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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

La batalla de Montevideo

Panorama
abril 1971

 

 

La guerra subversiva en el Uruguay entra en una nueva fase tras la ocupación, por parte de los tupamaros, de fábricas con fines de propaganda. También justifica esa clasificación el segundo rapto de Ulises Pereyra Reverbel, un consejero del presidente Jorge Pacheco Areco, el 30 de marzo. Según los expertos en guerrillas urbanas, la penúltima etapa de su desarrollo se alcanza cuando adquiere medios propios de proselitismo y puede hostigar sistemáticamente a las fuerzas del orden, lo cual se verifica en el Uruguay. La última requiere el control efectivo de una parte del territorio, situación que dista de darse en el país.
El desafío tupamaro, sin embargo, registra una serie de éxitos y de contrastes. En este año los insurrectos ocuparon varias veces plantas fabriles y leyeron sus proclamas ante los obreros. Pero el 30 de marzo un comando guerrillero fracasó en su intento de repetir la prueba en la empresa Nibo PIast, en Montevideo. Alertada a tiempo la policía, 500 uniformados rodearon el edificio e intimaron rendición. La orden no fue acatada y se produjo un intenso tiroteo que dejó en evidencia la inferioridad numérica de los guerrilleros. Rendidos, 8 tupamaros fueron detenidos, en el mayor revés en lo que va del año.
Nada desanimados por el desastre parcial, los miembros del Movimiento Nacional de Liberación replicaron, esa misma tarde. Cuatro hombres y una mujer penetraron en el consultorio de la dentista Adela Gadea de Cambón, en el céntrico Palacio Díaz. Allí se atendía Pereyra Reverbel (48), un fornido solterón. Ante la amenaza, éste gritó que no lo llevarían vivo. Lo llevaron desvanecido a golpes de cachiporra, envuelto en una frazada.
El secuestrado es presidente de la administración de Usinas y Teléfonos del Estado, pero su importancia política va más allá de ese cargo. Los opositores le atribuyen ser el mentor de la "línea dura" de Pacheco Areco, cuya expresión principal es el mantenimiento del estado de sitio durante los últimos 3 años. Cuando los obreros de UTE declararon un paro, Pereyra Reverbel consiguió que el mandatario militarizara a los huelguistas; 15 mil trabajadores fueron sometidos a tal régimen. Violento y apasionado, años atrás dio muerte a un vendedor de diarios que voceaba un semanario donde se le atacaba. Estuvo preso unas semanas y luego recuperó la libertad merced a un pronunciamiento judicial controvertido. Los gremialistas lo denostan porque despidió sin indemnización a decenas de dependientes de UTE. Tales antecedentes figuran en una investigación parlamentaria sobre su actuación.

TEMORES. Pero los procesos que Pereyra Reverbel tiene pendientes en la justicia y en el poder legislativo, son la menor amenaza que encara. El pesimismo sobre su suerte cunde desde que está en poder del "tribunal del pueblo" tupamaro. Entre el 7 y 11 de agosto de 1968 fue detenido tras oponer resistencia a los guerrilleros, sus enemigos favoritos. Entonces fue interrogado, pero se teme que ahora no sólo confronte un careo informativo sino también una eventual condena.
El comunicado número 21 le enrostra la responsabilidad de "ser uno de los principales artífices y ejecutores de la política represiva, antinacional y de entrega de la patria al extranjero", y sugiere una permanencia no breve en prisión; "En el correr de los próximos días se darán a conocer los resultados del primer interrogatorio a que será sometido por los fiscales del pueblo". La ominosa sombra del ejecutado Dan Mitrione ondea para muchos sobre Pereyra Reverbel. En cuanto a su salud sería buena, según un párrafo casi humorístico: "El señor Pereyra Reverbel sufrió lesiones leves al intentar ofrecer resistencia. Fue atendido en el hospital del pueblo número 2, siendo su estado satisfactorio".
El primer efecto de este secuestro ha sido el endurecimiento del régimen. Las operaciones de rastrillo sobre Montevideo muestran una ciudad militarizada el tenso escenario de una batalla donde un ejército misterioso ataca y desaparece sin dejar rastros. El gobierno estudia la posibilidad de pedir al Parlamento la suspensión de las garantías individuales, una medida que le permitiría requisar viviendas sin orden previa de allanamiento. Entre tanto, los observadores aseguran que el comisario Alejandro Otero, célebre "cazador de tupamaros" que perdió su puesto por efectuar declaraciones a una revista argentina, habría vuelto a dirigir las huestes policiales.
Acosado por la guerrilla urbana, Pacheco Areco experimentó, la semana pasada, contrastes en todos los frentes: la Iglesia, los gremios y los partidos le propinaron tremendos dolores de cabeza. El jueves pasado una exitosa huelga general paralizó el país. La demostración fue pacífica, pero declaradamente política. "Hemos obtenido un plebiscito condenatorio del gobierno", se jactó un dirigente. En verdad, la política oficial que congela los salarios y provoca cierres de fábricas y quiebra de empresas, con la consiguiente secuela de desocupación, ubica a las clases bajas y medias en contra de Pacheco Areco. Este, empeñado obstinadamente en mantener la estabilidad, ve sin embargo tambalear la moneda, que jura no devaluar; pero mientras el Ejecutivo mantiene una paridad oficial de 250 pesos uruguayos por cada dólar, en el mercado paralelo la divisa norteamericana se cotiza a 320 pesos. Cara al gobierno, el paro se realizó bajo banderas netamente opositoras; los huelguistas piden el levantamiento de las libertades públicas y sindicales limitadas por el estado de sitio, la reapertura del diario Ya, que se elimine la congelación de salarios y se rectifique la política económica.

FUGAS. Los brazos caídos en todo el país envuelven, pues, un rechazo completo para Pacheco Areco y simétricamente un apoyo para el Frente Amplio. Allí se congregan los partidos de izquierda y las alas progresistas que se desprendieron de los partidos tradicionales.

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Al principio se dijo que el Frente no constituía un serio peligro para los blancos y colorados, que se turnaron en el poder a lo largo de la historia oriental. Pero la fuga de dirigentes y bases de los viejos partidos hacia la nueva formación continúa sin prisa y sin pausa. Hace 10 días, los jefes del Frente, que ostentan como candidato para los comicios en noviembre próximo al general en retiro Liber Seregni, ofrecieron una manifestación multitudinaria. En el centro de Montevideo, las izquierdas que se proponen seguir el camino del chileno Salvador Allende reunieron una muchedumbre.
Lo cierto es que hace muchos años que la ciudad no contemplaba tantos hombres agrupados en torno a un movimiento político. La impresión es que los 2 añosos partidos del régimen, que por otra parte se presentan en listas separadas, no podrían igualar la muestra de popularidad que recibió el Frente. Desde entonces los viejos políticos están trémulos; acaso deban revisar sus vetustas diferencias y avizorar la necesidad de entrar en un lema único. Desde luego, en este cuadro, las esperanzas de los amigos de Pacheco Areco de presentarlo como candidato a la reelección, se esfuman.
Por último, el 31 de marzo se difundía una carta de monseñor Carlos Partelli, arzobispo de Montevideo, Se trata de una pieza que es parte de una polémica epistolar que comenzó con una misiva de un católico crítico de Partelli, a quien acusó de haberse negado a oficiar una misa por los secuestrados de los tupamaros. El arzobispo desmiente la imputación; en realidad él celebró una misa por el alma de Dan Mitrione. Pero luego de apartar tal sospecha, Partelli enjuicia elípticamente al régimen, en el más importante documento religioso de carácter político emitido últimamente. Estos son sus principales pasajes: "Me resisto a que con motivo de los secuestros la Iglesia sea forzada a tomar partido en la lucha política que subyace bajo todo esto. Está bien claro que se pretende polarizar esta lucha en dos bandos: los que están por el orden establecido y los subversivos, para luego deducir muy simplísticamente: quienes están con los primeros son los buenos; quienes no, son los malos."
"Estoy profundamente convencido que la Iglesia no debe secundar ese juego. Condena toda violencia sea cual fuere su signo porque atenta contra el hombre, y no por otros motivos. Siento como el que más el dolor de los secuestrados y sus familias; pero siento también, y muy hondamente, el dolor de los despedidos arbitrariamente, de los detenidos sin defensa, y de sus familias dejadas en el desamparo. Sé muy bien que el dolor de los primeros resuena en los amplificadores de la prensa oral y escrita, mientras un cauteloso silencio rodea el llanto de innumerables hogares pobres. Pero no por eso el sufrimiento de éstos merece menos consideración y respeto que el de aquéllos."
Sobre el filo de la semana, el viernes último. Pacheco Areco experimentó otro disgusto con una crisis en su propio gabinete, del que salieron el canciller Jorge Peirano Facio, el ministro de Defensa, general César Borba, y el titular de Industria y Comercio, Julio Sanguinetti. Peirano Facio representaba una línea moderada y Borba una garantía para muchos militares. Ahora se encuentra en el Ministerio de Defensa Federico García Capurro, un duro. El creciente aislamiento de Pacheco Areco lo lleva simétricamente a endurecer sus posiciones, convirtiéndolo en un gobernante rígido y solitario.

 

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