Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Cuba
Cuba, hoy (1968)
Bloqueada por los , Estados Unidos, débilmente vinculada al resto de Occidente, casi incomunicada con China y cada vez menos asistida por la URSS, la revolución cubana vive su hora de mayor aislamiento. El gobierno retoma las tesis económicas del Che y se orienta hacia una paulatina industrialización.

Al cumplirse quince años del frustrado asalto al Moncada, dramático paso inicial del movimiento que derrocó al gobierno de Fulgencio Batista (ver recuadro de página 42), la revolución cubana muestra su rostro más austero. Nunca como hoy se ha hecho más evidente el cúmulo de dificultades que el país debe superar para afianzar su endeble economía. El año comenzó con una nueva “ofensiva revolucionaria’’ que suprimió el comercio particular y puso bajo el control del Estado a casi todas las actividades productivas con excepción de la pequeña propiedad agraria. Por todas partes pueden verse quioscos clausurados con una faja que reza: Este negocio ha sido nacionalizado.
Las pizzerías y los locales de diversión nocturna, tan característicos
de la expansiva idiosincrasia centroamericana, han cerrado sus puertas y ya no se ve a la juventud bailar al son de ritmos calientes pocas horas antes de partir hacia el corte voluntario de caña. La “revolución con pachanga’’ ha dado paso a un esfuerzo colectivo por acelerar el despegue económico sin contar con la cada vez más restringida ayuda soviética, muy sensible al enfriamiento paulatino de las relaciones entre el régimen fidelista y la URSS. Heridas todavía abiertas, como la denuncia oficial de actividades “fraccionalistas” por parte de diplomáticos de países socialistas destacados en la isla y el castigo al grupo ortodoxo del viejo Partido Socialista Popular (Comunista), encabezado por Aníbal Escalante, ahora preso, tuvieron su correlato económico en un estancamiento de la ayuda y el intercambio.
Cuba y la URSS se limitaron este año a prorrogar el acuerdo comercial de 1967 luego que las conversaciones entraron en un callejón sin salida. Una de las consecuencias inmediatas fue la implantación del racionamiento de los combustibles, que llegan en su casi totalidad desde la lejana URSS. Orgullo nacional, esperanza en el futuro y lucha sin cuartel contra todos los sectores no trabajadores, constituyen la triple respuesta de Fidel Castro al cerco político y diplomático que lo va rodeando. Receta ésta que en climas tropicales produce efectos inesperados.

La elaboración de un fracaso
Postergado el proyecto de hacer de América Latina un gigantesco Vietnam, tras el aniquilamiento de las guerrillas bolivianas y del casi insustituible líder de la sublevación, el ya legendario “Che” Guevara, los jefes de la revolución cubana practican en los últimos meses una prudencia que revela intensas polémicas internas. De fuentes responsables pudo saberse que son constantes las sesiones de discusión con los cinco sobrevivientes de la guerrilla boliviana que lograron escapar hacia La Habana. Ellos fueron testigos directos de la más importante experiencia práctica que tuvieron los acuerdos de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), a mediados del año pasado. Guatemala, Venezuela y Colombia siguen siendo escenarios de luchas guerrilleras que se mantienen estacionarias, con esporádicas alzas y bajas, pero sin mostrar un progreso significativo.
Entre tanto, el pueblo cubano devoró en pocos días el Diario de Campaña del “Che" en Bolivia, distribuido gratuitamente entre todos los habitantes y convertido en una especie de Biblia revolucionaria o nueva versión del Libro Rojo de Mao; las afirmaciones iniciales del gobierno del general Barrientos— que en un principio calificó de apócrifo al documento—no impidieron que se convirtiera en un prolífico best seller.

Cuatro fisuras del bloqueo
Cuando los Estados Unidos establecieron su “cerco de seguridad” en torno a la isla, sólo quedaron cuatro puntos desde donde se puede viajar a Cuba: Moscú, Praga, Madrid y México. Los TU-114 de la Aeroflot unen sin escalas a la capital soviética con La Habana. Desde Praga viajan aparatos de la empresa estatal checa y de la Cubana de Aviación, ambos con escala en Shannon (Irlanda) y Gander (Canadá). Madrid, pulmón cubano en Europa Occidental, permite vuelos regulares de Iberia y Cubana, un recurso para asegurar la continuidad del mutuamente beneficioso intercambio comercial. La línea México-La Habana, única comunicación con América Latina, existe en virtud de un antiguo tratado que los mexicanos cumplen con una sola condición: los aviones tienen que ser siempre los mismos y los viajeros deben ser fotografiados y fichados por la policía local bajo la mirada de atentos funcionarios de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA).
El “fichaje” se realiza también en los otros vuelos, aunque de manera menos evidente. Está a cargo de agentes destacados al efecto en los aeropuertos de Shannon, Gander y Madrid. La línea directa desde Moscú es, obviamente, la más difícil de controlar para los norteamericanos.
Una vez en Rancho Boyeros, aeropuerto habanero frecuentemente conmovido por el aterrizaje de aparatos desviados en pleno vuelo sobre el Caribe, los viajeros deben entregar el pasaporte, que sólo se les devuelve a su retorno; es la primera de una serie de medidas de seguridad a las que el visitante debe habituarse. La Oficina del Banco Nacional cambia los dólares por pesos cubanos sobre la base de uno por uno. En el reprimido mercado negro la cotización puede llegar a 25 pesos por dólar, operación que puede costar de 5 a 10 años de prisión en una granja colectiva. Un cubano sólo puede buscar dólares si se propone viajar al exterior o si está en contacto con extranjeros en condiciones de hacer llegar ese dinero a otras capitales occidentales: dos posibilidades que la G2 (policía secreta cubana) tiene la misión de evitar drásticamente.

Racionamiento y obras públicas
Con poco más de un millón de habitantes. La Habana posee aún reminiscencias españolas. Creció y se trasformó en una de las grandes ciudades latinoamericanas por la influencia directa de los dólares que los turistas norteamericanos dejaban en sus casinos, nigth-clubs y hoteles de lujo. Esos dólares, sumados a los que eran obtenidos por las ventas de azúcar, señalaron a Cuba como una de las naciones que mayor renta per cápita tenía en el continente. Hasta el acceso de Castro al poder —en enero de 1959— los dólares quedaban en La Habana. Los gobernantes no se preocupaban de irrigar con ellos todo el país para lograr un desarrollo equilibrado y un crecimiento de la actividad productiva no turística. Todo era importado, desde la alfalfa hasta los Cadillacs, y todo era prácticamente consumido en la capital. Durante 1953, último año del gobierno de Batista, Cuba importó más de 6 millones de dólares de porcelanas, un millón de dólares de ketchup y una suma similar de chicles. En La Habana, ahora, no se encuentra un chicle y es preciso exhibir la tarjeta de racionamiento para comprar pasta dentífrica o bombones; pero en toda la isla se construyen escuelas, hospitales, represas hidroeléctricas y otras obras públicas.
El racionamiento, en cambio, alcanza a casi todos los productos. Cada niño tiene asegurado un litro de leche diario, pero los mayores deben conformarse con las latas de leche condensada. Solamente se pueden comprar a voluntad —“por la libre”, como dicen los cubanos— azúcar, pan, huevos y algunas legumbres. Los hombres tienen derecho anualmente a tres pares de medias, tres camisas, dos pares de zapatos y un corte de tela. Las mujeres pueden comprar siete metros de tejido, un vestido, dos blusas y una pollera. Aun así, las cubanas están siempre bien arregladas, lo que se ve facilitado por el clima templado.

Café para todos
El salón de belleza estaba cerrado a las 11 de la mañana. De la puerta colgaba un cartel: Estamos en el café. No se trataba del cafecito reparador que salpica de ocio la jornada de trabajo. Por la tarde, las peluqueras estaban de vuelta. Como miles de otros cubanos participan de la tarea de sembrar las tierras próximas a la capital, el llamado "cordón de La Habana". Son tres grandes semicírculos: en el primero se cultiva café, en el segundo frutas, en el tercero arroz.
La moda actual es el café. Cuba quiere entrar por la puerta grande en el mercado internacional y se propone producir en 1970 la nada despreciable suma de 5 millones de toneladas (un quinto de la producción brasileña). Aunque por ahora el producto está racionado, los habaneros son convocados para las denominadas "guerrillas del café”, que significan una semana mensual de trabajo en el campo. Brigadas especiales limpiaron de malanga y otras plagas las extensas tierras cultivables de las seis provincias, tarea en la que el Ejército cumplió un papel preponderante. Es lo que se denomina la “Batalla de la Agricultura”, esencia de la política económica cubana de los últimos años.

¿Retorno a la Industria?
Hasta 1963, Cuba aplicó una gran masa de recursos en la tentativa de industrializarse a corto plazo. El “Che” Guevara, entonces ministro de Industrias, fue el comandante de este esfuerzo inconcluso. La producción agrícola cayó verticalmente y las industrias instaladas producían muy por debajo de los niveles de eficiencia requeridos, por falta de mano de obra especializada y por la desorganización administrativa heredada del pasado.
Toda la estrategia económica fue entonces modificada. Cuba pretendió transformarse en un inagotable granero, capaz de exportar importantes cantidades de alimentos. La producción de azúcar volvió a crecer, a pesar de dos grandes sequías consecutivas, y deberá alcanzar en 1970, según cálculos oficiales, los 10 millones de toneladas (el record actual es de menos de 7 millones. Pero el enfriamiento de las relaciones con la URSS, acentuado a comienzos de este año, ha congelado el suministro de maquinarias y originó una revalorización de las doctrinas económicas del “Che”. Esto ocurre a dos años de finalizar el plazo acordado para elevar la producción agrícola. En todos los niveles gubernamentales comienza a escucharse: “Hay que empezar a industrializarse de a poco; nuestra economía sigue siendo todavía débil y no podemos confiar constantemente en la ayuda soviética".
Entre tanto, continúan en marcha los planes de mejoramiento ganadero, cuyos héroes son dos toros Holstein norteamericanos adquiridos en el Canadá: Boneco Feliz y Veludo Negro. Ellos solo están mejorando todo el ganado cubano, que era de raza cebú (de carne dura y bajísima producción lechera). Legiones de especialistas en inseminación artificial —adiestrados en cursos de breve duración— han cruzado ya 175.000 becerros y prometen un millón para 1970. Fidel (no tiene casa ni despacho, anda constantemente por toda la isla, en helicóptero, y ni los propios cubanos saben dónde está hasta que, al día siguiente, si hace algo importante, la prensa lo informa) carga consigo una biblioteca entera sobre asuntos agrícolas y asumió personalmente la dirección del Instituto Nacional de Reforma Agraria. Por toda Cuba surgen institutos tecnológicos y se dictan cursos de nivel medio para formar especialistas en riego o fertilización; campañas de propaganda (“Más ruralismo, menos urbanismo’’) inducen a la juventud a abandonar las ciudades e ir al campo. En la Isla de Pinos— hasta hace poco prácticamente despoblada y conocida sólo por su hoy desmantelado presidio— se realiza una experiencia de colonización de la que participan veinte mil jóvenes, cifra que según los planes gubernamentales se quintuplicará dentro de tres años.

Marxismo versus tradición
“Mi bien, mañana voy para la zafra azucarera; vuelvo la semana que viene”. En Cuba, cualquier mujer dice esto a su marido con la mayor naturalidad. Pero nueve años de f¡delismo no consiguieron destruir totalmente siglos de tradición española. El “machismo” latinoamericano resurge bajo las más diversas formas y el número de divorcios se triplicó en los últimos años. Influye en esto la circunstancia de que recientemente se regularizaron numerosas separaciones de hecho, que databan de muchos años pero no estaban contempladas por la ley. En Cuba es tan fácil casarse como divorciarse: basta con el mutuo consentimiento. Se dan casos como el de Rita Tabares, dactilógrafa de un ministerio, que hace una década era una de las 80.000 prostitutas registradas por la policía de La Habana.
No quiso salir del país, como la mayoría de sus compañeras, sino que prefirió internarse en un Centro de Recuperación. Al salir se casó con un obrero, quien al enterarse de su pasado la dejó con un hijo. Por la mañana, ella lo lleva a un Círculo infantil (guardería), como hacen muchas madres cubanas, y lo va a buscar al caer la tarde. Ahora está por casarse con un compañero de trabajo y no tiene problemas de vivienda, al revés que la mayoría de los jóvenes, normalmente obligados a vivir con sus padres o en hoteles debido a la escasez de casas. El propio Fidel reconoce que en Cuba hay un déficit anual de 100.000 viviendas, y las autoridades repiten constantemente que será el último de los problemas sociales en resolverse, porque el cemento debe utilizarse en obras públicas y construcciones militares.
Así y todo, la vida sexual no encuentra muchos obstáculos para manifestarse fuera del ámbito familiar. Los hoteles no permiten “visitas”, pero tampoco exigen certificado de casamiento a los que alquilan una habitación. Además están las “posadas”: por una suma que oscila entre 3 y 10 pesos suministran alojamiento por horas sin mayores formalidades. Un gran almanaque con la efigie de Vladimir Llich Ulianov (Lenin) suele presidir los halls de entrada iluminados a media luz. Sin embargo, el concepto de la esposa ideal todavía tiene vigencia para la mayoría de los cubanos: las prefieren hogareñas y hacendosas, antes que independientes y dinámicas. Fidel no se cansa de repetir que "hay que liberar a la mujer de la cocina y el fregado”, pero hay una sorda resistencia a su incorporación a la actividad productiva.

Salir con lo puesto
La frustrada invasión de Bahía de los Cochinos (Playa Girón para los isleños,) sirvió para cristalizar el sentimiento antinorteamericano de los cubanos más que todos los discursos de Fidel (hasta los que se quejaban de escasez se fueron a enrolar en el ejército defensor), pero 700.000 personas (casi el diez por ciento de la población total del país) están inscriptas en las listas para viajar a los Estados Unidos en uno de los dos aviones Electra que diariamente parten hacia Miami. El punto de evacuación es el pequeño aeropuerto de Varadero, bautizado por los partidarios del gobierno como el Tacho de Basura. El régimen fidelista procura sacar partido de este éxodo, infiltrando espías entre los ¡ exiliados cubanos en los Estados Unidos. Por eso, la vigilancia en la denominada Casa de la Libertad, de Miami, donde los pasajeros son recibidos, es tan rígida como la del Servicio de Inteligencia Cubano en Varadero.
Los inscriptos en las listas de embarque reciben de inmediato la visita de un funcionario que registra prolijamente todos sus bienes: antes de partir, el gobierno los confisca. Una vez inscripto, el aspirante a exiliado sólo puede trabajar en la agricultura, salvo que las autoridades juzguen conveniente su mantenimiento en un cargo determinado, como es el caso de los médicos, ingenieros y técnicos. La propaganda oficialista insiste en que su política de migraciones le permitirá “librarse de los insatisfechos y de los indeseables”; Fidel llegó a proponer a Estados Unidos que enviara buques, en lugar de aviones, para apresurar su salida.

La revolución en cifras
“Anímate, que ahora es gratis”. La invitación parte de una siniestra calavera que cubre la tapa de una de las principales revistas humorísticas cubanas. Es la faz cómica de una medida que movilizó pequeñas fortunas particulares, antes reservadas para eventuales desgracias: la gratuidad de los entierros. La ceremonia no ha variado y tanto en su versión laica como en la religiosa cuenta con la misma pompa o sencillez que antes. Además del entierro, el cubano no paga nada por presenciar espectáculos deportivos, usar el teléfono público, educarse en cualquiera de los niveles o atenderse en los centros de salud. Y es ciertamente en estos dos últimos sectores donde el régimen castrista obtuvo sus mayores victorias.
En 1962, Cuba tenía 187 estudiantes cada mil habitantes (Francia 190, Italia 143). Ahora, este índice sobrepasa los 200, sin incluir los 400 mil adultos que siguen cursos especiales. Un 81,9 por ciento de la población entre 5 y 19 años frecuenta instituciones educacionales, lo que sitúa a Cuba en el cuarto lugar del mundo, detrás de Nueva Zelandia (97 por ciento), Australia (82,6) y Estados Unidos (82,1). El analfabetismo fue reducido en Cuba al 3,7 por ciento
(URSS 1,5, Estados Unidos 2,2 y Argentina 8,6).
En general, la salud pública también mejoró. Cuba tiene un médico cada mil habitantes (Estados Unidos uno cada ochocientos y Argentina uno cada setecientos) y el índice de mortalidad infantil es del 37 por mil. En los últimos dos años no se registró ningún caso de poliomielitis y toda la., atención sanitaria es gratuita.
Entre los médicos, sin embargo, el régimen encontró dura resistencia. Los que se graduaron en el período prerrevolucionario emigraron en su casi totalidad y es grande el número de médicos inscriptos en las listas del éxodo. El gobierno posterga cuanto puede las autorizaciones de embarques de los profesionales, con la intención de hacer tiempo hasta tanto las nuevas camadas (500 médicos por año, que reciben adoctrinamiento político y se comprometen a trabajar en el campo) ocupen su lugar.

Realismo fidelista
Los cubanos son los mayores trasgresores de las leyes que reglamentan los derechos de autor. Como el bloqueo les impide comprar los derechos de reproducción de los libros técnicos norteamericanos y no disponen de dólares para adquirirlos en grandes cantidades, aplican un sistema curioso. Si la Universidad, por ejemplo, comunica que necesita una obra editada en el exterior, el Instituto del Libro hace comprar un ejemplar en Europa, fotografía sus páginas e imprime cuantos sean necesarios. La teoría es simple: “Un libro no puede pertenecer a un solo autor, porque se vale de conocimientos que son patrimonio de toda la humanidad; luego, su obra también" debe incorporarse a ese patrimonio”. Este método expeditivo de difusión cultural no ha podido adquirir mayores magnitudes porque la producción cubana de papel es escasa y gran parte del consumido debe ser comprado con dólares en el exterior. Las tiradas de novelas raramente pasan de cinco mil ejemplares y se agotan en pocos días. El año pasado fueron editados 500 títulos, con un total de ocho millones de ejemplares.
Todas las actividades cinematográficas son controladas por el Instituto Cubano de Cine, que ya obtuvo una serie de premios internacionales con cortometrajes. Los largometrajes, en cambio, son de baja calidad. Los propios directores reconocen francamente que el gusto del público sigue estando por debajo del nivel de calidad que se le ofrece, a pesar de los esfuerzos del Instituto: el mayor éxito de taquilla, el año pasado, fue Mi último tango, con Sarita Montiel; la televisión, por su parte, reproduce constantemente viejas películas argentinas (Luis Sandrini, Mirtha Legrand, Los Cinco Grandes del Buen Humor, Pepe Arias).
En las artes plásticas, los cubanos son radicalmente diferentes de otros países socialistas. No hay presión oficial en favor del llamado “realismo socialista” y hasta David Alfaro Siqueiros —considerado el mayor pintor mexicano vivo y primer secretario del Partido Comunista de su país— se declaró horrorizado ante los cuadros abstractos exhibidos este año en el Salón de Mayo.

El futuro de los barbudos
Bloqueada por los Estados Unidos, escasamente relacionada con el resto de Occidente, prácticamente incomunicada con China y cada vez menos asistida por el bloque soviético, la revolución cubana vive su hora de mayor aislamiento. Dentro de pocos años los técnicos que ahora pueblan los barrios de becados, tendrán a su cargo la construcción de una sociedad industrial acorde con sus exigencias, en un país donde los barbudos serán aún jóvenes. “No seremos libres hasta que América Latina entera no realice su revolución”, escuchan constantemente a través de todos los medios de difusión: el porvenir cubano depende, en parte, de esa eventualidad; más directamente, de la concentración de esfuerzos para lograr la autosuficiencia económica.

N. de la R.: Para la confección de esta nota se recurrió al reportaje realizado por Milton Coelho, de la revista brasileña Realidade (cuyos derechos de publicación en castellano adquirió SIETE DIAS), al testimonio de una decena de observadores y a nuestros servicios de información exclusivos.

_recuadro en la crónica_
EL ASALTO AL MONCADA
El domingo 26 de julio de 1953, por la mañana, un grupo de revolucionarios encabezado por los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz pretendió aprovechar una tradicional fiesta carnavalesca que se festejaba en Santiago, en la provincia cubana de Oriente, para tomar por asalto el cuartel Moncada, la segunda fortaleza del país. La intención era sorprender a los soldados acuartelados (un millar), quitarles todo el armamento y apoderarse luego de las estaciones de radio; una vez logrado esto, formular un llamado al pueblo cubano, pidiéndole apoyo para la sublevación contra el dictador Fulgencio Batista. El plan fracasó. Durante cinco horas los balazos retumbaron en el patio central. Saldo del operativo: 33 muertos entre los rebeldes, 15 entre los soldados. Cuarenta insurgentes más perdieron su vida en la posterior razzia policial.
Durante las batidas efectuadas en los días siguientes al asalto fue capturado Fidel Castro (ileso en el ataque). Al presentarse frente al Tribunal de Urgencia, pidió ejercer su profesión de abogado para hacer su propia defensa. Consentirlo fue el principal error de los jueces. Respondió a todas las preguntas con pequeñas arengas e interrogó con habilidad a los testigos. El proceso al responsable directo del asalto al Moncada se convirtió en un juicio al gobierno de Batista. Fidel tenía entonces 27 años.
Recién el 16 de octubre de ese año se le permitió comparecer nuevamente ante los tres jueces, luego de fraguar sus captores una supuesta enfermedad del reo. Este habló ese día durante cinco horas y su alegato fue tremendo: “No terminaré como lo hacen todos los letrados, pidiendo la libertad del defendido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya, en Isla de Pinos, ignominiosa prisión. Enviadme junto a ellos a compartir su suerte; es concebible, que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y un ladrón”. Y terminaba: “En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento; pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. ¡Condenadme! No importa, la Historia me absolverá”.
La sentencia fue de 15 años de prisión, pero poco después salió en-libertad, beneficiado por una amnistía general. Para mantener vivo el recuerdo del asalto al Moneada, Castro bautizó Movimiento 26 de Julio al grupo que habría de invadir Cuba en 1956.

Revista Siete Días Ilustrados
23.07.1968
Cuba
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