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El Aga Kan, rey sin reino
DIEZ MILLONES DE FIELES ESPARCIDOS POR TODO EL MUNDO QUERRÍAN OFRENDARLE SU PESO - 95 KILOS - EN PLATINO, PERO EL CONSIDERA QUE LA OFRENDA ES EXCESIVA
por ANDRÉS R. ORFILA

Revista Vea y Lea
1954

 


Aga Kan con su nieta Jazmín, hija de rita Hayworth y su hijo Alí

 

 

 

" AGA" es una palabra procedente del turco que significa "capitán", o "señor", o "don", o "jefe".
"Kan" es otra palabra de origen asiático usada en Turquía también, y en Persia y en Arabia, que puede traducirse por "gobernador", o "soberano", o "amo". Aga Kan equivale, pues, a "señor soberano" o, como en el castellano antiguo, a "nuestro amo".
La expresión no designa a nadie concretamente. Es sólo un título oriental de mucha importancia y respeto. De suerte que cuando los diarios llaman a ese señor obeso y con anteojos, que fué papá político de Rita Hayworth, el Aga Kan, le dicen "señor soberano" o "señor gobernador", mas nos dejan sin saber cuál es su nombre personal y, sobre todo, en qué lugar reina o manda.
La gente, en general, sospecha que el Aga Kan, aparentemente asiático, tenga su reino en algún lugar de Asia. Precisar más ya se hace difícil.
Por otra parte, no parece que pase mucho tiempo en su señorío de Oriente.
Los principios de otoño y los finales de primavera está en París.
Cuando hay grandes carreras de caballos, vive en Londres.
En invierno pasea por las costas tibias del Mediterráneo: Niza, Cannes, Montecarlo, San Remo, Nápoles, Palma de Mallorca.
En verano circula por Biarritz y San Sebastián.
Se cuenta que una vez en un hipódromo de París un jugador al que cierto caballo del Aga Kan, burrero eminente, le había resultado costosísimo gruñía:
—¡En vez de criar caballos podía cuidarse de gobernar a sus súbditos!
El Aga Kan, que pasaba cerca, lo oyó.
—Mis súbditos .—explicó— no necesitan de mí. Cuida de ellos alguien que vale más que yo. Los gobierna Dios.
Verdaderamente el ex suegro de Rita Hayworth no ejerce un poder secular; no es cabeza de un Reino o Estado. Su señorío es, por el momento al menos, puramente espiritual, religioso.
En opinión de sus partidarios debería reinar como gran califa
sobre todo el mundo musulmán, porque es el legítimo descendiente del profeta Mahoma. Le correspondería ejercer su mando sobre los 450 millones de mahometanos esparcidos por la Tierra. O sea actuar de emperador a un tiempo en Asia, África, Oceanía y un poco al SE. de Europa.
La mayoría de los musulmanes no admite estas ambiciones, sustentadas por una secta cismática del Islam, la de los ismaelitas o chiítas. 
De manera que el Aga Kan se limita a actuar como rector espiritual de esa secta ismaelita. Es, como se dice en árabe, su imán.
Lo que significa literalmente "presidente de plegaria". Y en sentido más amplio "conductor", "guía".
No por eso se debe pensar que el Aga Kan —que se llama Mohamed y es el Aga Kan III— sólo posea fuerza religiosa.
Cuenta en todo el mundo con 10 millones de adeptos que lo veneran como a un Pontífice Supremo, pero también lo siguen en sus evoluciones políticas y acatan sus decisiones. Tiene sus creyentes sobre todo en el Pakistán y el Indostán, pero también hay ismaelitas en Persia, en Afganistán, en Turquía y en... ¡Rusia! Y... ¡en Estados Unidos!
En California un ciudadano se arrodilló para besarle los pies a su hijo Alí Kan, no porque fuera casi 'estrello', como esposo provisional de la Hayworth, sino porque el ciudadano en cuestión lo estimaba nieto de Mahoma y, por consiguiente, bendito.
Mohamed Aga Kan ha administrado hábilmente durante toda su vida su gran crédito religioso.
Ya decimos que era en la India donde mas tenía; Inglaterra, dueña hasta hace poco de la península, manifestó, naturalmente, mucho interés por un heredero del Profeta con tanta clientela por aquellos pagos y él no se mostró ni inabordable ni incomprensivo frente a Londres. Se establecieron, pues, entre el Imperio Británico y el imán de los ismaelitas armoniosas relaciones de las que no parece sentirse quejoso ninguno de los dos. El Aga Kan fué como el abanderado del mahometismo inconciliable, ante los indostánicos; quizá el personaje de la península que directa o indirectamente mayores esfuerzos hizo por retrasar todo lo posible o evitar la partida de los británicos. Evidentemente ha dado motivos para ser llamado por los diarios de Londres "gran amigo de Inglaterra" y "fiel amigo de Inglaterra" y para que se le reserve un sitio preferente en las coronaciones.
Pero debemos hablar de su vida privada, después de dar tantos detalles de la pública.
El Aga Kan III nació, según la enciclopedia que consultamos, en la ciudad de Bombay —en Karachi, dicen otras— en 1877.
Es decir, que ha cumplido o va a cumplir 77 años.
El color cobrizo es la única señal externa de que no ha nacido en Occidente. Lleva sus levitas o sus chaqués, sus pantalones rayados y sus sombreros duros con el severo empaque de un lord o la elegante desenvoltura de un marqués latino.
Se expresa habitualmente en inglés o francés, como idiomas familiares. Y cuando en Ascot avanza sonriente llevando de la brida, entre las aclamaciones del público, a uno de sus caballos victoriosos, resulta difícil imaginar que aquel gentleman, un poco atezado, sea de fuera de la isla.
Como mahometano, el Aga Kan pudiera haber tenido varias esposas.
Las tuvo. Ahora que no como indica el Corán, simultáneamente, sino como recomienda Hollywood, sucesivamente.
Se casó en primeras nupcias con una prima suya —Shaadzé—, de la que se separó al modo islámico: mediante repudio. Shaadzé ha sido su única mujer asiática y mahometana.
La segunda fué una bailarina italiana, bellísima. Se llamaba Teresa Magliano y parece que representó para el Aga Kan el gran amor. Alí, el ex esposo de Rita Hayworth, es hijo de Teresa, que murió en 1926.
En 1930 el potentado volvió a casarse en Europa. Con una francesita esta vez. Una linda empleada de una perfumería de París, llamada Andrea Carrón. La unión duró trece años: hasta 1943, en que se divorciaron.
Al año siguiente el Aga Kan se volvió a casar con otra francesa, Ivette Labrouse.
Con ella sigue en 1954; hay que creer que para siempre, ya que a los 77 años no es frecuente que el corazón le revolotee demasiado a nadie.
Yendo en coche por la Costa Azul francesa con su cuarta esposa, fué testigo impotente hace algún tiempo el anciano imán del asalto al automóvil por unos bandidos que dejaron a la señora, "la begum", sin alhajas... Menos mal que se logró recuperar algunas y para sustituir las perdidas todos estamos bien seguros de que no le faltan recursos al Aga Kan III.
Refiriéndonos a joyas, es inevitable aludir a esa extraña ofrenda que suelen hacer al imán sus fieles ismaelitas: un montón de piedras o metales preciosos igual a su peso.
Este año 1954 deben entregarle su peso en platino. ¡Y pesa algo más de 95 kilos: 211 libras, exactamente!... En nuestra moneda el obsequio representaría —dicen los que han hecho números— por lo menos seis o siete millones de pesos.
No hay que creer que tal millonada se la guarde el agasajado para su regalo personal. Se trata de un diezmo religioso, que se destina a obras piadosas y de beneficencia. Una especie de tributo que los ismaelitas pagan todos los años con destino al servicio y socorro de su comunidad.
Mohamed Aga Kan III ha indicado, por otra parte, no sabemos si avergonzado de sus casi 100 kilos, que el platino es metal demasiado precioso; que sus fieles no andan muy sobrados de dinero últimamente y debieran limitarse a ofrendarle algo menos caro...
—¿Oro, por ejemplo? —le ha preguntado un periodista que ha conversado con él hace poco.
El Aga Kan ha rechazado vivamente la idea.
—iNo; nada de oro!
—¿Plata?
—Plata, si acaso... Y ni plata, si es posible. El acto de Karachi —ha concluido el Aga Kan III— puede reducirse a una ceremonia simbólica.
Pero muchos de sus fieles no se avienen a dejar de pagar el diezmo que consideran sagrado, ni a reducirlo siquiera. Entregar plata cuando corresponde platino les parece un pecado.
Algunos notables fueron ya desde el Pakistán a la residencia del Aga Kan en la Costa Azul a protestar de que se pretenda aligerar en alguna forma el tributo al peso.