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Los OVNIS están entre nosotros
Es posible que uno de cada mil argentinos esté en condiciones de relatar, por experiencia particular, o porque ha sido informado, sobre fenómenos extraterrestres cuyos principales protagonistas son los célebres Ovnis (vulgo, platos voladores). Desde hace dos semanas, no son pocos los argentinos que se alborotan por un cúmulo de versiones que informan sobre casos extremadamente exóticos. Entre ellos, el protagonizado por un matrimonio misteriosamente trasladado a México cuando abandonaba en automóvil la ciudad de Chascomús, en la provincia de Buenos Aires. El periodismo no pudo acceder a la pareja, de vuelta de su insólito raid, porque —se dijo— la mujer se hallaba internada, presa de una crisis nerviosa, en la Pequeña Compañía de María, exclusiva clínica de la Capital; otra información indicó que en realidad se hallaba alojada en un centro de salud de Martínez; una tercera, ubicaba a la protagonista en el hospital Naval Central. Muchos, quizá demasiados, estaban en condiciones de ofrecer indicios sobre el paradero de la convulsionada mujer.
El hecho tomó mayores dimensiones cuando a los cinco días de aparecida la noticia en el vespertino La Razón, en su edición del lunes 3, dos pilotos de Aerolíneas Argentinas divulgaron, eufóricos, haber presenciado el desplazamiento de un Ovni cuando se disponían a aterrizar en el aeropuerto de Punta Arenas, en Chile. Ulises Tiviroli (54 años, copiloto de la nave) contó a SIETE DÍAS: “Eran las 21.15 horas cuando vi el Ovni. Lo seguí con la mirada y al principio me pareció un satélite que se dirigía de este a oeste, pero cuando se lo comenté a mi compañero, el comandante Humberto Guardabassi, me dijo: Es un plato volador. Cuando llegamos al hotel Cabo de Hornos, yo estaba excitado por lo que había visto. . . mejor dicho, contento con la experiencia vivida. Al verlo me dio una gran alegría, pues pude comprobar que los platos voladores existen Analmente.”

Sonrisas en la UN
Tiviroli se incorpora, con la experiencia, a una legión de crédulos enfrentados al gran misterio del siglo y al tribunal de los incrédulos, quienes esbozan una raquítica sonrisa cuando se les habla de los extraños platos. La misma sonrisa que imprimieron a coro los delegados de la Asamblea General de la UN al escuchar el informe del experto Colman VonKeviczky, miembro del personal del secretario U Thant y apasionado estudioso de esta curiosa materia, los Unidentified Flying Objects (UFO) como los llaman los norteamericanos. El 9 de marzo de 1966, VonKeviczky hizo llegar a U Thant una carta reiterándote una propuesta suya sobre el “Proyecto UN UFO” (o sea, las Naciones Unidas y los Objetos Voladores no identificados). En su estudio, el experto recuerda cómo durante el último conflicto mundial la aparición de estos objetos preocupó a los aliados que los creían armas secretas nazis; y a los alemanes, convencidos de que se trataba de aparatos angloamericanos. VonKeviczky escribió textualmente al secretario de la UN: “Sólo el Servicio Secreto y los Servicios de Defensa Nacional saben que los Ovnis existen, puesto que investigaron en varias oportunidades y después tendieron una cortina de silencio sobre el hecho. Considero que ello responde a que no hay medios de defensa o armas terrestres que valgan contra estos vehículos espaciales interplanetarios”. Se sabe actualmente que un tiempo antes de ser asesinado, el presidente John Kennedy escuchó con curiosidad un detallado informe sobre el material reunido por VonKeviczky, quien posteriormente fue radiado de su cargo. Para algunos observadores, la orden emanó del Departamento de Defensa de EE.UU., irritado por la difusión de secretos de Estado.
Simultáneamente a la sanción a VonKeviczky, sin embargo, en Washington, el secretario de Aeronáutica, Harold Brown, formulaba un anuncio urgente: su Departamento había destinado a la Universidad de Colorado un fondo especial de 300 mil dólares para que cien estudiosos encaren, con los recursos más avanzados de la ciencia, el problema de los Ovnis. Brown quebraba de ese modo, y bruscamente, la tradicional política de la Fuerza Aérea en la materia: desmentidas, silencio y una dudosa indiferencia.
En la Argentina fue la Marina de Guerra la que rompió esa barrera de oficializado silencio, al emitir el primer comunicado en el que se admitía la existencia de Ovnis. Fue el 5 de julio de 1965, y era el primer país que aceptaba a nivel militar la presencia de los platos. Dos días antes, el 3 a las 19.40, los 17 técnicos del destacamento naval Decepción, en la Antártida, vieron y fotografiaron un extraño objeto luminoso que surcaba el cielo a unos diez kilómetros de distancia. El teniente Daniel Perissé, comandante de la base, informó que debía descartarse que se tratara “de un globo sonda, una estrella o un avión”. Al pasar el objeto, informó Perissé, “dos variómetros acusaron perturbaciones del campo magnético, registradas por la cinta de dichos aparatos”. Las bases chilena y británica en la Antártida avalaron, de inmediato, el avistamiento.
Pero ya desde tiempo antes, la Marina Argentina venía abordando el estudio de estos fenómenos. En el Ministerio de esa arma se constituyó una oficina dedicada a investigar, con absoluta seriedad, todo lo concerniente a incursiones y visiones de Ovnis. El capitán de fragata Omar R. Pagani —a cargo del departamento y quien no quiso referirse al caso México “por considerarlo un invento del periodismo”— explicó a SIETE DÍAS: “Desde hace 15 años la Armada Nacional, atenta a todo lo que pueda significar una eventual perturbación a la seguridad del país, ha seguido con atención todo lo referente a estos extraños fenómenos aéreos, que preocupan ya a calificados estudiosos y a vastos sectores de opinión. Desde entonces, se han confeccionado cuestionarios técnicos y se creó un archivo especial para compilar la información seria proveniente del ámbito naval y de civiles responsables. Los testigos son interrogados y preguntados todas las veces que se considera necesario y, a pedido expreso de los mismos, se los somete a diversos análisis y tests por parte de psiquiatras y psicólogos. Las fotografías existentes son rigurosamente seleccionadas tras el minucioso análisis de sus negativos y el prolijo interrogatorio de los circunstanciales fotógrafos”.

¿Hay que decir que “no” existen?
Hace algunos años, una estación de televisión norteamericana entrevistó al sabio Albert Einstein a propósito de una ola de apariciones de los insólitos platos. El gran físico se limitó a declarar: “No me interesa saber qué es lo que la gente ha visto, pero ahora ya no caben dudas: la gente ve realmente algo”. Una respuesta sagaz, casi un punto de partida; hay objetos que aparecen en la atmósfera y que presentan las siguientes características:
* Desarrollan velocidades imposibles de superar por vehículos aéreos hasta hoy conocidos. (Tal es una de las conclusiones a la que llegaron diversos organismos internacionales después de un chequeo de los 120 mil avistamientos.)
* Tienen forma ovoidal y en contados casos presentan la forma de un cigarro. No obstante, se han llegado a detectar 92 formas distintas en todo el mundo.
* Realizan maniobras “rápidas y exactas”, según informó el comandante Tiviroli. Además, pueden frenar, descender, elevarse y girar bruscamente y a altas velocidades.
* Existen contados casos en que los testigos pudieron ver, en el interior de estos vehículos, seres que comandaban la nave. (En nuestro país, el primer hombre que vio un plato volador fue Wilfredo Arévalo, el 18 de marzo de 1950, junto al Lago Argentino, en Santa Cruz. Arévalo dijo que vio a seis individuos altos, esbeltos, que caminaban alrededor de la nave. Luego levantaron vuelo a una velocidad impresionante y dejaron en el lugar un fuerte olor a benzol quemado.)
Cada vez menos se duda de que algo transita por la atmósfera y que son objetos convencionales. Consultado el sacerdote jesuita Salvador Reyna, del Observatorio Astrológico de San Miguel, razonó: “Ellos han producido astronaves que andan por el espacio piloteadas o teledirigidas. Lo real es que llegan a nuestro planeta. ¿Son una realidad? ¿Una ficción o psicosis colectiva? ¿Son una realidad extraterrestre? Estos interrogantes yo los contesto de la siguiente manera: ¿Juegos de la atmósfera? No. ¿Psicosis colectiva? No. ¿Son armas secretas? No. ¿Pertenecen a seres extraterrestres? Sí.”
¿Y de dónde vienen? Este es quizá el aspecto más espinoso que enfrenta a los científicos entre sí. Para el padre Reyna “ellos provienen de nuestro sistema solar, ya que si pertenecieran a otro deberían recorrer billones de kilómetros, entre sistema y sistema. Pero una autoridad en estos temas, el profesor Herman Oberts, padre de la cohetería alemana y maestro de Von Braun, dice lo contrarío. Afirma que “los Ovnis provienen de otros sistemas solares”.
De existir, es válido suponer que no sean terráqueos.
Es absolutamente imposible que hasta ahora, con toda la publicidad hecha en torno a ellos, no se hubiera descubierto una base de lanzamientos, o el apostadero de tales artefactos. Por lo tanto —razonan algunos científicos— si se acepta que existen debe concluirse en que hay vida en otros cuerpos celestes. ¿Caben las exclamaciones de sorpresa? No tanto. Afirmar que la Tierra es el único planeta habitado por seres inteligentes es aceptar un arcaico concepto religioso que actualmente la misma Iglesia ha superado.
De los viejos tiempos de la Tierra inmóvil en el espacio, el hombre llegó a admitir que se movía, pero que era el centro del Universo. Posteriormente, debió aceptar que orbitaba alrededor del Sol, acompañado por ocho planetas más. Este conjunto se denomina Sistema Solar, y es curioso que gran cantidad de personas cultas crea todavía que el Sistema Solar es de algún modo el centro del Universo. Quienes están dotados de escasos conocimientos de cosmología entienden que aparte del Sistema Solar hay en el cielo un montón de estrellas que están aisladas en el espacio pero que, de alguna manera, dependen del Sol. Esto es inexacto. Básicamente, y haciendo una amplia generalización, podría decirse que lo que se llama Universo es un conjunto de millones de millones de galaxias.
Cada galaxia, a su vez, está formada por miles de millones de estrellas. Y muchas de éstas poseen satélites llamados planetas. Una de estas estrellas, con sus correspondientes planetas, es el Sol, ubicado, con su sistema, en una de las galaxias, la de la Vía Láctea.
Hay, entonces, una cantidad prácticamente infinita de estrellas y muchas de ellas tienen cortejos de varios planetas. No puede haber vida en las estrellas porque éstas son gigantescas bolas incandescentes, pero puede haber vida en millones de planetas, en donde se den las justas circunstancias para que surja lo que se ha dado en llamar la materia viviente. Es cada vez más aceptable en los medios científicos la teoría de que si la vida surgió en la Tierra, sería una circunstancia francamente increíble que en ningún otro planeta se hayan dado análogas condiciones y realizaciones.

Las naves cautivas
Pero existe una dificultad: las distancias. Particularmente cuando se trata, como en este caso, de la comunicación de dos sistemas solares. La Luna, por ejemplo, está a 1,25 segundos-luz de la Tierra (un año-luz es la distancia que la luz recorre en un año; y recorre 300 mil kilómetros por segundo; el Sol, aproximadamente a 8,5 minutos-luz. Nuestra galaxia tiene una forma parecida a dos platos soperos puestos cara a cara, y su diámetro es de aproximadamente 100 mil años-luz. Es decir, casi un trillón de kilómetros.
Sin embargo, no parece ser tan vasta para los misteriosos incursores que periódicamente sobrevuelan la Tierra. El padre Reyna informó a SIETE DÍAS: “Existen en Estados Unidos antecedentes muy curiosos que no permiten dudar. En 1948, en Azteo, se apresó una nave extraterrestre con su tripulación carbonizada trasladada luego a un laboratorio norteamericano. Al año siguiente, y en la misma fecha, se pudo ver una flota de unos 500 Ovnis que sobrevolaban la zona. Parecía un cortejo de duelo. El último de los Ovnis que cayó en manos de los norteamericanos, según versiones que no he podido confirmar, se produjo en diciembre del año pasado en Pittsburgh, Pennsylvania”.
Resumiendo: todo indica la probabilidad de millones de otros mundos habitados, pero hasta ahora no existen pruebas irrefutables de la existencia de vida inteligente fuera de la Tierra. Además, aún no se ha recogido ninguna comunicación de seres extraterrestres, no obstante las explosivas revelaciones de un grupo de científicos rusos, que anunció en 1965 haber captado señales de otro planeta. Y un problema inexplicable para el hombre: las distancias.
¿Es probable que ellos ya hayan solucionado ese inconveniente?
Revista Siete Días Ilustrados
18/06/1968
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