Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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Deportes 1968 La carrera de nunca acabar La Copa Internacional de Clubes obtenida por Estudiantes de La Plata y el título mundial conquistado por Nicolino Locche relegaron a un segundo plano la mediocre actuación olímpica y dos lamentadas frustraciones: de Nicolao y De Vicenzo ![]() Todo lo contrario aconteció con el profesionalismo. En ese terreno, el balance anual abunda en sucesos que desbordaron las previsiones más optimistas. La conquista de dos trofeos mundiales —logrados por Estudiantes de La Plata, en fútbol, y Nicolino Locche, en boxeo— bastaría para que muchos entusiastas recuerden a 1968 como una de las fechas más esplendorosas del deporte nacional. Pero eso no fue todo. Los 12 meses abundaron, también, en acontecimientos inéditos, catastróficos. Prácticamente, el 68 constituyó uno de los años que más estimularon la polémica popular. Desde enero hasta diciembre, la densa agenda deportiva profesional monopolizó sin treguas la atención pública. Junio, mes que registró escasos espectáculos, brindó, sin embargo, un suceso estremecedor: la tarde del domingo 23, más de 70 personas perecieron aplastadas junto a la puerta número 12 —actualmente rebautizada con la letra L— del estadio de River Plate. El equipo local acababa de empatar con Boca Juniors en cero gol. EL AÑO PINCHARRATA El 27 de enero, cuando Estudiantes disputó la primera fecha de la Copa América y logró derrotar a Independiente, en Avellaneda, muy pocos podían advertir que la arrolladora campaña estudiantil de 1967 desbordaría las fronteras argentinas. En febrero comenzaron a desvanecerse las dudas sobre el potencial del equipo platense: su impecable campaña en Colombia y las exitosas revanchas disputadas en Buenos Aires, lo clasificaron para los cuartos de final del importante certamen. Ese mismo mes, la ciudad de Avellaneda sufrió una doble frustración: los simpatizantes de Racing —campeón interclubes 1967— se desconsolaron cuando su equipo se alojó en el último lugar en el octogonal de Santiago de Chile, donde participaron los planteles de mayor notoriedad del mundo; los fans de Independiente, al perder frente a Estudiantes el 29 de febrero, debieron resignarse a esperar hasta marzo para disputar con Deportivo Cali, de Colombia, el derecho a pasar a los cuartos de final. En marzo, la iniciación del Campeonato Metropolitano acaparó la atención general. La visita del inglés Stanley Rous —presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA)— pasó tan inadvertida como su anuncio de que Argentina sería sede del Torneo Mundial 1978. El 27 de abril, luego de superar a Independiente dos veces consecutivas y a Universidad de Lima, Estudiantes eliminó definitivamente a Racing en una final jugada en el estadio de River Plate. Su último escollo para alcanzar la Copa Libertadores de América fue el Palmeiras, campeón brasileño 1967. De los 3 encuentros disputados en mayo, los pincharratas ganaron 2 y perdieron 1, convirtiéndose en el primer equipo de los llamados chicos que conquistó la Copa Libertadores de América. En julio, los dos sucesos más comentados del fútbol profesional no giraron en torno a Estudiantes. El 10, Valentín Suárez, interventor en la Asociación del Fútbol Argentina (AFA), renunció a su cargo y fue reemplazado por Armando Ramos Ruiz. Cuatro días más tarde, el domingo 14, el guardavallas de River Plate, Amadeo Carrizo (42 años), despojó a su colega de Boca Juniors, Antonio Roma, de un record nacional: mantuvo invicto su arco durante 770 minutos, 20 más que su colega. El 4 de agosto, San Lorenzo se consagró campeón del Metropolitano al derrotara Estudiantes. Comandado por el técnico brasileño Elba de Padua Lima, el equipo de Boedo no sólo se convirtió en el plantel más eficaz de ese torneo, sino que, además, logró la cumbre de la tabla sin perder un partido. En los dos meses posteriores se produjo lo que muchos no quisieron creer hasta último momento: el 25 de septiembre, en el estadio de Boca Juniors, Estudiantes venció por un gol a cero al Manchester United, campeón europeo, y el 16 de octubre, en Londres, logró igualar en un gol, conquistando así la Copa Intercontinental de Clubes 1968, hasta entonces en manos de Racing. El Campeonato Nacional no careció de movilidad ni de sorpresas. Tras su vigorosa campaña en el Metropolitano, San Lorenzo se despeñó por una interminable pendiente de fracasos, que lo arrojaron al séptimo puesto de la tabla de posiciones. Los cuatro equipos del interior que participaron en el certamen no mostraron —con la excepción de Belgrano, de Córdoba— una garra mucho mayor que la de sus predecesores. En el plano individual, los hechos más comentados del año pertenecen a dos grupos: los que declinaron en su rendimiento —tal el caso de Silvio Marzolini (Boca) y Raúl Bernao (Independiente)— y los que se convirtieron en revelaciones de la temporada: Rodolfo Lobo Fisher y Sergio Villar (San Lorenzo), Julio Meléndez (Boca), Alfredo Obberti (Los Andes), Omar Wehbe (goleador del certamen, Vélez Sarsfield). Indudablemente, la máxima vibración del Campeonato se vivió en sus postrimerías, cuando —por primera vez en el historial del fútbol argentino— tres equipos de primera división (River Plate, Racing y Vélez Sarsfield) compartieron el primer puesto en la clasificación. Entre ellos se alojaba el nuevo campeón nacional, un equipo que junto con Estudiantes y el subcampeón, intentará repetir por tercera vez consecutiva la hazaña que en los dos últimos años instaló a la Argentina en el peldaño más alto del fútbol internacional. EL INTOCABLE La otra gran consagración deportiva de 1968 la alcanzó en Tokio, el 12 de diciembre, el welter junior Nicolino Locche, al derrotar por abandono en la 10ª vuelta al nipohawaiano Paul Fuji, conquistando el título mundial de la categoría. El triunfo del mendocino fue aplastante y le permitió desplegar una galería de recursos técnicos en la línea de las mejores tradiciones del pugilismo argentino. Rompió así con la leyenda negra de su indisciplina en los entrenamientos y confirmó la opinión coincidente de los expertos, para quienes su nivel internacional estaba fuera de toda duda. Locche, en el mismo escenario, repitió la hazaña de los otros dos campeones mundiales argentinos, los moscas Pascual Pérez y Horacio Accavallo; éste último renunció a la corona y abandonó el boxeo el 3 de noviembre. El welter Ramón La Cruz y el pesado Ringo Bonavena, en cambio, tentaron sin éxito la conquista del título máximo al caer derrotados por puntos, en los Estados Unidos (el 21 de noviembre y el 10 de diciembre, respectivamente), frente a los norteamericanos Curtis Cokes y Joe Frazier. Con todo, la temporada pugilística fue pródiga en enfrentamientos internacionales y el Luna Park se constituyó, una vez más, en escenario de un boxeo de alto nivel. Una excepción: el sábado 14 de diciembre, en desteñido espectáculo, Eduardo Corletti se convirtió en campeón argentino de los pesados al superar a Alberto Lovell hijo. LA AVENTURA OLIMPICA Del 12 al 27 de octubre, lo mejor del deporte amateur internacional se congregó a más de 2 mil metros de altura en los XIX Juegos Olímpicos, en Ciudad de México. Allí se evidenció otra vez la permanente vigencia del lema ateniense que preside tales competiciones (“Siempre más rápido, más alto, más lejos”), y las ilimitadas posibilidades físicas del ser humano. Hasta hace poco, marcas como 9 segundos 9/10 en 100 metros, 44 segundos 3/10 en 400, y 5,40 metros en garrocha (logradas, respectivamente, por los norteamericanos James Hines, Lee Evans, Bob Beamon y Bob Seagren) hubieran parecido el producto de una imaginación fantasiosa. Hoy, los records de antaño no alcanzarían ni para llegar a las finales. Una prueba de que el que no avanza retrocede la tuvo la delegación argentina (92 atletas y delegados de 12 deportes, que consumieron 47 millones de pesos); su mediocre actuación -—no por previsible menos desalentadora— sólo tuvo dos excepciones: las medallas de bronce (tercer puesto) obtenidas por el remero Alberto Demiddi en singles y el púgil Mario Guilloti, en la categoría welter. Sin embargo, no se puede hablar de desastre. La declinación argentina viene de lejos: en Roma (1960) y Tokio (1964) apenas 93 habían logrado un segundo puesto en cada torneo. Además, algunos valores mostraron una notable superación individual, como los atletas Erico Barney y Juan Carlos Dyrzka, quienes fijaron nuevos records sudamericanos con 4,80 metros en garrocha y 49 segundos 8/10 en 400 metros, respectivamente. LAS DOS FRUSTRACIONES La mayor desilusión olímpica fue para Alberto Nicolao —el mejor nadador argentino de todos los tiempos—, quien no pudo participar en la final de 100 metros mariposa porque el ómnibus que lo trasladaba al estadio sufrió un inesperado retraso. Negada la única satisfacción que no pudo alcanzar (una medalla olímpica), Nicolao anunció su retiro definitivo. Unos meses antes, el 14 de abril, el golfista Roberto De Vicenzo había atravesado un trance similar al perder el primer puesto en el 329 Certamen para Maestros de Georgia (estado norteamericano de Augusta) por firmar inadvertidamente una tarjeta errónea. Al finalizar los 72 hoyos igualaba en 277 golpes con el norteamericano Bob Goalby, pero en la vuelta final se le atribuyeron 66 golpes en lugar de los 65 que en realidad había empleado. Ese día cumplía 45 años y coronaba una racha de excelentes actuaciones, que culminaron con sus victorias en los torneos de Nairobi (Kenya) y Bogotá (Colombia) poco antes de su lamentable error. LA MUERTE DEL TC Con otras palabras, la defunción del Turismo de Carretera decretó el 9 de julio la Comisión Deportiva Automovilística. Tenía sus razones. El 28 de mayo, una prueba de esa categoría realizada en Balcarce, provincia de Buenos Aires, terminó catastróficamente: dos pilotos, sus acompañantes y tres espectadores perdieron la vida. Además, 25 personas resultaron gravemente heridas a causa de dos accidentes ocurridos durante a prueba. En adelante, la competencia más popular del automovilismo argentino debía disputarse en rutas cerradas o en autódromos, donde el público estuviera protegido por un mayor margen de seguridad. Si bien ésta fue la noticia más discutida del año automovilístico, otros acontecimientos compartieron su importancia. En enero, el técnico Oreste Berta y el volante Héctor Gradassi experimentaron en Europa un modelo Torino fabricado en la Argentina. Los expertos lo consideraron especialmente apto para participar en los extenuantes rallies africanos. El 24 de noviembre, otro piloto, Carlos Pairetti, a bordo de su cautivante Trueno Naranja, se adjudicó el título argentino de Turismo de Carretera después de triunfar en la última carrera disputada en el Autódromo Municipal, en Buenos Aires. En ese mismo escenario, ocho días más tarde —el 2 de diciembre— el quíntuple campeón mundial Juan Manuel Fangio y el club Yacimientos Petrolíferos Fiscales iniciaron una ofensiva destinada a devolver a la Argentina el prestigio internacional que perdió en las postrimerías de la década del 50. Ese día, 13 volantes europeos, un mexicano y 5 argentinos, inauguraron la Primera Temporada Argentina de Fórmula 2. En las cuatro competencias disputadas en Buenos Aires (dos), Córdoba y San Juan, el equipo italiano Ferrari, comandado por los Volantes Ernesto Brambilla y Andrea de Adamich, desplegaron una superioridad aplastante frente a sus rivales europeos. La opaca actuación de los argentinos —entre los que se destacaron Andrea Vianini, Eduardo Copello y Juan Manuel Bordeu— tuvo una justificación irrebatible: la escasa experiencia en este tipo de exámenes. UNA GRAN ESPERANZA Menos publicitados, una serie de éxitos internacionales en especialidades poco populares, mantuvieron en un primer plano los prestigios del deporte argentino. La victoria —por 9 tantos contra 5— de la selección argentina de rugby sobre la de Gales (una de las mejores del mundo), entusiasmó a los aficionados, a fines de septiembre. Del 13 al 21 de julio, los esgrimistas Orlando Nannini (florete), Omar Vergara (espada), Silvia Martín (florete) y Román Quinos (sable individual) y por equipos (en esta última prueba junto a Alberto Lanteri, Juan Francia y Julián Velázquez), se consagraron en Colombia campeones sudamericanos, y la representación argentina obtuvo el mayor puntaje de conjunto. Otro título continental fue el logrado por el yachtman Adrián Obarrio al adjudicarse, entre el 6 y el 10 de marzo en Viña del Mar (Chile), la prueba de la clase Finn. A fines de abril, la selección nacional de hockey sobre patines sorprendió a los expertos con un excelente tercer puesto en el Torneo Mundial de Oporto, Portugal, tras el conjunto local (el único que logró derrotarlo), y el de España (con el que empató). En ciclismo se registraron dos buenas actuaciones: la victoria de Ernesto Contreras en el Cruce de los Andes realizado entre el 18 y el 27 de enero, y el segundo puesto logrado por el cuarteto de persecución —Carlos Álvarez, Juan Alves, Ernesto Contreras y Juan Merlos— en el Campeonato Mundial de Montevideo, el 8 de noviembre. Pero la máxima revelación deportiva 1968 fue una precoz tenista que recién ingresa en la adolescencia. Beatriz Araujo —13 años, nacida en General Roca, provincia de Río Negro, primera en el ranking nacional de menores e infantiles— derrotó en el Campeonato Abierto Sudamericano a Mabel Vrancovich, el mejor valor femenino residente en el país. La tímida Araujo promete reeditar las hazañas deportivas de la señora Norma Baylon. -pie de fotos- -La partida de los 110 metros con vallas en los XIX Juegos Olímpicos de Ciudad de México, sin discusión el acontecimiento deportivo más importante del año en escala internacional. Argentina logró dos medallas de bronce. -El goleador del año (arriba) Omar Wehbe, de Vélez Sarsfield, quizá el mejor cabeceador del torneo. Estudiantes de La Plata (derecha) produjo el mayor acontecimiento al obtener en 1968 la Copa del Mundo. -Vélez Sarsfield (arriba) con una actuación excepcional aquilató definitivamente su condición de cuadro grande, en tanto Racing (abajo) y River Plate (derecha) cumplieron con excelentes actuaciones. Los tres equipos otorgaron inédito suspenso al Campeonato Nacional. -Nicolino Locche (arriba, derecha) impuso su arte de experimentado estilista al derrotar al hawaiano Paul Fuji, haciendo suyo el título mundial de los welter junior. Carlos Pairetti (izquierda) conquistó con su Trueno Naranja (abajo) el campeonato del TC, mientras Ernesto Brambilla (derecha) volvió a imponer la vieja garra de las Ferrari en las carreras de Fórmula 2. Sin duda 1968 fue un año de excepcionales acontecimientos deportivos. Revista Siete Días Ilustrados 30.12.1968 |
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