Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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ELECTRONICA El boom del Hi-Fi Se aprieta el botón y los timbales de Gustav Mahler se instalan en el coche. Desde el parlante trasero los contrabajos crean un trasfondo de ritmos marciales aún incipientes. En contados segundos la totalidad de la orquesta desplegará las tempestades de la Tercera Sinfonía. Sin interferencias publicitarias, sin chillidos ni ruidos molestos, todo cabe dentro del automóvil, ahora trasformado en ambulante sala de concierto. Violines, trompetas, baterías, coros y el mismo John Barbirolli rodean al conductor en cuya cabeza se van borrando los timbrazos telefónicos y el papelerío de la oficina. Al llegar a casa, el coche queda en la calle pero la orquesta se traslada al living. Diminuto y fácilmente manipulable, el cassette repite su magia en todas partes: con Mahler —también con Mercedes Sosa— es posible compartir no sólo el trago solitario de la tarde sino el camping de fin de semana e, inclusive, una escapada tras las truchas en los lagos del Sur. La cinta magnetofónica cabe en cualquier bolsillo y, prácticamente, en cualquier presupuesto: el milagro del audio, hasta en sus formas más exquisitas, ya se ha abierto camino hacia el consumo masivo. SI GARDEL VIVIERA. Baffles, ampliadores, estereofonía y alta fidelidad constituyen una terminología que hasta hace poco era monopolizada por los técnicos y los extremistas del fanatismo musical. En la actualidad ya forma parte de la jerga cotidiana. La creciente demanda y apreciación de la música por sectores cada vez más amplios de público se traducen en mayores exigencias técnicas: el reclamo de equipos de reproducción musical de alta fidelidad pone a prueba a los laboratorios de las empresas. “La demanda vertiginosa muchas veces confunde al mismo consumidor —advierte el ingeniero Roberto Ghibaudi, jefe de Producto, Sonido y Televisión de Philips Argentina Sociedad Anónima—; la Alta Fidelidad o Hi-Fi (abreviatura del inglés High Fidelity) y la Estereofonía son usadas erróneamente como sinónimos. Por eso es fundamental que el avance tecnológico del país sea acompañado por el incremento de la conciencia musical. Por sus características culturales, el pueblo argentino es tan apto como el mejor del mundo y requiere ser abastecido con el máximo de responsabilidad empresarial." Las viejas victrolas ahora sólo pueblan las vidrieras de los anticuarios y sus gangosas sonoridades sólo compiten desde el recuerdo. Los simples tocadiscos de mesa actuales superan las más audaces fantasías de comienzos de siglo, a pesar de que están ubicados en el rango más humilde de la discofonía moderna. Luego siguen los combinados y los equipos de alta fidelidad, en una senda ascendente de perfeccionamiento. "Hi-Fi es la reproducción del sonido con la máxima similitud al original. Para lograrlo, el sistema debe ser construido con las más altas especificaciones posibles, pues debe recrear fielmente la totalidad del espectro audible, desde los tonos más graves hasta los más agudos. Además —el ingeniero Ghibaudi vuelca su vasta experiencia—, debe preservar el timbre de cada instrumento musical y reproducir los pasajes con la adecuada intensidad sonora: diferenciar entre un pianissimo y un fortissimo con un mínimo de distorsión.” Para cubrir dichos requisitos, cada componente de la línea Hi-Fi —ya sea el tocadisco, el amplificador o los parlantes— debe ser de la más alta calidad, para no desmejorar el rendimiento del sistema. “Ninguna cadena es mejor que el más débil de sus eslabones", parafrasea el ingeniero Ghibaudi desde atrás de un escritorio cubierto de folletos explicativos. En ellos Philips Argentina estampa el logotipo “High Fidelity International”, garantía mundial de que la sigla Hi-Fi, a menudo manoseada, significa realmente productos de alta fidelidad. “Ese sello significa el cumplimiento de la norma DIN 45.500 que rige internacionalmente —agrega el técnico—. Philips Argentina produce, en la actualidad, un promedio de 6.000 unidades anuales pero nuestra meta de venta, para fines de este año, es de 10.000. Nos hemos volcado definitivamente a la producción de equipos modulares, tras discontinuar la línea tradicional de combinados." Un equipo de audio se compone básicamente por una fuente de señal (pasadiscos, grabador, reproductor de cassettes o sintonizador), un amplificador y dos parlantes. Todos estos módulos, interconectados pero libremente distribuibles en el ambiente, permiten ingresar al mundo del Hi-Fi. ARTESANOS DEL ESTEREO. La magia de la estereofonía radica en grabar y reproducir el sonido por medio de dos canales de audio. De esta manera la sonoridad recupera sus propias dimensiones y el oyente distingue con claridad la dirección de donde proviene la fuente o instrumento. “En otras palabras, la orquesta está ubicada delante nuestro —aclara el técnico de Philips Argentina— y la impresión acústica adquiere profundidad. Es importante aclarar que la estereofonía complementa a la alta fidelidad pero no la sustituye. Además, todos los equipos de Hi- Fi modernos son estereofónicos pero no todos los equipos estereofónicos son Hi-Fi." Ultimamente, Philips Argentina ha lanzado a la venta su "unidad ambiofónica": la estereofonía es reproducida por cuatro parlantes ubicados en extremos opuestos del recinto del escucha. Las "cajas traseras" emiten con un pequeñísimo retardo la señal proveniente de las "delanteras". Esto posibilita una excelente sensación ambiental pues uno de los secretos de la recepción en vivo consiste en que una parte de la señal procedente de la fuente emisora de sonido —orquesta, solista, etcétera— es recibida de "rebote" con un pequeñísimo retardo, desde la parte posterior de la sala. "Por el precio de un buen televisor en blanco y negro —Ghibaudi aventa cualquier prevención— es posible comenzar con una cadena de audio de alta fidelidad.” Simultáneamente con la línea de producción masiva, se abre camino una estereofonía artesanal. En el auditorio de Holimar Sociedad de Responsabilidad Limitada, Alex Kligman hace pases mágicos: la trompeta de Louis Armstrong salta de un equipo a otro de parlantes mientras la orquesta se derrama por el ambiente sin desperdiciar ningún rincón. Hasta los mullidos sillones de la sala llegan melómanos de todo pelaje. Ahí se sientan y, sin apuro, disfrutan, paladean, persiguen los sonidos más imperceptibles. Luego eligen. "Básicamente, hay tres clases de fanáticos —Kligman se envuelve en el humo de su pipa—: a algunos sólo les preocupa la música y recurren a la técnica para deleitarse más; otros son los «picaflores»: antes que nada les interesa el sonido y saltan de un disco a otro, buscando ese solo de clarinete o contrabajo que dura escasos surcos; por último, figuran los tecnócratas: ramifican sus equipos de audio sin preocuparse por el lugar donde están instalados." Como es evidente, la alta fidelidad tiene sus escondrijos donde pueden albergarse verdaderos sibaritismos. "No siempre los mejores elementos que componen un sistema de audio producen el mejor sonido —el especialista de Holimar sigue jugando con su estereofonía; esta vez el turno es para las Cantigas de Alfonso el Sabio—; cada elemento tiene sus defectos y lo importante es saber combinar defectos para conseguir mejor calidad. Por ejemplo: un parlante que ofrece picos en los agudos no debe ser usado con una cápsula que tiene iguales características en la misma frecuencia. La suma de estas dos pequeñas deficiencias sólo redundará en un sonido molesto. "En su safari sonoro, un buen amplificador debe funcionar correctamente con los controles de tono en su posición plana. Sin añadir énfasis con ellos. Y no lo olvide: cien vatios de potencia significan calidad, no fuerza. Limpieza y no volumen de sonido", advierten los especialistas de Holimar. Para ellos, hay dos tipos de gusto: el de Estados Unidos y Japón, y el europeo. "El primero busca sonidos agresivos, que hagan saltar de la silla; el de Europa, en cambio —Kligman se arrellana en el sillón e insiste con su pipa— solamente pretende que el sonido sea lo más real posible. Nosotros tuvimos que elegir entre lo espectacular o lo natural. Optamos por lo segundo y estamos alineados en el gusto europeo, aunque seamos una isla en un medio hegemonizado por la vocinglería del norte." Mientras tanto, los equipos de Holimar incursionan tanto por Europa como por Estados Unidos, a nivel de ultra-entendidos. En la misma línea de artesanía se ubican los ingenieros de Snipe Electrónica. Sus sistemas de audio y equipos electrónicos compiten profesionalmente con la calidad extranjera. Hace pocos meses los valsecitos del Cuarteto Cedrón apelaron a su técnica para triunfar en Francia y España y la nostalgia norteña se autoabasteció plenamente. "Sin embargo —explica el ingeniero Alberto Augustovski—, hay clientes que compran nuestros equipos y nos piden que, en los amplificadores, pongamos las indicaciones en inglés." La vocación extranjera de algunos no impide que la tecnología de Snipe Electrónica sea totalmente argentina. "También nuestros audiovisuales, munidos de sistemas electrónicos especiales para la sincronización, se hicieron presentes en Japón, México, Italia, Paraguay...", agrega el ingeniero José Scopp. Tras incursionar por variadas experiencias internacionales, la charla vuelve hacia nuevas vicisitudes de la alta fidelidad: la "música funcional" insinúa cadencias de Ray Coniff para esas mañanas oficinescas y otoñales, al mismo tiempo que ofrece reconfortantes ritmos de folklore para después de almorzar. Sin embargo, el panorama de la alta fidelidad en la Argentina presenta algunas disonancias. La Cámara Argentina de la Industria Electrónica (CADIE) acaba de denunciar el perjuicio que ocasiona a la industria nacional la importación de piezas de productos de consumo durable. Estos, luego de su armado en el país, son comercializados como de industria argentina. La falta de una reglamentación efectiva de la reciente Ley de Promoción Industrial constituye una brecha por donde se cuelan proyectos de seudorradicación de empresas que aprovechan las ventajas impositivas y crediticias otorgadas por el Estado para convertirse en "simples armadurías". La importación de partes y piezas de grabadores, receptores, micrófonos, amplificadores y parlantes es el trasfondo negativo de una industria que apuntala placeres sinfónicos y exquisiteces del espíritu. Panorama 3/5/1973 |