en
capas negras, con capuchas de terciopelo del mismo color tapándoles las caras, parecen monjes de misteriosas sectas cuando manipulan tras un decorado, también negro, las infinitas llavecitas, palancas y palillos que permiten moverse y hablar al Topo. Pepino Mazzullo es el encargado de aportar la voz: “Logré lo que buscaba un día en Venecia, tras 24 horas seguidas de ejercitación ante un grabador’’. La voz es casi inhumana y la adoptó Gigio al día de nacer, hace 15 años, en la romántica Venecia, cuando la Perego hacía sus primeras armas en la televisión italiana. Precisamente, antes de que surgiera Mazzullo, el Topo era mudo y sólo sabía entonar algunas canciones de Domenico Modugno.

Un soplo de vida
Para María Perego, “el Topo tiene vida, es la personificación de la dulzura, el amor y la belleza del hombre.’’ Pinocho, sin ironía, comentó: “Fue un soplo de vida también para La Galera.” Octavio y Federico no ocultan su tristeza cada vez que deben reemplazar a un Gigio por otro: “Es como volver a empezar’’, se lamentan. La vitalidad de la que hace gala el topolino se debe, sin duda, a la portentosa coordinación de este equipo de creativos titiriteros: hace 12 años que vienen practicando sobre numerosos muñecos y una extraña sensibilidad les permitió concretar en Gigio sus habilidades.
Luego de filmar un tape para el programa de Pinocho, la actriz y vedette Mariquita Gallegos (esposa de Mareco) intentó articular un sketch para SIETE DÍAS. Pero pronto olvidó que estaba representando y entabló con Gigio un diálogo sincero y cálido:
—Nos conocimos en España, el año pasado —barbotó el ratón con la voz de Mazzullo.
—No es cierto —protestó Mariquita Gallegos—; ya te había visto en Roma, cuando ganaste el premio Eurovisión 1965-66.
Mientras hablaba el ratón trepaba gozosamente por los brazos de la vedette, le besaba las manos con gestos de estereotipado romanticismo y clamaba a su dueña para que le permitiera radicarse en Buenos Aires . . .
—María —pidió Mazzullo mientras Octavio hacía lagrimear al Topo—me quedo con Mariquita.
—lmpossibile ...
—¿No recuerdas cuando animé el show de Ed Sullivan en Estados Unidos y me dejaste solo?
Pese a los reclamos, entre sonrisas, la Perego permaneció inflexible: el topolino debía regresar a Italia. Le espera allí un arduo trabajo: trabará amistad con un oso, Poi-Poi, también de espuma de goma pero absolutamente mudo. Sabe solamente sonarse la nariz con un pañuelito que le tejió el nonno del Topo, a quien reemplazó mientras éste estuvo en gira por todo el mundo. Buenos Aires también conocerá, según promesa de la Perego, a Poi-Poi. Será seguramente el año que viene, cuando el topolino errante haya divertido a todos y duerma, como pasa con todas las marionetas célebres, acurrucado en un desván.
Revista Siete Días Ilustrados
18.06.1968
Topo Gigio
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