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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


El gran desafío de
Vito Campanella

Revista Somos
2 de noviembre 1979
un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

Nació en Italia, pero desde 1954 vive y pinta en la Argentina. Lo comparan con De Chirico y Dalí, las cumbres del surrealismo. Dedicó los últimos tres años a su proyecto más ambicioso: pintar la Biblia.

 

 

 

Licitación: 30.000 liras al mejor boceto. Pintura-tema: imagen de la Santa Virgen, al frente de la Iglesia de Bari". Vito Campanella y sus cinco hermanos corren dando gritos por el pasillo de la casona. En la cocina, la abuela mueve la cabeza: todavía se acuerda del Cristo crucificado que su nieto pintó a los 7 años, con tinta negra y roja, en una pared del dormitorio. "Otro milagro", murmura. "Nació para artista, mamma", sentencia la madre de Vito, y las dos mujeres siguen preparando los macarroni para el almuerzo. Están orgullosas de ese chico de 14 años que ya se ganó el primer premio del concurso de manchas de Nápoles sin que nadie le enseñara a pintar. Estaban seguras de que Vito ganaría la licitación y pintaría a la Virgen. Y así fue.
Después, el segundo hijo del matrimonio Campanella, nacido en Bari, Italia, en 1932, emigró a la Argentina, desde 1954 su patria de adopción. Aquí pintó su serie de óleos surrealistas sobre el Martin Fierro, sus imágenes oníricas sobre los héroes griegos y —fundamentalmente— su fantástica visión de la Biblia, que hoy expone en la Galería América de Buenos Aires. Desde aquí y "como argentino", logró los premios Special Prix (1971) y Grand Prix Palme D'Or (1978) del Salón de Montecarlo; Second Prix (1973) del Salón D'Art International Contemporain de Lyon, Francia: Placea D'Argento del Salone Internazionale Natale '77, de Milán, y tantos otros (diez en total), sin contar las menciones de honor sobre sus 40 muestras individuales, 16 de ellas internacionales. "Pronto, creo que en mayo del '80, vuelvo a exponer en la Galería André, de San Pablo, y ya firmé el contrato para ir a la Galería Moratín, de París."
Para captar mejor el clima de su última producción, en la que trabajó tres años seguidos, leyó el Viejo Testamento y varias Biblias, "para comparar distintos enfoques del tema". Y también buscó la profundidad en sus recursos técnicos: "Trabajé como los flamencos renacentistas, capa sobre capa y en base al dibujo, que es el padre de la pintura". Sonríe y hace un gesto de yo - no - tengo - nada - que - ver cuando se le dice que hay ovnis y astronautas dirigiendo el éxodo de Egipto o aconsejando a Moisés. "Yo pinto todo como si fuera un sueño, pero buscando siempre la poesía. Lo demás es cosa del público", dice. "Mire, es muchísimo más fácil, menos profesional, dar imágenes caóticas que recrear lo que se vive o se imagina, sudando días enteros frente a la tela. Yo descarto lo trágico en sí mismo."
Esa elaboración meticulosa, reflexiva, es una respuesta a los terrores que padeció en la Segunda Guerra: "Teníamos que usar la cabeza, pensar mucho para no morirnos de miedo en medio de los bombardeos. Yo tenía 12 ó 13 años, y con mi hermano mayor, que era medio poeta, les llevábamos mensajes secretos a los partisanos antifascistas." Pero aquella realidad ya está lejos de Vito Campanella, que hoy vive "en paz, con mi mujer, Elsa, y mis dos hijos. El mayor de 17 años, es un genio de la electrónica: todo lo descompone y todo lo arregla. Y el menor, de 15, es un loco del fútbol. Hasta a mí me contagió" , dice con un acento italiano que los años no han borrado y un buen humor que apenas afloja cuando habla de Italia: "Estuve por allá hace cuatro meses. Justamente para firmar el contrato con la Galería Moratín, de París, donde expongo desde el 31 de octubre. Volví triste. No sé, parece que en Italia ya nadie quiere a su país. Todo es desidia y confusión".
Expone en Brasil desde hace doce años. En abril de este año su muestra de la Galería Guinard, en Porto Alegre, fue invadida por chicos de guardapolvo blanco. "Allá hay una ley que obliga a los colegios primarios a mandar a los alumnos a las exposiciones. La galería les regala folletos y ellos se meten en el arte desde chiquitos. ¿No es buena idea?". Y es invitado anualmente a los salones internacionales de Grecia, Francia, Colombia, Italia, Japón, Venezuela, Uruguay y, por supuesto, Argentina, "aunque aquí hace tres años que no exponía". Sus óleos figuran, además, en museos y en colecciones privadas de todo el mundo, y están valuados entre los 2.500 y los 7.000 dólares cada uno.
La crítica internacional reconoció su obra desde el comienzo. Walter Levy, uno de los más importantes críticos de arte del Brasil y del mundo, escribió sobre Campanella: "Es uno de los más grandes surrealistas contemporáneos, junto a Giorgio De Chirico y a Salvador Dalí. Y para mí, es inclusive superior al mismísimo Dalí". Para Vito la cosa es más sencilla: "Francamente, la abuela no se equivocaba cuando decía que mi vocación era un mirácolo".
Raúl García Luna
Fotos: Eduardo Giménez.

 

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