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SUBVERSION
Los perfiles de la violencia
El jueves pasado se cumplieron tres años de la muerte, en la selva boliviana, del comandante guerrillero Ernesto Guevara. En esos 36 meses alcanzó a florecer en la Argentina una planta que el Che había regado teórica y prácticamente: la guerrilla, un conjunto de seres subterráneos que despliega con las fuerzas de seguridad una extraña, sigilosa contradanza. Ya se la conoce a través de una decena de siglas. Algunas casi notorias (Montoneros, FAP, FAL, FAR), y otras más anónimas (Ejército Revolucionario del Pueblo, Comando Emilio Jáuregui, Movimiento Revolucionario Argentino, Ejército de Liberación del Norte). Si los métodos que aplican son similares, sus postulados, en cambio, difieren. Configuran, entre todos, un complejo mosaico político que abarca desde el peronismo hasta el marxismo purista, pasando por el socialcristianismo radicalizado.
Aunque sus programas no se difunden, algunos magazines de izquierda (el semanario uruguayo Marcha, el mensuario porteño Cristianismo y Revolución) han recogido textos y opiniones de los grupos insurreccionales. Una investigación realizada sobre la base de esas publicaciones, y de los comunicados distribuidos luego de algunos golpes, permitió a Panorama confeccionar el siguiente perfil de la guerrilla en la Argentina, detectar sus puntos- de coincidencia y sus divergencias internas:

• ¿Por qué la violencia? Todos los teóricos de la revolución plantean el enfrentamiento armado como una etapa indispensable en el camino del poder. Pero, al mismo tiempo, señalan como condición previa indispensable una correlación de fuerzas que favorezca a los insurrectos. Según ese esquema, las explosiones aisladas, casi individuales, de violencia sólo sirven para aislar a los grupos de la masa y para alertar al gobierno y obligarlo a reforzarse. Quienes preconizan la acción directa como forma política no comparten ese criterio. Los documentos de la guerrilla argentina insisten en que el único camino posible es el que iniciaron y manifiestan su seguridad en que hallarán un creciente apoyo de la población, con el paso del tiempo. Aun dentro de esa misma línea general aparecen diferencias: las Fuerzas Armadas Peronistas, por ejemplo, optan por dar golpes de efecto en relación a situaciones de tensión. Así detonaron bombas en la Secretaría de Estado de Vivienda y en la Comisión Municipal de la Vivienda a propósito del desalojo de una villa de emergencia, en la zona del Retiro: un intento de mostrar la violencia como solución para conflictos. Otros grupos, en cambio, obran por sí, desvinculados del clima político.

• ¿El campo o la ciudad? Esa es otra discusión que divide a los partidarios de la violencia. Durante un largo período la guerra rural fue la tesis predominante. En 1963 fue desbaratado, en Salta, un grupo del Ejército Guerrillero del Pueblo y en septiembre de 1968 un campamento emplazado en Taco Ralo (Tucumán), por las Fuerzas Armadas Peronistas. En América latina los años 1967 y 1968 marcaron una serie de reveses para los alzados en los montes. Entretanto, en Uruguay, el MLN Tupamaro se dedicó a demostrar la posibilidad de operar con éxito en los centros poblados. Para la mayoría de los grupos argentinos (no todos difundieron su punto de vista sobre la cuestión) la guerra rural tiene un valor estratégico: en ella —suponen— se organizará el ejército capaz de derrotar a las fuerzas armadas. Pero en las ciudades se concentra la mayor parte de la población: de ella, teóricamente, debe nutrirse la guerrilla de gente, armas, fondos y pertrechos. Así se explican los golpes urbanos, que parecen destinados a convertirse en una de las dos alas de la acción violenta.

• El peronismo: ¿motor, eje o etapa? En torno a este problema aparecen con toda claridad las diferencias internas. En todos sus comunicados, las Fuerzas Armadas Peronistas exigen "el retorno del general Perón y el pueblo en el poder”. Expresan, sin embargo, respeto a las otras organizaciones cuyas "intenciones políticas están dirigidas a nuestros mismos fines”. Para las FAP la bandera del peronismo resulta suficiente. No cejan, por ello, de atacar en sus textos a dirigentes políticos y gremiales justicialistas, a quienes consideran "traidores” y "vendidos”. Otro sector, las Fuerzas Armadas Revolucionarías (FAR), parece mantener cierta equidistancia entre el peronismo y la izquierda: alaba por igual al Che Guevara ("un San Martín del siglo XX”) y al “camino que inició nuestro pueblo el 17 de octubre de 1945”. El elogio no se deposita, directamente, en Perón: Está dirigido a sus seguidores. El Frente Argentino de Liberación rescata, por su parte, la ortodoxia de la izquierda: no habla del justicialismo y ubica su enfoque en "el marxismo-leninismo, el socialismo
científico, la ideología revolucionaria del proletariado”. Sus integrantes se autotitulan procubanos y "nacionalistas que tienden al internacionalismo”. Los montoneros también reivindican al peronismo, pero desde una perspectiva social-cristiana y populista. Sus textos los muestran como llegados al justicialismo más por un análisis de la situación actual (allí está el pueblo, afirman) que por provenir de esa tendencia. Los integrantes de ese grupo que se conocen (Abal Medina, Ramus, Mazza) provenían, todos, de hogares de clase media y seguramente sus padres militaron, entre 1946 y 1955, en la oposición.

• ¿Cómo se organizan? Aparte de características generales, como la división en núcleos sin contactos horizontales, del uso de seudónimos, poco se puede saber. Las FAP están compuestas por "destacamentos”: el "17 de Octubre”, capturado en Taco Ralo; el "Felipe Vallese”, que copó la Prefectura Naval del Tigre, el 12 de abril; "Gerardo Ferrari”, asaltó la guardia de un barrio de Campo de Mayo, el 1’ de febrero, y saqueó el Banco Alemán Transatlántico de El Palomar dos semanas atrás; "Eva Perón”, que distribuyó el día de Reyes, en Villa Piolín, un cargamento de juguetes robados e intentó difundir una proclama por Radio Rivadavia, el 27 de julio. Las FAP proponen la formación de pequeñas células, lo que permitiría suponer cierta independencia de los destacamentos entre sí.
Otra sigla, FAL, parece ser empleada por dos grupos distintos: el Frente Argentino de Liberación, que se atribuyó el asalto al vivac de Campo de Mayo, en abril de 1969, y el secuestro del cónsul paraguayo, Waldemar Sánchez; las Fuerzas Armadas de Liberación, que desvalijaron el tren "El Rosarino”, hace tres semanas. Las FAR, en cambio, no hablan de células: en marzo último ocuparon Garín, con la participación de por lo menos 35 guerrilleros. Parece ser un grupo muy centralizado, que prepara y ejecuta golpes "grandes’'.
Los restantes sectores, mucho más pequeños, se adjudican pequeñas acciones aisladas. Parecen operar en forma independiente y constituyen, aún, una jungla imprecisa, inasible. ♦
L. G.
Revista Panorama
13.10.1970
 

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