PANORAMA intentó
esclarecer hasta qué punto esa tortuga, que se
instaló en un país cargado de tensiones, refleja
auténticamente a los actuales gobernantes. Para
ello interrogó a las figuras claves del
oficialismo y la oposición, a cuatro ex ministros
de economía y realizó una sensacional
investigación en las principales capitales del
mundo, para saber qué piensan de la Argentina en
el exterior. El resultado de este esfuerzo revela
que, así como se critican duramente las actitudes
que encajan dentro de ese zoológico simbolismo, se
advierten, detrás, indicios evidentes de que la
tortuga se mueve buscando soluciones permanentes y
valederas. Se notan cambios que pueden hacer
variar los esquemas en los próximos cuatro años.
Es que todos comienzan a preguntarse: ¿Apura el
paso la tortuga?
En la elaboración de
este artículo, Daniel Muchnik realizó la
investigación entre las figuras parlamentarias y
los ministros del gobierno; Rolando Hanglin
recogió información dentro del partido oficialista
y Jorge Dengis, especialista en temas económicos,
se responsabilizó de las consultas a los ex
ministros de Economía. La parte internacional se
cubrió con las corresponsalías de PANORAMA en el
exterior. La recopilación y redacción final quedó
en manos de Aníbal Walfisch.
I. ENTRE LA U. C. R.
P. Y EL PAIS
"No es que Illia y
Balbín piensen demasiado distinto, sino que una
cosa es estar en el llano y gritar y otra muy
diferente es estar en el gobierno y gobernar."
Casi sin quererlo, un viejo dirigente radical
definió la contradicción que hay entre las
proposiciones preelectorales y las realizaciones
del actual gobierno durante sus primeros dos años
en el poder. Las diferencias que pueden separar al
presidente, Arturo Illia, del jefe del radicalismo
del pueblo, Ricardo Balbín, están dadas también
por esa realidad. El primero debe gobernar y el
segundo hacer política partidaria. A despecho de
menudas diferencias, de conjeturas sutiles, Illia
manda toda vez que es él quien da el visto bueno
final a las medidas de gobierno.
No obstante, aquellos
dos, junto con el vicepresidente Carlos Perette,
componen el trío dirigente sobre el que recaen los
aplausos y las culpas de la política seguida hasta
el momento. Si nos atenemos a los movimientos
partidarios de donde provienen —Illia de la
Intransigencia Nacional, orientada por el
fallecido dirigente cordobés Amadeo Sabattini;
Balbín acaudilla el movimiento mayoritario de
Intransigencia y Renovación con epicentro en La
Plata, en suma, es "balbinista"; y Perette
pertenece al unionismo entrerriano— quedará
en claro una postura equilibrada entre las
distintas corrientes internas de la UCRP. Posición
que se extendió luego a todos los cargos
importantes que se cubrieron cuando el radicalismo
del pueblo asumió la responsabilidad de gobernar.
El trámite de su acceso al poder fue accidental.
Es evidente que hasta para los propios radicales
su triunfo resultó sorpresivo y los obligó a
improvisar todo el elenco de gobierno. Resultó una
transacción que evitó males mayores y posibilitó
una salida de la incertidumbre institucional. Una
tregua consentida por los grupos políticos y los
factores de poder, para ensayar una variante
imprevista en los asuntos que la Argentina tenía
sin resolver. En lo político, el peronismo y la
imposibilidad de una convivencia estable; en lo
económico, la inflación, los déficit estatales y
una voluminosa deuda externa, y en lo social, la
desocupación generada en dos años de crisis
económica.
Advenían a la función
pública hombres sin experiencia de gobierno, dice
el oficialista Arturo Mor Roig, titular de la
Cámara de Diputados. Ya en la Casa Rosada, esa
falta de familiaridad con los asuntos de Estado
determinó toda la conducta posterior. Así el
radicalismo —"un pedazo de historia y mucha
retórica", como lo define el diputado Luis León—
se encontró aprisionado entre su programa y la
hirviente realidad del país. Apeló a lo que tenía
más a mano: un arma de indudable poder
psicológico, "vamos a cumplir lo prometido antes
de las elecciones". Así se produjeron medidas que
pretendían, más que nada, despertar la sensación
de honestidad y de respeto, buscando ganar el
apoyo popular: la anulación de los contratos
petroleros, la emisión monetaria para poner al día
las deudas estatales y el restablecimiento de las
libertades públicas, no persiguieron otra cosa que
el relajamiento de las tensiones. Se trató de
restaurar la confianza en el régimen republicano y
en el cumplimiento de la palabra empeñada. Pero
esos recursos, en realidad, eludían las soluciones
de fondo y obedecieron a razones más electorales
que políticas, más evasivas que prácticas. Fue una
tregua para empezar a ver qué se podía hacer. La
apelación continua al "sentimiento nacional", el
excesivo apego a las postulaciones partidarias
terminó por exasperar a la oposición. Estaba claro
que el simple retorno a la normalidad
constitucional —como señala Mor Roig— no podía
resolver, un largo período de deterioro.
Esa tensa y orgullosa
postura de pretender resolver las cosas solo por
el transcurso del tiempo, diluyó la esperanza
puesta en el gobierno ni bien reaparecieron
candentes problemas que no terminaban de
resolverse. La inocente tortuga fue instaurada
para simbolizar la lentitud gubernamental. Las
acusaciones de "ineficacia", "dirigismo",
"ineptitud" comenzaron a llover sobre los hombres
de gobierno. Ante esa hostilidad Mor Roig declara:
La Iglesia y las Fuerzas Armadas son neutrales. La
prensa, los políticos, los empresarios y los
obreros nos critican indiscriminadamente. Ante
esto lo único que nos queda es conservar nuestra
autoridad moral. De todos modos, el país comenzó a
funcionar a otro ritmo. De continuas tensiones y
reyertas se pasó súbitamente a la calma.
Imperturbablemente, la administración radical
seguía su camino con el programa a cuestas,
mientras el país esperaba cada vez más impaciente.
En la encrucijada
Prefiero un gobierno
sin doctrina, una economía sin criterio, pero que
sea eficaz, que se adapte, exclama Ricardo Balbín
usando el confuso lenguaje radical de barricada.
Un vocabulario algo distinto del que usa el doctor
Illia cuando dice: "Las recriminaciones deben
cesar. Estando todos al servicio del país no tengo
ninguna duda de que el reencuentro nacional será
algo cierto y seguro. Era necesario evitar la
improvisación mediante adecuados estudios (que
fueron encargados al Consejo Nacional de
Desarrollo, CONADE) para establecer prioridades y
resolver las dificultades económico-sociales. Eso,
para no incurrir permanentemente en
rectificaciones que solo hacen perder tiempo y
esfuerzos y son también una de las causas del
desencuentro nacional. No pedimos paz en un
sentido paternalista sino porque es indispensable
la creación del previo ambiente para desarrollar
estos planes —que indiquen un sentido de
continuidad en el esfuerzo del país— y que genere
el clima psicológico necesario e indispensable
para que todo el mundo tenga fe en el porvenir."
Es indudable que ese
Plan de Desarrollo todavía incompleto, casi
desconocido y anunciado muchas veces a lo largo de
estos dos años, es la carta de triunfo, el cordón
umbilical que puede permitir a este Gobierno
—realizando ideas de gobiernos anteriores— cuajar
una larga esperanza argentina: tener el
instrumento adecuado para crecer a ritmo
sostenido.
Algo que José Alonso,
secretario general de la Confederación General del
Trabajo, expresa de otro modo: "Para resolver las
crisis hay que comenzar por interpretar al pueblo,
se le debe hablar de frente y no mentirle. Con
esas condiciones los pueblos responden y se
sacrifican dejando de lado diferencias
circunstanciales y se unen en torno a las grandes
causas. Nosotros estamos en ello, damos
aldabonazos en todas las puertas y levantamos la
voz para que nos escuchen y se despierten ya que
si no somos capaces de realizar una revolución
pacífica y con todos, no podremos evitar una
violenta que, por desgracia, quizá no sea
nuestra."
Y los cambios que el
país necesita no estaban solamente en respetar
ciegamente un programa. A medida que los nuevos
funcionarios llegados al poder comprendieron que,
anular los contratos petroleros, despreciar a los
organismos financieros internacionales, empeñarse
en no refinanciar la deuda externa, en suma
mantener un orgulloso aislamiento, servía a fines
de muy poca consistencia; el gobierno, aunque no
lo confiese, comprobó que estaba en una
encrucijada.
Horacio Thedy,
diputado demoprogresista, entiende que el acceso
del peronismo al parlamento, la derogación de las
leyes represivas y el clima de libertad no bastan.
"La democracia es casi plena —dice— ya que solo
está excluido el comunismo. Pero el gobierno es
débil en lo interno ya que proviene de un sector
minoritario y no hace esfuerzos para ensanchar su
base mediante la coparticipación con los demás
partidos. No alcanzó la dinámica que los nuevos
tiempos requieren. Se olvida que la primera línea
de defensa no está en el poderío de los ejércitos
sino en el nivel de vida." Por eso la solución de
los graves problemas económicos es fundamental.
Sigilosamente, el gobierno comenzó a rectificar su
rumbo. La virulenta política energética seguida
desde la Secretaría de Energía y Combustible por Antulio Pozzio,
con el visible beneplácito de Balbín y Perette,
se fue diluyendo ante el persistente empuje de la
solución más realista alentada por el titular de
YPF, Facundo Suárez, el propio Illia y el ministro
de Economía, Juan Carlos Pugliese. Asi se
renegociaron los contratos de petróleo, se
refinanció la deuda externa, se "tortuguizó la
inflación", y se logró el visto bueno del Comité
Interamericano de la Alianza para el Progreso
—CIAP— para la financiación del Plan de
Desarrollo. Se aceptó, en suma, salir del
aislamiento. Aparentemente, esas y otras medidas,
indican que la administración del doctor Illia
quiere dejar de lado la falsa postura del
comienzo, pero todavía choca con la resistencia
ostensible de su propio partido. Le cuesta salir
de la encrucijada. Porque estos dos años de
gobierno no pueden separarse del irreverente
pasado peronista, ni de los gobiernos posteriores
a 1955. Integran un solo proceso en el cual las
decisiones y las vacilaciones radicales de sus dos
primeros años y de los cuatro que vendrán, tienen
una importancia decisiva para el futuro del país.
La posibilidad de un
golpe de estado, que en otras épocas surgía
continuamente como un poderoso factor de presión
para influir la voluntad de los gobernantes,
pareció reducirse a un mero reflejo de crisis
pasadas. Solamente algunos hechos —reincorporación
de los militares colorados, el presumible regreso
de Perón y la crisis provocada por los sucesos de
Santo Domingo — volvieron a impulsar rumores sobre
un probable distanciamiento entre las posiciones
adoptadas por la administración de Illia y los
mandos militares. Ese continuo desencuentro entre
el poder militar y el poder civil, tuvo en esos
tres casos momentos culminantes.
Leopoldo Suárez,
ministro de Defensa Nacional, sugestivamente
señaló que "es necesario y fundamental comprender,
que la defensa de la Nación, no está solo en las
Fuerzas Armadas sino que compromete también la
responsabilidad de todos los sectores que integran
el país."
La vieja discordancia
entre Gobierno y oposición constituyó
indudablemente uno de los talones de Aquiles en
la gestión política seguida por las actuales
autoridades.
Thedy indicó que "la
debilidad del partido gobernante se debía a las
cuestiones internas. Pero —añadió— no tengo
tertiores sobre la eventual ruptura del orden
constitucional. No obstante hay grupos que
especulan con ello, grupos fuera de la realidad y
que no tienen posibilidades electorales."
Lo cierto es que para
"los desconocidos de siempre" cualquier excusa es
buena para golpear la puerta de los cuarteles.
Cuando el teniente general Juan Carlos Onganía
hizo declaraciones sobre el papel de las fuerzas
armadas en el continente, los rumores volvieron a
crecer. Desgraciada pero inútilmente agitaron una
vez más el fantasma del golpe sobre la Argentina,.
Dos años después
Conviene mirar
desapasionadamente al país del 12 de octubre de
1963. Las instituciones de la República estaban en
quiebra. Nadie creía en nadie, ni quería empeñar su esfuerzo para nada, declara con optimismo
el ministro del Interior, Juan Palmero, y agrega:
Es importante poder decir que la República está en
orden. No todos comparten esta opinión. Desde su
ministerio se digitó la maniobra política más
espectacular concebida por este gobierno: lograr,
a través del presunto retorno de Juan Perón, la
polarización electoral en el ultimo comicio, donde
peronistas y radicales arrasaron con la inmensa
mayoría de los cargos. Y a través de esa jugada,
pacientemente elaborada, la Argentina volvió a
tener legisladores peronistas. La imagen fantasmal
del peronismo-antiperonismo, que pareció dividir
al país hasta partirlo, se diluyó poco a poco. Los
"planes de lucha" de la C.G.T. no inquietaron
mayormente al gobierno. En otro momento pudieron
haber desembocado en un golpe de
estado. A pesar de que el panorama no es idílico,
el peronismo varió la táctica. Entró al Congreso
haciendo "buena letra". Sus dirigentes intuyeron
que cualquier golpe de estado tendría signo
contrario y ahora, detrás de las fisuras
circunstanciales, mientras, los peronistas
vitalizan la legalidad democrática, el país
revaloriza el peronismo intentado desarraigar
falsos esquemas que funcionaron histéricamente
durante muchos años.
Rodolfo Tecera del
Franco, diputado justicialista, abogado y
sociólogo, conviene en que el proceso de deterioro
del país no pueda achacarse exclusivamente a este
gobierno, pero el panorama desolador de dos años
atrás ha sido corregido y aumentado. Paulino
Niembro, titular del bloque, de origen
sindicalista, acusa al gobierno de tener la manía
de pregonar una cosa y aplicar otra. Y luego sale
al paso de la comparación —que algunos sectores
hacen entre la administración Illia V el gobierno
peronista, resaltando ciertas semejanzas—. "La
realidad mundial cambia todos los días y el
peronismo tiene la firmeza de cambiar de acuerdo a
lo que requiere el pueblo. Por el contrario, el
radicalismo aplica estructuras caducas, son
liberales cuando el liberalismo ha perimido."
Tecera del Franco amplía el concepto : "La
ineficacia de este gobierno se debe nada menos que
a su inconsecuencia con el propio liberalismo,
muchos de sus estrategas ofrecen remiendos
socializantes. La comparación que se nos hace con
este gobierno es ridicula y antihistórica." Pero
los que acusan de estatistas a este gobierno o al
peronista, olvidan que fueron los conservadores
los que realizaron en el país las primeras
nacionalizaciones, especialmente a partir de 1930
luego de que el general Uriburu truncó el segundo
gobierno de Yrigoyen. Precisamente las fuerzas
conservadoras aparecen hoy debilitadas y
divididas. Ya no constituyen la expresión rotunda
de un sector, el tercero por su fuerza y número en
la vida política argentina. Lo cierto es que a dos
décadas del ascenso de Perón al poder y a dos años
de que Arturo Illia se instalara en la Casa
Rosada, radicales y peronistas siguen acaparando
la opción argentina. Aquellos vinieron a la
función pública con Hipólito Yrigoyen, trayendo
bajo el brazo los anhelos de las clases medias en
ascenso, incorporadas a la vida política por el
sufragio universal. Perón se encaramó en el poder
respaldado masivamente por la irrupción de
sectores postergados: obreros y campesinos. La
industrialización del país adquirió bajo su
gobierno gran extensión. Más tarde, luego del
paréntesis con sentido opuesto de la Revolución
Libertadora, Frondizi intentaría profundizar aquel
intento, llevado al poder justamente por los votos
peronistas. Illia completa los tres gobiernos
—junto con aquellos dos— que subieron
constitucionalmente en los últimos 30 años. Pero
su "estilo de gobierno" es la antítesis de esas
dos figuras: Perón fue el gran caudillo político,
magnético y espectacular, Frondizi un estadista
frío e intelectual, un "técnico del poder". Illia
no tiene nada del caudillo multitudinario ni del
racionalista implacable. Simplemente gobierna,
rehúye hoscamente la tribuna callejera y los
medios masivos de difusión. Solo habla en público
de cuando en cuando y lo hace como quien cumple un
deber más entre los tantos que tiene el
funcionario de más jerarquía de la Nación.
Cuando el 12 de
octubre se cumplan venticuatro meses de gobierno
radical, restablecidas las normas de convivencia,
todo el país espera que el presidente Arturo Illia
pueda decir que el clima psicológico que necesita
una empresa de largo aliento, como es la de
movilizarlo en torno a una bandera común, haya
sido logrado. Espera también que se lo incite a
compartir responsabilidades para volver a la
realidad, y abandonar la política del avestruz.
Intuye que si la tortuga se lanza a correr, los
cuatro años que vendrán tendrán que ser muy
distintos. Es que los márgenes de error se achican
cada día más.

II. EL VEREDICTO
ECONOMICO
Para evaluar la
conducción económica seguida desde octubre de 1963
Panorama recurrió a la opinión de cuatro
economistas de decisiva actuación en distintos
períodos: Alfredo Gómez Morales, ministro de
Asuntos Económicos a la caída de Perón en 1955;
Roberto T: Alemann, ministro de Economía durante
el gobierno de Arturo Frondizi; Alvaro C.
Alsogaray, dos veces titular de esa cartera bajo
los gobiernos de Frondizi y José María Guido, y
Aldo Ferrer, que ocupó el mismo cargo en la
provincia de Buenos Aires, siendo gobernador Oscar
Alende. Tres preguntas les fueron sometidos: 1)
¿Cómo ve la situación económica de estos dos
años?; 2) ¿El gobierno siguió una política
definida en la materiaf y 3) ¿Cuál es el problema
número uno a resolverf Los tres primeros
entrevistados contestaron directamente a los
interrogantes planteados. Ferrer en cambio
prefirió responder en conjunto sin ceñirse
estrictamente al cuestionario.
G. Morales: El precio
de los errores
1) "Sería
verdaderamente injusto no destacar que el gobierno
de Illia heredó una situación económica difícil;
la pesada deuda externa contraída
irresponsablemente por sus antecesores y la
virtual moratoria interna en que se encontraba el
país son bien conocidas", dice Gómez Morales, y
agrega: "Ese es el atenuante, pero también es
cierto que en los últimos dos años contamos con
circunstancias excepcionales —providenciales
cosechas y óptimos precios en el mercado
internacional— que no fueron aprovechadas.
Desgraciadamente fuera del heroico recurso de
apelar a la financiación inflacionaria del
descomunal déficit fiscal, nada se ha hecho hasta
la fecha. Las equivocaciones suelen pagarse caras
en economía y no es extraño que las perspectivas
empujen a una recesión a corto plazo.
"Las demás actitudes
del Gobierno fueron estériles y parecieron
inspiradas más en el propósito de cubrir
apariencias, que en lograr resultados positivos.
De ahí las frustraciones en el manejo de nuestras
cuentas exteriores, en la política energética, en
los precios internos o en las medidas adoptadas en
el problema de las carnes. La misma tardía
preocupación —recalca Gómez Morales— por
establecer pautas tendientes a alcanzar alguna
estabilidad en la economía, parece, más que
consecuencia de una decisión meditada libremente,
el fruto de presiones externas surgidas en la
infortunada refinanciación de la deuda con el
exterior, cuya necesidad fue torpe y
reiteradamente negada."
2) A mi juicio no ha
seguido una política definida sino que creo que no
tiene ni tuvo ninguna. "Todas fueron acciones
improvisadas destinadas a paliar urgencias. En los
enunciados todos hemos oído las disertaciones
sobre el publicitado ,y aún no parido —del todo—
Plan de Desarrollo." Además hay "un afán casi
patológico de jaquear al peronismo" como lo
demuestra "la desaprensiva ingerencia
gubernamental en los gremios obreros que se ha
convertido en causa de graves conflictos." Por
todo eso el problema de Argentina es, antes que
económico, político-social.
3) "No existe problema
número uno: la economía es un complejo de vasos
comunicantes que requiere soluciones de conjunto.
No se trata de resolver todos, o uno de los
problemas de un solo golpe. Hay que crear las
condiciones para que se restablezca la confianza
del pueblo en el gobierno y del mundo en el país.
Alemann: Dos años, dos
políticas
1) "La siempre difícil
tarea de asentar la estabilidad institucional ha
producido una política indefinida, que elude
obstáculos y evade compromisos." Declara Roberto
T. Alemann. Contrariamente a la opinión de Gómez
Morales, estima que la llegada al poder estuvo
rodeada de excelentes auspicios: buena voluntad
interior y exterior, dos cosechas extraordinarias
y una recesión en franca superación, que pudieron
servir de sostén para una
política firme encaminada a resolve los
principales problemas económicos. En lugar de ello
¡e prefirió ceder a presiones políticas con el
resultado de que muchos problemas, entonces de
solución relati vamente sencilla, se complicaron
mucho más. "Sin em bargo, añade, no todo es
negativo, en el ínterin se han aprendido algunas
lecciones."
Entre esas "lecciones
aprendidas" Alemann señala la reducción del déficit
presupuestario, el aumento di las tarifas de los
servicios públicos y otras medidas tomadas en el
mismo sentido, el esbozo de planes concretos para
resolver el problema ferroviario, y la intención
de solucionar las dificultades, innecesariamenti
creadas, con los centros financieros
internacionales para que el país pueda retomar el
acceso a las fuentes dt inversión, técnicas y de
créditos que se cerraron por su propia decisión.
2) Los dos años de
gobierno marcan, en realidad dos políticas. La
primera fase dirigida por el fallecido ministro
Eugenio Blanco, fue francamente inflacionista,
recurrió a la emisión monetaria por todas las vías
conocidas, postergó el cobro de los impuestos,
mantuvo las tarifas a niveles políticos,
restableció el control de precios, estatizó
empresas, generó inútiles conflictos con
inversores y entidades internacionales, y dilapidó
el patrimonio público en la medida de su
endeudamiento a corto y largo plazo.
Durante la segunda fase, que conduce
el actual ministro Pugliese, se
advierten correcciones en algunos errores
manifiestos: se ajustan los tipos de cambio, se
aumentan las tarifas a niveles más realistas, se
mejora el cobro de los impuestos, se encara el
saneamiento de los ferrocarriles, se intenta una
solución al absurdo conflicto con las compañías
petroleras privadas, se introducen algunas medidas
de mejor disciplina laboral, se reinician
gestiones con entidades financieras, se reduce la
financiación inflatoria de la Tesorería y se sigue
una política monetaria más prudente.
Pero es evidente
—advierte Alemann— que la superposición de medidas
anteriores, aún en vigencia, con las correcciones
en marcha, crea una confusión generalizada acerca
de la orientación económica nacional. Y el
problema es de orientación y no de hombres, aún
cuando el reemplazo de algunos, notoriamente
ineficientes o resentidos ideológicamente,
facilitaría la solución de muchos problemas
graves.
Al referirse a la
necesidad de la colaboración del capital
extranjero, Alemann es bien claro: "'Ni siquiera
en Estados Unidos y menos en Gran Bretaña y Europa
Continental se considera suficiente el ahorro
local para impulsar el desarrollo económico. Este
alcanza solamente para asegurar un progresivo
deterioro. Si países altamente tecnificados buscan
la inversión extranjera, cuánto más la necesita la
Argentina, rezagada en muchos aspectos con
relación a los centros mundiales de progreso, que
marcan el paso del mundo moderno.
3) El problema número
uno es el presupuesto nacional, pero para
solucionarlo se requiere enfrentar con decisión y
persistente paciencia la catastrófica
administración de casi todas las empresas del
Estado. También deben cobrarse los impuestos y
contenerse los gastos, a cuyo efecto es
imprescindible estimular la exportación con un
cambio apropiado y realizar un ajuste impositivo.
Esas y otras medidas deben llevar al equilibrio
presupuestario, pivote sobre el que se asentará la
estabilidad monetaria sin la cual no habrá
crecimiento sostenido de la economía argentina.
Alsogaray: La torta se
achica
El ingeniero Alsogaray
entiende que "la economía es un proceso continuo,
no una sucesión de hechos inconexos. Tiene poca
importancia reflejar, como si fuera una
fotografía, la situación que impera en un instante
dado. Mucho menos todavía, quejarse cuando los
hechos ya se produjeron, si por conveniencia o
comodidad no se habló a tiempo. Lo constructivo es preveer los
acontecimientos y jugarse en el momento oportuno:
no abandonar el barco cuando se ve que este
comienza a hundirse."
Para Alsogaray,
técnicamente hablando, el país entró a fines de
julio en una nueva crisis. Que la misma no sea
visible para el gran público proviene de que aún
se están viviendo los efectos de la "droga"
inflacionaria y que todavia perduran los
resultados favorables de grandes decisiones
tomadas tiempo atrás en materia de reequipamiento
industrial, explotación del petróleo, usinas
eléctricas, estímulo al agro, etc. Pero el país
está prácticamente en cesasión de pagos con
respecto a los acreedores extranjeros. Empresarios
argentinos no pueden cumplir con sus compromisos
porque el Banco Central no les autoriza las
transferencias. La producción nacional de petróleo
ha bajado, debemos importarlo y para pagarlo
tenemos que pedir al público que consuma menos
carne o a los acreedores que nos prorroguen las
deudas. Debimos refinanciar angustiosamente la
deuda externa, después de haber alardeado
puntualidad. Los controles de precios y otras
medidas "dirigistas" han sido inoperantes pero
bastaron para distorsionar y encarecer la
producción, obligarnos a importar huevos y alentar
la corrupción en vastos sectores de la vida
económica. El peso argentino no es recibido en
ninguna parte del exterior, ha sido devaluado
cinco veces en menos de dos años y nadie cree que
pueda sostenerse su cotización oficial a 171 pesos
por dólar. Funciona un mercado negro a vista y
paciencia del Banco Central y todos los días se
descubren fraudes en el comercio exterior ya que
resulta muy tentador conseguir dólares a m$n 171 y
revenderlos a 283.
Estas son
manifestaciones de un mal más profundo; más que a
la crisis actual hay que prestar atención a la
crisis "diferida" que se viene gestando. Un
ejemplo: para 1968-1969 no produciremos ni
siquiera la mitad del combustible que necesitamos
y faltará energía eléctrica. Resultará difícil
explicarles a los argentinos por qué nos ocurren
estas cosas justamente después que tres años de
"vacas gordas" nos han dejado un regalo del cielo
de más de 1.000 millones de dólares. Y en estos
dos años no hubo golpes de estado, ni sequías, ni
inundaciones ni ninguna catástrofe natural o
humana.
2) No ha habido una
política económica que pueda calificarse como tal.
Sí un conjunto de improvisaciones propias de los
regímenes híbridos de tercera posición, que
mezclan medidas "dirigistas" tomadas de la
planificación socialista con pequeñas dosis de
libertad económica, típicas de una economía de
mercado. Esa conjunción es mucho menos eficiente
que cualquiera de las dos fórmulas citadas: para
que el sistema de planificación central socialista
funcione hay que aplicarlo a fondo. Para que el
sistema de mercado actúe hay que permitirle un
adecuado margen de libertad. Aquí no se ha hecho
ni una ni otra. Se dijo oficialmente que el primer
año habría que pasarlo como se pudiera y que el
segundo año un Plan de Desarrollo pondría al país
en marcha. Hoy es evidente que el Plan no existe y
que lo que se presentó comd tal no tiene utilidad
práctica. Lo actuado repite la experiencia
económica peronista, con la diferencia de que ésta
contó ini-cialmente con 1.800 millones de dólares
y de que nadie podía opinar.
Algunos funcionarios y
ministros ya tienen plena conciencia de la
dificultad en que se encuentran. Incluso han
tomado ciertas medidas para rectificar el rumbo
inicial. Estas son cautelosas para no provocar
conflictos políticos con el partido oficial. La
tarea de quienes la inspiran no es fácil, ya que
están atados por esas inhibiciones. Creo que deben
ser alentados a proseguir por el buen camino,
aunque no soy demasiado optimista sobre los
resultados.
Luego Alsogaray deja
caer una curiosa frase: "Es muy difícil, después
de dos años de asegurar que todos los problemas
estaban resueltos tener que ir a la televisión a
explicarle al hombre de la calle que es necesario
pasar el invierno."
3) La enfermedad que
aflige a la economía argentina es la "falta de
confianza". Nadie, ni argentinos ni extranjeros
invierten sus ahorros y capitales en el país. Es
más, todos aquellos que pueden, tratan de ponerlos
a buen recaudo en el exterior. Si no se desatan
nuevas iniciativas no habrá inversión, la "torta
económica" se achica comparativamente, ya que cada
día somos más y tenemos una cantidad igual o menor
para repartir. La solución es cambiar
drásticamente el sistema.
Ferrer: Sin rumbo
cierto
Según Aldo Ferrer hubo
dos hechos previos y fundamentales en la gestión
económica de este gobierno: primero, el alto
volumen de producción agropecuaria que trajo
sensible aumento en los saldos exportables,
coincidentes con los altos precios en los mercados
internacionales. En segundo lugar, la profunda
depresión de 1962/63 provocada por una política
monetaria, financiera y cambiaría destinada a
favorecer a los sectores tradicionales en
perjuicio de las actividades industriales y
urbanas. Esto habría traído inflación, un mayor
déficit fiscal, fuerte caída de los salarios
reales y la desocupación de una alta proporción de
la capacidad produtiva y de la mano de obra.
El primer hecho
provocó un alto nivel de ingresos y capacidad de
gasto de los productores rurales, que se tradujo
en una expansión de la demanda de productos
industriales y contribuyó decididamente a la
recuperación de 1964.
Frente al segundo
hecho, la depresión económica, el gobierno
abandonó sensatamente la política restrictiva en
el campo financiero y monetario al tiempo que
procuraba mantener la estabilidad del tipo de
cambio. Esto aceleró aún más la expansión de la
demanda interna y favoreció la recuperación del
nivel de producción y empleo. Todo esto explica
por qué en 1964 se recuperó el nivel existente en
1961. Frente a los problemas de depresión, el
gobierno aplicó una política tendiente a estimular
la producción interna. Pero este es un país que no
solo necesita trabajar a pleno empleo sino que
tiene que impulsar velozmente sus sectores
estratégicos. Y en este aspecto fundamental, la
política gubernamental ha carecido y sigue
careciendo de un rumbo cierto.
Se necesita aumentar
la capacidad de producción de aquellas actividades
que cumplen un papel más dinámico en el proceso de
desarrollo y para elevar la eficiencia de todo el
sistema económico. Por ejemplo: energía, petróleo,
siderurgia, caminos, química pesada, etc. Interesa
fundamentalmente que el gasto público se adecúe a
las necesidades de un país en desarrollo,
eliminando las erogaciones improductivas —en
personal y parte del déficit ferroviario— y que se
vuelquen las sumas así liberadas a las inversiones
básicas y a la ampliación de los servicios
sociales, educación, salud y vivienda.
En ese sentido Ferrer
entiende que el gobierno se ha preocupado,
correctamente, del aumento de los ingresos del
estado, pero, lamentablemente, no de reformar la
estructura de esos ingresos. La racionalización de
los gastos de ese sector ha sido descuidada como
lo demuestra la demora en encarar el problema
ferroviario. Parte de la postergación de las
decisiones fundamentales que hacen al desarrollo
nacional, se explica por una errónea
interpretación acerca del sentido de la
planificación. El gobierno se ha excusado en que
para definir su política y para comenzar su
ejecución, primero debía tener un plan. De este
modo, el país espera un plan y sus soluciones.
Esto ha sido un grave error. Un plan no es el
susltituto de una política. Es solo el instrumento
de una política. De entrada se sabían cuáles eran
los problemas fundamentales a resolver. El
gobierno debió lanzarse a las grandes
realizaciones. Sobre la marcha el Plan hubiera
contribuido a racionalizar su acción. Nuevamente
se ha hecho un grave daño, no solo al postergar
soluciones imprescindibles,
sino también a la imagen pública de ese útil
instrumento de la política económica que es la
planificación.
Las deficiencias más
serias —sin embargo— fueron en el orden externo.
En vez de definir con suficiente anticipación una
vigorosa política frente al sector externo, el
gobierno postergó la apertura de las negociaciones
hasta prácticamente el momento en el que el país
estaba en vísperas de no poder cumplir con sus
compromisos.
Esto debilitó la
posición negociadora. Por otra parte, el gobierno
ha seguido una política hostil frente a las
inversiones extranjeras, como en el caso del
petróleo, y esto contribuyó a crear condiciones
poco propicias para negociar, debilitando aún más
la posición en el balance de pagos.
Una falsa alternativa
Como consecuencia de
esos errores e indefiniciones, el país está
enfrentando la alternativa de la depresión
económica interna— para satisfacer condiciones
aparentemente exigidas por los acreedores
extranjeros— o el incumplimiento de los
compromisos con el exterior. Pero esa alternativa
—subraya Ferrer— es más aparente que real. Porque
quienes la pregonan (los sectores tradicionales),
para forzar medidas que lleven a la depresión,
antes que al interés nacional, tienen en cuenta
los grandes beneficios que obtendrían de una
devaluación masiva del peso y una nueva crisis
industrial interna. Tampoco descarto —continúa
Ferrer— que la crisis buscada sea una forma de
agudizar las tensiones políticas para interrumpir
el proceso de recuperación institucional. La
crisis más que un peligro real es "una intención
deseada" por quienes la proclaman.
Afortunadamente, el
país puede definir con firmeza una política de
pleno empleo, desarrollo y defensa de las
condiciones de vida populares que sea compatible
con un manejo severo de nuestro balance de pagos y
de la situación financiera interna y con el
cumplimiento ordenado de los compromisos en el
exterior.
Y Argentina no puede
de ninguna manera solventar con sus propios
recursos tales obligaciones.
Los problemas en el
balance de pagos se pueden sortear sin comprometer
el equilibrio interno de la economía. Argentina
—entre los países en desarrollo con problemas de
refinanciación de deudas— es posiblemente el que
ofrece mejores posibilidades de desarrollo y de
cumplimiento efectivo de sus compromisos en el
exterior.
Pero el lugar que este
gobierno, en definitiva, ocupe en la historia
argentina, dependerá, antes que de sus errores o
aciertos en el campo económico, del cumplimiento
efectivo de sus compromisos de normalizar la vida
política argentina dando acceso amplio a todos los
sectores de la ciudadanía al poder político. Si
logra esto se superarán también los problemas
económicos. Porque no habrá ni desarrollo, ni
estabilidad, ni mejora de las condiciones de vida,
sin estabilidad institucional y política.
De acuerdo con el
veredicto dado por estos cuatro especialistas
surge claramente un equilibrado análisis de los
pro y los contra que demostró la conducción
económica seguida en estos dos años.
Los economistas
tuvieron muy en cuenta que se trataba realmente de
evaluar toda una situación que, indudablemente,
tiene raices muy profundas que no empiezan ni
terminan dentro del período constitucional de este
gobierno. Sus opiniones fueron meditadas
detenidamente. Es evidente que en todos los casos
prevaleció la intención de hacer una crítica
desapasionada que sirviera a los fines propuestos.
Si bien cada uno de los entrevistados responde a
disímiles orientaciones en la materia, justamente
esa disparidad permite al lector, a través de
distintos enfoques, cotejar con tranquilidad las
alternativas del proceso económico argentino.
III. QUÉ OPINAN DE
NOSOTROS EN EL EXTERIOR
Los argentinos están a
favor o en contra del gobierno. A veces les puede
resultar indiferente. Pero embebidos en los
diarios problemas no perciben que la vida
argentina es seguida muy atentamente en el
exterior. Quizás con parcialidad. Quizás con
desprecio. Nunca con indiferencia. Señalar que "el
mundo cada vez se empequeñece más" parece obvio.
Pero es una rotunda realidad. Por eso Panorama
—realizando un esfuerzo periodístico quizás único
en toda América latina— quiso saber qué piensan
de nosotros en el exterior.
El resultado de la
investigación es sorprendente. Detrás de las
razones de tacto o diplomacia que impidieron
revelar la fuente o el autor de las opiniones
sobre la Argentina se esconde un verdadero
enjuiciamiento. Pudimos comprobar en todos los
casos que en los principales países del mundo
existe una minuciosa actualización de cada momento
argentino. Dos años después de que Illia asumió el
mando, cincuenta expertos en distintas materias
dan su opinión desde Washington, Londres, París,
Bonn, Roma, Zurich y Madrid.
Felipe Herrera,
presidente del Banco Interamericano de
Desarrollo, B.I.D.; Aurelio Peccei, director de
ADELA —Asociación para el Desarrollo Económico de
América Latina—, de Olivetti italiana y de Fiat, y
Hans Stille, director del Dresdner Bank, de
Alemania, experto en cuestiones latinoamericanas,
realizaron declaraciones a cara descubierta. En
los restantes casos la información es
absolutamente confidencial, pero por esa razón las
opiniones fueron dadas sin ninguna reserva. En el
Fondo Monetario Internacional, un funcionario
intentó declarar en forma anónima, pero al
enterarse sus superiores, alarmados, se lo
prohibieron. En cambio Panorama a través de
"fuentes generalmente bien informadas", que no son
otra cosa que voceros de importantes organismos
financieros internacionales con sede en los
Estados Unidos, logró una extensa relación sobre
la situación argentina. En Londres, un vocero del
Banco de ese nombre y en Zurich, corazón de las
finanzas internacionales, un alto funcionario de
la banca suiza, contestaron a Panorama, En Francia
y España se logró reunir copiosa información
consultando en medios económicos, diplomáticos y
gubernamentales. Datos adicionales obtenidos en
Roma, Bonn y Londres, ratifican y refuerzan las
opiniones de Peccei, Stille y del vocero bancario
londinense. El rastreo de tan voluminosa
información demandó dos meses de paciente labor.
El resumen de ese invalorable documento es lo que
ahora queda en manos de los lectores y del
gobierno argentinos.
Este es el
cuestionario que Panorama sometió a las
personalidades extranjeras:
1) ¿Las dificultades
económicas argentinas, tienen raíces políticas o
político-sociales o solamente tienen origen en la
aplicación de una política económica inadecuada
para solucionar los problemas del país?
2) ¿En qué forma
coincide la supervivencia del peronismo como
fuerza electoral en la economía argentina?
3) ¿Cree usted que la
Argentina tiene los típicos problemas económicos
de América Latina o su grado de desarrollo la
coloca fuera de ese esquema?
4) México y la
Argentina tienen una estructura económica lo
suficientemente homogénea como para que puedan
compararse. ¿A qué se debe el sostenido desarrollo
alcanzado en el primer país, frente a los
frecuentes estrangulamientos a que se ve abocada
la economía argentina?
5) ¿La política de
industrialización de un país como la Argentina
debe encararse como una paulatina sustitución de
las importaciones o, por el contrario, como una
creciente incorporación de mano de obra argentina
a sus productos de exportación tradicionales?
6) En el supuesto de
que la Argentina pueda incrementar sensiblemente
sus saldos exportables de productos tradicionales,
¿estima usted que el mercado internacional eSfá en
condiciones de absorberlos, sin que decaigan los
precios de venta?
7) Uno de los más
graves problemas que afectan la estabilidad del
peso argentino es el tremendo déficit del
presupuesto, determinado fundamentalmente por las
pérdidas de las empresas estatales y dentro de
ellas especialmente los ferrocarriles. ¿Cómo
debería enfrentarse la solución de este problema?
8) ¿El tipo híbrido de
política económica adoptado por la Argentina
—libre empresa y dirigismo simultáneos— desorienta
y genera desconfianza en los círculos de
inversores del exterior?
9) Frente a ta
vulnerabilidad en el sector externo de su economía
¿cuál debería ser la aétitud de la Argentina a fin
de ganar definitivamente la confianza de los
centros financieros mundiales?
Estas son las
respuestas:
ZURICH:
No se puede vivir sin
trabajar
Haga usted buena
política y tendrá buenas finanzas. Este sabio
consejo que el mercader Necker le dio al Rey de
Francia fue propuesto en Suiza para solucionar los
problemas que afligen a la Argentina, "Aunque hay
envueltos tanto factores políticos como económicos
el problema básico es el político, que es el que
provocó las medidas económicas del actual
gobierno. No es tanto por la amenaza del retorno
de Perón sino por la herencia del peronismo. Su
industrialización forzada y el subsidio al consumo
fortaleció una tendencia desgraciadamente común en
América Latina: la de creer que uno puede vivir
bien sin trabajar. Esa mentalidad dificulta las
reformas imprescindibles que se requieren." El
vocero suizo destacó que "en gran parte los
problemas económicos de la Argentina son comunes a
los de toda Latinoamérica, y residen en afianzar
la industria a costa de la agricultura sin tener
en cuenta sus reales posibilidades. Hay, sin
embargo, dos factores específicamente argentinos:
la excepcional riqueza ganadera y un comienzo
industrial que hizo el dislocamiento económico aún
más notable."
México es lo que la
Argentina podría haber sido, añadió el vocero. En
los últimos años México experimentó éxitos
económicos gracias a una situación política
estable y moneda convertible. Pero históricamente
Argentina floreció hasta el fin de la década del
20 cuando México estaba en mala situación. Después
la Argentina cayó en los mismos hábitos que habían
detenido a los mexicanos. Esto demuestra que el
crecimiento económico de ambos países depende
fundamentalmente de la situación política y de la
estabilidad monetaria.
Argentina debería
concentrarse en fomentar la exportación de sus
productos agricola-ganaderos. Una mayor
industrialización llevaría a buscar más capital,
ya bastante escaso, y en el exterior las
perspectivas de hallarlo son francamente
negativas.
Los problemas que
surgirían si Argentina movilizase realmente su
potencial de exportación serían para sus
competidores y no para ella misma. A largo plazo
debe decirse que los países industrializados
tendrían que reducir su propio proteccionismo
agrícola.
El entrevistado
comentó bromeando que el problema podría
resolverse devolviendo los ferrocarriles a los
ingleses y dejando que estos los administren.
Seriamente, dijo que "la dificultad reside en
imponer austeridad pese al problema político que
ello encierra".
El tipo de conducción
política no es descorazonante. Mucho peores son
los presupuestos deficitarios, el desorden
burocrático, los precios irreales, las
regulaciones arbitrarias del mercado, el repudio
de contratos solemnes realizados por el gobierno y
la discriminación en las transferencias de
beneficios.
La confianza de los
inversores se reestablecerá cuando cesen esas
prácticas y la Argentina muestre su decisión para
enfrentar las dificultades. Todo esto sobre la
base de que el capital debe afluir a ese país
sobre bases humanitarias y no solo para obtener
ganancias.
"La tragedia de ese
país, dice por fin, es que tres veces desde 1955
comenzó por el buen camino y luego se echó atrás
por razones políticas."
ROMA:
Un país de abogados y
generales
En los próximos tres
años la Argentina tiene frente a sí la dorada
oportunidad de lanzarse a una seria etapa de
desarrollo económico, exclama Aurelio Peccei y
luego aclara: "El país cuenta en la actualidad con
un gobierno democrático y los argentinos se han
vuelto más prácticos en esa materia. Aprendieron
por experiencia a sospechar de los planes utópicos
y los experimentos ideales'. Han pasado por un
período de apaciguamiento y están listos para una
obra positiva. Pero... —dice Peccei, acentuando
notoriamente ese pero— la Argentina sufre la misma
enfermedad de los países de América Latina y es
la falta de recursos para hacer las cosas sola.
"El problema
fundamental, entonces, no es el peronismo ni el
estatismo sino simplemente el de crear un clima de
confianza que sirva para atraer al capital
extranjero. Para atraer ese capital la Argentina
debe reorganizarse como un Estado auténticamente
moderno y eso no lo puede realizar sin la ayuda
del capital foráneo. Parece un círculo vicioso
pero puede ser destruido si los que están afuera
se lo proponen, dice. Luego lanza una ambiciosa
proposición: "Los Estados Unidos y Europa
Occidental deberían ponerse de acuerdo en un audaz
programa asistencial a la Argentina, que daría los
medios para crear un auténtico clima de
desarrollo. Habría que poner en marcha un plan de
siete u ocho años, considerarlo como un riesgo
calculado, y al final del período habremos ganado
o perdido. De otro modo —advierte— veremos a la
Argentina y y sus vecinos alejarse cada vez más de
los Estados Unidos y Europa, hasta que todo
contacto sea imposible. Debemos tomar la
iniciativa y ofrecer a ese país la ayuda que
necesita. Los argentinos deben hacer lo suyo, creo
que pueden y querrán, pero el éxito depende
fundamentalmente de nosotros.
Peccei considera que
la expansión .industrial argentina debe ser
cautelosa. "En nuestro tiempo, el mundo impone una
carga financiera casi intolerable sobre los países
en vía de desarrollo. Estes deben mantener
complejos servicios civiles, más escuelas,
hospitales y otros servicios sociales. Deben tener
ejército, organización diplomática,
representaciones en organismos internacionales y,
encima de todo, se les pide que envíen tropas a la
República Dominicana."
"Aunque Argentina
—argumenta Peccei— está mucho más avanzada que
otros países del continente, todavía está dentro
del esquema general de problemas que tiene la
región. En cambio México avanzó lo suficiente para
considerarla del 'lado seguro'. Pero eso se debe a
su proximidad e íntimos lazos con los Estados
Unidos. Ese país ha pasado por todas las fases que
soportaron los estados latinoamericanos. Primero
fue un país de generales y abogados, después un
país de economistas y ahora es un país de
técnicos. La Argentina recién está saliendo de la
primera etapa."
PARIS:
Del trigo a la carne
En París un
funcionario señaló que "los problemas económicos
son los mayores que debe enfrentar la Argentina.
Las deudas son enormes, el peso ha sido de-valuado
fantásticamente desde 1945 (154 por ciento) y hay
800.000 desocupados. Los argentinos deberían hacer
algo más para ayudarse a sí mismos: las reformas
económicas son necesarias."
En Francia reconocen
que la dificultad que representa integrar a las
fuerzas peronistas en la colectividad nacional
subsiste, a pesar de algunos signos alentadores.
La enfermedad social que corroe a la Argentina es
explotada por los sindicatos peronistas. El
peligro, a los ojos de los franceses, está en que
"los problemas económicos desencadenen una crisis
política."
"Podría haber
desórdenes y manifestaciones si la situación
empeora", manifestó un diplomático. Hasta el
momento el ejército se ha mantenido como guardián
de la Constitución —añadió—. Será difícil que
intervenga a menos que los peronistas traten de
derrocar al gobierno. Sin embargo, los signos
demuestran que el peronismo ha cambiado de
táctica.
Otro experto
gubernamental francés comentó que "los
inconvenientes económicos de la Argentina eran
típicos en el continente, donde se reposa
demasiado sobre un solo producto: la agricultura,
en el caso argentino." Su punto de vista se resume
asi: "El país de ustedes necesita arremangarse y
trabajar duro: el clima no es tan cálido como para
impedir un mayor esfuerzo".
"Si un país en la
segunda mitad del siglo xx desea ser realmente
independiente debe tener industria pesada, aunque
sea en pequeña escala", advirtió un economista,
aludiendo a la forma de encarar la
industrialización. La lección es la misma para los
nuevos países de Africa. Argentina debería
desarrollar su industria básica. La falta de
materia prima —advierte— no es un inconveniente.
Eso no impidió a Italia obtener una importante
industria metalúrgica. Además el experto sugirió
una mayor diversificación con los productos de la
agricultura —frutas, alimentos envasados y
vegetales especialmente— hasta donde sea posible.
"La Argentina debería
pasar del trigo a la carne, sugieren con respecto
a las exportaciones. Hay demasiado trigo en el
mundo. Europa, sin embargo, está escasa en carnes.
Por ejemplo, Francia importa actualmente carne de
Gran Bretaña, de los Estados Unidos y de otros
lugares. He aquí una oportunidad para la
Argentina."
En Francia no creen
que los inversores extranjeros se vieran
desalentados por la política intervencionista del
gobierno. Suecia es un país socialista, pero su
política no alejó a los capitales extranjeros. La
Argentina debe lograr de alguna manera su
equilibrio presupuestario y fortalecer el peso.
Solo entonces volverá a ganar la confianza de
todos.
WASHINGTON:
Problemas más
profundos que Perón
"La Argentina tiene
una de las estructuras industriales más
desarrolladas de América Latina, pero a menudo
parece que los problemas políticos paralizaran al
país", dijo un estratégico observador en
Washington. "Perón y su leyenda siguen perturbando
después de diez años, y es una pena. No obstante
—agregó— los problemas argentinos son más
profundos que Perón." A la Argentina le falta
dinamismo económico, a pesar de algunos éxitos
logrados. Allí piensan demasiado a menudo en
términos idílicos, en repartir mejor lo que tienen
a mano, en lugar de pensar en aumentar la
producción para satisfacer la creciente demanda.
Es un país —acotó otro
vocero en Estados Unidos— que en un periodo clave
padeció el peronismo y como resultado las
organizaciones laborales creyeron que la
planificación económica debía realizarse ai
servicio del trabajador. Actualmente no existe un
genuino consenso de hacia donde marcha el país,
hasta donde debería llegar y a qué velocidad.
Al referirse a la
Argentina con relación al resto del continente,
dijeron que es un caso "sui generis." No son
típicamente latinoamericanos, ni típicamente nada. Salvo típicamente
argentinos. Tienen pocos de los clásicos problemas
de los países subdesarrollados. Lograron un alto
grado de alfabetización, óptimos recursos humanos
y una sólida base económica. Si su economía crece
poco es por las políticas monetarias viciadas,
pero no por falta de recursos. Su enorme potencial
de desarrollo económico no se ha tocado todavía.
Pero tiene todos los inconvenientes del
crecimiento y con ellos los estupidizantes
problemas político-sociales.
Negaron que Argentina
pueda compararse con México porque este país
obtuvo hace mucho tiempo una conciencia nacional,
una comprensión popular y el consecuente apoyo al
desarrollo económico. México no pretende, como la
Argentina, colocarse en la categoría de las
naciones desarrolladas de Europa. El pueblo
mexicano aceptó postergar durante muchos años la
distribución de los beneficios del desarrollo, con
el fin de que éste se efectúe a fondo. Recién
ahora México está entrando en una etapa en la que
la distribución general de los beneficios es un
factor fundamental de la política del gobierno.
Para lograr esto enfrentó y resolvió los problemas
de la estabilidad monetaria y cambiaría. Argentina
no lo ha hecho y aparentemente parece initentar
saltear esa etapa. Al referirse a la
industrialización en Washington dijeron que
"Argentina debe seguir incrementando sus
industrias para garantizar el ingreso de divisas.
Pero —advierten— la industrialización en sí misma
no significa exclusivamente una industria
espectacular, descomunal y compleja. No quiere
decir fomentar industrias de prestigio pero con
mercado local limitado —energía atómica con fines
pacíficos, complejos petroquímicos, acero— que
requieren grandes capitales y crean
comparativamente poco trabajo. Tampoco deben
representar el fomento a la industria,
exclusivamente para sustituir importaciones. En
cambio debe servir para extender la gama de
productos exportables. Porque no se puede seguir
pensando en vivir exclusivamente de las
exportaciones tradicionales. Debe diversificarlas
a fin de sobrevivir y crecer, teniendo en cuenta
las posibilidades que abre la existencia de la
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
—ALALC— para crear un Mercado Común en el
continente. Por eso las instituciones deben ser
condicionadas para crear una mentalidad
exportadora, como lo hizo Italia, por ejemplo. Y
las exportaciones argentinas, fuente de sus tan
necesarias divisas, provocaron esta pregunta en
Estados Unidos: ¿Han pensado los argentinos,
alguna vez, en hacer una campaña para aumentar el
consumo de la yerba? Confiar —advierten— en las
exportaciones tradicionales es peligroso. La
estructura comercial del mundo está en constante
cambio. La Argentina debe aumentar su producción
en todas las áreas, pero considerando la capacidad
del mercado mundial de absorber materias primas,
que disminuyó, y es más lenta que la demanda de
productos manufacturados. Esto indica que es
necesario impulsar la industria automotriz, las
manufacturas livianas y la diversificación de la
agricultura.
"Para la Argentina y
otros países latinoamericanos, los ferrocarriles
son una forma disimulada de garantía contra la
desocupación. De todos los problemas argentinos,
el de los ferrocarriles es el peor", dijeron en
EE.UU. al comentar el asunto. A la larga deberán
desarrollar un plan para reocupar el exceso de
trabajadores ferroviarios en otras industrias. Las
tarifas deben reajustarse también, para disminuir
las pérdidas. Cuando la situación financiera de
los ferrocarriles se torne más racional, se podrá
adoptar la técnica europea en la materia. Es decir
entrar en el mercado de acciones atrayendo a los
inversores locales, para adquirir más material
rodante. Un plan semejante implica un vigoroso
control de la inflación. En Francia y Alemania,
las inversiones de capital y los déficit
presupuestarios se cubren con empréstitos
nacionales. Pero estos países tienen moneda fir-
me. En la Argentina
las pérdidas se cubren con los impuestos y la
moneda es inestable.
No, la participación
del Estado en la industria no disuade las
inversiones extranjeras, subrayaron
categóricamente en Washington. Lo que aleja a los
inversores es el clima de inseguridad, la falta de
una política de inversiones definida y la posición
equívoca respecto de la exportación de las
ganancias. Sin embargo —acotan— para la mayoría de
los inversores extranjeros, la Argentina sigue
siendo un mercado atractivo.
Ese país necesita
emprender, básicamente, un programa de
estabilización a corto plazo. No una tradicional
restricción de los créditos que eventualmente mata
los fondos de inversión y genera desocupación. Eso
puede hacerse solo hasta que la estructura
económica comience a racionalizarse. A partir de
entonces, podrá lanzar una política de promoción
del desarrollo. El objetivo de esas restricciones
es atacar las causas de la inflación y la
estabilidad. Otro observador declaró: Existen
signos alentadores de que ta Argentina cobra cabal
conciencia de la naturaleza ae sus problemas. En
todo el mundo se percibe firme confianza en el
país.
Ser o no ser
subdesarrollados
El país reúne factores
positivos como para obtener un crecimiento
"autosustentado", declara el titular del Banco
Interamericao de Desarrollo, Felipe Herrera.
Aunque sus opiniones fueron muy reticentes( las
declaraciones obtenidas en distintas fuentes (que
consignamos en párrafos anteriores) permiten
componer un cuadro de opiniones confidenciales
pero asimilables al pensamiento de distintos
organismos internacionales, entre ellos el BID.
Así, Herrera, respondió ambiguamente a la primera
pregunta, se excusó ante la segunda y señaló,
contestando la tercera que "si bien es cierto que
Argentina presenta aún varias características
comunes a la mayoría de las economías
latinoamericanas es uno de los países más
avanzados por su evolución socioeconómica".
Agregó que "debido a
una variedad de factores —históricos, geográficos
e internacionales— Argentina logró más temprano
que México una etapa más avanzada de progreso. Sin
embargo, recientemente, la economía mexicana se
expandió a un ritmo más rápido y sostenido,
logrando entre otras cosas un grado comparable de
industrialización. Eso se debió a la evolución y
diversificación de las exportaciones mexicanas
después de la última guerra.".
Herrera no cree que el
problema resida en industrializarse más o buscar
intensificar sus productos exportables como
alternativa, sino en la necesidad de elevar la
productividad general de la economía a través de
la incorporación de técnicas más modernas en los
distintos sectores. Sin perjuicio de aprovechar
las posibilidades que ofrezcan los mercados
externos, dadas las limitaciones que impone al
país la escasez de divisas." Entiende el
presidente del BID que "no parece que un aumento a
largo plazo de la producción en los rubros
tradicionales de exportación, pueda tener efectos
desfavorables en los mercados internacionales".
La política económica
seguida por el actual Gobierno —empresa privada e
intervención estatal— es común en casi todos los
países occidentales; por eso no creo que la
presencia del Estado en la actividad económica,
por sí misma desaliente la inversión extranjera,
dice Herrera. La confianza de los circulos
financieros internacionales estará básicamente
determinada por el potencial de desarrollo
argentino y por sus esfuerzos para materializar
dicho potencial en condiciones razonables de
estabilidad, alerta Herrera.
Otros voceros
estadounidenses entienden que "la creciente
productividad argentina y el comercio en la fase de recuperación
han dado una superficial apariencia de prosperidad
que contrasta con los problemas básicos que no han
sido resueltos: déficit del presupuesto,
ferrocarriles, inflación, deuda externa". La
imagen contradictoria que da la vida argentina y
la persistencia en nombrar al país unas veces como
subdesarrollado, otras indicando sus condiciones
de nación adelantada, obligó a Panorama a
solicitar precisión sobre tal concepto. Las
respuestas obtenidas en Washington pueden
resumirse así: "La Argentina no es un país
subdesarrollado en el sentido usual de la
expresión. Tiene más ferrocarriles, más teléfonos,
más cuentas bancarias, que cualquier otro país
latinoamericano. Su índice de alfabetización es
del 86 por ciento (la UNESCO no acepta esa cifra)
y la coloca entre los países más adelantados del
mundo en ese aspecto. Los diarios argentinos son
refinados y también la mayoría de la gente que los
lee. Solo EE.UU. y Canadá exportan más trigo; solo
la URSS y Australia la superan en lanares. Tiene
cuatro veces más ganado 'per cápita' que los
EE.UU." Sin embargo los observadores opinan que la
Argentina es un país subdesarrollado, en el
sentido de que no ha utilizado todos sus recursos
humanos y naturales para proveerse del progreso
que es capaz de tener. El índice neto de
crecimiento no se ha mantenido al ritmo del
crecimiento demográfico. En un país de 22 millones
de personas faltan un millón de viviendas. La
producción de energía eléctrica está muy por
debajo de las necesidades. Los ferrocarriles son
anticuados y cargados de burocracia inútil. A su
vez el sistema de transporte por carreteras es
deficiente. La mayoría de las rutas no están
calculadas para los nuevos camiones de gran
tonelaje y alta velocidad. Gran parte de la
población vive en Buenos Aires y sus alrededores,
lo que crea todo tipo de inconvenientes,
conmúnmente asociados al excesivo crecimiento
urbano".
Por último acotan: La
Argentina no carece de amigos —especialmente bajo
la administración de Illia— ni ha sido abandonada
por quienes pueden ayudarla, considerando, eso sí,
los límites impuestos por el rígido orgullo
nacional".
LONDRES
Las dudas persisten
Hay un parecido con
los demás países latinoamericanos, en la medida
que la Argentina depende para su comercio exterior
de dos o tres rubros básicos, dijeron en Londres.
Pero ocupa un lugar especial en América Latina. No
hay problemas raciales. La economía está en una
etapa relativamente avanzada y so-cialmente
predomina una fuerte clase media. El ingreso
nacional se reparte así en forma mucho más
equitativa que en el resto de los países
latinoamericanos. La Argentina no ha prosperado en
los últimos veinte años respecto de México, porque
México posee una razonable estabilidad".
Respecto de "el
intento de industrialización ya iniciado"
señalaron que "el plan quinquenal de desarrollo
anunciado en abril considera el hecho de que ese
país depende mucho de sus productos tradicionales
y precisamente un aspecto primordial del plan es
promover la producción de productos
agrícola-ganaderos. Hubo momentos, desde el fin de
la segunda guerra, en que el equilibrio adecuado
no se mantuvo. Perón volcó todo su apoyo a la
industria y descuidó parcialmente la producción
agrícola".
El aumento de los
saldos exportables de las carnes tendrá auspicio
del mercado mundial, indicó el vocero. Por su
parte Sir George Bolton, presidente del Banco de
Londres, escribía en el "Daily Mail": "En efecto,
las estadísticas mundiales indican que las mejores
perspectivas de la Argentina en ese terreno
residen en el comercio de carne bovina. Los
estudios revelan —añade el informante— que en los
próximos diez años el aumento
de la demanda superará al de la oferta".
"Es fácil responder en
teoría, pero en la práctica es muy difícil
—dijeron al referirse a los ferrocarriles. Durante
años los argentinos admitieron que esa era una
realidad incontrovertible. Este Gobierno y el de
Fron-dizi fueron conscientes de que era necesaria
alguna reorganización para mejorar las cosas. Se
trazaron planes, pero los sindicatos se opusieron
insistentemente. Este es el problema, al tratar de
plantear la cuestión.
Probablemente debido a
la ansiedad reinante en las esferas oficiales, el
gobierno de Illia ha demostrado una tendencia a
cierto dirigismo. Esto genera desconfianza en el
exterior, recalcaron en Londres, lo mismo sucede
con la anulación de los contratos petroleros y las
dificultades para enviar ganancias al exterior.
Fundamentalmente la Argentina debe adoptar una
actitud clara ante el Fondo Monetario. A partir de
1963, Illia demostró inconsistencia en sus
relaciones con ese organismo. Si la Argentina
quiere es-tai en buenos términos con el F.M.I.
tendrá que fijar cuáles son las políticas
monetarias adecuadas para seguir adelante y hacer
un esfuerzo para llevar esas buenas intenciones a
la práctica.
BONN
Entre la inestabilidad
y la inflación
Según Hans Stille,
director del Dresdner Bank, "los problemas
argentinos son básicamente político-sociales. Pero
también la conducta económica del actual gobierno
ha servido para deteriorar la presente situación.
La excesiva emisión de billetes, y las políticas
petrolera y cambiaría demuestran esa conducta".
Stille entiende "que el peronismo a través de los
sindicatos afecta con frecuencia negativamente el
desarrollo económico y que la Argentina presenta
una contradicción: por un lado, su educación, el
nivel de producción y la industrialización
alcanzada la ubican entre las naciones dirigentes
de América Latina. Pero, por otro lado, los
desequilibrios sociales y económicos hacen que
deba considerársela absolutamente como una nación
en vías de desarrollo".
"No puede compararse a
la Argentina con México —dice Stille—. Porque
aquel país ha tenido una mayor estabilidad —tanto
político - social como monetaria (y esto es
particularmente importante)— por muchos años.
Sobre todo porque las exportaciones mexicanas
están más diversificadas y le permiten una mayor
estabilidad en tiempo de crisis que a la
Argentina. Además —advierte Stille— su industria
creció más orgánicamente y está mejor fundamentada
que la argentina".
Refiriéndose
específicamente al proceso industrial argentino el
banquero alemán dijo que "está ya suficientemente
avanzado" y que "debería asentarse sobre bases más
cautas." Luego señaló que "la capacidad de los
mercados mundiales para absorber las exportaciones
argentinas (carnes, especialmente) es limitada y
variable, de modo que la Argentina debe ajustarse
con más flexibilidad a las demandas especializadas
de los países industrializados".
"Una tarea importante
—remarca Stille— es la de abocarse por todos los
medios a hacer desaparecer el déficit
presupuestario, que ha sido ocasionado por las
ruinosas compañías estatales. Pero los intereses
político-partidarios aiejaron momentáneamente, y
aun impidieron, la solución de ese problema.
Stille reconoce que
"las medidas intervencionistas del actual Gobierno
—petróleo, ley de abastecimiento y sobre todo
medicamentos— han causado un sensible retraimiento
de las inversiones extranjeras. La rígida
situación cambiaría también fue motivo de
desaliento. Para recuperar la confianza en la
comunidad financiera internacional, la Argentina
debe en primer lugar limpiar su balanza
de pagos y emprender radicales medidas para frenar
la inflación. Desde el punto de vista alemán, un
acuerdo para proteger el capital extranjero es
particularmente deseable".
MADRID
¡Aprendan de nosotros!
Sin excepcioi ios
funcionarios españoles coincidieron en que los
problemas argentinos son fundamentalmente
político. Así, el peronismo ha tenido un
profundo efecto en la vida política y económica.
Cualquier gobierno que excluya a los peronistas no
podrá ser, estrictamente hablando, democrático,
observaron. El peronismo, declaró un economista,
"se basaba sobre una falacia: todo para los
descamisados. Era un lema obviamente popular y
conserva arrastre todavía. Pero era una
magnanimidad sin bases económicas y aparentemente
ni Perón ni sus seguidores tuvieron jamás una
comprensión elemental de los acontecimientos
económicos".
La Argentina necesita
seriamente un plan de desarrollo a largo plazo,
señalaron. Un gran desarrollo de la industria,
tanto liviana como pesada, porque lo esencial es
elevar el nivel de vida, y esto requiere
inversiones de capital. Ese desarrollo industrial
debería ser puesto en función de la producción
agrícola. No hay razón —dijeron— para suponer que
el incremento de las exportaciones argentinas
podría rebajar los precios mundiales a un punto
peligroso. Pero la Argentina necesita, por
supuesto, impulsar sus industrias tanto para
satisfacer sus propias necesidades como para
abrirse nuevos mercados. Esa es una tarea inmensa
que no puede llevarse a cabo en unos días. Pero
vale la pena —aconsejaron— observar los éxitos
logrados por España en obtener mayores inversiones
del exterior.
Los ferrocarriles son
un gran inconveniente, convino un funcionario,
pero no exclusivamente argentino. También lo tiene
Inglaterra y recién comienza a resolverse en
España. Los servicios públicos esenciales no
pueden abandonarse, pero el gobierno debe tener la
suficiente energía como para imponer una
prestación racional, y terminar con las absurdas
ineficiencias y las exigencias irreales y
políticas de los sindicatos.
Todos los países de
Europa Occidental combinan una cierta medida de
libre empresa con intervencionismo estatal. Estas
posturas no son incompatibles. Una de las
debilidades del sistema político argentino es que
mientras un partido sostiene dogmáticamente la
teoría del control estatal, el otro demanda la
ilimitada aplicación de la libre empresa. La
explotación ilimitada de las compañías extranjeras
—dijo un economista— tal como existió hace algunos
años no se puede repetir. Pero una empresa foránea
debe saber también que sus contratos serán
respetados sea cual fuere el gobierno que suceda a
los signatarios y no debe temer la confiscación de
sus propiedades a cada cambio de gobierno. La
falta de estabilidad política ahuyenta a los
inversores.
"El país de ustedes
está demasiado centralizado, exclamó un
diplomático español. Muchas de sus ideas datan del
siglo pasado. Allí hay demasiado 'chauvinismo'
anticuado y una tendencia a despreciar ideas y
métodos foráneos". Luego ensayando un sorprendente
mea culpa dijo: España estuvo aislada del resto de
Europa por mucho tiempo. Pero en menos de diez
años todo ha cambiado. Aunque conserva el orgullo
por sus tradiciones, los españoles se dieron
cuenta que viven en medio del siglo xx, donde ya
no hay lugar para nacionalismop estrechos. Si
España que es la más conservadora de las naciones
puede cambiar, ¿por qué no puede la Argentina"
Revista Panorama
octubre 1965
|