Mágicas Ruinas
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APARATITOS
Para reemplazar el teléfono


Teléfono será dentro de pocos años una palabra tan anticuada como tranvía. Mutante de la televisión, cruzado con la computadora, este artefacto desaparecerá rápidamente para dar lugar al nuevo repertorio de sistemas electrónicos: una docena de aparatitos que zumbaban, titilaban, perforaban cintas y encendían sus pantallas la semana pasada en el Salón Internacional de Comunicaciones de Bruselas.
Según parece, lo único que sobrevivirá del viejo teléfono será el hilo, con sus millones de kilómetros formando una enorme telaraña. En casa, en cambio, aparecerá un elegante cubo de colores montado sobre un pie giratorio de 360 grados. En una de sus caras habrá una pantalla de televisión de 5 pulgadas con un poder de resolución (luminosidad más nitidez) superior al de los televisores actuales. Encima de esa pantalla se ocultará una cámara de toma capaz de enfocarse automáticamente hasta una distancia de tres metros, con un lente de campo extra-ancho. El Picturephone —así se llama— resultará ideal para hacer las compras por teléfono, aunque combinado con otros artefactos también nuevos revolucionará los hábitos de comunicación de ingenieros, médicos, científicos y hombres de negocios, y encenderá seguramente la imaginación de los quinieleros y redobloneros.
Conectado al circuito de intercomunicadores de una oficina, evitará el cincuenta por ciento de los paseos en busca de bocetos, estadísticas o diagramas de flujo. Utilizado como sistema de vigilancia equivale a un cuerpo completo de detectives empresarios.
Los aficionados al juego de la bolsa podrán seguir en detalle las ofertas y contraofertas de hasta cuarenta acciones, directamente desde el Mercado de Valores, mediante el perforador de cinta Trans-Lux, que opera conectado a una central electrónica de información. Apretando un botón se sintonizan las cotizaciones generales. Dócil y bien educado, el Trans-Lux se enciende solo, cada vez que alguien compra o vende acciones de la misma empresa que usted tiene. Las bajas repentinas del mercado, sin embargo, serán menos peligrosas que hasta ahora para los accionistas cardíacos cuando cada uno tenga en su casa un Cardio-Tel. Gracias a microscópicos telesensores electrónicos insertos en el cuerpo, registra sin necesidad de cables las fluctuaciones del sistema cardiovascular. Discando el número de su médico, podrá recetarle inmediatamente. La receta no será necesario mandarla a buscar con el cadete o el hijo menor, pues el propio médico la despachará a través del Victor Electrowriter, capaz de reproducir en los antípodas todo lo que se escriba, dibuje o garabatee sobre su sensible pantalla. Si el destinatario de la llamada no está del otro lado de la línea, la comunicación no se pierde: el receptor Call-a-Matic la registra Junto con su número. Cuando regresa el doctor (o el capitalista de juego, claro) no tiene más que apretar un botón y el Call-a-Matic devolverá la llamada automáticamente y sin equivocarse. Cuando la conversación termina, otro botón permitirá almacenarla directamente en una memoria electrónica.
Una cruza de televisor, computadora y máquina de escribir forma el Spectra 70, de la RCA. Este engendro mecánico permite dialogar con una computadora y recibir sus respuestas a través de la pantalla mientras se le plantean nuevas preguntas. Pero el teclado del Spectra 70 no es el único idioma que entienden las computadoras: el MDR-1000, de Motorola, un "lector indiscriminado", digiere toda clase de información, venga en tarjetas perforadas, cintas, discos o gráficos, y no ocupa más espacio que una bandeja de escritorio.
Más modesto, el Quotron posee un teclado de 35 fichas y un visor con cinco cifras. Según el circuito al que se lo conecte, puede realizar operaciones comerciales a larga distancia, informar acerca de la variación de presiones y temperaturas en un oleoducto de 2.000 kilómetros, inventariar de un depósito de repuestos para automóviles donde se almacenan millones de piezas, o resumir los resultados del fútbol en inimaginables estadísticas. Con el catálogo de un supermercado en la mano será la delicia de las mujeres que pueden entregarse a una orgía de derroche sentadas en el sofá de su living. No se sabe aún si todos estos aparatitos combinados harán más feliz a la humanidad, o si, por el contrario, contribuirán a multiplicar sus fobias y sus manías. Pero lo seguro es que los argentinos se desesperarán por comprarlos, una vez que invadan el mercado de artículos para el hogar.
PANORAMA, MARZO 10, 1970
 







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