Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

el caso mattei
La cruenta batalla de Enrico Mattei
¡Benéfico petróleo, de la humanidad el más preciado tesoro!
¡Petróleo!
¡Repugnante petróleo, generador de sangre, sudor, lágrimas y fatigas!
SIR ALAN HERBERT


Pocas son las películas que, sobre el filo del último cuarto del siglo veinte, concitan elevadas expectativas populares. Un género parece ir desplazando, paulatinamente, a los espectáculos cinematográficos livianos: el film político, aquel que narra fragmentos de la lucha social, apasionada, entre los hombres. Ciertos sociólogos suponen que el fenómeno obedece a la búsqueda humana de una recreación comprometida, no superficial. Lo real: hechos e historias políticas que gravitaron sobre la evolución de la humanidad constituyen una fuente de interés vital para miles y millones de personas, porque ayudan a comprender el presente.
En la Argentina, una serie de temas encrespan los ánimos ciudadanos. La democracia política, la inflación, el proceso electoral, las carnes, los ferrocarriles y el petróleo, entre otros. La semana anterior, el estreno del film El caso Mattei reinstaló una Argentina en la que el petróleo era el tema dominante, el debate obligado que hacía las veces de divisoria de aguas entre los hombres. La pregunta natural es: ¿quién fue Enrico Mattei?

EL PERSONAJE. A los 16 años trabajó como mandadero de una fábrica de camas de hierro y a los 19 se trasformó en director de la empresa. Buscando una labor independiente, cuatro años después, se consolida como corredor de máquinas industriales, a la vez que asesora a empresarios sobre mejoramiento de los sistemas de producción. Su actividad comercial culmina con la instalación de una reducida planta de productos químicos de uso industrial. Pero este itinerario resulta común a las biografías del bussinesmen norteamericano que, desde muy abajo, asciende hasta ocupar el más alto cargo de la empresa. No es el caso de Enrico Mattei: dirigió la resistencia, bajo la ocupación alemana, en la Italia septentrional. Dos veces prisionero, en ambas ocasiones se tugó volviendo a ocupar su puesto de combate. Esta es la semblanza del hombre que en 1953 fundó la empresa estatal italiana que monopolizó el negocio de los hidrocarburos: el Ente Nazionale Idrocarburi, el conocido ENI. Mattei construyó este organismo sobre una vieja dependencia que él mismo debía liquidar: la Azienda Generale Italiana di Petróleo (AGIP). Creada por Benito Mussolini para orientar la importación, refinación y distribución del petróleo en Italia, quedó desmantelada después de la guerra.
Una vez que Mattei consolidó el ENI, se lanzó a competir con las empresas petroleras internacionales asociadas desde 1928. Italia reclamaba petróleo para revitalizar sus industrias, pero no
contaba con yacimientos de hidrocarburos en su territorio. No tenía demasiadas opciones: gastar sus divisas en importar el oro negro o colocar al Estado en la tarea de extraer en otros países y trasladarlo a su nación. Enrico Mattei se apoyó en un sector de la clase dirigente italiana, los capitales acaso más golpeados, para perfilar una empresa rentable que disputase a las compañías internacionales una parte del mercado petrolero. El equilibrio político mundial en el que se desarrolló su gestión más importante, 1958/ 59/60, le ofreció una brecha para penetrar en el mercado mundial del petróleo. El poderoso auge del ENI y la agudización de la competencia internacional caracterizaron el período en el cual ocurrió su muerte. En su documentado libro Los asesinos de Enrico Mattei, Fulvio Bellini afirma: “Según todos los elementos técnicos recogidos y evaluados parece indiscutible que el atentado fue cometido mientras el birreactor (Morane Saulnier 760) se detenía sobre el campo de Catania en la noche del 27 de octubre de 1962, con una carga de explosivos muy probablemente insertada con hábil y fría pericia entre los engranajes del tren de aterrizaje. La tesis de la desgracia sin dolo es absurda. El golpe fracasado por primera vez en 1962 dio en el blanco con una segunda bomba. Enrico Mattei fue asesinado”.

EL MERCADO MUNDIAL La revista italiana "Succeso” definió en 1961 el camino italiano del petróleo. Comenzaba en el valle del Po, descendía hacia Sicilia, cruzaba hasta Egipto y, luego, retomaba Persia, Sudán y Somalia para recalar en Marruecos. La misma publicación aseguró que ese itinerario no era "uno delle solite avventure alla garibaldina”. En efecto, Mattei trasladó la divisa del ENI a cuatro continentes: Europa, Asia, Africa y América. ¿Cuál era su técnica? Italia, país avanzado pero en retroceso dentro de Europa, buscó el apoyo de los países pobres productores de petróleo ofreciendo mayores beneficios para ellos. El presidente del ENI inició su campaña petrolera con la firma de un contrato para explorar la vasta zona del Irán: en caso de hallar petróleo, en 1957, Irán tendría una participación del 75 por ciento en los beneficios del petróleo extraído; el 25 por ciento sería del Estado italiano.
De este modo Mattei enfrentaba la fórmula del cartel internacional del petróleo: el fifty-fifty. Sobre la base del 75-25 por ciento el ENI formalizó acuerdos para exploración y explotación en Egipto, Libia, Túnez y Marruecos. Varias empresas norteamericanas debieron adoptar esa pauta. Otro punto de fricción: el ENI se convierte en 1959/60 en el mayor importador de petróleo soviético del mundo; el barril se cotizaba en el mercado mundial a 1 dólar 59 centavos, mientras la URSS lo proporcionaba a sólo un dólar. Esta perspectiva de abastecimiento soviético a Europa introducía un factor de pugna de dimensiones insospechables; sin embargo, la URSS disminuyó pronto sus envíos a Europa pues comenzó a incrementar el comercio con USA.
Pero Mattei se aprestaba a conquistar el petróleo argelino. En la primera semana de noviembre de 1962, la agenda del líder petrolero registraba una entrevista con un buen amigo, Amhed Ben Bella, para tratar el tema de los yacimientos descubiertos. El 18 de octubre de 1962 un periódico financiado por servicios secretos franceses insertó un título sugestivo: “El petróleo argelino en peligro”. A partir de estos hechos se pensó, también, que Mattei había sido asesinado en cumplimiento de la condena "dictaminada” por la OAS (Organización Armada Secreta), que había intervenido en la cuestión argelina. Philippe Thyraud de Vosjoli, ex agente secreto francés, afirmó: “No me queda ninguna duda de que Mattei fue liquidado por el servicio de contraespionaje francés”.
Mattei eligió una vía para restablecer la competencia en el mercado mundial del petróleo pero acaso ésta lo llevaba a una encerrona. En efecto, los integrantes del cartel internacional eran los que, en última instancia, abrazarían la idea de otorgar mejores bonificaciones para los países productores ya que podían hacerlo porque eran poderosos; el negocio petrolero es de una rentabilidad inusual y además siempre queda el recurso de aumentar los precios en el mercado mundial. Hace unos tres meses, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) exigió a las compañías petroleras un 20 por ciento más de participación en las ganancias: de hecho, es lo que proponía Mattei con el 75/25 por ciento.

LA ARGENTINA. Un hecho fortuito ocurrió en el país un mes antes de la muerte, del presidente del ENI. En septiembre de 1962, Américo Tiburcio Tibor Bereny aparecía tendido en su cama con tres orificios de bala en el tórax y en una pierna; el occiso había estado vinculado a compañías petroleras internacionales, pero trabajaba, en la presidencia de la Nación, sobre la política petrolera. La investigación oficial cerró el caso con una extraña carátula: suicidio. Pocos lo creyeron, pero nunca se demostró lo que en verdad había ocurrido. Este episodio se ligaba, en el tiempo, a todo el encrespado debate sobre los contratos petroleros formalizados por el gobierno que presidía el Dr. Arturo Frondizi.
Aunque son escasas las personas que lo recuerdan, Mattei dejó una impronta en el país sin haber estado nunca en la Argentina. El gobierno nacional buscó, en 1960, llegar a ciertos acuerdos con el ente estatal italiano. A raíz de estas conversaciones, la Cámara de Diputados de la Nación inició una vasta investigación para averiguar si, en verdad, a cambio de contratos de explotación, el ENI aportaría una comisión a la Unión Cívica Radical Intransigente. Adolfo Silenzi de Stagni llevó adelante la campaña para demostrar los presuntos negociados. La Cámara de Diputados, en 1964, desestimó los juicios del embajador argentino en Italia, general Dalmiro Videla Balaguer, y prefirió sostener el desmentido que Mattei emitió: "Las declaraciones —afirmaba— prestadas por el general Videla Balaguer se refieren a hechos absolutamente desconocidos por la empresa petrolera del gobierno italiano. En ningún caso y en ningún país el ENI jamás aceptó reconocer porcentajes sobre las operaciones que ha concluido". El diario de sesiones de la Cámara añade que el ente italiano “no pagó ni aceptó pagar comisiones”. Los hechos forman parte de la escabrosa batalla del petróleo que, en las últimas semanas, volvió a experimentar un auge insólito.
"Los que para el petróleo viven, por el petróleo mueren”, es la sentencia que cayó sobre Enrico Mattei. Fue una personalidad singular. Su período a la cabeza del ENI constituye una de las páginas más apasionantes de la larga guerra del petróleo.
Ernesto Ekaiser

_recuadro en la crónica_
Tres opiniones sobre la política de Mattei
el caso matteiADOLFO SILENZI DE STAGNI
Enrico Mattei es ya una figura legendaria y no se podrá olvidar su nombre cuando se hable de política petrolera mundial. Trasformó al ENI en una organización que ocupa hoy el décimo quinto lugar en orden de importancia, entre las empresas petroleras de todo el mundo; sus ingresos en 1971 superaron los 2.100 millones de dólares. Mattei enfrentó con decisión y audacia a las compañías integrantes del cartel internacional; compitió con éxito no sólo dentro de Italia sino también en el extranjero. En defensa de los intereses petroleros italianos, Mattei puso en juego su vida; no tuvo mayores escrúpulos. No fue un idealista y la ética no le creaba problemas de conciencia cuando se trataba de obtener un contrato favorable al ENI. En 1958 el líder de la empresa estatal italiana comisionó al vicepresidente Eugenio Cefis a la Argentina para negociar ciertos contratos. Un personaje que gozaba de confianza oficial le reclamó a Cefis el reconocimiento de una comisión del 10 por ciento sobre todos los pagos que efectuara YPF. El emisario informó a Mattei y éste aceptó la exigencia ante el embajador argentino en Italia, general Dalmiro Videla Balaguer, quien carecía de toda información sobre el particular. El consejero Alfredo Ure, presente en el diálogo, afirmó: "El ingeniero Mattei señaló que a su representante, Eugenio Cefis, se le había solicitado una contribución de dinero con destino al partido gobernante como condición del otorgamiento del contrato”.

ROGELIO FRIGERIO
Como es lógico, el público argentino encuentra alguna semejanza entre la historia de Enrico Mattei y la de nuestra batalla del petróleo en 1958. Pero la coincidencia se refiere solamente a la acritud y dramatismo de ambos empeños, ya que las circunstancias fueron diferentes, Mattei tenía detrás suyo
a un país en plena carrera hacia el rango de gran potencia, con altos niveles de concentración de capital y de industrialización, con una burguesía nacional esclarecida y dedicada a expandir las fuerzas productivas. Sólo se requería abastecer de energía a la industria en pleno florecimiento. Para eso, Mattei puso al servicio del ENI toda la fuerza del Estado italiano y salió con esa empresa estatal a competir en el mercado mundial con los monopolios de otras naciones. Para financiar su empresa recurrió al arbitrio de hacer creer a la opinión y a los financistas que donde había metano tenía que haber petróleo. Con los fondos que reclutó para el ENI salió a comprar petróleo allí donde lo tenían acaparado los carteles mundiales, y para ello tuvo que mejorar la oferta a los países productores. Esta competencia es la que le costó la vida. Nuestra batalla contra la importación de petróleo no nos costó la vida, como a Mattei, pero tuvimos que soportar algo peor: la más implacable campaña contra nuestro honor. En Italia, como se puede apreciar, se puede hacer una película reivindicativa de esta gran figura nacional. Aquí todavía hay que contestar torpes argumentos y tardías exhumaciones.

ARTURO SABATO
Tuve oportunidad de conocer a Mattei en mayo de 1960. Me desempeñaba como director general de YPF cuando viajé a Roma
para renegociar un contrato original de perforación de 300 pozos petrolíferos que el Ente Nazionale Idrocarburi había obtenido mediante licitación pública. Nosotros queríamos cambiar la naturaleza del contrato ya que se limitaba a la perforación: proponíamos que la empresa estatal italiana se hiciera cargo de la perforación, el vestido del pozo y, también, de la producción. Expusimos nuestra filosofía desde la Argentina y Mattei me invitó a discutir el tema en su país. Era un hombre autoritario, inteligente y audaz: de momento captó nuestra idea y la aceptó; sólo recurrió a la ayuda de dos ingenieros que debieron, por orden de Mattei, estudiar durante 48 horas continuadas el proyecto argentino.
Mattei se proponía venir a la Argentina justo cuando sucedió el supuesto accidente de aviación. Su muerte terminó con la preocupación del ENI por la Argentina. Los técnicos que siguieron a la cabeza de esa empresa tomaron las cosas con una filosofía diferente. Nuestro plan iba más allá de la renegociación del contrato de perforación; pensamos en un acuerdo doble para concretar la explotación de un yacimiento en Comodoro Rivadavia y, también, la instalación de una destilería de refinación y comercialización posterior de los productos. La caída de Frondizi y la muerte del líder petrolero italiano impidieron el desarrollo de este objetivo.

CASO MATTEI (II)
el caso matteiEl film de Francesco Rosi
Como en sus films anteriores (Salvatore Giuliano, Saqueo a la Ciudad, La hora de la verdad), Francesco Rosi aferra a El caso Mattei con una pinza: un extremo es "la verdad” documental (o sea, lo que papeles, testigos, entrevistas permiten conocer acerca de un hombre o un hecho), el otro, "la verdad” artística, o sea, la reconstrucción imaginativa del hombre o el hecho. El resultado no arroja ni pretende arrojar una solución definitiva: se sabe tan poco sobre la muerte de Mattei al terminar El caso, como al principio. Pero se sabe mucho más sobre Mattei como hombre. El film no es, como superficialmente parece, una indagación policial de esa muerte misteriosa. Es la indagación de una personalidad tan enigmática como su propio fin, tan enigmática como todo hombre lo es, aun el más humilde y anónimo: sólo que algunos hombres se colocan por su voluntad, o por voluntad ajena, en una cumbre sobre la cual es imposible no detener la mirada.

ENTRE DOS CIFRAS. Toda vida se inscribe entre dos cifras, y una lápida las consigna, finalmente. Enrico Mattei nació el 29 de abril de 1906 en Matelica, una pequeña ciudad de Las Marcas, y murió en un accidente de aviación, en la noche del sábado 27 de octubre de 1962, en Bascapé, cerca de Melegnano, en la provincia de Pavía. Era uno más entre cinco hermanos, hijos de un mariscal de carabineros en cuya foja de servicios se destacaba la sombría aureola de un famoso bandolero que alborotó a la Italia finisecular: el bandido Musolino. El mariscal Mattei fue artífice principal de la captura del brigante, y acaso tuvo como lema de esa empresa el mismo que transmitiría luego a su hijo Enrico, quien solía decir: "Mi padre me ha dejado una sola regla de vida: hay que tener paciencia, mucha paciencia para que las cosas resulten”.
Se casó, sobre la treintena, con una bellísima vienesa, Margarita Paulas, llamada Greta. No tuvieron hijos y la ex señora Mattei ha decidido echar cerrojo a su vida anterior: casada hoy con el general de la Fuerza Aérea Italiana, Giuseppe Casero, se niega esforzadamente a hablar de su primer marido y, mucho menos, a comentar su muerte. En apariencia, ha aceptado la versión oficial de un error del piloto (el comandante Irnerio Bertuzzi), la misma que le comunicaron aquella noche del 27 de octubre de 1962 en que la sacaron de su butaca de un cine romano, al que había concurrido con un matrimonio amigo, los Jacoboni, y le dijeron que Enrico había tenido "un pequeño accidente”. “Enrico ha muerto”, balbuceó Greta, y se desmayó. Pese a las innumerables aventuras de su marido (en especial, el escándalo del salón de Mary Fiore, una proxeneta romana de alto vuelo a quien Mattei frecuentaba) y a la falta de descendencia, entre ambos existía una profunda ternura y comprensión.

LA VERDADERA VIDA. Pero el film esclarece, fuera de toda duda, que la verdadera vida de Enrico Mattei —ex guerrillero antifascista, particularmente activo en los últimos tiempos de la República de Saló— comenzó el 15 de mayo de 1945 con una carta del ministro del Tesoro, Soleri, quien en ella ordenaba la liquidación de la AGIP, un engendro mussoliniano destinado a hacer creer que Italia era dueña de sus hidrocarburos. No era así, pero algo real vacía en el fondo de la mentira, y eso lo sabía un solo hombre: el ingeniero Ferrari, a quien Mattei reemplazó al frente de la AGIP, con el encargo de liquidarla. Al leer los informes de Ferrari, su sucesor comprendió que allí había una verdadera riqueza escondida: el gas metano, abundante en el subsuelo del valle del Po.
El film registra minuciosamente todos estos acontecimientos y no se aparta un milímetro de lo que está documentado: el episodio en que Mattei pretende ocultar a su mujer que ha empezado a recibir cartas de amenaza, las conversaciones con Ferrari, el surtidor de metano que ilumina la ruta de Italia hacia el poderío industrial, las querellas con el periodismo, la cima inaccesible desde la cual el dueño del ENI nombra y derriba ministros, hace tratados, soborna, negocia con los grandes de la Tierra.
Rosi se refiere obsesivamente a su personaje central. Lo que pinta no es un tramo de la historia de Italia y de Occidente (y hasta de Oriente) en la segunda mitad del siglo XX, sino la historia de un hombre. La historia de un alma, mejor. Un alma férrea, con rasgos austeros de romano de la República; un alma tímida, a quien el contacto con sus semejantes solía herir. Y, para no ser herida, atacaba primero, o se escudaba tras una coraza que alguien definió así: "Imprevisible, cortés, duro, cruel”. Y, no obstante, capaz de enternecerse con las zalemas de Cuni, un ovejero alemán que corría a saludarlo cada vez que el ingeniero iba a pescar, todos los fines de semana, al lago de Anterselva, cerca de Brunico. Gian María Volonté apenas si abandona la pantalla un instante: es una labor abrumadora, de un verismo aterrador, prolijo hasta la exasperación. Pero tal vez nadie podría, como él, transmitir la sensación de infinito cansancio que agobia a Mattei en la última aurora de su vida, cuando sus ojos no resisten al naciente sol siciliano.
Rosi cuenta la historia con un ritmo trepidante, espasmódico, como el aliento mismo de la vida. Las secuencias del accidente (una reconstrucción implacable, alucinante) y de la visita a Sicilia son ejemplos perfectos de un documental que, por su texto preciso y la intercalación de entrevistas reales de televisión, recuerda a aquellos impecables reportajes de La marcha del tiempo. Sólo que éstos eran mucho más breves, y a veces fatiga que un personaje, por importante que fuere, se haga dueño del cuadro durante dos horas. Otro detalle que predispone en contra del público argentino: el pedido, al comienzo, de que se aplauda al final, porque a Rosi se le regalará una cinta fonomagnética donde se habrán registrado todos los aplausos que su film coseche en el mundo. La reacción del porteño, de vuelta de todo (sin haber ido a ninguna parte, cabe decirlo), es socarrona.
Ernesto Schóó

CASO MATTEI III
El público como juez
el caso matteiDesde la presentación, en 1970, de Z —el recordado film del realizador grecofrancés Costa-Gavras—, no se desataba en Buenos Aires una polémica como la que se agita ahora alrededor de El caso Mattei, la película italiana de Francesco Rosi que se atreve a desnudar, por primera vez en la cinematografía, las maniobras de los intereses llamados multinacionales. Parecería que, como sucedió con el protagonista de Z —un fiscal empeñado en desigual batalla contra un corrupto régimen militar—, el funcionario italiano convertido en rival implacable de las omnipotentes compañías petroleras anglonorteamericanas (ver página 24), se identificará ahora con las expectativas de gran parte de los argentinos.
Una rápida investigación efectuada durante los primeros días de exhibición —se estrenó el 1°— descubrió un insospechado interés por el film, corroborado, más allá de las estadísticas, por jugosos diálogos anudados en el hall de las salas de exhibición y por los inusuales espacios que le adjudicó la prensa (un matutino le otorgó la primera plana y dos páginas interiores en su edición del martes 2). La consulta efectuada a directivos de la compañía distribuido DIA estableció una concurrencia de 2.149 personas el día del estreno, sólo en el cine Gran Rex, una de las tres salas donde se exhibe la película (las otras son el Premier y el Autocine de la Panamericana). La cifra es elocuente si se la compara con los 1.600 asistentes a la proyección de Roma Bene, en el Broadway, segunda en orden de taquilla (la insuperada repercusión de Z se debió, según los directivos, a dos factores claves, ausentes en El caso Mattei: su estreno en plena temporada y el mito creado alrededor de su prohibición, lo que arrastró el primer día de proyección, a una multitud de más de 5 mil personas).
Una recorrida por las salas donde se exhibe el film de Rosi puso de manifiesto un controvertido interés de parte de los espectadores. En su análisis, la multitud no se aparta demasiado de los cánones interpretativos esgrimidos hace dos años, en el mismo Gran Rex, cuando se daba el film de Gavras. Como entonces, mientras los mayores tienden a enfocarlo desde un punto de vista estético o técnico, los más jóvenes hacen hincapié en los aspectos políticos.

LAS OPINIONES. Alberto Rojo (20), estudiante de ingeniería, considera que la película cumple un objetivo importante: el caso mattei“Desenmascara las maniobras que —en este caso a través de las compañías petroleras— lleva a cabo el imperialismo norteamericano”. Rojo asegura que, frente a este carácter de denuncia, los valores estéticos del film —por cierto nada despreciables— “terminan por minimizarse”. “Aunque tal vez el intento de nada sirva —completó su compañera, Mónica Carozzi—, siempre es mejor que las mediocridades a que nos tienen acostumbrados nuestros realizadores; para ejemplo basta con Los Campanelli, esa detestable serie televisiva”.
Rojo cree que, a pesar de su éxito comercial —que puede sembrar dudas— y de su ambigüedad ideológica, El caso Mattei resulta uno de los mejores films del año, adecuado, por otra parte, a la coyuntura política que vive el país.
Augusto Prelli (59), comerciante, negó en cambio a la película cualquier vinculación con el acontecer político o social de los argentinos: “Por suerte —pontificó—, nosotros no tenemos que ver con Europa y contamos con YPF; de cualquier manera, como pasa siempre, la cinta servirá para llevar agua al molino de cada uno ’. Un poco menos escéptica, pero igualmente evasiva, Zulema Naidich dijo: "Lo relevante del film es la personalidad de Mattei, un verdadero luchador que nada tenía de político”. Aunque consideró que "aquí harían falta muchos como él”, la Naidich sostuvo no encontrar puntos de contacto entre lo que muestra la película y lo que pasa en la Argentina. Por su lado, el profesional Eugenio López de Gomara cree que se trata de “una excelente película”. “Pero a mí —agregó— no me enseñó nada. En todo caso, sólo sirve para confirmar los bastardos métodos que utilizan los intereses monopolistas norteamericanos; algo que a esta altura pocos deben ignorar”. De Gomara concluyó con una confesión: “Si Frondizi o Frigerio hubieran sido como éste, los habría apoyado, pero desgraciadamente resultaron algo bastante diferente”.
Las declaraciones del obrero Antonio Angel Coria (31), compartida por su amigo, el cabo primero del Ejército, Eduardo Licata (27), alcanzaron por fin un decidido tono político: “Lo que narra esta historia —aseveró— no se aparta demasiado de lo que aquí sucede. La lucha de Mattei es la misma que libraron en la Argentina, en defensa del patrimonio nacional, los generales Savio y Mosconi y, en otro nivel, el escritor Raúl Scalabrini Ortiz. La única diferencia es que los nuestros gritaron solos y predicaron en el desierto. Su mandato todavía incumplido —remató Coria—, sigue siendo un deber ineludible para los argentinos”.

Revista Panorama
11.01.1973

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