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crónicas del siglo pasado

 

Dionne Warwick

Centro de la constelación de las más rutilantes estrellas de la canción popular estadounidense de los años 60, el nombre de Dionne Warwick ocupó uno de los primerísimos lugares. 

 


Revistero

 


 




 

 

Nacida el 12 de diciembre de 1941, en New Jersey, desde pequeña cantó profesionalmente en la iglesia de su pueblo, junto a sus padres. Estudió luego canto y piano, y a los pocos años, de la mano del célebre Burt Bacharach, estaba ya en la cumbre de la popularidad, ganaba varios Discos de Oro y el premio a la solista femenina, otorgado por la Asociación de Fabricantes de Discos, y recorría el mundo, desde Caracas y Río hasta Tokio y Hawaii, y desde Acapulco y Manila hasta Alemania e Italia.
Algunos años han pasado de esa etapa brillante, y sin embargo Dionne ha realizado el milagro —que pocos artistas consiguen— de mantenerse en la cima. Sus discos se siguen vendiendo por millares y sus presentaciones constituyen acontecimientos multitudinarios. Este continuo trajinar proporciona a la cantante una extraña mezcla de felicidad y desasosiego, como lo demuestran sus respuestas a la entrevista que el periodista norteamericano Jerry Ferguson le efectuara, en exclusividad para Siete Días, en el aeropuerto Kennedy de Nueva York, cuando la cantante se aprestaba a iniciar su gira latinoamericana:
—¿Con qué animo emprende esta nueva tournée?
—Mire, en los primeros seis o siete años de mi carrera, viajar era lo más excitante que me podía pasar. Pero confieso que cada día me cuesta más dejar mi casa en California para subir a un avión. Sobre todo, me es muy difícil dejar a mis hijos, que me necesitan mucho en esta etapa de su crecimiento.
—¿Quiere decir eso que la familia es más importante para usted que su carrera?
—Sí, por supuesto. Lo más importante para mí son mis hijos David y Damon. Me siento muy feliz teniendo una carrera como la que tengo, pero no hay nada que sustituya el estar con mis hijos. Somos amigos, verdaderos compañeros, y pasamos mucho tiempo juntos. Por lo menos un día a la semana lo dedico exclusivamente a estar con ellos, y cuando no estoy de gira, es muy raro que salga de noche antes de que mis hijos se acuesten. Esa es la única manera de que, para ellos, yo esté todas las noches en casa. Incluso estoy arreglando las cosas para poder trabajar un mes y estar en casa otros dos. Pero ni siquiera eso va a ser suficiente: creo que la situación ideal sería trabajar un día en el año y estar en casa los otros 364, para salir con mis hijos a la playa o al cine, o para quedarnos juntos, pintando, leyendo historietas o mirando televisión.
—Aparte de sus hijos, que obviamente son el centro de su vida, ¿qué otras cosas le interesan o la hacen feliz?
—La mayoría de mis satisfacciones derivan de mi trabajo. No son muchas las personas en el mundo que puedan trabajar en algo que realmente les guste, y ganar con ello suficiente dinero como para vivir bien. Es una gran suerte que no dejo de apreciar. Dentro de lo más frívolo, me encanta gastar, despilfarrar el dinero haciendo compras, especialmente regalos para la gente que quiero. Por otra parte, me gustan los deportes, sobre todo el tennis, el bowling y el fútbol. Pero por sobre todo soy libre, y gozo de mi libertad, de la libertad de poder ser como quiero ser y de hacer lo que quiero hacer. Me apasiona poderle decir a una persona lo que pienso de ella, y seguir siendo su amiga. Especialmente si esa persona me importa.
—¿Qué cosas de su vida cambiaría, si pudiera empezar de nuevo?
—Absolutamente nada. Todo lo que me ha sucedido hasta este momento ha sido por alguna causa específica. Si pudiera hacer todo otra vez, haría exactamente lo mismo. Querría a mi padre, a mi madre y a mi hermano como los quise cuando estaban vivos; querría al hombre con quien me casé, William Elliott, a pesar de que ahora nos hemos separado, y querría sobre todo a mis dos hijos. He aprendido que cada cosa tiene su lugar y su momento, y que todo es hermoso en ese momento, aunque después tenga que pasar al campo de los recuerdos. 
—¿Se considera una mujer feliz?
—Básicamente, sí. Tuve mis malos ratos, como cualquiera, pero en general trato de recluir los malos recuerdos en el fondo de mi mente y evitar que afloren. 
—¿No siente frustraciones? 
—Sí, pero no grandes frustraciones, sino pequeñas, que en general tienen que ver con cosas técnicas. Por ejemplo, me siento muy mal cuando el escenario en el que voy a presentarme no está adecuadamente preparado, cuando todo no está en su lugar exacto, cuando no se han tomado todas las providencias para redondear un buen espectáculo.
—¿Cuáles son sus peores defectos?
—Creo que el más desagradable es mi impuntualidad, pero no puedo hacer nada para remediarlo. Es seguro que si tengo que estar en un lugar a las diez, llegaré a las diez y media. Pero dentro de todo,
soy muy metódica en mi impuntualidad, y quienes me conocen ya saben que voy a llegar exactamente media hora más tarde de lo que dije.
—¿Cómo ve su futuro?
—El año pasado fue un período muy duro para mi. Tuve muchos problemas, entre ellos mi divorcio. Pero estoy segura de que mi futuro va a ser brillante y lleno de cosas hermosas. Hay una cantidad de nuevas avenidas que debo explorar en este año y en los venideros. Estoy discutiendo planes para cine y televisión.
—Debo confesarle que, a diferencia de lo que sucede con muchas figuras del show business, es usted casi idéntica a como imaginé que sería.
—No me extraña que le suceda eso, aunque me halaga que me lo diga. Me gusta pensar que soy la misma persona en el escenario que fuera de él. Me ha llevado tiempo, pero finalmente he aprendido que ser "yo" es la cosa más fácil. No creo que ahora haya mucha diferencia entre la Dionne Warwick cantante y la Dionne Warwick mujer.
revista siete días ilustrados
09/1977