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MEDICINA
La clave para vivir cien años

"¿Y crees tú que esta cocción inmunda me quitará de encima treinta años? Ya mi esperanza ha desaparecido. ¿Ni la naturaleza ni un espíritu noble han logrado todavía elaborar un bálsamo?" En medio de los fantásticos ademanes de la Bruja y el ronroneo del elixir en los calderos, la pregunta del Fausto de Goethe encarna una angustia milenaria de la humanidad: la vejez. Desde épocas inmemoriales el afán por prolongar la vida o poseer la eterna juventud pobló de mitos y fantasías la mente del hombre. A veces la mirada se elevaba suplicante hacia las alturas; otras, bajaba a ras del suelo donde un yuyo, una hebra de pasto, o un simple pétalo, podían albergar el secreto revitalizador. El salmista David decidió probar suerte con la gerocomía: dormir abrazado a jóvenes vírgenes, para impregnarse de las emanaciones de sus cuerpos. Por lo menos, es seguro que su arpa sonó más dulcemente. Aquiles, en cambio, nacido para el combate, prefirió alimentarse con la médula de cachorros de oso para aumentar su fuerza y valentía. En las inmediaciones del Himalaya, el médico Susruta, 800 años antes de Cristo, optó por comer testículos de tigre. Igualmente, a pesar de que sus plegarias debían facilitarle el acceso a la inmortalidad, se durmió para siempre entre sus cipreses.

LA IMPOSIBLE RESIGNACION. Los gerontólogos —especialistas en la investigación del proceso de envejecimiento— definen a la vejezvejez como una enfermedad de deterioro. La piel empieza a resecarse, el pelo se vuelve blanco, el oído pierde gradualmente su sensibilidad y algunas partes del cuerpo manifiestan una gordura sospechosa. El desgaste también se evidencia en los órganos internos. El corazón, durante años dinámico y pujante, se vuelve torpe para impulsar la sangre, y los vasos sanguíneos pierden flexibilidad. Los pulmones absorben menos oxígeno y los riñones funcionan sin su sabida perfección. De esta manera, el organismo resulta más acogedor para las infecciones, y las enfermedades —cáncer, arteriosclerosis, diabetes— golpean sobre un blanco vulnerable. Si estos males no logran su cometido, el ser humano muere en un proceso acumulativo de molestias, imprecisas pero certeras, que más simplemente se conocen como vejez.
En la actualidad un creciente número de investigadores afirman que la vejez puede ser combatida. Y, en laboratorios y centros de experimentación diseminados por todo el mundo, los especialistas han comenzado a revelar los secretos de este proceso fatal: la esperanza de interrumpir el avance de la senilidad está cambiando el mito por lo científico. "Nuestro objetivo consiste en descubrir una técnica que nos permita atrasar el proceso, no interrumpirlo”, es el comentario del doctor Alex Comfort, director del Departamento de Gerontología del University College, de Londres. Muchos de sus colegas consideran que al promediar la actual década, la vida útil del ser humano aumentará en un 20 por ciento. Los más entusiastas ya hacen planes para las postrimerías del presente siglo: "Viviremos por tiempo indeterminado”, afirman.
Actualmente la mayoría de los niños que nacen tienen la capacidad de vivir 70 años, es decir, 23 años más que el promedio de fines de la centuria pasada. Sin embargo, en su mayor parte, esta conquista no se debe al control del proceso de envejecimiento sino a las campañas de sanidad y al tratamiento eficaz de enfermedades infantiles, tales como la pulmonía y la difteria. En cuanto a los adultos, la longevidad no ha aumentado de manera considerable. En los Estados Unidos, hacia fines del siglo XIX, un ciudadano que festejaba los 65 años de existencia estaba casi seguro —las estadísticas suelen ser caprichosas— de alcanzar los 78; hoy en día, ese mismo individuo —sin francotiradores ni aventuras indochinas— puede aspirar a los 80 años, sólo dos más que en 1900. Si se lograra eliminar las enfermedades que más afligen a los adultos —cáncer, problemas cardíacos, circulatorios y de riñones—, los investigadores estiman que el ser humano podría contar con diez años más de vida.
El moderno despliegue de antibióticos, vacunas y campañas de sanidad apunta sobre todo a reducir la mortalidad entre los más jóvenes, aumentando de este modo la población adulta. En los países desarrollados el número de habitantes que superan los 65 años triplicó la tasa de crecimiento de la población total. En la actualidad, los más ancianos sólo padecen enfermedades provocadas por el debilitamiento: infartos, diabetes, artritis y ceguera, y el cuidado de este sector de la población insume casi la tercena parte del presupuesto de salud pública. Como es lógico, en los países menos privilegiados —dos tercios del mundo—, la subalimentación y las malas condiciones sanitarias ofrecen promedios diferentes de vida y presupuestarios.

EL DILEMA. Al enfrentarse con el proceso de envejecimiento, los gerontólogos se topan con el mismo conflicto, de raíz social, que vejezafligió a los físicos que abordaron el átomo: hacia qué objetivo encaminar las investigaciones. El mero hecho de extender el ciclo vital, sin vencer la inhabilitación de la vejez, puede originar una profunda confusión dentro de la estructura económica de la sociedad. Por otro lado, lograr el atraso del proceso de maduración implicaría un problema semejante: los jóvenes terminarían la escuela alrededor de los veinte años y se graduarían en la universidad a los cuarenta. Teniendo en cuenta estos aspectos negativos, los investigadores coinciden en lograr una mayor amplitud en el período de mediana edad. Comfort, por ejemplo, considera que los hombres y mujeres de 50 años deberían llegar a comportarse y sentir como si tuvieron no más de cuarenta años. En ese tiempo futuro, el individuo necesitaría vivir un promedio de ochenta años.
El control del envejecimiento en la mediana edad reportaría beneficios médicos importantes. "La gente que actualmente fallece de cáncer a los 65 años —afirma el doctor Roy Walford, de la Universidad de California—, podría morir por la misma enfermedad, pero a los 90.” Sin embargo, extender el ciclo vital no significa tan sólo comprender los cambios físicos acarreados por la edad. Los gerontólogos toman en cuenta, cada vez con mayor interés, la influencia de las fuerzas psicológicas y sociales del proceso. Uno de los factores que causan mayor preocupación es que, en la sociedad contemporánea, la vejez se ha convertido en una suerte de institución. Antiguamente, cuando la familia numerosa constituía el modelo habitual, los más ancianos seguían siendo un aspecto funcional importante dentro del núcleo. En la sociedad moderna, móvil y cambiante en extremo, el individuo de edad está obligado a pasar el último período de su vida en soledad. El asilo o el hospital constituyen, con frecuencia, la única solución.
Los investigadores están convencidos de que este aislamiento de los más ancianos influye directamente sobre el problema de la longevidad. "Resulta evidente —declara el doctor Erdman Palmore, director del Centro de Sociología de la Universidad de Duke, Estados Unidos— que si una persona se ve obligada a aislarse, si sus salidas a la calle se reducen de golpe, mantenerse sano resulta innecesario. A menudo, la pregunta ¿para qué vivir? asesta golpes más duros que la edad cronológica o el estado genético.” Estudios realizados en Francia e Inglaterra revelaron que más del 30 por ciento de los suicidios pertenecen a individuos que han pasado la barrera de los 60 años.
Pese a que la gerontología constituye uno de los booms más notorios de la medicina moderna, los investigadores del fenómeno de la vejez no son numerosos. Uno de los motivos principales es que la experimentación en este campo requiere mucho tiempo; mientras tanto, el sujeto envejece. Para otros, el ritmo despiadado de la producción es el responsable fundamental: todo se orienta hacia la protección de quienes están en condiciones de trabajar. "Un experimento realizado en una rata lleva tres años —declara el doctor Nathan Scock, del Departamento de Gerontología de Baltimore, Estados Unidos—; en el ser humano es difícil establecer límites precisos de tiempo.”

RECUPERAR EL PARAISO PERDIDO. Hay un medio disponible, sin médico ni magia ni dinero. Comienza por salir a campo abierto; ponte a cavar y trabajar la tierra; consérvate y conserva tus sentidos en un círculo bien delimitado; come comidas simples; con el ganado vive cual ganado y no estimes denigrante estercolar el campo que cultivas; y ése es el mejor medio, me parece, para estar joven hasta los ochenta. En la respuesta que Mefistófeles da al angustioso reclamo de Fausto se refleja un antiguo criterio: sólo un contacto más estrecho con la Naturaleza y la simplificación de la vida darán una juventud más prolongada al ser humano. Sin embargo, ante el paso inevitable de envejecer muchos partidarios de este camino reducen la juventud a una connotación meramente espiritual. La Asociación Argentina de Aspirantes a Centenarios, por ejemplo, al mismo tiempo que insiste con la alimentación macrobiótica, remata sus cursos con "la espiritualidad, la alegría, el contentamiento, el canto y la música”.
La mayoría de los hombres se inclinan hacia soluciones más concretas. Muchos se someten regularmente al tratamiento en base a células descubierto por el doctor Paúl Niehans, en Suiza. Dicha terapia implica, básicamente, una serie de inyecciones de extracto de tejido de cordero en estado fetal. De acuerdo con la teoría de la restauración de los órganos, las células incorporadas revitalizan el cuerpo. El hecho de que Paul Niehans haya tratado a personalidades de la talla de Pío XII, Charlie Chaplin y Winston Churchill da gran popularidad al método celuloterapéutico.
doctora aslanLa clínica de Niehans, en los Alpes suizos, es una elegante mansión por cuyos jardines deambulan los personajes más insólitos provenientes de los cuatro puntos cardinales. Su nuevo director, el doctor Walter Michel, acaba de incorporar a los establos una remesa de corderos negros criados en el cantón de Friburgo. La expectativa creada por esta nueva adquisición todavía no se traduce en una respuesta cabalmente científica. Mientras tanto, un tratamiento de ocho inyecciones con células del nuevo tipo de ganado supera los 2 mil dólares. La competencia da argumentos a quienes sostienen que sólo se trata de una especulación comercial. En efecto, a pocos kilómetros de la famosa clínica de Niehans, el doctor Siegfried Block, con los Alpes bávaros como escenario, ofrece el mismo tratamiento por sólo 1.600 dólares. Por otro lado, los especialistas en células vivas afirman que no sólo "curan” la vejez, sino que también amenguan el retraso mental y el mogolismo.
Otro producto acapara la atención del hombre moderno: el Gerovital. Compuesto por procaína, este medicamento fue descubierto hace más de veinte años por la doctora Ana Aslan, de Bucarest. Esta sustancia, en ciertas latitudes, es más conocida como novocaína, variante anestésico. La doctora Asían estima que el tratamiento en base a este producto es totalmente eficaz para remediar la artritis, la arteriosclerosis y el debilitamiento general que provoca la vejez. Uno de los pacientes más famosos de la clínica de Bucarest fue el soviético Nikita Krushev.
A pesar de que hasta ahora nadie descubrió el bálsamo que reclamaba Fausto, un cierto número de investigaciones permiten suponer que, en el futuro, será posible que el hombre controle su proceso de envejecimiento. En 1932 el doctor Clive McKay, de Estados Unidos, demostró que era factible extender el ciclo vital de las ratas en un tercio, reduciendo las calorías de sus dietas alimenticias. La ciencia aún no ha descubierto si este mismo fenómeno se repite en los seres humanos. Pero los habitantes del valle de Vilcamba, en Ecuador, alientan las esperanzas de los investigadores: conocidos por su longevidad, los pobladores subsisten sin problemas consumiendo alimentos cuyas calorías no superan la mitad de las que contiene la alimentación norteamericana.

VIVIR Y SABER VIVIR. Los gerontólogos se sienten fascinados por regiones similares al valle de Vilcamba. En la Unión Soviética, zonas como Abkhazia y Kashmir ostentan un promedio de vida que no baja de los 100 años. Las dietas alimenticias de sus habitantes se componen de pocas grasas: la carne y los productos lácteos significan menos del 2 por ciento de las calorías consumidas. Según los entendidos, éste es un factor decisivo para prevenir la arteriosclerosis. Por otro lado, por tratarse de regiones eminentemente agrícolas y poco industrializadas, sus pobladores están acostumbrados al trabajo físico prolongado.
Sin embargo, otro elemento interesante para explicar la longevidad en esos casos es la actitud de estos individuos frente a la vejez. El doctor Alexander Leaf, de la Universidad de Harvard, permaneció tres años en el valle de Vilcamba. Sus investigaciones revelaron facetas originales: en la comunidad, el anciano cumple un papel natural de dirigente. Además, muchas tareas domésticas —limpiar, cocinar, cuidar los niños— quedan en manos de los de mayor edad. La jubilación es un concepto totalmente absurdo para los pobladores de Vilcamba, donde, a menudo, la vejez es sinónimo de mente lúcida y sabia. En base a esta concepción, todo individuo espera naturalmente vivir mucho tiempo: superar los 100 años constituye un hecho normal.
El ambiente representa un factor importante para la longevidad del ser humano: la baja temperatura estimula una mayor amplitud de vida. Algunos experimentos realizados con los peces Cynolebias sugirieron como posible extender la vida del hombre por 25 años, reduciendo en dos grados la temperatura del cuerpo. A medias entre el laboratorio y la fantasía, algunos científicos no desechan la idea de aislar un "factor de rejuvenecimiento". En este sentido, los injertos de piel de ratas jóvenes en ratas recién nacidas parecen facilitar una pista: se demostró que el tejido de los trasplantes sobrevive mucho más tiempo que los animales de los cuales fue extraído.
Pero, ya sea mediante píldoras o dietas especiales, el eventual control de la vejez depende de la investigación de la naturaleza misma del proceso de envejecimiento. Los especialistas coinciden en que dicho proceso abarca múltiples factores y que ninguno de ellos, al ser abordado individualmente, dará la clave del misterio. Uno de los campos en que más revelaciones brinda a las investigaciones es el de los genes y los cromosomas. Durante mucho tiempo la longevidad, como característica hereditaria, constituyó uno de los interrogantes básicos. En un estudio realizado sobre 2 mil parejas de mellizos de más de 60 años, el doctor Voroshk Jarvik, de la Universidad de Leningrado, descubrió que “mellizos idénticos poseían una similitud significativa en lo que atañía a sus ciclos vitales”.
Desde el momento en que la mayoría de las especies parecen caracterizarse por un ciclo vital finito —40 días para las abejas, tres años para las ratas, incalculable para las tortugas—, algunos médicos suponen que existe un reloj genético en las células del organismo que determina, en un momento dado del cuadrante, la llegada de la vejez. La mayor evidencia de esta teoría fue descubierta accidentalmente en 1961 por el doctor Leonard Hayflick, de la Universidad de Baltimore, mientras completaba unas investigaciones sobre tejidos cancerosos. Tradicionalmente, los biólogos habían considerado que las células humanas eran inmortales, pues con una alimentación adecuada se dividían sin ningún tope temporal. Sin embargo, al observar las células de los tejidos pulmonares de un embrión humano, Hayflick se sorprendió al comprobar que cada población de células se multiplicaba unas cincuenta veces y luego interrumpía el proceso. Más tarde, acicateado por la curiosidad, el investigador verificó que las colonias celulares provenientes de los tejidos del pulmón sólo se multiplican veinte veces. Los científicos comenzaron a sospechar con más certeza que la cuerda de ese reloj supuesto no sólo era real sino también perecedera.
Sin embargo, Hayflicks no considera que los seres humanos empiezan a envejecer solamente porque las células dejan de reproducirse. A su juicio, el hombre no vive lo suficiente como para que sus células se multipliquen cincuenta veces. El especialista supone que la vejez abarca cambios bioquímicos, fisiológicos y estructurales en la célula, que ocurren antes del cese natural de la división. Sin embargo, el reloj genético comienza a ser escuchado en el mundo microscópico de los laboratorios, donde aprendices de relojeros persiguen con pasión un tictac que decide la vida y la muerte.

CARRERA CONTRA EL TIEMPO. El gran caudal de descubrimientos en el campo de la biología molecular aportó, en las últimas décadas, nuevas claves sobre la manera en que los genes influyen en el proceso de la vejez. Dos teorías principales cobraron cuerpo: la primera sostiene que el programa de desarrollo celular nace con la misma concepción original del material genético, simplemente se pone en funcionamiento y luego cesa. La segunda interpretación sostiene que los errores ocurren en las copias reiteradas del mensaje genético, de la misma manera que se producen las rayaduras de un disco demasiado escuchado. Una acumulación de tales equivocaciones podría confluir en un error definitivo: la interrupción de las funciones de las células. En la actualidad Hayflick está tratando de determinar si la duplicación finita de las células es determinada por el famoso DNA en el núcleo o por el RNA, ácidos complejos que se encargan de trasmitir las instrucciones genéticas y los cambios químicos en el citoplasma.
También los gerontólogos sostienen que los individuos envejecen a causa
de desórdenes en el sistema de inmunización. Los anticuerpos y células blancas especializadas, producidas por este sistema, cumplen la función de detectar y vencer a los virus y las bacterias, inclusive algunos gérmenes cancerosos incipientes. Sin embargo, con el tiempo, este sistema tan eficaz pierde su fantástica certidumbre: a veces no discierne ya entre amigos y enemigos. De esta manera, sustancias positivas para el organismo son rechazadas; por otro lado, quedan las puertas a merced de cualquier intruso indeseable.
El Instituto del Desarrollo Humano de Tokio sugirió una manera de corregir los defectos de la inmunización. El doctor Takashi Makinoda expuso ratas jóvenes a la influencia de las bacterias, al mismo tiempo que las indujo a desarrollar linfocitos, arma natural del organismo contra muchas enfermedades. Al inyectar células jóvenes a animales más viejos, el experto japonés descubrió que éstos eran capaces de resistir dosis letales de bacterias durante un período de seis meses. "Quizá —declara Makinoda—, los seres humanos pueden depositar sus células linfoideas en un almacenamiento congelado durante la juventud, utilizándolas en la vejez para revitalizar su sistema de inmunización.”
Pero las drogas, las dietas y el tratamiento de los genes representan sólo una parte del arsenal utilizado para combatir la vejez. Los investigadores ponen el acento en la influencia psicológica sobre el individuo, como factor desencadenante del envejecimiento. Grandes líderes como Mao Tsé-tung y Ho Chi Minh, a pesar de haber desplegado durante sus vidas todo tipo de actividad, constituyen un ejemplo de lo anterior. "Probablemente el seguir incorporado a la dinámica social, el continuar siendo un miembro activo y no un lastre tiene una estrecha relación con la longevidad”, sostiene el doctor Comfort.
PANORAMA, ABRIL 26, 1973
 

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