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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Checoslovaquia
Coexistencia bélica

Un amplio repudio capitalizado por la activa propaganda antisoviética, dejó la inclemente ocupación de la más industrializada y progresista nación socialista después de la Unión Soviética.

 

Revista Hechos Mundiales
octubre 1969

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Los tanques soviéticos en Praga

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En Bratislava los líderes políticos comunistas decidieron el destino de Checoslovaquia

 

 

Los relojes de los campanarios de Praga marcan la medianoche. Es el 21 de agosto de 1968. Las tropas del Pacto de Varsovia trasponen las fronteras de Checoslovaquia. Las fuerzas fronterizas checas no oponen resistencia. Minutos más tarde, los miembros del Presidium del Comité Central del Partido Comunista checoslovaco, que se encuentran reunidos en su sede a orillas del río Moldava, reciben la noticia de la ocupación. Alexander Dubcek, 47 años, de estatura imponente (1,93 m.), secretario general del partido -desde enero de ese año y ex guerrillero eslovaco de la resistencia antifascista, amén de experto en economía marxista, sufre una crisis de nervios y estalla en sollozos a la vez que exclama: "Se han vuelto locos. Se han vuelto locos". Los acontecimientos siguen desarrollándose en sucesión, cual una secuencia cinematográfica. Los tanques invasores entran en las calles de la capital checoslovaca. Radio Praga pide al pueblo, en nombre del Presidente de la República, Ludvik Svóboda, que no resista y espere instrucciones. A las 3.30 de la madrugada comienza a transmitir una potente radioemisora de las fuerzas ocupantes. Sus comunicados expresan que las tropas del Pacto de Varsovia han acudido para defender las conquistas del socialismo, combatir la contrarrevolución y proteger al pueblo checo contra la inminente agresión del "imperialismo norteamericano" y de los "revanchistas germano-occidentales". Explican, asimismo, que las tropas de ocupación han sido llamadas por "altos funcionarios del Gobierno checoslovaco". Más tarde se sabría que estos altos funcionarios fueron seis.

LA GUERRA DE LOS COMUNICADOS

La guerra de los comunicados continúa en territorio checo. A las 5.15 horas se conoce uno firmado por Dubcek y respaldado por varios nombres de prestigio en el país, en el cual se afirma que "las tropas de la ocupación han penetrado en Checoslovaquia sin el consentimiento del Gobierno ni del Ejército checo ni de ninguna autoridad legitima". Y califica la intervención de "violatoria de todos los principios internacionales, de las más elementales normas de amistad entre los países socialistas, de los acuerdos recientes de Chema Nad Tisu y Bratislava, de la soberanía checoslovaca y fuera de toda justificación".
Pero instantes después un avión deja caer sobre Praga cientos de volantes en los que se afirma anónimamente que el auténtico presidente de Checoslovaquia es Antonín Novotny "destituido ilegítimamente por una maniobra del "socialdemócrata" Dubcek, que sólo representa a una minoría en el Comité Central del Partido Comunista'.
El Presidente de la República, Svóboda, replica casi de inmediato, y hablando por radio reafirma que la ocupación es ilegal y que "jamas ha sido solicitada por el Gobierno". Concluye su alocución con un nuevo llamado a la unidad.
A todo esto, comienzan a producirse espontáneas manifestaciones de apoyo a Svóboda y Dubcek en las calles de Praga, que son duramente reprimidas por los ocupantes. A las 6.40 los desórdenes cobran su primera víctima en la persona de Zdeneck Prihoda, un muchacho que fue derribado de su bicicleta y aplastado por un tanque. El estallido masivo de la violencia a medida que transcurre el tiempo se hace más amenazante, siendo contenido a duras penas. Sin embargo, la invasión del país es ya un hecho consumado y, salvo manifestaciones de reprobación callejera contra las tropas de ocupación, nadie puede hacer nada de positiva eficacia para resistirla. Checoslovaquia es una nación intervenida.

ANTECEDENTES DE LA INVASIÓN

Pasadas las primeras horas de esta ocupación relámpago, el mundo fue conociendo sus causas. Desde hacía varios meses se rumoreaba que agentes de Alemania Occidental estaban infiltrándose en Praga. Walter Ulbricht, presidente del Consejo de Estado de Alemania Oriental, era quien había dado la alarma al mundo comunista al afirmar que un acercamiento de Checoslovaquia hacia Occidente dejaría a su país en desmejorada posición estratégica. Y prueba de este deslizamiento eran las cordiales relaciones diplomáticas y económicas que se venían dando entre ese país y Alemania Occidental. Por otra parte, se arguyó, también, que se habían descubierto actividades de espionaje norteamericano en Praga. Incluso se aseguró que agentes imperialistas se habían infiltrado en el Partido Comunista checo con intenciones de iniciar en su seno "la subversión ideológica".
Para los adversarios del comunismo, al igual que para los comunistas ortodoxos, Dubcek había emprendido la imposible tarea de conciliar bolchevismo y democracia, tal cual se entiende este último término en Occidente. Así lo interpretó especialmente el Kremlin, que, después de arduas gestiones para hacer ver a los marxistas de Praga que la discusión libre, en tanto subsista "el enemigo capitalista" en el mundo, equivale a la muerte del comunismo, se decidió a actuar con la máxima energía para acabar con aquel foco disidente. 

El Pacto de Varsovia, que obliga a prestarse ayuda recíproca a los países socialistas de Europa Oriental en caso de "amenazas" al sistema, permitió a la URSS consumar su intervención en Checoslovaquia con 200 mil soldados procedentes de Rusia, Alemania Oriental, Polonia, Hungría y Bulgaria, los cuales a los pocos días habían triplicado su número.
Para el Kremlin, el "camino subversivo" tomado por Checoslovaquia se inició cuando comenzó a hacerse patente que los diarios y las radioemisoras checos manifestaban sus propias opiniones, muchas veces discordantes con las del partido.
Esto, sumado al desplazamiento sufrido por varios dirigentes checos de la antigua escuela soviética, constituyó suficiente motivo de preocupación.
La inquietud producida en la URSS fue hipertrofiándose a medida que transcurrían los días, a pesar de que en un discurso pronunciado en abril de 1968 Dubcek dejó muy en claro su adhesión a los principios marxistas. Sin embargo, más que por esa seguridad, el Kremlin se sintió tocado porque Dubcek dijera en esa misma oportunidad: "La libertad de palabra representa una premisa muy importante para la expresión democrática de la opinión y sus intereses". Y afirmara más categóricamente aún en otro párrafo de su discurso; "Queremos tener éxito y colocar adecuadamente en la realidad el nuevo sistema de directiva económica. Por lo tanto, deberemos evitar el hablar del "perfeccionamiento" del sistema y establecer claramente una profunda reforma económica, dentro de la cual será posible la creación de un nuevo sistema socialista".
Para muchos observadores de la política internacional fueron estas palabras de Dubcek, que llevaban involucradas un audaz programa de liberación política y económica —no "de retorno al capitalismo", como lo afirman por igual los pro moscovitas fanáticos y los ultrarreaccionarios devotos de la absoluta "libre empresa"—, las que precipitaron la invasión armada de Checoslovaquia.

REACCIONES DIVERSAS

El mismo día en que Checoslovaquia fue intervenida, prácticamente todos los partidos comunistas del mundo occidental manifestaron su posición ante el acontecimiento. Las colectividades comunistas de Francia e Italia —las mayores del mundo en países de régimen no socialista— condenaron enérgicamente la ocupación. Aun cuando el resto de los partidos comunistas occidentales aprobaron la decisión del Kremlin, la actitud de franceses e italianos causó bastante impacto no sólo por tratarse de las colectividades marxistas más fuertes de Occidente, sino porque revelaron que la hegemonía monolítica de Moscú, la época de las rígidas Internacionales, era ya cosa del pasado entre los comunistas.
Tanto el partido francés como el italiano fundamentaron su posición en el derecho que tiene cada pueblo de decidir su propio destino: "El marxismo debe demostrar con hechos que es lo mejor, no con las armas", expresaron sus voces.
Fidel Castro, figura importante dentro del mundo comunista, no compartió la opinión de los marxistas franceses e italianos. Si bien se declaró defensor del derecho de no intervención y de la autodeterminación de los pueblos, justificó, sin embargo, la invasión a Checoslovaquia, porque, según dijo, tenía pruebas fehacientes de los vicios y defectos capitalistas en que estaba cayendo ese país.
En cuanto al mundo no socialista, la invasión a Checoslovaquia provocó la reacción de repudio mas unánime de los últimos años;alentada sólidamente por la propaganda antisoviética de Estados Unidos. Occidente contempló con ansiedad, interesada para muchos, cómo Alexander Dubcek fue aprehendido por los rusos y llevado a Moscú dos días después de que se produjo la irrupción de las fuerzas del Pacto de Varsovia en territorio checo, viajando luego a la capital moscovita el Presidente Ludvik Svóboda a conferenciar con los líderes del Kremlin. Dubcek fue llevado a las negociaciones y, bajo presión de la invasión, los jefes checos tuvieron que convenir en poner freno a su programa de reformas y en permitir el acantonamiento de tropas soviéticas en la frontera occidental.
En 1969, a un año de la invasión, los ecos de la drástica medida puesta en práctica contra Checoslovaquia por determinación soviética aún no se extinguen. En el primer aniversario del luctuoso suceso, cientos de manifestantes salieron a las calles de las principales ciudades checas a exteriorizar su repudio al sometimiento armado de que fue víctima la nación socialista más progresista e industrializada después de la URSS.

 

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