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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
INTERNACIONAL


Picasso, cruel intérprete de nuestro tiempo
"Soy un viejo pintor español de ochenta años: feliz y a veces triste, cuerdo y a veces loco. Adoro a mis hijos y a las corridas de toros. Sé que lo único que vale es el amor." Quien quiera interpretar el arte de Pablo Picasso deberá antes conocer su agitada trayectoria sentimental.
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enero 1962



30 obras del artista reunidas en Francia donde el artista festejó su 80º aniversario

Luis Dominguin saluda a Pablo Picasso

 

 

 

"¡POR DIOS, qué feo! ¡Parece un Picasso!". Esta frase, que hemos oído a propósito de un vestido, de una casa, de un mueble, de un rostro de mujer o de hombre, ¿qué quiere decir? Antetodo esto: que el arte del gran pintor español se ha difundido tanto que todo el mundo puede comprender una referencia a él; cualquier persona, incluso quienes no se ocupan de cuadros o esculturas ni siquiera por distracción. Quiere decir, además, que el arte de Picasso es sinónimo de fealdad, de destrucción. ¿Es justo pensar y sostener esto? No es justo, por más que la apariencia pueda en cierto sentido dar razón a quienes sostienen la tesis. En realidad, Picasso, que es capaz de pintar telas y retratos de una belleza deslumbrante —como lo demuestran especialmente sus cuadros de comienzos del siglo, en que retrataba a sus mujeres y sus hijos—, no ha hecho otra cosa que ver a la humanidad de este siglo tal como es: atormentada, desgarrada, vilipendiada, humillada; y también diabólica y, por consiguiente, "fea" por los horrores de que ha sido autora. ¿Cómo, en efecto, podríamos nosotros creer en una humanidad "bella" y serena cuando pensamos en la tragedia de las dos últimas guerras mundiales que han desgarrado tanto al hombre como para borrar, casi totalmente de él, la imagen de Dios? Picasso, pues, ha hecho de sus contemporáneos un retrato ingrato si se quiere, pero real; es decir, que los ha visto en su real intimidad, de víctimas o de verdugos.

DESPRECIO POR LA MUJER
A su desprecio por las mujeres, que puede ser una explicación digamos histórica y psicológica, súmense las razones estéticas, es decir los movimientos artísticos que han imperado en la primera mitad de este siglo, del cubismo al abstractismo, y en los cuales Picasso ha querido pronunciar su palabra de maestro, si se pretende explicar su arte. Añádase, además, la personal desesperación de Picasso; desesperación que lo llevó, por ejemplo, a ser infeliz sentimentalmente a pesar de las muchas mujeres que estuvieron junto a él. Algunas frases de la mejor biógrafa del pintor, Antonina Valientín, explican este punto: "Este pasional insatisfecho, siempre en procura de nuevas conquistas, siempre ávido y siempre ahito, en esencia no es más que un misógino que sólo ocasionalmente y por un momento perdona a las mujeres haberlo servido a través de su deseo. Todo cuanto un hombre ulcerado ha podido hallar para humillar a una mujer, Picasso lo expresa mediante su pintura. Todos los recursos femeninos son para él recursos de destrucción". De acuerdo; estos argumentos no explican a fondo a Picasso, pero sin embargo pueden ser útiles para ayudarnos a comprenderlo mejor, por lo menos desde un punto de vista humano, que es por lo demás el que explica, también en arte, muchas cosas. ¿Cuál fue la vida de Pablo Picasso? La de un hombre normal que, dotado de un temperamento excepcional, trabajó como un loco durante sesenta años, produciendo obras que actualmente se estiman de un valor de muchos miles de millones de pesos. Nacido el 25
de octubre de 1881 en Málaga, hijo de Pablo Ruiz Blasco, modesto profesor de pintura y de una mujer de origen genovés (Picasso es el apellido materno, que el pintor adoptó desde los primeros años de su actividad), Pablo manifestó desde niño una excepcional disposición para la pintura, en la que su primer maestro fue su padre. Pero fue en París, adonde se trasladó en los primeros años del siglo, donde Pablo pudo manifestar todo su impetuoso genio. Enseguida fue reconocido por los colegas como un maestro: por la gran habilidad con que dibujaba y pintaba, pero también y especialmente por la capacidad que tenía de hacer suya cualquier experiencia. En cada cosa que emprendió Picasso le imprimió enseguida su sello inconfundible. Algunas frases del pintor son muy significativas: "Yo no busco: encuentro. Enfrento la realidad y la resuelvo a mi modo en el cuadro". Y más: "Hay artistas que transforman al sol en una mancha amarilla; y otros que transforman una mancha amarilla en un sol. Yo pertenezco a estos últimos".
Lo que, por extensión, puede significar: "todo cuanto es realidad inmóvil y tosca lo transformo en poesía personal, sí, pero también universal". Recuérdese esta otra frase del pintor: "Me acusan de hacer pintura incomprensible, difícil. Pero, ¿es acaso fácil comprender a la naturaleza, comprender el canto de un ruiseñor? Es fácil sentirlo, pero no comprenderlo. Pues bien: yo trato de expresarlo cómo lo he comprendido".
Nos referimos antes a la vida sentimental de Picasso, que fue infeliz, por más que densa en experiencia. El primer amor del pintor (que confiesa haber comenzado a enamorarse desde niño: "Evidentemente no aguardé la edad de la razón para empezar. Por lo demás, si se esperara la edad de la razón, quizás ella nos impidiera comenzar") fue para Fernanda Bellavallée Olivier, una joven divorciada con la que tropezó una mañana de 1904 junto a la fuente cercana a su estudio. Picasso la fulminó con sus ojos ardientes y la invitó a ver sus cuadros. La mujer lo siguió de buen grado. . . y se quedó en el taller.
Fue un amor apasionado, pero la "bella Fernanda" no se mostró como una mujer hecha para manejar la casa: se quedaba todo el día en cama (también porque, especialmente en invierno, no tenía con qué vestirse), mientras el pobre Picasso tenía que barrer el taller, hacer las compras y lavarse la ropa interior. A menudo ambos padecían hambre (Picasso antes de malvender uno de sus cuadros lo hacía arder en la estufa para caldear el ambiente) y eran los amigos quienes los ayudaban, dejando frente a la puerta del estudio pan y fruta. Cuando Pablo conseguía vender un cuadro o un dibujo, entonces corría a lo del perfumista y compraba un frasco de agua de colonia. Fernanda enloquecía. Después el amor terminó y Fernanda se marchó para siempre: orgullosa, no quiso pedir más nada a Pablo: prefirió vivir en la miseria, incluso cuando supo que se había hecho multimillonario.

LA BAILARINA RUSA
La segunda mujer "oficial" de Pablo Picasso fue una bailarina rusa, Olga Khoklova, la que, sin embargo, no cedió a la atracción del español hasta que éste no pronunció el "sí" de ritual en el registro civil (lo que ocurrió el 12 de julio de 1918) y frente al pope de la iglesia ortodoxa de París. Fue un casamiento feliz, alegrado —como suele decirse— por el nacimiento de un niño que se llamó Paulo. "La vecindad de la bella esposa y de este gracioso niño —anota la biógrafa— a orillas del mar; el niño, que juega con una paloma, la madre que roza con sus labios la cabecita confiada, son para él motivo de constante maravilla e inspiración que se traducen en bellísimos cuadros que tienen como tema básico la maternidad, uno de los que más siente Picasso." Pero un buen día de 1932, mientras Picasso se paseaba por la calle, el diablo quiso que sus ojos vieran a una chica "de cuerpo de estatua, de cabellos rubios, de temperamento vivaz y dócil, refractario a los tormentos imaginarios". Se llamaba María Teresa Walter y fue la tercera esposa de Picasso, con quien tuvo una hija: Maia.

ENCUENTRO EN EL CAFE
Olga se marchó, por supuesto que imprecando y amenazando, pero ya no había más nada que hacer: la llama se había apagado en el corazón de Pablo. Tampoco duró mucho la encendida por María Teresa. Efectivamente, hallándose un día en un café, el pintor vio a una chica que tenía guantes negros bordados con grandes flores. Picasso hace una observación en castellano. La chica reconoce al pintor y sonríe. Ha vivido mucho tiempo en la Argentina. Su sonrisa ilumina, inesperada, un rostro grave, de rasgos regulares, tendidos en una expresión al mismo tiempo distante y atenta. Sobre el conjunto dominan los ojos claros, de mirada que jamás vacila entre las pestañas oscuras. La casualidad pone su sello en el destino de una mujer que señala el comienzo de una época definitiva en el arte de Picasso. Se llamaba Dora Maar. Su amor duró hasta 1943; y precisamente hasta mayo, cuando el maestro tropezó en un restaurante con "una chica de rostro sólidamente construido, de ojos verdes que se dilatan como los de un niño maravillado, una boquita móvil con el arco firmemente dibujado y subrayado por una ligera sombra. Es muy joven, tiene apenas veinte años y una cintura tan breve que podría encerrarse entre las dos manos". Es cuanto hacía falta para decir adiós a Dora Maar.
El amor con la mujer de la cintura de avispa, que se llamaba Françoise Gilot, fue alegrado por el nacimiento de dos hijos: Claude (nacido en 1947) y Paloma (nacida en 1949), pero no duró mucho. Un buen día, en efecto, Françoise plantó al pintor, que ya estaba por los setenta, declarando que "estaba cansada de vivir con un monumento". Picasso, empero, no se lo tomó a la tremenda y un poco más tarde descubrió en un negocio de cerámica de Vallauris una bella vendedora y se la llevó a su casa: era Jacqueline Roque, con la que casó secretamente en marzo último. Estas son las mujeres más importantes en la Vida de Pablo Picasso, un hombre sin duda no fácil, siempre dispuesto a enamorarse como un colegial y sin embargo tiernísimo con sus hijos (en ellos, como buen español, ha declarado ver un don de Dios), simple como un artesano, pero animado por una voluntad excepcional y dotado de cualidades enormes que hacen de él uno de los genios o de los hombres más grandes de este siglo. 
Esteban Ghiberti
Fotos Dalmas y UP

PICASSO, VALLAURIS Y LA CERÁMICA
VALLAURIS es una pequeña aldea de Francia en la cual Pablo Picasso festejó, el 29 de octubre, su 80º aniversario. En realidad, fue Vallauris quien lo festejó, puesto que la conmemoración tuvo características de suceso popular. Todos sus habitantes recibieron jubilosamente al viejo Pablo, al maestro, como lo llaman, para testimoniarle su amistad y la admiración por su arte.
Como ceramista, Picasso se inició precisamente en Vallauris, en la alfarería Madoura, convertida ahora en un establecimiento aureolado por la gloria.
Su propietario, el señor Ramie (foto de arriba) cuenta cómo conoció a Picasso en 1947, cuando el ya renombrado artista pisó por primera vez la alfarería:
—Pablo se interesó inmediatamente por la cerámica, y durante años trabajó como el más laborioso de los obreros. Llegaba al taller a las ocho de la mañana (había que abrirlo especialmente para él) y no se iba antes de las once de la noche. Algunas veces se quedó hasta el amanecer. En ese tiempo hizo entre cinco y seis mil piezas, empleando a veces procedimientos bárbaros. Tuvo así serios contratiempos, que a mí me producían mucho placer. Prescindía de todo lo que fuera tradicional, pero descubría las cosas del primer golpe. Es una especie de médium, un creador nato. Le gustaba jugar con la suerte, ver qué resultaba, excediéndose muchas veces. Con verdadero entusiasmo me preparaba croquis muy precisos sobre nuevas formas, que yo pasaba al tornero y que luego él decoraba. Todavía actualmente Picasso planea cerámicas en su propio taller, pero ya no viene por aquí. Nosotros le llevamos todo. Yo trabajé con muchos artistas famosos: Matisse, Miró, Chagall, Cocteau, Eluard..., pero ¡Pablo es un gigante, ninguno como él, un titán!
Otro de los motivos de orgullo de los vecinos de Vallauris es el Templo de la Paz, decorado con frescos (página 51) que el maestro realizó en sus ocho años de permanencia en la aldea.
Para la fiesta de su cumpleaños, la municipalidad y los vecinos organizaron festejos sin precedentes: embanderaron y colocaron guirnaldas multicolores en las calles, organizaron una corrida de toros a la que fueron especialmente invitados Dominguín y Ortega y habilitaron el salón Nerolium para que en él tuviera lugar la Gran Exposición Picasso. Esto último constituye el acontecimiento más importante vivido en Vallauris desde muchos años. Coleccionistas de todo el mundo facilitaron alrededor de 30 telas, las más importantes del pintor, para que fueran expuestas del 29 de octubre al 9 de noviembre pasado. El conjunto de obras cubría todos los períodos —a partir de 1906— en que Picasso se consagró a variaciones sobre el tema "Almuerzo sobre la hierba", de Manet.
Durante los festejos, Picasso se comportó —al decir de su hijo Paulo, el mayor— "como un niño feliz" Tuvo incluso fugaces raptos de cólera, como cuando, fastidiado por el constante asedio de los periodistas, gritó: "Sí, está bien que sea mi cumpleaños, pero no por eso quiero reventar".

 

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