Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
|
La moda, hoy Resulta bastante improbable que alguien permanezca del todo indiferente a la fascinación de la moda. Tal vez muchos se desentiendan de sus caprichos o vaivenes (según una desteñida expresión), pero seguramente son víctimas de ese fenómeno que convierte a un sweater o una corbata en atributos de identidad. La ropa cumple en una medida muy escasa su función específica. Por supuesto, existen diferencias entre un fabricante de telas o un diseñador (que viven de la moda), un playboy (que vive para la moda) y el hombre que mira distraído los avisos publicitarios. Sin embargo, este último duda entre una camisa y otra y vagamente espera que la elegida lo dote de cierto poder de seducción. Quizá esto sucedió siempre, pero, en los últimos tiempos, se han multiplicado los modos de acercamiento a la moda. Además del particular que define a los que la crean y la lucen, esos ajustes de una época a otra, e, incluso, de una temporada a otra, constituyen datos para uso de los que comentan la realidad (sociólogos y afines). Por otra parte, el vestido expresa —ahora— cosas que, hace unos años dejaba de lado: por ejemplo, las conductas sexuales. También en los años 20 la moda tenía un lenguaje erótico: espaldas desnudas, largos collares, plumas ... En este ámbito las categorías han cambiado. Hasta no hace mucho, el mundo se dividía entre la gente de buen gusto y la que carecía de él; aunque también a los excéntricos se les asignaba su lugar. A medida que los jóvenes tuvieron ocasión de decidir sus atuendos (las camperas de James Dean, por ejemplo), esas categorías clásicas fueron mezclándose con otras. Al concepto de elegancia se le superpusieron, entonces, una creciente masificación del gusto y la revolucionaria ropa unisex. Sin embargo, muchos consideran que el buen gusto es una categoría martirizada por la tela jean y los zapatos de corcho pero que, a medias oculta, perdurará eternamente. En lugar de concebir la. moda como una serie de sustituciones, creen que el buen gusto es la búsqueda de cosas perfectas que, una vez halladas, existen para siempre. Habla un elegante: "El buen gusto sobrevive por más que la sociedad de consumo degrade los placeres materiales de la vida masificando y echándole edulcorantes sintéticos a todo. El paradigma del buen gusto es muy sencillo: un traje de franela gris —o azul, o marrón, o beige, o blanco— de tres botones, bolsillos plaqué, ojales en las mangas, solapas anchas, costuras bien cargadas en los pantalones, dos pliegues abundantes, la raya bien planchada y los hombros naturales. Además, camisa de poplin celeste con puños simples, corbata de seda regimental. Mocasines marrones con medias azules. A partir de ese modelo se pueden practicar infinitas variaciones —en telas o dibujos, de acuerdo a la hora y al estado de ánimo— pero cualquier cosa que choque con él es, simplemente, de mal gusto. Y todo esto no se puede casi explicar: es una, especie de estética". EL VALET ISAIAS. Pero existe una categoría que abarca tanto a los elegantes como a los mareados por las novedades: la importancia especial que se le asigna al vestir. Ambos sectores deben cumplir minuciosamente una serie de reglas que varían según se trate de cultores del buen gusto o de ansiosos que merodean alrededor de las vidrieras y embolsan "el último grito" (otro giro de la misma jerga). Ciertos personajes de la fauna porteña que quizá alguna vez —en su infancia— hayan respetado la clásica norma del marrón con verde y azul con colorado, se lanzaron —Di Tella mediante— a diseñar y lucir Formas y colores que, sin duda, modificaron el paisaje de Buenos Aires. Los personajes son Dalila Puzzovio, Carlos Squirru, Edgardo Giménez, Carlos Perciavalle. Entre un trabajador que, a la madrugada, se viste —realmente— con "lo que le da menos bronca" y los collares y blusas con alforzas de Edgardo Giménez existe, sin duda, una buena diferencia. Sin embargo, su grupo propone, ahora, que cada uno use la ropa que considere oportuna, al margen de la menor regla. Y lo expresan con rodeos y adornos, a su manera. Giménez: "La moda es una especie de merengue abombillado". Y Perciavalle: "Hace unos años intentaba reproducir un pantalón de la revista L'Uomo, pero puesto en mí distaba mucho del modelo. Descubrí que todo lo que me pusiera encima se tornaría, por obra y gracia de mi hechizo personal, en algo grotesco. Desde entonces uso lo primero que encuentro colgado de mi ropero, que tiene sólo dos jeans, ocho camisetas negras, dos camisas y un sweater”. "El día que decido decidir lo que voy a usar —declara muy seriamente Perciavalle—, me levanto a las 9 de la mañana y llamo a mi valet Isaías, que me trae el desayuno en bandeja de plata y me lo sirve sobre la terraza que desemboca en el Mediterráneo. Recorro con mis ojos aún somnolientos, el contorno de la bahía de Hongkong. Me reclino en mi hamaca paraguaya, enciendo un cigarrillo, pienso en Egle Martin, dejo de lado el periódico que me grita «vuelva a la realidad social del día», mordisqueo una tostada, me desperezo y hago chasquear los dedos. Isaías vuelve solícito y, entonces, le digo: «Pregúntele a la señora Rita Moreno qué puedo ponerme esta mañana para vadear los acantilados de Devon».” PASEAS POR FLORIDA. Los extranjeros de visita en Buenos Aires suelen sorprenderse, sin remedio, de las mismas cosas. Entre ellas, Palermo, las calles arboladas, las mujeres, y (desde no hace mucho) los hombres bien vestidos. Sin duda, en Florida —entre Marcelo T. de Alvear y Rivadavia— y en Santa Fe —entre Callao y plaza San Martín— se suceden infinitos desfiles de moda. Existe escasa diferencia entre las creaciones que, desde los kioscos, proponen las revistas especializadas, las confecciones que se exhiben en el comercio y el atuendo de los argentinos que, incansablemente, van y vienen por Santa Fe y Florida. Es decir: la degradación respecto del pattern es mínima. A pocos meses de distancia, esos cuerpos porteños se cubren cómodamente con los modelos europeos. Y los expertos aseguran que el modo de incorporarlos es absolutamente nacional. El argentino no sólo los adopta sino que, además, los perfecciona. “Las combinaciones, el movimiento —dice Jorge Iotti, propietario de una cotizada casa de ropa— convierten a la idea importada en un objeto distinto, nuestro.” Entre esos miles de transeúntes diarios es posible distinguir, desde el punto de vista de la moda, varios estratos. Tanto la tendencia general de los últimos años como los detalles en paulatino proceso de desaparición y los brotes de novedad. El uso del color —para mujer y hombre— tiene ya cierta edad. De todos modos, durante este año se acentuó la audacia en las combinaciones. Mejor dicho, se trata ya de actos normales y no escandalosos. Es un hecho que las mujeres de más de 40 años han abandonado el lila, y sin pudor, se cubren de floreados. Es otro hecho que los “hombres serios” van a su trabajo vestidos con traje a rayas, camisa a cuadros y corbata con arabescos o dibujos geométricos. Todo abundantemente coloreado. Sin embargo, muchos ojos se entrecierran todavía ante estas aberraciones y les auguran pronta muerte. Dice el sastre Carlos Alberto Fra: “No estoy de acuerdo con la combinación de cuadro con raya, raya sobre raya; no lo considero elegante. Vuelve el traje formal, clásico, eterno”. Su colega, Humberto Maneglia, por su parte, opina: “La libertad en la elección de colores y dibujos es un logro muy importante, pero, por ejemplo, raya sobre cuadro, realmente, no me parece necesario”. Mientras los porteños de poco más de 30 años lucen esplendorosamente —vestidos para la guerra— sus corbatas con cadenas y con cuernos de la abundancia, los jóvenes consumen productos en cantidades industriales. A pesar de algunas raras protestas, resulta vano complicar argumentos en tomo de la moda unisex: es otro hecho. Los mismos pantalones, camisas y zapatos con plataforma de corcho cubren cuerpos varoniles y femeninos. Sin embargo, este vestido no intenta borrar las características físicas. Tal vez ,sí, otro tipo de diferencias. El corte —pantalones ajustados en las caderas, por ejemplo— acentúa, más que disimula, las formas naturales. Adornados uniformemente (pantalones, camperas, zapatos, zapatillas y sombreros en tela jean), los jóvenes cumplen reglas distintas de las que impone el “buen gusto”. Procuran, sobre todo, exhibir sus cuerpos gráciles, sueltos y —al margen de los hippies, por demás magros— sexuados. Pero Carlos Alberto Fra no está demasiado de acuerdo: “La tela jean sirve para quienes la usan; mi ropa es de otra categoría. Y, respecto del unisex, lo odio. Se debe diferenciar al hombre de la mujer. Además, no ha tenido ningún éxito en el mundo”. Esta es la opuesta opinión de Jorge Iotti: “La uniformidad de los jóvenes —tela jean, unisex— tal vez indique que se preocupan menos por la sofisticación que por la funcionalidad. El jean es útil para todo y no hay que olvidarse que, en sus comienzos, fue una prenda exclusivamente de trabajo. Se puede pensar, empero, que esos uniformes sirven sobre todo para identificarlos generacionalmente. Por otro lado, como vendedor de ropa, me siento admirado de la cultura física que tienden estos muchachos. Perfectos, sin un gramo de más en el cuerpo”. TODAS LAS MUJERES SON IGUALES. Aunque la cantidad desmesurada de boutiques y galerías que se suceden a lo largo de Santa Fe, Florida y zonas cercanas obligaría a creer lo contrario, el mercado consumidor femenino esgrime algunas quejas. Al parecer, una mujer entre 30 y 50 años tiene problemas para completar en forma integral su guardarropa. Esta es la opción: vestirse como una joven de 20, o gastar sumas imposibles en boutiques exclusivas. Mientras los hombres gozan ahora de una gama casi infinita de oportunidades, la mujer debe oscilar entre los eternos pantalones y los vestidos muy "paquetes", por lo demás, escasos. La imagen del hombre de 35 años es llamativamente fuerte y rica; la de la mujer, en cambio, se encuentra algo desdibujada, confundida con los atributos adolescentes. A su modo, la vasta estructura de Harrods intenta paliar todas las necesidades. La sección Equinox, en planta baja y Señoras, en el primer piso, tienen características bastante distintas. Explica Carlota McLoughlin, que ostenta el título de "asistente del director gerente en sección mujeres”: "Por el tipo de casa que es Harrods, tenemos departamentos especializados para todas las edades. Para jóvenes, Equinox y, para mujeres de poco más de 30 años, Sport-Señoras. Equinox todavía no está demasiado definido. Queremos, sí, darle un estilo, seleccionar ropa audaz y un poco loca. Que la jovencita y la mujer de hasta 30 años encuentren ropa accesible. Tratamos de no tener cosas caras, para que las chicas puedan cambiarse fácilmente”. En general, las prendas Equinox son las mismas que se pueden comprar en cualquier boutique de Buenos Aires. Sin embargo, contienen algunas exclusividades. Informó a Panorama el gerente de promoción y ventas, Eric Henderson: "Los diseñadores argentinos tendrán su sector en Harrods. Ya nos venden Dalila Puzzovio y Charlie Squirru y, en poco tiempo, la tienda abrirá una sección para los creadores nacionales. Hay gente muy talentosa y deseamos tenerla con nosotros”. Atenta a los cambios más genéricos del momento, Carlota Me Loughlin expresó: "La novedad está en el color y en las distintas combinaciones. La tela jean es una sensación, sumamente cómoda. La diferencia de precios está dada por el tipo de jean empleado, el corte y los adornos”. En forma más precisa, Saúl Roij, confeccionista de ropa femenina, especificó: "Esta temporada la mujer se vestirá con un chemisier recto o tableado. Pantalones anchos, ajustados arriba y luego desplegados. Reaparece la pollera. Vestidos lisos con bordados en la falda. Estampados geométricos o floreados”. Roij confiesa viajar periódicamente a Europa en busca de ideas: "Este año presenté sólo vestidos —220 modelos— que, actualmente, recorren toda la república. No hice pantalones; consideré que la mujer necesita, para este verano, un vestido con detalles bondades y el largo detenido en la rodilla”. La autora de las primeras colecciones de ropa femenina en Buenos Aires para cada temporada, o casi, Sofía Salzberg (Creaciones Sofía), observa que este año se usa bastante el traje: blazer, clásico o con campera. "Pero no existió, de ninguna manera —asegura—, un cambio radical.” Respecto del color, Roij y Sofía opinan respectivamente: "Están en vigencia las gamas de cada color: distintos verdes, azules, cobrizos. Hay una tendencia hacia los colores cálidos”. "Este año proliferaron las telas estampadas con abundante colorido. No en forma agresiva, pero sí, notable.” Y sendos consejos para el atuendo nocturno: "Vestidos de crépe opaco realizado en degradé de tres tonos” (Roij). "Pantalones anchos con camisas; faldas largas con camisas muy importantes” (Sofía). TODOS LOS HOMBRES SON IGUALES. Las olas de tela jean que inundan calles y vidrieras de Buenos Aires podrían hacer suponer que tanto artesanos como elegantes deben encerrarse en una torre de marfil. Sin embargo, las grandes tiendas de confecciones sustituyen cuatro veces al año sus líneas, y las casas de semi-medida perfeccionan sus diseños. Y hasta los sastres de alto vuelo destilan prosperidad e imaginación. Según Humberto Maneglia: "La moda cambia, hoy, continuamente. A la gente no le interesa que el traje le dure cinco años sino que lo pueda cambiar pronto, en cuanto le quede estéticamente viejo. Los jóvenes han modificado el panorama, desde luego, pero no para mal. Y, si en algún momento lo fue, ya está todo bastante equilibrado. Si bien se ha abandonado un poco el traje, la tendencia actual consiste en reemplazar la camperita por un buen saco sport. Yo me divierto con los jovencitos que se visten en casa. Saben muchísimo sobre pantalones —para traje, un ancho de 29 centímetros; para sport, 32—, cinturón o zapatos, pero no saben nada sobre sacos. Mi estilo, estilo específicamente, es una línea fina que alarga la figura. Un saco de hombros angostos y ajustado al cuerpo. Un pantalón semioxford. De todos modos tenemos que adecuarnos a la tendencia última: saco un poco más corto, pantalón ancho. Creo que el color de la temporada es el azul. También la combinación blanco y negro, muy elegante”. Para Carlos Alberto Fra, otro es el ideal: "Felizmente, se vuelve a lo tradicional y sobrio. Con toques de color. Hace treinta años que digo: «Ropa con estilo eterno». Hombros en su lugar, líneas alargadas; no marcar el talle y dejar resbalar en blandas curvas los flancos hacia abajo y los costados. Así, gordos y flacos, altos y bajos van a mostrarse lo mejor posible. El largo normal del saco depende del largo de piernas. Según la altura, el ancho del pantalón varía entre 25 y 27 centímetros. Vuelven el pantalón recto y el pliegue en la cintura”. Fra prefiere las gamas de grises o azules y acepta casi sin rezongos el marrón y el beige. Se lamenta a causa de las telas: “Cada vez hay menos casimires de puna lana. Como se exporta casi toda, aquí se la mezcla con poliéster. Para sport informal, prefiero algodón matizado con seda. Las camisas deben ser en voile de puro algodón, también difícil de conseguir.” Estos son los precios de Carlos Alberto Fra: trajes de medida, 2.600 pesos; semimedida, 1.275 (ambos con telas nacionales); camisas desde 129 y corbatas desde $ 35. Para los que carecen de esas sumas y tal vez de paciencia, existen las grandes tiendas de confección. Casa Muñoz, por ejemplo, busca otra imagen, distinta de aquella que inmortalizó su slogan, “en donde un peso vale dos”. Informó a Panorama su gerente: “Todos los años se realizan viajes a Roma, París y Londres. A su vuelta, los expertos realizan exhaustivos trabajos de investigación de mercado, adaptando tendencias internacionales al gusto local. Para la temporada 73/74, las dos líneas Advan Center y Clásica se confeccionan en lino y poliéster, reservando la alpaca para los trajes de vestir. Serán en gamas de azul y marrón; blanco también. Precio de un saco sport: de 400 a 600 pesos; pantalones, entre 180 y 300. Ambos, desde 650”. También González (con locales en Florida y Paraguay, y Lavalle al 700) está en tren de cambiar su imagen. Para Antonio González, resulta especialmente oportuno que el público no considere a su casa como demasiado cara: “La gente compara precios y mercaderías y se da cuenta de que, a sumas similares, ofrecemos mejor calidad”. Trajes, entre 900 y mil pesos; camisas, de 105 a 250. “Esta temporada —explica González—, los sacos vienen más cortos y el pantalón tubo y recto desde la cintura. Hace dos años, nosotros lanzamos la moda de trajes en tela denim, que fue un suceso”. Sin embargo, pocas casas como Harrods han intentado, en los últimos tiempos, modificar su aspecto físico y lanzar finos tentáculos hacia la calle (la Argentina) real. Pana conquistar a los jóvenes, sus creadores han concebido el Club 877, en la esquina de Córdoba y San Martín. Antonio Obon, su encargado, declaró a Panorama: “Viajamos a Londres, París, Roma, Düsseldorf y Ginebra, traemos colecciones exclusivas en sweaters. Vendemos camisas con diseños no repetidos. Pero nos gustaría que nos visitara gente más joven: para eso estamos.” Y agregó Jorge Herrera, asistente del director general en el área de comercialización sector hombres, según el complejo organigrama de Harrods: “El vender ropa diferente y exclusiva es nuestra constante ambición. Es nuestra versión de la moda. Adaptamos las creaciones internacionales al gusto argentino. La casa busca este concepto general. Precio accesible, intermedio y más alto”. Fascinado por las interpretaciones sociológicas y como al margen de su actividad, Jorge Iotti se reclinó en su asiento y miró hacía Callao. Mostró las fotos que decoran su despacho: el viejo Iotti, que murió hace pocos años, John Kennedy, Gardel, y el equipo de Chacarita Juniors: “Si uno no respeta la mitología, va muerto. Mi padre se inició en Chacarita, y en 1947 llegamos al centro. Como no tenía nada mejor que hacer, me dediqué yo también a esto. Pero creo que el hombre vale por él mismo; el hombre no es su vestido. Yo estoy con los colores y todo eso —y tal vez sea demagógico lo que voy a decir—, pero, desde el 25 de mayo uso camisas blancas. Es un símbolo —seguramente ingenuo y parcial— de austeridad. Todos deberíamos trabajar por la liberación y quizá deba haber muchos jeans, pero no de marca Levi.” Investigación de Giselle Casares y Alicia Creus Pie de fotos -HARROD S. SECCION CLUB 877 Las grandes tiendas lanzan tentáculos hacia los jóvenes -LAS VIDRIERAS DE FLORIDA Combinaciones aberrantes hasta ayer -Anzuelos para jóvenes; se animan los mayores HARROD'S, SECCION CLUB 877 -CASA MUÑOZ Con la ayuda de los viajes a Europa -El clásico concepto de buen gusto no es el único que rige hoy la moda instalado en Buenos Aires hace más de dos décadas, el modista Jacques Dorian constituye tal vez el exponente más representativo de la alta costura argentina. Ahora diseña ropa para hombres, mientras opina que los argentinos abandonaron la seriedad que los caracterizaba -PERCIAVALLE Y GIMENEZ “Mi valet Isaías arregla todo” -MODA UNISEX ¿Acentúa o disimula las diferencias? -MODELO DE FRA Sobrio, clásico, tradicional, eterno -CASA GONZALEZ En busca de otra imagen -ANTONIO-OBON. DE HARRODS . “Los precios deben ser accesibles, intermedios y altos” Revista Panorama 27.12.1973 |
|