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MUSIC HALL
AQUI ME PONGO A CANTAR
Bastaron
cinco encuentros en el Coliseo -los domingos, a las once de la mañana- para convencer a
Jorge Alvarez y Pedro Pujó, actuales adalides de Mandioca, la madre de los chicos, de que
su mensaje comenzaba a ser recibido. Los recitales que bajo el rótulo común de Beat
Baires, congregaron a solistas y conjuntos dedicados no sólo al ritmo beat, sino también
a rock y blues, sirvieron para que artistas y públicos midieran sus fuerzas. En pleno
proceso de gestación, unos y otros reconocen una inspiración común: el underground
norteamericano; y las difusas limitaciones (también comunes) derivadas de lo que Jorge
Alvarez llama, sagazmente, "falta de lugares físicos y de un verdadero ground
artístico" al que oponer, musical y socialmente, una respuesta fervorosa. Aun así,
por la ínfima brecha abierta entre "la difusión masiva de toda clase de sanatas
espantosas", han surgido algunas voces.

Pedro Pujó y Jorge Alvarez
MORIS
Para
Mauricio Birabén, 27, todo empezó hace quince años. "Escuché Hotel de corazones
destrozados", en la versión de Elvis Presley, y comencé a imitarlo. Cantaba por la
calle, en el tren, en los bares. Todavía lo hago, a veces. Después aprendí a
acompañarme con una guitarra española, leí Los vagabundos del Dharma, de Jack Kerouac,
me enloquecí. Comencé a decir mis propias cosas y no pienso parar."
Provocando como nadie, la agresión de un público lumpen, que ha cambiado el lengue y el
cuchillo por la melena y los collares, pero que sigue esperando estrofas tautológicas y
entonación segura, Moris soportó en la función del domingo 29, sin demasiado
estoicismo, toda clase de injurias. Sin embargo, cuando un espectador indignado invitó a
los ofensores a dirimir la causa en la calle, el juglar le espetó: "Pará, flaco,
que aquí somos todos pacifistas". Él lo es, por lo menos, y también el solista
más interesante del movimiento. Aunque todavía sus letras amontonen todos los temas que
lo desvelan, aunque "todavía desafino, cuando me emociono demasiado", el suyo
es, sin duda, un estilo auténticamente apasionante, al que sólo le falta un público de
su nivel.

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Manal

Son
tres: Javier Martínez, 23 (batería y canto; Claudio Gabis, 20 (guitarra), y Alejandro
Medina, 19 (bajo), y, a pesar de un común desprecio por la enseñanza y el aprendizaje
convencionales, abruman con un léxico plagado de tecnicismos. Frecuentadores de escuelas
comerciales e industriales, los tres dedican ahora todo su tiempo al conjunto, preocupados
por extender y profundizar "el espectro de su dominio musical".
Sin embarcarse en definiciones, coinciden en la ambición de expresarse y ser captados
"a distintos niveles". Entretanto, toda la filosofía del conjunto goza de una
saludable vaguedad: "Evidentemente lo que hacemos tiende, de alguna manera, a
provocar una determinada apertura mental", pontifica Gabis. Javier Martinez (autor
casi exclusivo del repertorio prefiere informar sobre sus inclinaciones: Las "formas
musicales que contienen improvisación, el flamenco, los antecedentes orientales, toda la
música del norte de Africa, el candombe (su heredero rioplatense), el jazz auténtico y
el blues, hacia el que nos inclinamos, aunque sin la insistencia que pretenden
achacarnos".
Detrás de los anteojos, la cara flaca y obsesiva se anima solamente al impacientarse con
los límites del lenguaje hablado. Es entonces cuando Martínez recurre al tamborileo, al
silbido y, por fin, al canto, para explicarse. Indudablemente, él y Gabis (un personaje
rubio que solía dictar conferencias sobre música en el Nacional Buenos Aires) son los
ideólogos del terceto. Y reconocen, sin vacilar, que "una cierta solvencia que
provoca el desborde instrumental es, probablemente, la que genera nuestra imagen de
solistas". Esa falta de imagen de grupo que se retroalimenta y la vaciedad de algunas
letras son los obstáculos más evidentes que Manal debe sortear.
ALMENDRA

Son
cuatro: Rodolfo García, 23 (batería); Edelmiro Molinari, 21 (guitarra); Emilio del
Guercio, 19 (bajo y flauta), y Luis Alberto Spinetta, 19, quien, según propia
definición, hace "lo que puede, sobre todo cantar". Según los más fervorosos
seguidores del movimiento, conforman el equipo más solvente entre los grupos beat de
Buenos Aires.
Ellos, entretanto, prefieren limitar las presentaciones en beneficio de una mayor cuota de
ensayos. A diferencia de Manal, los cuatro almendras han estudiado música pero no están
muy seguros de cómo o cuánto les ha servido. Ahora, mientras dos de ellos esperan,
intranquilos, que el servicio militar los aleje del conjunto, reconocen que "hacer
música y renegar de la violencia" son las dos únicas constantes de su ideología.
Como Manal, afirman desconocer su público: "Sí, casi siempre son jóvenes, más que
nosotros, incluso. Y deben ser más o menos los mismos. Pero son pocos, eso es
seguro". Autores de un colosal éxito de Leonardo Favio, Para saber cómo es la
soledad, reconocen, sin amargura, que por el momento "no vendemos nada, por muchos
motivos, pero esperamos que eso cambie". Aunque todavía no saben muy bien si el
cambio debe ser gestado por ellos o por el reticente público. |