Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
LA CIUDAD Las piedras del recuerdo Antes de terminar el mes de mayo Buenos Aires contará con tres nuevos monumentos, recordativos de tres americanos que lucharon —cada uno a su manera— por la emancipación: José Gervasio de Artigas, Lisandro de la Torre y el Inca Garcilaso de la Vega. |
En
la tarde del miércoles pasado una muchedumbre irrumpió en los
parques que se extienden entre las Avenidas del Libertador y
Figueroa Alcorta, ávida por contemplar la flamante estatua de
Artigas. Ese día, con la presencia del intendente Montero Ruiz y
de una nutrida delegación uruguaya, se inauguró por fin la obra,
demorada inexplicablemente durante décadas. La odisea se remonta,
en efecto, a los años en que Alfredo Palacios —uno de los
precursores del proyecto— era embajador argentino en el Uruguay:
"Él fue, en 1933, presidente de la Comisión encargada de erigir el
monumento”, señaló Leandro Vivet, director general de la
Secretaría de Cultura de la Municipalidad. Según el funcionario,
también debe atribuirse al político socialista el hecho de que
Artigas se encuentre de pie y no a caballo, como aparece en casi
todas sus reproducciones gráficas y escultóricas: "Pensaba que de
esa manera se destacarían más las virtudes cívicas del héroe de
Las Piedras”. Desde entonces fueron varios los intentos de concretar la obra e innumerables las comisiones integradas con ese objetivo; pero le correspondería a la presidida por Carlos María Gelly y Obes poner fin a los fallidos esfuerzos de más de treinta años. La estatua —realizada por el escultor uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, hijo del autor de Tabaré y reconocido estudioso de la vida del prócer— se levanta ahora en el mismo lugar destinado a albergar, promediando los años cincuenta, la gigantesca estructura recordativa de Eva Perón. En la recientemente inaugurada Plaza Perú (Avenida Figueroa Alcorta y Salguero), diseñada por el renombrado urbanista brasileño Roberto Burle Marx, fue colocada, por su parte, la estatua del Inca Garcilaso de la Vega. Joaquín Roca Rey, su autor, es un escultor peruano radicado en Roma, donde también se desempeña como diplomático. "Se eligió a Rey —asegura Vivet— por ser un especialista en la vida del Inca Garcilaso; la obra es similar a una realizada por el autor para los jardines de Villa Borghese, en la Ciudad Eterna.” Para realizarla, el artista se inspiró en los Comentarios Reales, textos en los cuales el legendario mestizo describe las vicisitudes de sus antepasados incaicos. El costo del monumento —que gestionó ante la Municipalidad el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, para conmemorar el sesquicentenario de la Independencia Peruana— fue de 10 mil dólares; el precio incluyó su traslado desde la Península. Pero la incógnita resultaba, hasta fines de la semana pasada, un promontorio recubierto por paños y maderas, erguido sobre la plazoleta de Diagonal Norte y Esmeralda. La misteriosa estructura, que despertaba la curiosidad de los transeúntes, esconderá hasta el 5 de mayo (día de su inauguración) el monumento a Lisandro de la Torre. "La estatua de Lisandro —relata Vivet— tiene también su historia: en 1963, durante la gestión del intendente Rabanal, el arquitecto y escultor Carlos de la Cárcova ganó el concurso para realizarla, pero todo se vio interrumpido por el advenimiento del régimen de Onganía; sin duda, era una época poco propicia para conmemorar a políticos. Pero a partir de la nueva instancia abierta en mayo de 1971, y gracias a los esfuerzos desplegados por Pío Díaz Valdés, presidente de la Comisión promonumento a Lisandro, el proyecto pudo seguir adelante.” “La estatua —precisó Vivet— tuvo un costo de alrededor de 35 millones de pesos y representa a De la Torre de pie, esgrimiendo su característico gesto patriarcal.” A partir de mayo, entonces, los porteños deberán familiarizarse con la compañía del vehemente santafesino, muerto trágicamente hace ya 34 años. Revista Panorama 3/5/1973 |