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ROBERTO JUAN CANESSA. 21 AÑOS,
LLEVA UNA NUEVA VIDA. JUNTO A FERNANDO PARRADO SE HAN CONVERTIDO EN VERDADERAS ESTRELLAS
DE LA AVENTURA DE SUPERVIVENCIA EN LA CORDILLERA. EL DRAMA QUEDO ATRÁS, DEFINITIVAMENTE
OLVIDADO. LA VIDA DE HOY, CON UN LIBRO EN LA CALLE QUE BATE RECORDS DE VENTAS, CON
INVITACIONES A PARTICIPAR EN LAS REUNIONES DEL JET SET INTERNACIONAL, CON REPORTAJES Y
ENTREVISTAS EN CADA CIUDAD QUE TOCAN, LOS HA CONVERTIDO PARA SIEMPRE EN PERSONAJES CASI
MITOLÓGICOS DEL MUNDO ACTUAL.
El 23 de diciembre del año
pasado, en una calle de Montevideo, volvimos a encontrarnos con los 16 sobrevivientes de
la tragedia de la cordillera. Entonces decidimos luego de las fotos, de las
palabras, de las lágrimas que ésa era la última vuelta de tuerca. La última nota
de un hecho que habíamos vivido desde la primera noticia un crudo cable que decía:
"Hay sobrevivientes" hasta ese aniversario, y que incluso nos había
llevado a repetir la experiencia viviendo unos días en el avión uruguayo, entre nieve,
hielo y tormentas. Sin embargo, la realidad nos ha pasado por encima.
El libro "Viven", del autor Piers Paul Read, único documento autorizado
por los protagonistas, se agota ahora en doce países. Fernando Parrado y Roberto Canessa,
los héroes de los héroes, han recorrido Europa y Estados Unidos. Basta recordar algunas
cifras y algunos hechos. Ochenta entrevistas en radio, diarios y televisión en Estados
Unidos. Tres mil quinientas cartas recibidas por "El show de David Susskind"
luego del programa en que se presentaron y contaron su experiencia. Cuatro mil llamados
telefónicos en Francia, durante otro programa, pese a que la opinión pública estaba
abrumada por el duelo pre-electoral de Giscard D'Estaing y Francois Miterrand. Rápida y
franca amistad con Jackie Stewart, incluida una gira con él por Montecarlo, Inglaterra y
Suiza. Comida privada con Alberto y Carolina, príncipes de Mónaco. Abrazo de Grace
Kelly. Elogios de Elizabeth Taylor y de David Niven. Charla con Philip Niarkos, hijo de
Tina Livanos, ex mujer de Onassis.
De pronto. Parrado y Canessa se vieron envueltos en un cuento de lujo, de color, de
fantasía. De pronto caminaron despreocupadamente por el jet set internacional.
Y entonces, aquella promesa de la última nota, aquella despedida, dejó de tener
sentido. La tragedia de Los Andes, el milagro de Los Andes, es inagotable.
Y tuvimos que ponernos en marcha. Otra vez a Montevideo.
EL REPORTAJE
Roberto Canessa es enorme. Cuando
uno le ve, inmediatamente piensa que es por eso por tan notoria fortaleza que
pudo salvarse a si mismo, junto con Parrado, y salvar a los demás de una muerte segura
por inanición y congelamiento. Es enorme pero muy ágil. Hay algo en él que
intranquiliza, quizá ese preciso estado de simultánea atención y relajamiento,
engañosamente disfrazado de indiferencia, desde el cual sus distraídos ojos acechan.
En su rostro, de rasgos definidos y acentuados, se destacan los ojos, rasgados y
hermosos, y nublados por una cierta lejanía. Su mirada se mantendrá fija, durante casi
toda la entrevista, en un punto inexistente, tal vez ubicado en su conciencia y en un
pasado demasiado reciente.
La gente vio las cosas, tal
como fueron, a través del libro. Se dio cuenta de que nuestra intención no era el
exhibicionismo sino que éramos tan sólo unos pobres tipos que tuvieron que salvar su
vida. Nuestra presentación en los medios de difusión europeos y estadounidenses no fue
vana: queríamos que la gente viera que la historia es real, que detrás del libro hay
gente que existe. El libro es una respuesta a esa especial sensibilidad respecto de la
antropofagia que reinó durante cierto tiempo: el libro prueba que con eso sólo no se
salía del paso.
¿Cómo los recibieron en
Europa y Estados Unidos? ¿Qué repercusión tuvieron?
En Estados Unidos hicimos
como ochenta entrevistas en radio, diarios y televisión. Estuvimos, durante más de dos
horas en el show de David Susskind: allí nos mandaron 3.500 cartas. En Francia, según
decían, teníamos el problema de la campaña electoral: opinaban que la gente estaba en
otra cosa. No fue así: en un programa televisivo, al que asistieron un profesor de
nutrición, un cura y el matrimonio Nicolich (padres de un chico que no volvió), programa
que cuenta con 250 líneas telefónicas, recibimos cuatro mil llamados. Se vendieron
100.000 libros de entrada. En España no queda uno solo.
¿Fueron contratados por la
editorial?
En absoluto, íbamos a
decir lo que sentimos ahora, sinceramente. Justamente lo que a la gente le impresionó fue
nuestra espontaneidad: vieron que en realidad somos unos enamorados de la vida, en lo que
nos toque vivir. La experiencia pasada nos sirve para vivir hoy.
¿Cómo es el contrato que
tienen con la editorial?
Incluye todos los derechos,
desde hacer una camiseta con nuestro nombre hasta una película. Por el derecho de
publicar la historia en tapa dura nos dieron, de entrada, 250.000 dólares. Después hay
miles de derechos más. Este libro se ha transformado, por qué ocultarlo, en un montón
de plata. Mucha gente piensa que somos comerciantes... pero desde que sacamos un pie de la
montaña ya lo sabíamos: debíamos enfrentar la realidad. Entre tantas otras cosas, el
dinero es una realidad.
¿Qué hicieron con tanto
dinero de golpe?
Es mucho más difícil dar
cuando uno tiene que cuando no tiene. Al principio yo pensé: "Esto es mío, me lo
dan a mí porque es mi vida; además ellos también lo usan". No quería dar nada a
nadie. Pero después hicimos escuelas, ayudamos a gente que lo necesitaba. El dinero me
pertenece, yo sé que nadie me va a regalar nada. Prefiero que digan: "Mira Canessa,
qué bien que está", y no que digan: "Mira Canessa, pobre, qué mal que
está".
¿Tuvieron dificultades
entre los dieciséis para tomar la decisión de publicar un libro?
Relativamente. En un
principio las hubo. Pero después nos dimos cuenta de que era el camino más corto para
acabar con los rumores, los malos entendidos, las preguntas fuera de lugar. Pretendíamos,
eso si, que se respetara la verdad. Si ahora alguien me pregunta qué pasó, le dijo:
"Mira, lee el libro". Además hay otra cosa: ya han aparecido once libros
piratas en los que supuestamente se cuenta la historia, con implicancias sexuales
inclusive. El tema daba para que se hiciera una gran mezcolanza y nunca faltan los
oportunistas. Con el libro, entre otras cosas, defendimos la verdad, que fue bastante
dura, por cierto.
¿Qué opinión te merece
el libro?
Algunos pensamos que la
solidaridad que había existido en la montaña no estaba cabalmente reflejada, que le
faltaban algunas vivencias personales y el espíritu con que vivirnos allá. Read, el
autor, dijo que ése es su estilo y que el lector tiene que sacar sus propias
conclusiones. Yo pienso que el libro es un relato verídico de los hechos durante setenta
días, aunque Read no haya contemplado los sentimientos. Lo importante del libro es que no
falta nada de la verdad objetiva, que no se oculta ningún hecho. Todas las partes que la
gente imagina, digamos las más macabras, están. Cualquiera puede ver que detrás de toda
una parte material triste existe la solidaridad, la generosidad. El libro es un poco
"duro", pero hubiera sido espantoso hacer un libro rosa. Y por encima de toda
conjetura, hay una realidad incontestable: una persona es tres cosas: la primera, como la
ven los demás; la segunda, como se ve ella, y la última, como en verdad es. El libro
está hecho así, ya que además de la versión particular está siempre la versión de
los otros quince.
¿Cómo te sentís a raíz
de esta repentina popularidad internacional?
Lo importante, como dijo no
sé quién, no es ser una persona conocida sino una persona que valga la pena conocer. Eso
es lo que yo siento: mucha gente me mira pensando en el pasado. Ahora quiero que me
valoren por lo que yo soy. Por otra parte, la popularidad te facilita muchas cosas: cuando
voy al banco, por ejemplo, me reconocen enseguida y no me oponen la menor dificultad. Pero
también hay días en que quiero estar solo, ser dueño de mí. La gente cree que es
dueña de ti, que tiene derecho a saber las cosas más banales de tu vida. En fin. Por
otro lado, con el libro estás entrando en la persona que lo lee, estás dándole algo.
Algunos me dijeron: "Cuando agarré el libro no lo pude dejar, y cuando lo cerré
pensé que tenia que valorar la vida". Eso es bueno.
Probablemente con el viaje,
la popularidad, los miles de reportajes, te estarás alejando de lo que viviste en la
cordillera. . .
Si, a veces siento que de
tanto hablar estoy perdiendo ese valor. Otras, en cambio, pienso que me pasó, se acabó y
chau, a otra cosa. Del viaje, a mi lo que me gustó fue ir a pasear, pero además tenía
que responder a una expectativa de la editorial. Concluí que lo mejor posible para ellos
era dar algo que es mío. Soy yo el que habla, y si lo hago es porque creo que detrás de
todo esto hay algo que habla del hombre, que habla de todos. Creo que antes de la montaña
era igual a todos, y que allí arriba no era distinto de los demás: eso es bueno que se
sepa, puede servirle a la gente. |




Fernando Parrado y Roberto Canessa junto al arriero que los
descubrió, después de diez terribles días de caminata
¿El resto de tus
compañeros estuvo conforme con que viajaran ustedes dos?
Bueno, nos invitaron a
nosotros, pero creo que lo tomaron bien. Recibíamos cartas de ellos, en las que nos
decían: "Che, ¡qué bien les va!". Era una envidia sana, nada más que el
normal deseo de poder estar allí.
Contanos algo del viaje.
Pasé momentos increíbles,
conocí personas y lugares que no imaginaba conocer. Por ejemplo, nos hicimos muy amigos
de Jackie Stewart. Fuimos a ver las carreras juntos en Montecarlo, fuimos a almorzar con
él en Inglaterra y nos invitó a su casa, en Ginebra. Actualmente Nando está allá con
él. Va a hacer un curso de automovilismo (el 26 de junio corrió una carrera de turismo
de carretera en Londres). Jackie es un tipo generoso, agradable, simpático, y no sólo un
buen corredor. Conoce a todo el mundo: en Mónaco se tomó la molestia de invitarnos a
cenar con Carolina y Alberto de Mónaco.
¿Cómo son?
Carolina es una chiquilina
todavía. Tiene diecisiete anos. Es simpática, macanuda. Me impresionó más el hermano.
Nos trataron bárbaro. Al otro día nos invitaron a una recepción en el palacio. Cuando
Grace Kelly nos vio nos abrazó, imagínate, y nos dijo lo contenta que estaba de que sus
hijos nos hubieran conocido. Algo increíble, realmente. Allí conocí a Elizabeth Taylor:
me pareció árida. David Niven, en cambio, es un tipo sensacional; nos aconsejó respecto
de la gente con la cual podíamos hacer la película. Philip Niarkos, el hijo de Tina
Livanos, la ex mujer de Onassis, nos invitó a navegar en su barco. Recibimos también la
calidez de la gente sencilla: en Portofino, un pescador que no sabía qué regalarme me
dio una cajita de fósforos en la que escribió: "Al montañista li doy il mió
afecto de corazane". Un taximetrero, al llegar al hotel, no me quiso cobrar, y ante
mi insistencia por pagarle me dijo que no lo ofendiera y que aceptara lo único que tenia
para darme: un mapa de la ciudad.
¿Qué hay de la película?
Hay gran interés en
hacerla: demasiado interés, demasiadas ofertas. Junto con los derechos del libro, la
editorial Lippicott compró cualquier otro derecho, incluido el de la película. Es por
eso que nosotros no podemos intervenir prácticamente en nada, salvo, claro está, en
exigir que sea verídica: a la filmación irán tres de nosotros como supervisores. Se
está buscando un director, un tipo que sea capaz de hacer valer la realidad. Todavía no
se sabe si se va a filmar en España o en Estados Unidos. A mi lo que me interesa es la
verdad, que se logre una película que haga sentir, por lo menos, lo mismo que el libro.
Nosotros no vamos a actuar...
CONCLUSIÓN
A medida que pasaba el tiempo la
entrevista fue sucesivamente interrumpida por la presencia de amigos, hermanos, y no
faltaron los padres de Canessa. Roberto "Músculo" Canessa recibió toda
interrupción con evidente alivio, como si se lo liberase de una tarea a veces demasiado
pesada. El sabe y lo dice que ha entrado en un círculo del que por el momento
no podrá zafarse.
Tengo un examen el 10 de
julio y ya perdí dos semanas de facultad. Me he puesto a estudiar duro porque siento que
tengo que hacer algo, algo que me cueste. Voy a tratar de terminar la carrera y recibirme
de médico.
A casi dos años del
suceso, ¿no sentís como si todo eso le hubiera pasado a otro?
Sí. En general lo siento
así. Pero de repente hay cosas, un ruido, el olor a sintético que tienen los aviones,
que te recuerda todo, te hace volver.
¿Te han molestado los
malos sueños, las pesadillas?
Nunca los tuve. El problema
se superó en la montaña. El verdadero problema es el temor a la muerte, poder convivir
con la muerte, ver muertos continuamente. Pensás que tú, que estás vivo, te estás
sirviendo de otro que está muerto. Es decir, que si somos iguales, pero yo estoy vivo y
el otro está muerto, mañana quizás yo esté igual que él. Ese temor a la muerte, como
a algo desconocido, es lo que aterra a la gente.
¿Y a vos?
Estábamos tan
acostumbrados a la idea de morimos que no teníamos ese problema. Te acostumbras a tenerla
tan vecina que lo inexplicable pasa a ser otra cosa.
La entrevista terminó con estas
palabras:
La montaña siempre estuvo
allí. Ella me dejó salir. Con eso estoy contento. Allá arriba me preguntaba
continuamente: "Pucha, ¿cómo voy a poder salir de acá?" Y siempre me
respondía a mi mismo: "Tengo a Dios, que es mi amigo, y él es el dueño de la
montaña".
Esto es todo. Pero nada más que
todo por ahora. Porque no nos atrevemos, nunca más, a decir "este caso está
cerrado". Al fin y al cabo no deja de ser una lección.
HELENA SERROT
Fotos: HÉCTOR MAFFUCHE |