Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


La República de Parva Domus

Revista Siete Días Ilustrados
2 de febrero de 1970

Enclavada en medio del territorio uruguayo, que la rodea por los cuatro lados, la microscópica república de Parva Domus Magna Quies se las arregla para mantener una democracia sin tacha, donde el mal humor está proscripto y los banquetes son obligatorios
A sólo 200 kilómetros de Buenos Aires florece la nación más pequeña y exclusiva del mundo: la República del Parva Domus (250 habitantes, gobierno democrático-representativo, limitada en sus cuatro fronteras por su protectora y vecina, la República del Uruguay). Fundada en 1878, Parva Domus Magna Quies (que en latín quiere decir: casa chica, gran reposo) es "una República libre e independiente de toda preocupación social, constituida por personas dispuestas a entregarse a las más francas expansiones de la amistad".
Los parvenses, un clan de imagineros de facundia inagotable, afirman que su país no es un club sino un Estado soberano, una pretensión que, de algún modo, los asemeja a los inefables ciudadanos de las repúblicas de la Boca o de San Telmo, dos de las más notables experiencias de ese tipo homologadas en esta margen del Plata. Es probable que tengan razón: al menos hasta la fecha, el gobierno uruguayo no ha reivindicado ningún tipo de soberanía sobre el añejo palacio y sus jardines, que se extienden a pocos pasos de la rambla montevideana, en el aristocrático extremo sur del Bulevar Artigas. Según ellos, cualquier violación de su soberanía deberá juzgarse por el Derecho Internacional, una premisa que entronca con otra no menos jactanciosa: que, con excepción de Parva Domus, todo el resto del mundo está loco de atar.
Amparado por el artículo 13º de su constitución, que autoriza el ingreso de extranjeros "excepcionalmente y como deber de cortesía internacional", un enviado especial de SIETE DIAS logró trasponer los pesados portones que aíslan PD del mundo exterior. Una circunstancia que le permitió recorrer los dominios de la república, alternar con la Junta de Gobierno en pleno, entrevistar a ilustres parvenses y participar en el rito colectivo más trascendental de la nación: un banquete pantagruélico que, durante cuatro horas, puso a prueba el buen humor y la hospitalidad que alienta en todos sus ciudadanos.

TERAPEUTICA DOMINICAL
"Nuestra república ofrece una terapéutica indispensable para los nervios de los ciudadanos, sometidos a la abrumadora presión del mundo exterior", justificó el ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de PD —de él depende el embajador en la Argentina, Ubaldo Martínez— Juan Sciandro (56, casado, escribano). Ejecutivos, militares, hacendados y tecnócratas —miembros de su selecta fauna— se despojan de ropas y prejuicios al entrar al barroco palacio de dos plantas, cercado por jardines y estatuas. Al vestir estrafalarios uniformes, aceptan el principio angular de la república: no hay más diferencias entre los parvenses que las derivadas de la jovialidad, apetito e ingenio evidenciados.
A primera vista, en poco difiere PD de una colonia de alienados; es preciso compenetrarse del espíritu parvense para entender que el caso se plantea exactamente al revés: los ciudadanos quieren desalinearse y para ello derriban las barreras que la sociedad les obliga a levantar cinco o seis días a la semana. El séptimo —el domingo— se alistan en una delirante farándula donde se liberan de toda inhibición, una maratón inocente pero divertida.
Sólo bajo esta arista puede explicarse que el severo coronel Oscar Zaffaroni (56, casado), director de Institutos Penales del Uruguay, se trasforme los domingos en el vocinglero y apócrifo embajador de Ghana y luzca el atuendo de los guerrilleros castristas. O que el multimillonario Saturnino Fernández (75, 2 hijos, 8 nietos, presidente de la empresa de neumáticos FUNSA y del Frigorífico Modelo) toque el bombo en la banda palaciega.

DESINFLAR A LOS INFLADOS
"Acatan las normas porque éstas tienen una tradición de 92 años", historia el mayestático presidente de la república, Luis Julio Demicheri (50, 3 hijos, hacendado), enfundado en una holgada guayabera amarilla. Para comprobarlo basta recorrer la Historia Nacional, que cada uno de los parvenses sabe al dedillo.
En un lluvioso domingo de 1878, Juan Zuchelli —por entonces director de Aduanas—, "espíritu alegre y chacotón", reunió a varios de sus amigos en su cabaña de pesca, a orillas del Plata, para leerles un pasaje de Jack, la novela del francés Alphonse Daudet. El escritor narra en su libro la historia de un individuo ambicioso que se esclavizó para obtener riquezas, hasta que —maltratado por los años y los desengaños— comprendió que en realidad nunca había vivido. Entonces se retiró a una casita junto al bosque y estampó sobre la puerta esta irónica frase: "Parva Domus Magna Quies".
La anécdota sumió a los presentes en honda meditación. José Achinelli, quien —según los historiadores revisionistas de PD— es el verdadero fundador de la república, improvisó una arenga memorable: "Las ventajas de la vida —retorizó— son la amistad, el regocijo y la tranquilidad de espíritu. ¿Qué sacamos de este revoltijo de negocios y rivalidades que se llama la vida normal? Sólo inquietudes, envidias y trapacerías. Estamos tan ocupados en engañarnos los unos a los otros, que olvidamos nuestros verdaderos deseos. Estamos bajo una tiranía: la de nuestro erróneo modo de vivir. Y ante cualquier tiranía una debe ser la respuesta: rebelión".
Una ovación estremeció las vigas de la cabaña cuando un rebelde entusiasta disparó su escopeta hacia la entonces lejana Montevideo: simbolizaba una declaración de independencia y el nacimiento de Parva Domus. "Desde entonces —se emociona Demicheri— cada complotado se convirtió en un agente de la república y la lista de revolucionarios llegó a 250, tope marcado por la constitución."
La nación cree que su longevidad deriva de la ley fundamental, que prohíbe hablar de política, negocios, religión e importancia de la propia persona. "Somos la primera democracia del mundo", alardeó el presidente. "También la más civilizada", completó Sciandro. "El marxismo no llegará nunca a Parva porque aquí no hay clases sociales", arriesgó otro parvense.
No extraña, entonces, que la actividad esencial de la república sea "desinflar a los inflados". Viejos ciudadanos memoran aún la década del veinte, cuando el entonces presidente del Uruguay, Juan Campisteguy, servía la mesa en las "dominicales" (así fueron bautizados los banquetes hebdomadarios), cumpliendo voluntariamente su papel de parvense. Se cita, también, la "Tenida Magna" en honor del poeta Rubén Darío, quien intentó glorificar el ágape con estas palabras: "No sé cómo fueron los banquetes de los dioses del Olimpo porque ellos olvidaron invitarme, pero estoy seguro que no se comparan con éstos". Dicho lo cual —cuenta la leyenda— recibió, como castigo a su solemnidad, un soberbio panazo en la cabeza que lo devolvió a su asiento.
Más recientemente, en 1966, el autoritario jefe de policía de Montevideo, coronel Ventura Rodríguez, fue arrestado por la Guardia de Palacio bajo el cargo de robo: en uno de sus bolsillos se hallaron dos cucharitas de plata, que un sigiloso parvense había deslizado segundos antes en la chaqueta del sorprendido coronel.

DESCORCHEN ... ¡FUEGO!
"Quien llega tarde a la mesa paga una botella de coñac", se apresura Sciandro, mientras explica que el segundo mandamiento parvense impone "santificar las dominicales". Esto obliga no sólo a concurrir asiduamente a las sesiones, sino también a impedir —por aquello de nunca en domingo— el ingreso de mujeres dentro de los límites de PD. "No somos misóginos, pero la presencia de ellas inhibiría a los ciudadanos", aclaran. Una celosa actitud que, semanas atrás, provocó la ira de la dinámica Lila González, locutora de la TV uruguaya: al ser expulsada del territorio parvense acusó al clan de "segregacionista".
La agresividad humorística de los republicanos preside, también, todos los actos de la política exterior de PD: "Contamos con un arma mucho más poderosa que las bombas atómicas: la burla", se alegran los parvenses. Periódicamente el presidente de PD, flanqueado por entorchados edecanes, llega a la Casa de Gobierno del Uruguay para invitar a su colega uruguayo a participar de uno de los célebres banquetes. "Nunca pedimos audiencia y hasta ahora no tuvimos problemas porque los presidentes captan nuestro mensaje: solemne y risueño a la vez", se ufanan. Con orgullo cuentan que en 1965 el presidente uruguayo Washington Beltrán recibió con honores a su colega parvense ante el asombro de ministros y funcionarios.
Pero sentarse a la descomunal mesa en forma de herradura, atornillada en la vasta sala de banquetes del segundo piso, suele ser un ejercicio poco apto para "inflados". Allí, bajo un escudo de armas que ostenta la leyenda "¡Gloria a la Parva y viva la alegría!", se desovilla, domingo a domingo, la más desopilante de las solfas parvenses. Por lo general el piscolabis se inicia con un nutrido fuego de artillería: medio centenar de botellas de champaña (importado del Uruguay), descorchadas a un mismo tiempo, expulsan violentamente sus tapones sobre el blanco predilecto de la ciudadanía: el presidente, sus acólitos y sus invitados situados en la cabecera de la herradura. El objetivo de tan insólito fusilamiento es poner a prueba la fidelidad de los comensales al noveno mandamiento parvense: "No excitarse por las bromas en la mesa", un precepto que, por lo común, suele rubricarse a panazos.

EL GOLPE DE 1895
Pero la democracia no sería perfecta si en la república no estuviera autorizada la discrepancia. El ministro de Guerra y Marina, Enrique Gascue (63, casado, propietario de una cadena de cervecerías), autodenominado líder de la oposición, suele endilgar ásperas críticas a la conducción de los banquetes.
Más allá de las bromas de Gascue, jefe de una suerte de "oposición legalizada", SIETE DIAS auscultó cierto desasosiego entre algunos ciudadanos. "Tres generaciones dieron impulso a la nación, pero ahora es muy poco lo que se hace para que los más jóvenes se integren y aseguren su permanencia", apostrofó un conspirador. "La senectud y la gerontocracia como sistema amenazan con derrumbar a la república."
Es que PD, como cualquier otro país del mundo, tiene a veces crisis económicas, sorteadas hasta ahora mediante donativos de ciudadanos o con un recurso extremo: la venta de sus dominios, expediente éste que redujo a un kilómetro cuadrado los cinco originales. Pero los parvenses prefieren echar al olvido todos estos problemas.
Claro que hay excepciones: en 1895 el general Chippara dio un incruento golpe de estado, apoderándose del gobierno de la república. Los parvenses no olvidaron tamaño arranque de seriedad: el nombre de Chiappara fue borrado de los textos oficiales y toda mención de esta ignominiosa etapa de su historia fue rigurosamente prohibida.

LA MAGNA REPUBLICA DE CUERDOS
Inocentadas aparte, la república vela por el bienestar de sus ciudadanos aun en el extranjero. Un buen ejemplo lo brinda el caso de Juan Emilkanián (26, concertista de violín), quien a fines del año pasado se graduó de médico y en cuyo honor se celebró una de las más ruidosas dominicales de los últimos tiempos. Mientras el médico-violinista interpretaba a Schubert y Bach, en el auditorium de la comunidad, rodeado de quillas de barcos, oxidados arcabuces, fieras embalsamadas y cuadros de Quinquela Martín, los parvenses se complotaban para financiar la instalación del joven graduado en un consultorio céntrico.
A los postres el zumbón y supuesto embajador del Brasil, Emilio Barberousse (65, 2 hijos, 3 nietos, hacendado), prometió recomendar al novel médico a sus amigos "magantos" (sic). Como se le pidiera una aclaración, el embajador (descolgando la banana de plástico que invariablemente pende de su cuello) indicó que "maganto" equivale a "escolimado o cacoquimio". Levantada la sesión, bajo el dosel de una florida glorieta de los jardines de PD, Barberousse sustituyó los sinónimos por un vocablo accesible — enfermo—, lo cual le dio pie para pergeñar la siguiente definición: "Enfermo es el que vive en el sórdido mundo exterior y que jamás comprenderá el sentido la amistad y la alegría que sólo se cultivan en esta magna y única república de cuerdos". Un soliviantado ejercicio de lenguaje que no era producto de una digestión atroz, sino de los dos ingredientes fundamentales que campean en el grupo: imaginación y buen humor. Algo que en Parva Domus parece sobrar.
ANTONIO MERCADER

 

Ir Arriba

 

Parva Domus


 

 

 

 
Ubaldo Martinez y el presidente Demicheri
Ubaldo Martínez y el presidente Demicheri
Parva Domus
conspicuos miembros del gobierno y ejército de Parva Domus

 

 

Búsqueda personalizada