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TENDREMOS T. V. EN COLORES La batalla del arco iris Uno de los participantes de la mesa redonda, elevando la voz por encima del murmullo de la sala, exclamó: “¿Acaso alguien está en condiciones de decir que no ha llegado todavía el momento oportuno para que la Argentina adopte la televisión en colores?”. Desde el otro extremo de la mesa, otra voz le repuso: “¿Y quién puede asegurar que realmente llegó”. Los murmullos de la sala aumentaron y hubo un breve amago de aplausos, apagado por la campanilla de la presidencia. Bajo el agobiante calor de los primeros días de verano, una veintena de sobresalientes especialistas internacionales, reunidos por una institución argentina dedicada a la investigación y la enseñanza, el Centro Argentino de Televisión, sesionaron en un aula del cuarto piso de la Facultad de Ingeniería de Buenos Aires. El tema discutido en el simposio —que no necesitaba de la temperatura ambiente para caldearse más— era la televisión en color en la Argentina, una cuestión íntimamente ligada a una declaración oficial emanada de la Secretaría de Comunicaciones, y a un fenómeno internacional cuyo desarrollo va tomando proporciones cada vez mayores. La declaración, confirmada por el doctor Ángel E. Lapieza Elli, director de Radiodifusión, en la última sesión del simposio, era que desde los primeros meses de este año se pondría en funcionamiento el primer canal de televisión en colores de nuestro país. El segundo acontecimiento es la repentina expansión del mercado mundial de la televisión en colores. En todas partes del mundo se llevan a cabo acelerados preparativos para poder lanzar al aire una inundación de imágenes de auténtico colorido. Siete colores para seis continentes Ningún otro espectáculo —ni siquiera la televisión en blanco y negro— ha despertado el interés del público y ha demostrado la capacidad de atracción de la televisión en colores. Desde el Japón —donde adquirir un receptor requiere 760 horas de trabajo— hasta los Estados Unidos —donde la diferencia de precios entre el receptor común y el de color es casi insignificante y en promedio equivale a unas 90 horas de trabajo—, la pasión es la misma. Los primeros receptores japoneses fueron instalados en 1959. Al principio solo funcionaron en lugares públicos y los japoneses se amontonaban en los halles de las estaciones de ferrocarril y del correo para contemplar asombrados la reproducción en vivo, y en colores, de los principales acontecimientos. En pocos años, el número de receptores aumentó rápidamente, y a fines de esta década, uno de cada cuatro televisores japoneses captará la cromovisión. Si el salto ha sido veloz, se explica per el alto grado de industrialización del Japón y el acelerado crecimiento de su nivel de vida. En Europa, un cálculo estimativo ha vaticinado que dentro de diez años existirán cerca de 70 millones de receptores —incluyendo a Rusia y Gran Bretaña—, lo que equivale aproximadamente a un mercado potencial de 3.800 millones de dólares. La industria europea se 'ha lanzado con avidez hacia este nuevo mercado que le permitirá liberarse en alguna medida de su peligrosa tendencia al estancamiento actual. Francia ha sido el primer país europeo que puso a punto su propio sistema de televisión en colores. Como en el caso de los primeros receptores japoneses, trasmiten programas no comerciales y han sido instalados en lugares públicos: a lo largo del elegante boulevard Hausmann —donde, según un ingeniero electrónico francés “se pueden ver muchas cosas atractivas, además de la televisión en colores”—, en vidrieras v en el famoso hipódromo de Longchamps. Allí los aficionados al turf pueden presenciar las carreras cómodamente instalados en el bar, a través de receptores individuales —hay más de 80— y las cámaras, provistas de poderosos teleobjetivos, siguen atentamente el desarrollo de las carreras, desplegando el espectáculo de las multicolores chaquetillas de los jockeys. Las transmisiones son consideradas, sin embargo, de carácter experimental, hasta que no se decida un sistema uniforme para toda Europa. Todos los países europeos, que están afiliados al CCIR (Comité Consultivo Internacional para las Radiocomunicaciones), aguardan la decisión final de ese organismo técnico que se reunirá en Oslo a fin de año, para decidir la adopción de normas standard de transmisión que permitan hacer visibles los programas en color de cada país en toda Europa. Rusia, sin embargo, anticipándose a la decisión del CCIR, ha decidido adoptar el sistema SECAM, desarrollado por los técnicos franceses. Rusia “no podía esperar a que el resto de Europa se decidiera por un sistema u otro”, manifestó un funcionario, y a cambio de sensibles ventajas en la adquisición de petróleo africano, ha comprado las patentes y la asistencia francesa. Para el año que viene, los festejos del 50 aniversario de la Revolución Rusa se trasmitirán en colores. La fiebre del color ha penetrado ya en países donde la tecnología no está aún en condiciones de producir receptores ni programas. Gran Bretaña, Italia y los países bálticos esperan ansiosos las decisiones de los grandes para plegarse a ellos y entrar en el prestigioso círculo de los países que poseen televisión en color. Una revolución instructiva Descontando Japón, donde todavía no ha alcanzado demasiado desarrollo, Estados Unidos es el único país donde la televisión en colores ha mostrado todo lo que se puede esperar de ella. La experiencia norteamericana es el mejor indicio de lo que podrá suceder en nuestro país con el nacimiento de nuestra televisión en color. La cromovisión norteamericana tiene doce años de vida y, sin embargo, hace apenas 18 meses que ha cobrado verdadera significación en el mercado norteamericano. De la noche a la mañana, el número de receptores en funcionamiento se triplicó, en seis meses alcanzó a cinco millones —contra 80 millones de receptores de blanco y negro— y los fabricantes encontraron de pronto que tenían ya comprometida la venta de toda su producción para los próximos 18 meses. Las fábricas trabajan 24 horas diarias y abren constantemente nuevas líneas de montaje. Para 1970 se espera alcanzar la cifra de 30 millones de receptores en funcionamiento. Pero el estallido de la televisión en colores norteamericana no es solo un fenómeno de ventas. La cantidad de programas en color ha aumentado enormemente. Allí está la clave del fenómeno. La televisión norteamericana adolecía manifiestamente de un círculo vicioso. Considerando que había relativamente pocos receptores, se trasmitía un número limitado de programas en color. Pero la falta de programas disuadía a los posibles compradores, que optaban por el receptor de blanco y negro, más barato. Una encuesta realizada por el American Research Bureau, a pedido de las tres redes nacionales de televisión, ABC, CBS y NBC, para resolver definitivamente el problema del color, reveló datos sorprendentes. Se pudo comprobar, mediante amplias encuestas, que los programas televisados simultáneamente en colores y blanco y negro obtenían, un rating 80 por ciento mayor donde había receptor de cromovisión. La alarma cundió por las oficinas de programación y se extendió a los sets. Poco después de tabularse los resultados de la encuesta, la NBC anunció que modificaría su programación; a partir de septiembre de este año, todos sus programas nocturnos —con solo dos excepciones semanales— serán trasmitidos en color. ABC y CBS no tardarán en seguir su ejemplo. La guerra de las marcas Anunciar en un programa trasmitido en colores se convirtió en una garantía segura de obtener un margen extra de audiencia. A pesar del mayor costo de producción —hasta 35.000 dólares por minuto de mensaje—, el color es una inversión más rendidora en términos de “costo por cada mil espectadores”, medida universal y sacrosanta de la publicidad. A fines de 1965, el 60 por ciento de los anuncios comerciales se trasmitían en color. Pero no todas son ventajas: no solo el precio resulta globalmente un treinta por ciento mayor, sino que la producción del anuncio lleva el doble de tiempo y a menudo hasta tergiversa los colores del producto; la mayonesa sale verde, la piel de las modelos adquiere un delicado tono momia y el cielo es con frecuencia de un melancólico color violeta aguado. Una agencia rechazó un anuncio trece veces hasta que el cliente se dio por satisfecho,. y varias industrias se vieron obligadas a rediseñar sus marcas, envoltorios y etiquetas para que la imagen de la pantalla resultara más atractiva. Mientras los norteamericanos conservaron la hegemonía de la industria de la televisión en color, no se plantearon problemas de competencia —el mercado japonés, comparado con el norteamericano, sigue siendo insignificante—. Y precisamente la limitación de los mercados les permitió mantenerlo bajo control. “Puede tenerse una impresión equivocada —dijo en el simposio el ingeniero Julio Guibourg, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires— cuando los norteamericanos hablan de doce años de experiencia y de cinco millones de receptores vendidos. En electrónica, doce años son mucho tiempo, pero solo en los últimos dos años las cosas han comenzado a moverse tímidamente. Durante los primeros diez años se vendieron solo dos millones de receptores de color contra 70 millones de receptores de blanco y negro. La verdadera explicación es que la industria norteamericana comprendió muy pronto que, por un error de estimación de mercados, había presentado la televisión en color en forma prematura. Y durante una década la promovió al revés, es decir, manteniéndola en estado de hibernación, sin matarla del todo, pero sin dejarla progresar. Esto explica que en el mismo intervalo de tiempo en que la industria norteamericana pasó de la primitiva bomba voladora V-2 al proyecto Apolo, o que, en el campo de la electrónica, desarrolló íntegra la tecnología de los transistores y la técnica de las computadoras digitales, e.'. televisión en color, el adelanto más apreciable, de último momento, ha sido conseguir, por fin, la tan esperada cuadratura del círculo, es decir, la pantalla rectangular, que reemplazará a la redonda, permitiendo un enorme ahorro de espacio y una mejor visión de la imagen’', En los últimos cinco años, la ciencia y la técnica europeas han dado un salto respetable rompiendo ese tranquilo estado de cosas en que los norteamericanos hacían lo que querían. Ante la puesta a prueba experimental del sistema alemán PAL, del francés SECAM y los proyectos ingleses de promover un sistema propio, quedó inaugurada una nueva carrera económica que ha tomado el carácter de guerra internacional para obtener el predominio, o una buena tajada del mercad? internacional de la televisión en colores La adopción unilateral del sistema SECAM por parte de Rusia, renovó las esperanzas francesas —a juzgar por la intensificación de las gestiones de sus representantes comerciales en los principales escenarios de la “guerra del arcoíris”—. Pero al mismo tiempo fue un toque de atención acerca de las posibilidades de desmembramiento irreparable del sistema europeo de transmisión. La Argentina, campo de batalla Los primeros síntomas de que el campo de batalla se había trasladado a territorio argentino se hicieron evidentes con el primer anuncio de la oferta francesa de instalar una emisora de televisión en colores para trasmitir por el canal 4, adjudicado por los convenios internacionales al Estados argentino. A principios de 1964, y con la esperanza de estar ya en el aire al realizarse la tan promocionada visita del general De Gaulle a nuestro país, la Compagnie Française de Televisión, con el apoyo oficial del gobierno francés, ofreció al gobierno argentino la instalación de una emisora experimental de televisión en colores, libre de todo cargo, y la distribución de un número limitado de receptores. “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”; la oferta francesa despertó recelos y comentarios suspicaces. En las esferas oficiales, el proyecto encontró serias resistencias. “Nunca ha habido tanta gente de acuerdo en el Ministerio de Economía”, comentó el ingeniero René Anastaze, gerente general de la Compagnie Génerale de Télégraphie sans Fils (CSF), y representante de la CFT en nuestro país. La presión de AFARTE (Asociación de Fabricantes Argentinos de Receptores de Televisión), temerosa de ver en peligro el mercado de receptores en blanco y negro, y las inquietudes del Equipo Económico, que temía la sustracción de divisas a otros sectores más vitales de nuestra economía, impusieron un ritmo “tropical y latinoamericano” a las negociaciones, que se prolongaron muchos meses más de lo que los franceses esperaban. La Universidad del Salvador se interesó mientras tanto en la posibilidad de instalar, con fines culturales y pedagógicos, una emisora de colores, con carácter precario, en el canal 4. El R. P. Grandinetti voló a París para entrevistarse con el presidente de la CST, que en sociedad con las cristalerías Saint Gobain proporcionó los capitales y especialmente los medios técnicos para crear la CFTM. Pero el proyecto se diluyó ante la falta de recursos financieros. A Francia le habría convenido enormemente su éxito, por tardío que fuera. Así habría contado con un apoye más en la reunión del Comité Consultivo Internacional para las Radiocomunicaciones, que se reunió en Viena en marzo de 1965. El precio del regalo La oferta francesa trajo a primer plano en nuestro país un concepto de problemas colindantes cuya solución viene postergándose desde hace años. No existe aún un servicio de televisión exclusivamente cultural que cumpla en el campo de la imagen televisada la función que la cadena de Radio Nacional desempeña en el ámbito de la radiodifusión. Dadas las características “experimentales y provisorias” de la estación francesa, el nuevo servicio estaría destinado a tener corta vida. De lo contrario —según una tradición argentina que ejemplifican muy bien la Ley de Alquileres y los pabellones de la Feria del Sesquicentenario— la estación “provisoria” quedaría instalada con carácter definitivo, obligándonos a los argentinos a optar de facto por el sistema francés, sin dar lugar a la discusión imprescindible sobre las ventajas y desventajas de los sistemas que se ofrecen en el mercado, y creando el ambiente ideal para transacciones obscuras. Pero además es conveniente preguntarse si nuestro país está económicamente en condiciones de absorber una nueva red de televisión que se superponga sobre la del blanco y negro duplicando las trasmisiones. Es sintomático que esta vez la iniciativa sea compartida por el Estado y una empresa extranjera auspiciada oficialmente por su gobierno. La ausencia de intereses específicamente comerciales señala elocuentemente el alto costo inicial que implica abrir un nuevo mercado. A la larga, como sucedió con la televisión en blanco y negro, el Estado se hace cargo de crear un nuevo campo económico, y previsiblemente de todos los gastos que implica, para que las empresas privadas —que a menudo corresponden a los mismos capitales que vendieron a buen precio las primeras estaciones al gobierno— lo exploten luego con enormes beneficios. La hora de elegir llega temprano El propósito del simposio realizado por el Centro Argentino de Televisión era discutir y analizar las posibilidades técnicas y económicas de la televisión en colores “para prevenir una elección inmediata —cuyo resultado resulte perjudicial para nuestro país. Conviene recordar —declaró el ingeniero Adolfo Di Marco, presidente del Centro— que una vez adoptado un sistema, no hay rectificación posible”. Del tenso clima del simposio surgía la sensación de un enfrentamiento de fuerzas : mientras una fuerza presionaba para urgir a la Argentina a adoptar inmediatamente uno de los sistemas de trasmisión en colores que se ofrecen en el mercado, la otra hacía lo posible por retardar la elección. La clave se encuentra quizás en la próxima reunión del Comité Consultivo Internacional, en Oslo. En ella, los países miembros de la Unión Internacional de Telecomunicaciones votarán las normas internacionales que luego adoptará cada país, adecuándolas a su uso. No solo los franceses tienen interés en que la Argentina los apoye con su voto y su testimonio de una experiencia práctica. La elección unilateral del sistema SECAM por nuestro país —siguiendo el ejemplo ruso— sería una garantía de buen negocio para los franceses, aunque perdieran la votación de Oslo. Pero también los norteamericanos estaban a la espera de su oportunidad para poder entablar la lucha abiertamente con los franceses en el Río de la Plata. El simposio era la ocasión ideal. La delegación norteamericana —mucho más numerosa de lo que esperaban los directivos del Centro— incluyó media docena de especialistas del más alto nivel y un regimiento de técnicos y ayudante. De la bodega de un avión descendió una docena y media de receptores de color, un equipo trasmisor de circuito cerrado, un proyector de película cinematográfica para televisión y hasta un generador de corriente alternada, dado que la diferencia de 60 a 50 ciclos que hay entre la electricidad norteamericana y la argentina, habría impedido el funcionamiento de los aparatos. Toda esta artillería electrónica fue trasportada hasta el cuarto piso de la Facultad de Ingeniería, en Paseo Colón. Allí, instalado el generador en la terraza adyacente, una continua procesión de curiosos desfiló ante el insólito espectáculo. Mientras tanto, en un aula vecina del mismo piso se discutían calurosamente las ventajas e inconvenientes del SECAM y el NTSC, y volaban copiosamente los dardos de uno a otro bando. Comenzar por el principio De las deliberaciones surgieron dos corolarios. Uno a nivel técnico: ambos sistemas presentados incluyen ventajas y defectos; ambos son susceptibles de perfeccionamiento y desarrollo; ambos son compatibles con la televisión en blanco y negro, y, mediante distintos procedimientos dé registro, ambos permitirán el acceso a numerosos programas de blanco y negro y color, europeos y norteamericanos; pero el sistema PAL, alemán, quedó fuera de las discusiones, a pesar de sus brillantes perspectivas en Oslo, por falta de interés en los medios oficiales alemanes de nuestro país. El segundo corolario es de carácter más político: la decisión del sistema a adoptar —las normas para la trasmisión pública de programas en color— no debe quedar en manos de administradores influenciables por los canales de la propaganda o la diplomacia. La guerra industrial es un deporte en el que el fair play consiste en hacerle la zancadilla al adversario, y nadie halla mal que sea así, pero más vale estar prevenido. “En los Estados Unidos —expresó el ingeniero Guibourg— después de un duro conflicto público entre distintas empresas, se terminó por formar el Comité para el Sistema Nacional de Televisión (NTSC) que en forma serena, y con la colaboración de todos, determinó las normas de color que se consideraron más convenientes para el país en su conjunto”. Y agregó: “Considero absolutamente necesario que se forme en nuestro país una Comisión para el Sistema Nacional de Televisión en Color que —con la colaboración de las reparticiones públicas competentes y de las asociaciones profesionales y universitarias— estudie los sistemas aplicables serenamente, con sentido nacional, con amplitud de criterio, sin posiciones rígidas tomadas a priori’, y que —en contacto con los países hermanos que tienen el mismo problema— busque la solución que mejor contemple los intereses de la comunidad y la proponga a la Secretaría de Comunicaciones, para su adopción definitiva”. Martín Felipe Yriart ___recorte en la crónica___ La pregunta más inmediata que surge ante un receptor de televisión en colores es por qué el mismo aparato capta también las trasmisiones en blanco y negro, mientras que su humilde hermano gris no puede hacerlo. La cámara que capta la imagen de televisión en colores funciona en forma semejante a la de blanco y negro, pero en realidad, dentro de su caja oculta cuatro transmisores de blanco y negro. En lugar de un tubo fotosensible, tiene cuatro: uno para cada uno de los colores "primarios" de la TV —rojo, azul y verde— y otro para la intensidad luminosa. Los tres tubos para los colores forman el elemento básico de la "señal de prominencia"; el otro origina la "señal de luminancia". La imagen transportada por los haces luminosos penetra por el lente de la cámara. Un sistema de prismas y espejos semejante al de un espectroscopio de laboratorio descompone la imagen en tres subimágenes de color: roja, azul y verde, que son proyectadas sobre los correspondientes tubos. El cuarto toma la imagen en blanco y negro para conservar con fidelidad la relación entre luces y sombras. Antes de ser lanzados al espacio, todavía, los impulsos electrónicos en que ha sido convertida la luz captada por la cámara sufren un doble tratamiento: la "codificación" y la "adición". La codificación tiene por objeto ampliar la potencia de las señales para que no pierdan sus propiedades al ser trasmitidas. La adición combina los tres haces formando una señal capaz de ser recibida en blanco y negro. Hasta aquí, los tres sistemas de televisión en colores que están en discusión no difieren mayormente. Pero la diferencias comienzan cuando se trata de la forma en que las señales de luminancia y crominancia son trasmitidas y, por consiguiente, recibidas por el receptor hogareño. El sistema norteamericano NTSC ha sido desarrollado por la RCA y adoptado uniformemente para todas las trasmisiones públicas de los Estados Unidos. Su nombre es la sigla de la "National Television System Committee" (Comisión Nacional para el Sistema de Televisión), el organismo técnico que hace más de una década decidió la adopción del sistema RCA. Las señales se trasmiten en forma continua y paralela en bandas de AM (amplitud modulada). El receptor acoge simultáneamente las señales de crominancia y de luminancia. El mecanismo por el cual opera el sistema PAL, desarrollado por la compañía Telefunken de Alemania Occidental, es muy semejante al norteamericano. En su caso, las diferencias se presentan, en forma más visible para el usuario, en el receptor mismo. El sistema que más llama la atención por el aparente despliegue de complejidad es el SECAM, creado en Francia por "Compagníe Francaise de Television". El nombre insinúa ya sus características de trasmisión. "SECAM" es la contracción de "Sequentiel á Memoire" (Secuencial a memoria), lo que quiere decir que en lugar de mezclar las señales de colores para trasmitirlas, el SECAM envía alternadamente por el mismo canal de AM señales de rojo y de azul que sin mezclarse llegan uno atrás de otra al receptor. Pero además el SECAM envía las señales de luminancia independientemente por un canal de FM (modulación de frecuencia). Ni el PAL, ni el SECAM trasmiten directamente la señal de verde. La combinación de las señales de color con la de luminancia en el receptor permite obtener el tercer color "primario" del sistema. No todas las diferencias que se presentan en los receptores, sin embargo, se deben directamente a la variedad de mecanismos de trasmisión. La regulación de los colores en la pantalla del receptor ha creado un sin número de problemas, y en el caso del NTSC es lo que más diferencia al receptor del color del de blanco y negro. Lo antena que recibe las señales de color es prácticamente idéntica a la de blanco y negro, pero en el interior de] aparato todo es distinto, comenzando por el tubo mismo. Como la cámara de toma, el tubo tiene tres proyectores de electrones, uno para cada uno de los colores primarios. Cada proyector arroja un haz de electrones que barre la pantalla. En el receptor de blanco y negro, un solo haz recorre las hileras de puntos. Pero en el receptor de color cada uno de los haces debe barrer solamente los puntos que reproducen el color que le corresponde. Existe más de un millón de puntos en la cara interna del tubo de TV y una retícula construida en el cono mantiene a los haces apuntados sobre las superficies de barrido correspondientes. Cuando el haz de electrones intercepta las partículas de fósforo que constituyen un punto, se vuelven luminosas. Los puntos están agrupados de a tres, uno para cada color. Cuando el haz de electrones "rojo" intercepta el punto correlativo, se produce en la pantalla un punto de luz roja. Si el haz rojo y el verde tocan sus respectivos puntos en el mismo triángulo de la pantalla, lo que el ojo humano ve es amarillo. Si se produce rojo azul y verde al mismo tiempo, e| resultado es el blanco. Así, mezclando grupos de tres puntos se pueden obtener todos los colores y tonos sobre la pantalla. Para simplificar el circuito, los norteamericanos instalaron en el NTSC dos perillas más de las que tendría un receptor de blanco y negro. Con esas perillas, el usuario puede controlar la intensidad y saturación de los colores, de modo de compensar los efectos de la trasmisión. El PAL y el SECAM, en cambio, optaron por incorporar un sistema de regulación automática que simplifica el manejo, aunque limita el control. Revista Panorama febrero 1966 |
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