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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
INTERNACIONAL


Gorbachov
el gran salto
marzo 1985


con 9º bajo cero los moscovitas desfilaron ante el féretro de Chernenko

entre los soviéticos Gorbachov ya era popular en 1984

 

 

 

Con la muerte de Konstantin Chernenko y la designación de Mikhail Gorbachov , la Unión Soviética pone fin a un largo período que, iniciado en los últimos años del largo reinado de Leonid Breznev, estuvo caracterizado por la esclerosis más arraigada. Son los años que pasarán a la historia del país comunista, como los gobernados por la gerontocracia.
Una gerontocracia signada por otro rasgo identificatorio desconcertante: el de la muerte programada de cada uno de sus máximos exponentes. En efecto, hoy en Moscú se asegura que cuando fue elegido, los médicos le informaron a Yuri Andropov y a los otros miembros de la clase dirigente soviética que tenía sólo un año de vida útil. Y otro tanto pasó con Konstantin Chernenko, debido a la gravedad de su viejo enfisema pulmonar.
La gestión de Andropov duró sólo 15 meses. La de Chernenko apenas alcanzó a superar los trece. Por tercera vez en menos de dos años el Politburó debió reunirse para elegir al nuevo secretario general. Esta vez designó al joven Gorbachov, de 54 años (los cumplió el 2 de marzo pasado), pero, sustancialmente, clausuró el período de la llamada gerontocracia programada, abriendo una fase pletórica de interrogantes.
Tanto Andropov como Gorbachov habían llevado a la práctica dos políticas idénticas en los fines, pero diferentes en los estilos y, en parte, en los contenidos. Al pragmatismo de Andropov había seguido el rígido ideologismo de Chernenko. Pero ninguno de los dos, durante sus breves gobiernos, aportó remedios a la dramática crisis en la que se desenvuelve la Unión Soviética, caracterizada por la ineficiencia económica, la corrupción sistemática, el cansancio ideológico, la crisis de legitimación, la muerte de los valores revolucionarios, y un difundido y creciente complejo de inferioridad frente a la vitalidad norteamericana.
Justamente la gravedad de estos problemas imponían, tarde o temprano, el desplazamiento del ejercicio del poder de los gerontócratas, cuya corta vida aseguraba el mantenimiento de los equilibrios internos y la continuidad de la burocracia político-administrativa consolidada durante los interminables 18 años de Breznev, imponía a un joven (o a un grupo de dirigentes jóvenes), deseosos de afrontar esos dilemas. Pero también este joven debería llegar al poder dándole a la Nomenklatura todas las garantías de que su política respetará en pleno la colegialidad de los intereses y de las orientaciones. Y Gorbachov, según los kreminólogos más experimentados, excluye la posibilidad de un "nuevo Kruschev", quien se pasó toda su gestión al frente del Kremlin teniendo bajo presión y en estado de emergencia al establishment burocrático. Una experiencia, la kruscheviana, que fue posible, en un contexto totalmente distinto: gracias al generalizado deseo de archivar la pesada herencia del stalinismo que imperaba en vastos sectores de la sociedad soviética de los últimos años de la década del 50.
Pero hay otro matiz diferenciante: a finales de los años 50 existía la impresión de que el sistema soviético podía ser modificado y reformado, sin afectar ni perjudicar a la jerarquía que monopolizaba el poder. Dice Arkady Shevchenko, ex consejero de Andrei Gromiko y refugiado en Estados Unidos desde 1978: "La clase dirigente soviética y sus bastiones de poder están separados de la gente común y no piensan en sus necesidades vitales y en comparación con otras importantes sociedades del mundo actual, es la que mejor se adapta a la definición de 'clase dirigente' como sinónimo de explotación que elaboró Carlos Marx". Una impresión —la de la mutabilidad del sistema soviético— que en los últimos lustros ha ido esfumándose hasta no dejar prácticamente rastros, absorbida por la rigidez y la esclerosis de la Nomenklatura dominante.
En este cuadro, la elección de Gorbachov fue fulmínea. La gente no tuvo tiempo para formularse interrogante alguno, ni siquiera para preguntarse las posibilidades de Andrei Grishin, de quien en los últimos tiempos se venía hablando como del posible opositor de Gorbachov, después de haber reducido a un cono de sombra a Gregori Romanov, responsable del sector armamentista. Según la praxis habitual, Gorbachov fue elegido por unanimidad, aunque se afirma que esta vez, más que nunca, tuvieron un peso decisivo aquellos miembros del Politburó que, por vivir y trabajar en Moscú, participan diariamente del ejercicio efectivo del poder. Según parece, los impulsores de la elección de Gorbachov fueron Andrei Gromiko, el primer ministro Nikolai Tikhonov, el general Viktor Chebukov (jefe de la KGB) y el primer viceministro Aliev Gheidar. Una elección, la de Gorbachov, que habría sido ya decidida un año atrás, cuando en la simbología oficial se empezó a hablar de él como del número dos, pero que habría encontrado su confirmación cuando Grishin (el poderoso secretario del partido en Moscú) y Romanov dieron el indispensable paso atrás, encendiendo la luz verde para el correspondiente cambio de guardia. Se concretaba así lo que muchos definen como la gran revancha de la "nueva guardia" contra los breznevianos, a quienes representaba cabalmente el difunto Chernenko.
Originario de Stravropol, hijo de campesinos, abogado, llamado a Moscú en 1978 por Breznev para incorporarse al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética e integrante desde 1980 del Politburó, Gorbachov sobrevivió en su cargo de responsable agrícola a pesar de las sucesivas y catastróficas cosechas registradas en la Unión Soviética desde comienzos de la década del 80. Más todavía: a pesar de ello fue catapultado a la función de gran supervisor de los planes económicos y de responsable del sector ideológico, además de convertirse en el brazo derecho de Andropov en sus dos últimos años al frente de la KGB. Sus objetivos ya eran conocidos: continuidad en política exterior, sacudón revitalizador en el marco interno con un reforzamiento de la disciplina y de la lucha contra la corrupción, mayor eficiencia del aparato productivo, un enfoque realista de la carrera armamentista.
Pero los sovietólogos occidentales advierten: "Cuidado con las excesivas ilusiones; Gorbachov es siempre un producto del sistema soviético, un dirigente que se cuidará muy bien de promover reformas capaces de afectar las estructuras portantes de la actual sociedad comunista" . Son los límites de su pretendido reformismo. De donde resulta altamente dudoso que la Unión Soviética deje de ser lo que hoy es, por lo menos en lo sustancial. Shcvchenko, al respecto, advierte que los jefes soviéticos "pueden tener divergencias sobre el empleo de medios más o menos suaves, pero todos son igualmente duros en los objetivos finales de su línea política''.
Una realidad que se vuelve más seria y dramática debido a la crisis de productividad, eficiencia y credibilidad que afronta hoy la Unión Soviética. Como señala Alexander Zinoviev, el novelista soviético refugiado, en Munich desde 1978, "la Unión Soviética marcha hacia la catástrofe y, para impedirla, la 'leadership' debe tomar medidas valientes y radicales". ¿Podrá tomarlas Gorbachov?
Bruno Passarelli
(Corresponsal en Italia) Fotos: Gamma y AP


Gorbachov: ¿y ahora qué?
Escribe Enrique Alonso
La llegada de Mijail Gorbachov, de 54 años, al máximo liderazgo de la URSS, se produce en un interesante punto de la confrontación de esa superpotencia con los Estados Unidos: en el momento mismo en que los negociadores de ambas partes se reúnen en Ginebra para ver si logran contener la carrera de los armamentos nucleares, que ya comienza a asomarse al espacio exterior.
Para quienes están acostumbrados a evaluar la marcha del mundo en base al mero epifenómeno político, resultará extraña la afirmación de que tanto Washington como Moscú deben adaptarse a las novedades que trae consigo la última revolución tecnológica. Todavía no se sabe bien cuál será el impacto de la misma en la sociedad, pero ya asoman algunas consecuencias. Una de ellas es el cambio de la doctrina militar norteamericana. En Estados Unidos se abandona la teoría de la contención, basada en la disuasión, y se postula una defensa absoluta. En el primer caso, era posible renunciar a defenderse de un ataque enemigo con misiles, puesto que la réplica estaba asegurada con la misma fuerza devastadora. En el segundo, se supone que una serie de satélites ubicados en el espacio podrían destruir los misiles enemigos en base a rayos láser u otros.
En el lado soviético se ven las cosas de diferente manera. La "guerra de las galaxias" del presidente norteamericano, Reagan, llevaría a una cuantiosa y tal vez insoportable inversión en la escalada militar, con desmedro de las tareas nacionales. La URSS cree tener la capacidad de igualar esa carrera, así deba concentrar todo su poder en alcanzar el resultado. Pero al final del camino se halla la práctica certeza de que no se logrará la "defensa absoluta", presentada en Washington como el insuperable escudo de la paz. Por el contrario, el tránsito hacia la militarización del espacio estará plagado de tentaciones, entre ellas la de asestar el primer golpe (a causa de la presunta superioridad).
Estas perspectivas militares se conectan directamente con el grado de desarrollo de la economía. La antigua Rusia ha avanzado prodigiosamente desde la época decimonónica del feudalismo y los siervos de la gleba. La Unión Soviética logró en cuarenta años el rango de superpotencia, que sólo comparte con los Estados Unidos. Atravesó además la guerra contra el nazismo que le costó veinte millones de muertos. Sus regiones más apartadas comparten hoy con Moscú un alto grado de civilización industrial.
Sin embargo, existe un desafío tecnológico pendiente. En Norteamérica, Reagan lo ha asumido mediante una suerte de "capitalismo salvaje" que deprime ciertas actividades y ciertas regiones en pro de la civilización del "chip" y del "gen". La URSS, con otro concepto ideológico, debe compatibilizar el desarrollo social igualitario con la introducción de la "modernidad", entendida esta última como el conjunto de novedades que trae consigo la revolución tecnológica de nuestra época. Este desafío solamente podrá ser afrontado con un retorno a la distensión (y la liberación parcial de los recursos destinados hoy a la carrera de las armas) o con un esfuerzo de industrialización, en una etapa superior, que tense a todo el conglomerado de nacionalidades que se expresan en la URSS y les brinda los alicientes necesarios para ello. Parece ser ésta la tarea de Gorbachov y la explicación final de los cambios producidos en el Kremlin, más allá de la anécdota de las altas edades de sus habitantes o de los sucesivos liderazgos de los últimos años, los cuales deben ser puestos en el contexto de una conducción colectiva que se expresa no solamente en el plano interno, sino también —y muy especialmente— en la política externa.
* Enrique Alonso es periodista profesional, especializado en temas internacionales. Columnista del diario "Clarín".


EE.UU.: Sólo un cambio de nombres
Ignorando las recomendaciones del Consejo Nacional de Seguridad, Ronald Reagan decidió no concurrir al funeral del presidente soviético Konstantin Chernenko porque "tendría que dejar de lado muchas cosas que tengo en mi agenda y considero que con mi viaje no lograría nada". Se supo luego que el consejero en Asuntos de Seguridad Nacional, Robert McFarlane, y otros funcionarios de la Casa Blanca pensaban que la presencia de Reagan en Moscú sería una buena prueba de la apertura al diálogo.
Al parecer, Reagan opinaba lo contrario. Según él, el "show off" no aportaría nada al mejoramiento de las relaciones norteamericano-soviéticas. De hecho, Reagan será uno de los pocos líderes occidentales que estará ausente durante el funeral. Sin embargo, durante las declaraciones que realizó al respecto, el presidente de Estados Unidos dijo: "Me gustaría que el pueblo soviético sepa que negociaremos con el sucesor de Chernenko con un espíritu abierto y que continuaremos con nuestros esfuerzos tendientes a mejorar las relaciones entre los dos países para superar nuestras diferencias y particularmente para disminuir los niveles de armamento nuclear. Estoy muy contento que las conversaciones en Ginebra se inicien como estaba previsto".
Más tarde, el secretario de Estado George Shultz explicó por su parte que la presencia de Reagan en Moscú tendría un significado simbólico de escaso contenido real: "Simplemente no es una buena ocasión para examinar nuestros problemas seriamente''. Muchos pensaron que la decisión de Reagan se debía a que sus médicos acaban de descubrir dos pólipos en sus intestinos y sangre en su orina. Sin embargo, esta explicación fue desmentida por funcionarios del gobierno. Hablando durante un almuerzo con periodistas que tuvo lugar en la Casa Blanca, Reagan dijo que estaría dispuesto a entrevistarse con el sucesor de Chernenko más adelante, "cuando esté mejor establecido en su nuevo trabajo". Todos los observadores norteamericanos coinciden en afirmar que la elección de Gorbachov no implica cambios importantes en la política exterior del Kremlin. Después de todo no hay que olvidar que cuando Breznev fue elegido secretario general del Partido Comunista soviético, era también muy joven: tenía 57 años y gobernó durante 18 años.
Se tiende a pensar en Washington que Gorbachov producirá más bien cambios a nivel interno y que sus energías se centrarán en primera instancia en la reactivación económica de la Unión Soviética. "Gorbachov necesita dos o tres años para consolidar su poder", afirmó Henry Kissinger. "Su juventud conducirá a un realineamiento del poder interior, pero esto no significa que las nuevas políticas serán más favorables a los Estados Unidos. En realidad nadie sabe lo que piensa la nueva generación de líderes soviéticos."
"Seguramente habrá un largo período de transición", dijo Alexander Haig, mientras que el ex secretario de Estado de Defensa y director de la CIA, James Schlesinger. señaló: "Hasta que Gorbachov no se asiente, Gromiko tendrá más poder que él''.
Sin embargo, para el ex consejero en Asuntos de Seguridad Nacional, Zbignied Brzezinski, Gorbachov es un hombre mucho más brillante: "Yuri Andropov fue su padrino en sus continuos ascensos en el seno del aparato político, Mikhail Suslov su padre espiritual ideológico. Por eso, creo que es mucho más peligroso''.
Profesor de la Universidad de Harvard, el conocido sovietólogo norteamericano George Kennan atenuó la afirmación de Brzezinski: "Uno tiene que recordar que el Politburó es un cuerpo colectivo. Ni siquiera el primer secretario tiene un poder absoluto personal''.
Ana Barón (Corresponsal en Washington)

 

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