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Cuando la muerte golpea con su
forma más absurda, se hace mucho más difícil poder sobrellevar la pesada carga
emocional que arrastra. La desaparición de Alejandro De Michele lleva consigo el dolor de
perder a un camarada de la ruta y, además, a un amigo. Y esto dicho sin ningún afán de
capitalizar una situación emotiva, De Michele era amigo personal de algunos de los que
integramos esta revista.
Lo conocimos hace casi una década, cuando su escuálida figura apareció. aún más
frágil a través de una fotografía tomada con un gran angular. Transcurría 1974 y fue
la primera vez que aquél incipiente dúo Pastoral aparecía en un medio de comunicación
masivo. Años más tarde De Michele siempre recordaría con gratitud esa nota por la que
guardaba un especial reconocimiento.
Luego de aquella primera entrevista quedó iniciada una relación que se afianzaría y
profundizaría con el tiempo, y a través de las distintas instancias por las que pasó la
carrera de De Michele.
Años más tarde. Pastoral se convirtió en uno de los dúos musicales más populares del
rock. De Michele fue siempre fiel a sus creencias musicales y nunca aceptó la obsecuencia
como forma de acercamiento. Hipercrítico de la realidad que lo circundaba, los que
podían acceder a su intimidad sabían que nunca ahorró críticas para quien las
merecía, incluyéndose en primer lugar. Ese mismo sentido crítico, compartido por su
gran amigo y compañero de grupo Miguel Ángel Erausquin, lo llevó a la separación de
Pastoral en 1978.
No hubo en aquella oportunidad apelaciones efectistas ni grandes conciertos de despedida.
Pastoral simplemente dejó de ser por voluntad y elección de quienes lo habían creado.
De Michele creyó que ya era la hora de intentar algo por su cuenta, ya que en Pastoral
las posibilidades de experimentar habían llegado a su máxima expresión. Sin embargo, la
separación practica del dúo se implemento bastante tiempo más tarde, motivada por
compromisos contractuales ineludibles. En 1979, y con el advenimiento del último álbum
de Pastoral en esta etapa. De Michele anunciaba a Capitán Fantasía, su nuevo proyecto
grupal.
Pero esta iniciativa sólo conocería algunos ensayos, porque nuevamente otro personaje se
cruzaría con él, signando su carrera con la característica de los dúos. Se trataba de
Gustavo Montesano, quien de regreso en la Argentina también estaba tratando de encaminar
sus pasos artísticos. Y decidieron probar juntos bajo el nombre de Merlín. El dúo se
integró a fines de 1979. y es los primeros meses del ano siguiente grabaron su álbum
debut. El resultado musical no era parejo, pero existían logros muy interesantes; De
Michele siempre buscó modernizar su música, hacerla entretenida y accesible para todas
las audiencias. En ese aspecto, Merlín no reiteraba fórmulas, pero era evidente que las
dos tendencias musicales no se habían aunado. El dúo no sobrevivió a las tensiones
internas y antes de que 1980 terminara ya estaban separados.
De Michele retomó sus postergados proyectos solistas, aunque siempre con la. inquietud de
formar un grupo. El tiempo, y nuevamente los problemas contractuales fueron diluyendo sus
objetivos, sobre todo por la falta de la gente adecuada. Así fue como De Michele siguió
vinculado a la música pero desde una posición diferente, la de productor. Durante un
tiempo se ocupó de esa función en la RCA local, llegando a encargarse de la producción
-en su tramo inicial -del álbum debut de La Torre. Esta actividad sólo satisfacía su
curiosidad a nivel del aprendizaje técnico, porque su única pasión era la del
escenario.
Y De Michele terminó por comprender que con la única persona con quien había conseguido
plasmar sus objetivos, y con quien tenía una relación amistosa inquebrantable, era su
viejo compañero Miguel Ángel Erausquin. La reunión de Pastoral tuvo su sello. De
Michele detestaba los golpes bajos por lo que la reunión fue silenciosa, sin grandes
conciertos de bienvenida. En cambio, ambos integrantes del dúo pensaban que la versión
1982 de Pastoral no debía ser la misma que la del '75. De Michele sostenía que no había
vuelto al dúo para cantar las mismas cosas, y que Pastoral debía aprovechar su
popularidad para imprimirle un cambio drástico en su estilo musical. El resultado de esa
actitud completamente progresiva fue "Generación", un disco que con aciertos y
errores dejaba muy claro que Pastoral era un dúo actual que había renunciado a todo su
pasado para crear una nueva alternativa.
Esa propuesta se cristalizó en vivo en un gran concierto en Obras, una de las mejores
actuaciones de Pastoral. Luego seguirían las interminables actuaciones por el interior y
el gran Buenos Aires. Este año, Pastoral había encarado una nueva etapa a través de un
importante cambio de agencia de contrataciones. El primer trabajo fue el reciente
concierto en Obras, un espectáculo de una brillante puesta escénica que tuvo sus
problemas en el aspecto musical. A pesar de eso. De Michele era un músico que infundía
respeto, algo no muy común en un ambiente plagado de asechanzas y obsecuencias. Siempre
estaba dispuesto al dialogo, y, fundamentalmente, siempre intentaba hacer las cosas lo mas
dignamente posible. Nunca tuvo pruritos para castigar severamente a sus colegas cuando
consideró que se caía en actitudes especulativas o demagógicas. Los pastores, como se
los llamaba dentro del ambiente de la gente de rock, gozaban del respeto de los demás
músicos y periodistas porque, mas allá de disquisiciones musicales, nunca habían hecho
nada de lo que tuvieran que arrepentirse.
Con De Michele se extinguió la vida de uno de los pastores y la de un músico digno. En
una fría madrugada de otoño, el automóvil de Alejandro De Michele se estrelló
violentamente contra un árbol, matándolo instantáneamente y dejando en gravísimo
estado a su compañera. La ruta, un natural enemigo de los músicos, volvía a cobrarse
una vida del rock. Joven, en la total plenitud de su capacidad creativa, el pastor no pudo
escapar al destino inexorable; un lugar común sin duda, tan común como la repetición de
la muerte.

"Uno puede
sentirse inmensamente estúpido en miles de situaciones. De la mayoría logramos salir
más o menos airosos, esgrimiendo la vida como bandera. Pero ante la muerte y, más aún,
cuando llega de golpe, imprevista e imposible, todo es un gran cachetazo que convierte las
palabras en un caldo burdo y las hace idiotas, sin sentido, y hasta sin propósito.
La última vez que vi a Alejandro de Michele estaba a mis espaldas, conversando con Daniel
Ripoll (director de Pelo) en un intervalo del Rosariazo. Luego, Daniel me comentaba:
"Ahora te va a tocar a vos. Alejandro no está nada contento por las notas que le
sacamos sobre el concierto de Pastoral en Obras. Seguro que te va a hablar también."
No lo hizo. Seis días después, De Michele moría estrellado con su auto en la curva del
Velódromo, por Figueroa Alcorta, en plena madrugada.
No me da el cuero para hablar de la muerte. Ni para hablar de Alejandro, al que no conocí
demasiado, y a quien respetaba a pesar de nuestros criterios
musicales, casi diametralmente opuestos. No sé de apologías a deshora, ni de homenajes.
Alejandro de Michele fue parte del movimiento de rock nacional,
y peleó durante diez años en nuestra misma trinchera.
Pero más allá de los posters con su imagen, era un muchacho alto y desgarbado; de sólo
29 años, que tenía muchas cosas por hacer, y todas las ganas de hacerlas." Revista
Humor, Gloria Guerrero 06/83 |






LA ULTIMA VEZ
El viernes 13 de
ma yo la presentación del Rosariazo se demoraba. Yo estaba a un costado de las plateas
viendo como llegaba la gente, todos los movimientos previos. De pronto, alguien se me
acercó. Era Alejandro. Hacía dos meses que no nos veíamos. En aquella oportunidad,
estuvimos tomando café y charlando durante toda la tarde. Alejandro estaba preocupado
porque quería motorizar su carrera con Pastoral. Pensaba que el disco de regreso del
grupo era bueno, que se había vendido bien, que habían hecho un excelente Obras durante
el '82. Pero notaba que el grupo tenía una imagen desdibujada en esos primeros meses del
83. Analizamos juntos todas las posibilidades que se le presentaban para que el grupo
tuviera una participación activa. El no estaba conversando conmigo de eso porque fuera mi
trabajo: éramos amigos. Conocí a sus padres, alguna novia, cenamos tantas veces juntos.
Muchas veces no estuve de acuerdo con su música. Muchas veces él no estuvo de acuerdo
con mi revista. Pero siempre lo discutíamos, como amigos. Esa noche, en Obras, nuestro
primer tema fue la actuación que Pastoral había realizado apenas unos días atrás en
Obras. Discutimos la cosa como siempre: con nivel de cariño, sin agresiones. Sabiendo
cada uno que el otro era sincero en lo que decía. Una vez que concluimos el asunto, y
como el Rosariazo seguía demorado, nos fuimos a cenar.
Alejandro siempre fue una persona que tuvo una marcada inclinación por la
expresión plástica (muchas veces charlaba conmigo sus propios avisos y tapas de long
play, y aún en varias ocasiones él mismo diagramaba sus cosas). Ese día, casi no probó
los ravioles que había pedido: estaba tan entusiasmado contándome sobre una serie de
videos artísticos que tenía un amigo suyo. Me había propuesto verlos, juntos. Durante
esa cena charlamos de todo, de algunas de sus producciones del pasado, de lo que pensaba
hacer ahora con Pastoral. Pasó Oscar Moro por allí, nos saludamos, charlamos un rato.
Después volvimos al estadio. Nos sentamos juntos con Cibeira, Muñoz, de Pedro, Gloria
Guerrero y algunos músicos. Vimos y comentamos las actuaciones de los incipientes
rosarinos: la música, las luces, el público. Lo de siempre. Cuando nos despedimos
quedamos en vemos la próxima semana, él vendría a la redacción y luego iríamos a ver
esos videos que lo habían impactado tanto. El hilo de la vida dijo que no.
Daniel Ripoll
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