Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

REVISTERO
INTERNACIONAL


Un "pentágono" en torno a Khrushchev
Por PRESTON GROVER
DESDE MOSCÚ
Los cambios de ubicación de las piezas claves del Kremlin, producidos el mes pasado, habrían despejado la incógnita sobre la identidad del reemplazante del primer ministro soviético, cuyas artes políticas demuestran, sin embargo, que por ahora no tiene intención de retirarse
revista Vea y Lea
1964


Anastas Mikoyan

Leonid Brezhnev

Frol Koslov

detrás del premier soviético aparece Mikhail Suslov

Nikolay Podgorny

 

 

 

"HACE algunos meses, la falsa noticia de que Nikita Khrushchev había muerto conmovió al mundo. Lo cierto es que Khrushchev está más vivo que nunca", comentó semanas atrás un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia, con motivo de la visita que les hiciera el premier soviético. Ágil y vigoroso, haciendo gala de diplomático buen humor, Khrushchev repartió sonrisas y besos, y entre bromas y veras admitió que la Unión Soviética tiene todavía mucho que envidiar a los países escandinavos.
Sus demostraciones de buena salud y su afán contemporizador tienen, evidentemente, una raíz política. En el seno del Kremlin, Khrushchev soporta presiones de quienes lo señalan como el principal causante del fracaso de planes de desarrollo agrario y, sobre todo de la disputa ideológica, cada vez más pronunciada, con China comunista. Otras imputaciones que se le formulan son éstas: haber perdido el dominio sobre Albania, pequeño país,
pero estratégica base submarina sobre el Adriático, que, fiel al recuerdo de Stalin, ya no responde a las directivas de Moscú; haber transigido más allá de lo que tácticamente convenía ante la rígida conducta norteamericana con respecto al pertrechamiento bélico de Cuba (como se recuerda, la distensión se sustanció con el retiro de los cohetes soviéticos de la isla); haber "recapacitado", luego de la vehemente amenaza hecha en 1958 sobre el futuro de Berlín, un quiste en el corazón comunista de Europa que Khrushchev prometió arrancar de cuajo.
Frente a las acusaciones, el primer ministro esgrime el arma que le ha proporcionado sus mejores éxitos: una personalidad desbordante, aquiescente, identificada por muchos como la del hombre capaz de contar hasta diez antes de lanzar al mundo a una guerra, acaso a la última. Los observadores del Pentágono, en Washington, le reconocen ese mérito y admiten que la periódica agudeza de su encono para con los Estados Unidos se deba a una necesidad de resistir las presiones internas antis que a una sincera intención de ser agresivo. Los diplomáticos norteamericanos en Moscú informaron recientemente que no creen que Khrushchev corra peligro, por ahora, de ser desalojado del Kremlin. Para los expertos en "kremlinología", éste también es un deseo, alentado en el propósito de un entendimiento a corto o largo plazo.

LAS ARISTAS DEL "PENTÁGONO"
Lo cierto es que, a los 70 años, Nikita Khrushchev se somete a una disciplina que va del ascetismo gastronómico a la práctica de deportes como el badminton (una variante del tenis), para parecer más jovial y dinámico. "Es verdad que se fatiga con facilidad, pero no con más facilidad que cualquiera de los presuntos candidatos a reemplazarlo", reconoció un observador. Khrushchev se ha vuelto tenazmente moderado en la ingestión de bebidas, y se toma dos largas vacaciones por año en una "dacha" zarista en las playas del Mar Negro. Últimamente observa estrictamente las prescripciones de su médico que, según bromeó el propio Khrushchev, "me encontró demasiado gordo para mi talla".
Todo hace suponer que a pesar de su declaración, hecha durante un congreso de la juventud comunista en Moscú, el año pasado ("Nadie puede creer que está muchos años más al frente del gobierno"), Khrushchev aspire a no retirarse por muchos años, por lo menos voluntariamente.
De todos modos, el interrogante está planteado y pesa agoreramente sobre millones de rusos e, indirectamente, sobre todo el mundo: ¿Quién será el sucesor de Nikita Khrushchev?
"Aunque resulte paradójico —declaró un alto funcionario de la embajada norteamericana en Moscú—, los más intrigados y quienes más anhelan encontrar una respuesta, son los mismos hombres que rodean al premier". Entre ellos, el panorama actual sitúa a cinco candidatos en la primera línea de sucesión, en este orden: Leonid Brezhnev, hasta mediados de julio presidente de la Unión Soviética, 57 años, cuya estrella resplandece cada vez con mayor fulgor en el campo político; Nikolai Podgorny, el hombre que dio impulso a la industria de la alimentación, de 61 años, con menos prestigio pero tal vez más talentoso que Brezhnev; Anastas Mikoyan, desde hace un mes presidente del Soviet, de 69 años, de los cuales treinta se desempeñó como comisario de abastecimiento y fue también ministro de Comercio Exterior. Los otros dos integrantes del quinteto son Mikhail Suslov, un teórico de 62 años, miembro del Presidium y presidente de la Comisión Extranjera del Consejo de la URSS, que señala la política de los países satélites de Rusia, y Alexei Kosygin, de 60 años, un economista planificador de las campañas de industrialización.
MARGEN DE POSIBILIDADES
He aquí un resumen de las observaciones recogidas en círculos diplomáticos de Moscú, con respecto a la posibilidad que asiste a cada uno de estos presuntos candidatos a suplir algún día a Khrushchev:
• Brezhnev es un estratega que se alinea entre los más dilectos amigos del primer ministro y al que conviene catalogar como favorito para el caso de que Khrushchev decida irse por su propia cuenta, y asegurar la continuidad de su línea.
• Mikoyan es un raro caso de pertinaz enemigo del premierato. Se lo considera una de las principales figuras del Kremlin y posiblemente el más experimentado diplomático, sólidamente respaldado por el partido. Pero Mikoyan demuestra poca disposición a escalar posiciones. Prefiere, aparentemente, seguir siendo "el eterno número dos", o un diplomático con escasa gravitación, como ahora.
• Kosygin es admirado por su capacidad organizativa. Su aureola, sin embargo, se circunscribe a su aptitud para trazar programas técnicos. Carece de mayores antecedentes dentro del partido y, como no se convierta en un candidato de transacción, muchos coinciden en que su hora no ha sonado todavía para él.
• Podgorny continúa todavía, a pesar de su enorme popularidad y de su evidente ambición, a la sombra de Brezhnev.
• Suslov ha perdido un poco de gravitación luego de los sucesos de Albania y los más "duros" lo sindican como cómplice de Khrushchev, responsables ambos de las diferencias con China.
En rigor, cada uno de estos candidatos adelantó un lugar cuando Frol Koslov, específicamente mencionado por Khrushchev como su sucesor, padeció dos ataques cardíacos a mediados de 1962 y, meses después, una hemiplejia que lo ha postrado y radiado de entre el núcleo de favoritos. Koslov sigue figurando como miembro del Presidium, aunque ya no actúe.
Quiénes especulan con el reemplazo de Khrushchev insisten en que Nikolai Shvernik, quien luchó junto a Lenin en la revolución de 1917, debe ser también tenido en cuenta. Pero a Shvernik acaso no le corresponda el hipotético sexto escalón del "ranking" por una razón por demás obvia: sus 76 años. Los teóricos entienden que en un mundo comunista en permanente transmutación, las mejores chances están en favor de las figuras del Kremlin que no excedan demasiado los 50 años. "Cada cambio de primer ministro entraña un estremecimiento que sacude hasta a las raíces del régimen. Al futuro premier de la Unión Soviética convendría, más bien, buscarlo entre los hombres nacidos durante o después de la revolución bolchevique; entre quienes hayan estudiado pero no conocido a Lenin", señaló en un periódico finlandés un especialista en cuestiones soviéticas.
De entre la larga lista de jóvenes dirigentes, el que mejor se perfila es Dimitry Polyansky, de 47 años, miembro del Presidium, cuyo prestigio se robusteció luego de su gira por los Estados Unidos, hace seis años, presidiendo una difícil misión diplomática. Al "duro" Alexander Shelyepin, de 46 años, presidente de la Liga Juvenil Comunista, se lo señala como peligrosamente empinado: su impopularidad contrasta con el fervor que despierta entre los jóvenes stalinistas.
En tanto se barajan nombres y se estima como seguro que así como Khrushchev jamás poseyó el dominio de Stalin, su reemplazante tampoco podrá parangonársele, el primer ministro continúa desarrollando intensa actividad: en abril viajó a Egipto, donde visitó la represa de Asuán; a su regreso dialogó con el presidente Tito, de Yugoslavia, en Leningrado, y casi de inmediato emprendió una gira de tres semanas por países escandinavos. Antes que emitir fustigantes premoniciones sobre el futuro del mundo capitalista, en todas esas partes Khrushchev procuró irradiar la imagen de un hombre en el pináculo de su vigor, amigo de la paz y de las buenas relaciones. A mediados de julio, ante el Soviet Supremo, expresó que "la gente, antes de pensar en la ideología y en la política, debe comer, beber, vestirse y alojarse" y de inmediato anunció sustanciales incrementos salariales.
Dos días después, los 1443 representantes del Soviet votaron en favor del reemplazo de Brezhnev por Mikoyan, en la presidencia de la URSS, lo cual, en cierto modo, despejaría una incógnita y crearía otra: el Soviet Supremo habría digitado al heredero de Khrushchev precisamente en momentos en que Khrushchev parece definitivamente enrolado en la impronta de la comunicación con los de adentro y los de afuera.

 

Google
Web www.magicasruinas.com.ar