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Cada vez que alguno de ellos aparece en
escena, un fuego cruzado de polémicas políticas empieza a silbar por sobre sus cabezas.
En el caso de Yves Montand (51) la cosa es más sencilla: se lo conoce como hombre de
izquierda, y se le critica haber colaborado con presuntos films de derecha (supuesto que
todo lo que sea criticar al comunismo sea necesariamente extra-izquierda, como quieren sus
detractores). En el caso de Constantin Costa-Gavras (39), las discusiones se erizan de
contradicciones: desconocido durante mucho tiempo, aun cuando ya tenía un par de
largometrajes en su haber, recibió una promoción (quizás excesiva) a propósito de Z;
fuera de toda prudencia, la obra fue ensalzada como testimonio político, único y
supremo, de la realidad en algunas partes del mundo. No era para tanto, pero como grande
fue también el chasco cuando -usando del dinero y el prestigio ganados con Z
-Costa-Gavras filmó La confesión, donde atacaba al stalinismo con la misma pasión con
que había denunciado antes el militarismo de derecha.
Un tercer film -es el quinto, contando sus casi desconocidos Crimen en el
coche-cama y Un hombre de más- promete complicar aún más las cosas, y fue el motivo de
que Costa-Gavras, Montand y un equipo de actores (entre los que se contaba Renato
Salvatori) y de técnicos se instalara desde hace algunas semanas; en la vecina República
de Chile.
Es que Estado de sitio narra la historia de un grupo guerrillero enfrentando a un
gobierno latinoamericano; la historia provocó aún más nerviosismos debido a que en el
film ese gobierno aparece asesorado por un tal Santori (Yves Montand), ni más ni menos
que un agente de la agencia norteamericana CIA. Para colmo de paralelos, Santori es
ajusticiado por los guerrilleros. Costa-Gavras ya se había visto enfrentado a una
polémica en Chile cuando estrenó allí La Confesión; quizás por eso ahora prefiere
-igual que su primer actor y amigo Y.M.- no entrar en muchos detalles de la cuestión.
En Santiago y Viña del Mar, lugares de la filmación, la periodista Adriana pudo
descubrir cómo, frente a la polémica, actor y director han formado una suerte de
"bloque psicológico", una amistad construida en torno de la defensa contra los
malentendidos; aún cuando existe un tácito acuerdo en no discutir el film y su contenido
político hasta que esté concluido, ninguno de los dos eludió definir -en grandes
trazos, por supuesto- su ideología. De esa amistad, esas personalidades y esa ideología
habla el informe enviado desde Chile por Adriana, cuando algunas versiones algo confusas
anunciaban un inminente viaje a corto plazo de alguno de ellos a Argentina.
Aquí, donde Neruda "tocó de pronto toda la injusticia", y "el
hambre no era sólo hambre, sino la medida del hombre". Aquí, los conocí. Ambos
tienen la expresión de quien espera que se desencadene un drama. De quien, sin saber bien
de qué se trata, tiene la certeza de que algo horrendo va a suceder. De un minuto a otro.
Tal vez ahora. Ambos representan todos los motivos de ansiedad contemporánea: guerras,
injusticias, cambios de valores, miserias... Y los dos tienen el aire de quien está
sometido a una gran fatiga mental. Es por esto que, al encontrarse, más que amigos se han
convertido en cómplices que se apoyan y alientan frente a un peligro inminente. Y sin
advertirlo siquiera ambos utilizan (para ocultar sus temores) el mismo mecanismo de
defensa.
Costa-Gavras es el más locuaz de los dos. Montand, en cambio, temiendo no tener la
habilidad de responder a ciertas preguntas en forma genérica o evasiva, opta generalmente
por el silencio. Pero aun el silencio representa para él un riesgo. Porque éste no
impide a los demás observarlo y descubrir un pecado del cual es (pero no se siente)
inocente: su edad. Suele, además, tomar particular aversión hacia quien voluntaria o
involuntariamente lo toca.
-¡No me toques, maldito! -le grita enfurecido a un fotógrafo que, en busca de
"una buena toma", se atreve a insinuarle mediante un leve roce que cambie de
posición.
-¡Detesto que me toquen! ¡No lo soporto! ¿Es que no pueden trabajar sin tocarme?
El miedo a la agresión es evidente, pero lo que sorprende es que aun más que la
agresión, el actor teme al rechazo.
-¿les femmes (las mujeres) me acosan y quieren tocarme, acariciarme, besarme...
Pero en cuanto advierten de mi parte cierta aceptación, se acobardan... Muchas de ellas
hasta huyen despavoridas. Esto ocurre porque no me ven como una persona, sino más bien
como un ser extraterrenal, diferente y por lo tanto inalcanzable. Entonces, ¿qué pasa?
En cuanto ese ser, idealizado por la fantasía, asume alguna actitud humana, ellas, les
femmes, se desconciertan, se sorprenden ... C'est une chose beaucoup plus avec la tete.
(Se trata de algo mental.)
-Un poco lo que ocurre cuando alguien va a la Iglesia: desea ardientemente
comunicarse con Dios, pero si ese mismo Dios tuviera de pronto que tomar forma humana y
aparecer, la mayoría se sentiría (por el impacto) incapaz de expresar palabra alguna...
-Así es, y sin querer compararme con Dios, ése es exactamente el mismo tipo de
fenómeno que suele ocurrir a las mujeres cuando se enfrentan conmigo.
-¿Le molesta?
-Ah, mais oui, mais naturelment! Me molesta. ¿Cómo se sentiría usted si después
de haber asumido un gesto cordial hacia mí, yo me fugara asustado?... Pensándolo bien,
traté de hacerlo, pero fue por el temor de que usted distorsionara mis palabras. Los
periodistas suelen hacerlo y es horrible, horrible.
En una pausa de filmación de Estado de sitio (cuyo argumento trata de las
guerrillas urbanas en un país sudamericano) Costa-Gavras repite las mismas quejas:
-Muchos son los que hacen afirmaciones totalmente falsas. Dicen, por ejemplo, que
yo soy un exiliado griego. No soy un exiliado griego. Es decir, lo soy, pero un exiliado
del régimen... Además todos los periodistas, en su afán de crear escándalos y
polémicas, quieren hablar conmigo sólo de política. Han hecho, por ejemplo, una
campaña espantosa sobre las armas que supuestamente nos ha proporcionado el Ejército
chileno. Esto es falso. Totalmente falso: las armas llegaron de Francia y sobre cada una
de ellas está impreso el nombre del alquilador. Se ha dicho además que la llegada de
Yves Montand a Ezeiza (de paso hacia Chile) provocó una discusión de profundo contenido
político. Nadie "aconsejó" a Montand no bajar del avión. El estaba realmente
cansado. Montand tiene 51 años y había pasado 20 horas en el avión, y además un actor
de su edad y de su prestigio internacional nunca otorga una entrevista para la televisión
sin descansar y afeitarse
.-Soy un actor profesional -continúa Montand- y me comporto como tal. Ahora, por
ejemplo, estoy interpretando un papel sumamente antipático. Esto requiere un esfuerzo y
no puedo, por lo tanto, sonreír y ser amable y bondadoso durante mis horas de descanso.
Tengo que vivir mi rol durante las 24 horas del día. ¡Pero si hasta cuando almuerzo y
ceno con Costa-Gavras sigo siendo agresivo! Claro que él como director y amigo me
comprende y respeta mi actitud.
-Además de actuar, usted opina sobre la producción y a veces hasta sobre la
dirección. ¿Es que tal vez aspira a dirigir una película?
-Si algún día me decido a dirigir, mi película será de ciencia ficción. De ese
modo tendré la posibilidad de dejar mi imaginación totalmente libre. Pero temo no tener
la capacidad ni el talento para llevar a cabo este deseo mío. Además hay que ser muy
creativo para no repetir lo ya inventado por los norteamericanos. Sí, claro, por supuesto
que me gustaría dirigir y lo haré. Una mañana me despertaré con el empuje y el valor
como para poner mi proyecto en marcha y lo haré.
-Nada se hace sin valor y fuerza -exclama Costa-Gavras-. Yo provengo de una familia
griega muy pobre. De clase media baja, muy baja. Durante mis años de estudio, mi padre
(que era comunista) luchó contra los invasores en el Frente Nacional de Liberación. Por
esto fuimos luego perseguidos y a mí (como hijo de un ex combatiente del Frente Nacional
de Liberación) no me fue permitido entrar en la Universidad. Y, por esto,
sobreponiéndome a todo sentimentalismo, abandoné a mis padres y a Grecia. Es un hermoso
país, Grecia; pero como en una obra de teatro, para tener una visión completa, también
hay que conocer los entretelones. O sea que además del sol, del mar y de sus islas, para
conocer Grecia también hay que conocer sus problemas. Y bien, para poder estudiar me fui
a Francia y una vez allí entré en la Facultad de Filosofía y Letras. (Uno de mis
hermanos, en cambio, se fue a los Estados Unidos y hoy tiene una cátedra en la Facultad
de Medicina. El otro es abogado y vive aún en Grecia.) Mientras estudiaba, trabajaba.
Luego entré en el Instituto Cinematográfico y finalmente me inicié en el cine. Fui
asistente de muchos directores; entre ellos de Rene Clair y de Rene Clement. |

Yves Montand y Costa-Gavras

Yves Montand y Adriana

escena del entierro
-Ahora que usted
"llegó", ¿cómo es su relación con ellos?
-Excelente. Nos vemos muy seguido. Somos amigos y Rene Clair, por ejemplo, insiste
en que yo lo llame Rene y que lo tutee, pero para mí eso es imposible porque ellos han
sido, son y seguirán siendo siempre mis maestros. Luego hice Crimen en el coche-cama y Un
hombre de más. Fueron mis primeras películas. Después hice Z.
-¿Qué es lo que lo impulsó a hacer Z?
-Sentí la necesidad de hacer algo sobre Grecia y el grupo de los coroneles. Nunca
quise (como afirman algunos) dar una "lección política" y menos aún
"incitar a la revolución". Lo que ocurrió simplemente es que se produjo un
fenómeno de identificación. Los espectadores se reconocieron a través del personaje.
Porque todos, alguna vez, se han sentido maniatados, privados de su libertad y castigados.
Y todo hombre, para vivir, necesita justicia y libertad. Esas son cosas que no se pueden
exigir, ni pedir, ni mendigar. Deberían existir automáticamente, naturalmente...
-Si usted tuviera que realizar una película sobre la existencia de un ser libre.
¿cómo sería?
-Una vez me lo planteé... Pienso que no haría vivir a mi personaje en un mundo
perfecto y ni siquiera semiperfecto, pero sí en un mundo capaz de proporcionarle los
medios suficientes como para que él y sus hijos pudiesen vivir una existencia digna.
Desgraciadamente, cuando no hay dinero no puede haber dignidad. Tampoco puede haber
dignidad cuando el hombre se ve obligado a trabajar incansablemente o a realizar
concesiones absurdas o a renunciar a la posibilidad de cultivarse y como consecuencia
tiene que vivir un sinfín de situaciones humillantes. Mi personaje libre tendría toda la
dignidad que se merece como ser humano: la libertad de vivir una vida sin humillaciones;
la libertad de expresar lo que siente sin el dogmatismo de las pautas impuestas por otros.
Claro que mi personaje no sería totalmente libre, porque viviría en una sociedad
organizada, junto a otros seres, pero no tendría que sufrir situaciones degradantes.
-El sentirse humillado -insiste Montand- es la sensación más espantosa que puede
experimentar un hombre. Y si hago esta afirmación es porque -evidentemente- he sufrido en
carne propia este tipo de vivencias denigrantes... pero aun las que no he vivido
personalmente han dejado graves consecuencias en mi personalidad. Mis padres, por ejemplo,
sufrieron las angustias del fascismo: les incendiaron la casa y maltrataron a mi padre
física y moralmente. Además, cuando en 1960 canté en Israel, muchos fueron los que
pensaron que, por llamarme Livi, yo era judío. Razonamiento totalmente absurdo, porque de
ser así, en todo caso hubiera modificado del todo mi apellido y no me hubiera limitado a
cambiar Levi a Livi. De cualquier manera, tanto en aquélla como en otras oportunidades,
he saboreado el amargo sabor de las humillaciones que suelen vivir los judíos. Todas
estas experiencias me permiten repetir que el sentirse humillado es la peor sensación que
puede probar el hombre.
-¿Son las vivencias similares las que hacen que usted e Ives Montand se hayan
convertido en un equipo inseparable?
-Algo de eso hay, pero además entre nosotros se ha creado una relación afectiva
muy profunda y pienso que el cimiento de ese afecto ha sido y sigue siendo Simone
Signoret. En cuanto al team, puede o no continuar... Para esta película, por ejemplo, me
habían ofrecido para el papel principal a Gene Hackman, el actor de Contacto en Francia;
luego a George Scott y finalmente a Marlon Brando. Para mí, sin embargo, el rol tenía
que ser interpretado por Montand. Porque sin despreciar la capacidad de los recién
mencionados, Yves es un actor excelente, fuera de lo común. Y además, por supuesto, me
siento comprometido afectivamente con él.
-Y políticamente con Estado de sitio...
-Todas las películas representan compromisos políticos. En un western, por
ejemplo, se obliga al espectador a sentirse definitivamente aliado del cowboy que a su vez
está inevitablemente en contra. de una tribu de indios. O sea, que se induce al
espectador a adherirse al fuerte, al buen mozo y valiente, y a repudiar al pobre indio
semidesnudo. Y aunque parezca exagerado, hasta las películas de Doris Day tienen también
un trasfondo político, porque en ellas se refleja un período en el cual el cine
norteamericano se esmeraba en proyectar la imagen de una vida norteamericana absolutamente
idílica... negando toda realidad. Recién ahora, con la aparición de la nueva
generación de cineastas, los Estados Unidos se atreven a mostrar a sus indios casi
masacrados y otras horribles -y a veces atroces- verdades.
El sol brilla sobre la cordillera. En esa "realidad de la ficción" que
es toda filmación, unos treinta cadetes Chilenos, muy compungidos, cargan el ataúd . de
Santori, ejecutado por orden de Miguel (Renato Salvatori), el jefe de los rebeldes. Y
aquí, donde según Neruda "las viñas encresparon sus cabelleras verdes y la uva se
alimenta de la luz", me despido de Montand y Gavras mientras ellos -y todo el equipo-
se estimulan recíprocamente para poder expresar mejor su antipatía hacia el villano
Santori, un agente del despiadado aparato policial perteneciente a un hipotético país
latinoamericano. Tal como se apoyaron antes para criticar al régimen griego (Z) y
condenar las injusticias stalinistas (La confesión), y como tal vez seguirán haciéndolo
en el futuro. Porque ambos pertenecen al grupo humano de los que anhelan trasformar en
realidad esa casi inverosímil pero fascinante esperanza llamada justicia. Aunque a veces,
como quienes descubren ser las víctimas de una enfermedad mortal, ambos deban sostenerse
mutuamente, fraternalmente, para no caer en el oscuro pozo de la depresión.
revista siete días ilustrados
1969 |