Al terminar la veda, los precios de los sustitutos de la carne se
quedaron —como se temía— en sus nuevos niveles. Comercio amenaza con
profundizar las medidas de control. Las caras largas.
Todos se irritaron y el malhumor dominó la escena. Cada uno tuvo su
causa para el enojo. Las amas de casa con el incremento del precio
de los alimentos sustitutos de la carne. Los frigoríficos por la
obligada pausa que impuso la veda en la faena. Los ganaderos porque
se vieron privados de vender sus reses, salvo que las compraran para
la exportación. Los consignatarios y matarifes porque también su
negocio se extinguió hasta casi languidecer en esos cinco días
hábiles de faena. Los carniceros parcialmente ociosos durante siete
días. Y también el secretario de Comercio entró en la irritación,
aunque con varios días de retraso, cuando regresó de Cuba tras
catorce horas de vuelo y se encontró con el periodismo en Ezeiza,
frente al que desplegó una furiosa catilinaria en la que no faltaron
las opiniones de tono fuertemente político.
Es que en la Argentina el bife es cosa seria, y es lógico en un país
que consume en estos tiempos de austeridad sus 75 kilos por
habitante y por año, y que en los buenos tiempos sobrepasaba los
100. Además, la carne, como precio tractor, arrastra en su ascenso a
los sustitutos y aún cuando desaparece de los mostradores todavía
sigue actuando sobre el resto de los precios.
El consumidor, que no había sufrido la veda desde 1972, se exasperó
con la disparada de precios y el gobierno quedó demasiado atado de
sus pautas que lo obligan a rendir examen cada treinta días en una
materia tan inasible y escurridiza como lo es la inflación, el mal
crónico de la economía argentina.
¿No se previó acaso el alza incontenible de los sustitutos? ¿Era la
veda el remedio adecuado en estas circunstancias? ¿Se justificaba
acaso disponer una medida que iba a imponer un duro enfrentamiento
con varios sectores al mismo tiempo y que podía extenderse nada
menos que a los consumidores?
LLUVIAS Y FERIAS. Los interrogantes son muchos y frente a ellos
Ricardo Campero, colocado en el ojo de la tormenta, no le sacó el
cuerpo a las respuestas. "La veda se justificaba por las lluvias que
dificultaban el normal acceso de los animales a Liniers. De todos
modos íbamos a tener una semana muy difícil por la escasa oferta",
dijo a SOMOS.
Campero, que el martes pasado, tras su regreso al país, aprovechó
parte de la mañana para visitar algunas ferias en San Fernando
(donde vive) y en Belgrano, con el fin de "dar la cara", encaró
también una severa autocrítica. "Yo no expliqué a la población las
características y el porqué de la veda y la conducta que nosotros
esperábamos de las amas de casa. En cambio me preocupé más por
esclarecer a las organizaciones empresarios. El breve tiempo que
existió el anuncio y el inicio de la veda y la ausencia de
explicaciones desconcertó al ama de casa, que es nuestra aliada
fundamental. Lo que más me preocupa es el susto del día sábado 10
cuando algunos consumidores se espantaron y compraban cinco latas de
aceite o tres tarros de Puloil por si acaso. Esto fue aún más grave
que el movimiento de precios durante la semana."
El mea culpa del funcionario también se extendió a lo que calificó
como "evaluación equivocada y parcial sobre el grado de quiebra de
las estructuras de producción de sustitutos, como el pollo y el
pescado, que no estaban en condiciones de responder rápidamente a
una mayor demanda".
Lo que sucedió durante la veda superó todas las previsiones, aún las
más pesimistas. El pollo, que tenía precio máximo, desapareció de
los mostradores, en rápido viaje hacia las zonas no incluidas en la
veda, o se vendía trozado a 70, 80 y hasta 90 pesos el kilo frente a
los 50 que fijaba la disposición. El pescado llegaba en cuentagotas
y a precios inalcanzables. Lo mismo sucedió con los huevos, el
cerdo, las verduras y la fruta. Hasta el humilde perejil cobró
notoriedad cuando su precio trepó a 102 pesos el kilo.
Las prohibiciones hacen aguzar el ingenio. Como habían quedado
sobrantes de carne en las carnicerías, pues la veda fue comunicada
el viernes a la noche, el producto se continuó vendiendo a
domicilio. Los clientes de confianza lo recibieron en sus hogares y
el reparto fue hecho con la ayuda de los niños. En todo caso era
importante no mostrar carne en los mostradores, para que los
inspectores de Comercio no se vieran obligados a intervenir.
Para Marcos Victorica y Urquiza, ex director nacional de precios y
también integrante del gabinete de asesores cuando Roberto Alemann
ocupaba el Ministerio de Economía, "la veda fue una medida bastante
desafortunada que le facilitó un excelente negocio a los productores
y vendedores de sustitutos, y hasta se distorsionaron los precios de
esos artículos que en otras condiciones no tendrían por qué haber
subido tanto".
"PEOR QUE BERI." Victorica y Urquiza no pudo con su genio y en plena
veda recorrió mercados y ferias para auscultar el ánimo de la gente.
Su testimonio fue lapidario: "Esto fue peor que el informe BERI en
lo que hace a la imagen del gobierno y lo que es aún más grave, fue
gratuito, porque no se logró ningún resultado positivo".
En recorrida, Victorica recogió una jugosa anécdota, cuando un ama
de casa calificó de "pollos Campero" a las aves que tenían precio
fijo pero que no aparecían por ningún lado y "sólo existen en las
resoluciones de los funcionarios".
El ex director de precios descartó el argumento de las lluvias para
justificar la veda. Dijo que era "rebuscado" y también que "los
factores climáticos siempre han existido y existirán y su
repercusión sobre los precios, aunque uno pueda advertir al
consumidor, son insoslayables. Pero no se puede regimentar a la
gente y decirle que esta semana no coma carne y la próxima prescinda
de la lechuga, porque entonces estamos en la Unión Soviética donde
siempre falta algo porque al planificador se le ocurrió que es mejor
comer otra cosa o producir otra. La democracia política tiene una
contrapartida muy grande en la democracia económica. Uno vota
políticamente cada dos, cuatro o seis años —depende del caso—, pero
vota económicamente todos los días cuando va al mercado".
Finalizada la veda el gobierno absorbió en silencio —o casi, porque
Campero azuzó el fuego de la crítica— los costos de la semana negra.
Lucio Reca, secretario de Agricultura y Ganadería, partió hacia el
Litoral donde iba a realizarse la reunión del Consejo Federal
Agropecuario. Ya durante la veda había delegado en el subsecretario
de Ganadería la atención del periodismo.
Ante la ausencia de información se dio libre curso a la imaginación.
Versiones hubo muchas. Se habló de precios máximos para la carne y
resto de la canasta, una veda al consumo y la faena dos veces por
semana. Hasta se especuló con la remota posibilidad de que la Junta
Nacional de Carnes formara su propio stock de hacienda vacuna para
volcarlo al mercado de Liniers y actuar así sobre los precios. Los
frigoríficos insistieron en la cuotificación de la faena, y los
productores se opusieron de plano.
Y los consignatarios criticaron en solicitada la obligación de
disminuir los plazos de pago de la hacienda.
SANCION. Hasta el miércoles, al menos, no se había tomado medida
alguna. Pero Campero habló fuerte ante SOMOS. "Los comportamientos
antisociales tendrán su correspondiente sanción, porque en la
Argentina ahora gobierna la democracia. Quienes aprovecharon la
situación deberán atenerse a las consecuencias, pues nosotros no
renunciaremos a la aplicación de todos los mecanismos legales a
nuestro alcance como la ley de abastecimiento, la legislación
sanitaria e impositiva, la ley de defensa de la competencia. Puede
haber cierres y se acentuará la fiscalización. Cuando a mí me dicen
que atento contra la libertad de comprar y vender, yo pregunto si no
se atenta contra la libertad de alimentarse cuando la libertad de
comprar y vender en condiciones monopólicas, en condiciones
usurarias, elimina la libertad de consumir que se merecen todos los
argentinos."
También aclaró Campero que la máxima es "todo se hará dentro de la
ley", pero insistió además en que su autocrítica debe entenderse
como una señal de profundización de la política aplicada en esa
área. La réplica ya dio como resultado la clausura del mercado de
concentración ubicado en Martín Coronado, partido de Tres de
Febrero, y la búsqueda de un acuerdo de precios para el pescado que
abarcaría sesenta días, incluyendo entonces el crucial período de
Semana Santa.
El plan de pautas aparece ahora como una trampa difícil de sortear,
especialmente cuando las previsiones oficiales de precios son
desbordadas por la inflación. Quizá en marzo los resultados
estadísticos sean más ajustados. La elevada ponderación de la carne
vacuna en el índice de precios al consumidor se verá contrarrestada
por la parcial atenuación de su precio que impuso la veda. Mientras
tanto los sustitutos tienen menor incidencia y sus aumentos no se
harán sentir tan directamente en la estadística. Pero el verdadero
índice, el del bolsillo, ya ha dado su veredicto.
Desde Lisandro de la Torre para acá, la carne siempre tuvo que ver
con la política y ahora no podía ser la excepción a esta regla
inmutable de la historia económica argentina. Para Victorica y
Urquiza "hay voluntarismo en el gobierno porque le cuesta admitir la
diferencia que existe entre la campaña electoral y el acto de
gobernar. En el gobierno hay que manejarse con realidades y ahora
hay que admitir que las pautas han naufragado debido a factores
monetarios, porque la emisión de dinero ha ido acompasando a la
inflación. La explosión de los precios, entre ellos el de la carne,
tiene causas económicas que lo explican".
DISTANCIA. Pero además Victorica enfatizó la necesidad de que "el
gobierno si persisten en sus pautas o define otras nuevas, trate de
medir bien sus pasos para no equivocarse, porque esto lo desgasta
mucho. Estimo fundamental que el presidente Alfonsín tome distancia
respecto de los compromisos que la realidad económica puede tomar de
imposible cumplimiento. La Argentina necesita mantener la fe en el
sistema político y básicamente en la cabeza del gobierno. La
política económica se puede adaptar y corregir, pero si el
Presidente se compromete con metas concretas su incumplimiento
acarreará el descrédito de él".
Ya antes, Campero se había referido al mismo tema pero desde una
óptica diametralmente opuesta. Aludió a la existencia de una
"campaña ideológica" que desde su perspectiva tiene por objetivo que
"Alfonsín reine pero no gobierne, que no se comprometa con su plan
de gobierno".
"Como no se va a comprometer con su propio plan y con su propia
política —insistió Campero ante SOMOS—. En última instancia si este
plan no sirve él y su equipo sabrán rectificarlo y si su equipo no
sabe hacerlo, el Presidente sabrá producir la rectificación del
caso. Pero en uno u otro caso tiene que comprometerse. Esta
estrategia de los sectores desplazados del poder tiende a que
Alfonsín reine pero que no gobierne o lo haga en el marco de una
coalición de centro derecha, porque no son capaces de aguantar seis
años para entonces medirse en la arena electoral."
Hace quince días atrás parecía imposible que los problemas de
abastecimiento de carnes rojas, en el marco de una escasez de oferta
por la disminución del stock, precipitara una situación como ésta,
donde se cruzan espadas sin demasiados miramientos y se responde
medida por medida a lo que se considera son réplicas del
contrincante.
Lo concreto es que está ya lanzada la lucha política. En cambio está
por verse si los anuncios sobre el futuro presupuesto y los avances
en la renegociación de la deuda externa despejan el horizonte, traen
algo de quietud y permiten desviar la atención hacia los temas
prioritarios. El control del déficit fiscal, de la inflación, el
reordenamiento financiero, el replanteo del sector externo, la
vuelta al círculo virtuoso de la inversión, la modernización
tecnológica y la búsqueda de una mayor eficiencia y productividad,
seguirán siendo los temas prioritarios. Si esto se resuelve bien lo
demás vendrá por añadidura.
Pablo Martínez
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